Resumen: Después de la muerte de su hermano, Mycroft decide hacerle una visita a la señora Hudson.
Consuelo
Su coche se paro frente al 221b de Baker Street, bajo lentamente del coche y antes de llamar a la puerta contemplo la fachada de la casa que tantas veces había visitado y espiado.
En cierta manera se veía más triste, sin vida. Como si supiera que algo importante le faltaba.
Mycroft respiro profundamente centrándose en su cometido, pues le había prometido a su hermano que lo haría.
Su hermano, quien aparentemente estaba muerto para el mundo, le había echo prometer que cuidaría de los suyos. Y Mycroft había aceptado sin rechistar.
Finalmente llamo y en apenas unos segundos la señora Hudson abrió la puerta sin la misma energía que antes irradiaba.
-Oh querido –le saludo nada más verlo, su expresión era la misma que puso la última vez que se vieron, en el funeral; compasión y dolor compartido – pasa, pasa…
Mycroft asintió y dándole una pequeña sonrisa de consuelo a la mujer paso dentro.
-John, no está –murmuro la señora Hudson algo nerviosa – a decir verdad no viene nunca…
-Lo sé –exclamo Mycroft -he venido a verla a usted.
-Querido no tenías que haberte molestado – exclamo mientras se dirigía a su propia casa.
Mycroft le siguió sin echar ni siquiera a una mirada al 221b, porque aunque sabía que su hermano estaba vivo, ese piso parecía su verdadera tumba.
-No es ninguna molestia –le respondió Mycroft pasando a la sala, la señora Hudson le indico que tomara asiento en el sofá y murmuro algo de té – Él habría querido que viniera.
Mycroft se acomodo en el sofá oyendo los pasos apresurados y nerviosos de la mujer, muy pocas eran las veces que habían estado solos, nunca su presencia la había puesto nerviosa, es más siempre le trataba con una fiereza y amabilidad digna de su madre.
La señora Hudson regreso con una bandeja y dos tazas de té, las coloco en la mesilla y le sirvió el té sin vacilar y sin murmurar una palabra.
-Siento importunarla –empezó Mycroft tomando su taza con las manos – sé que mi visita no hace nada más que abrir una herida muy reciente.
La señora Hudson suspiro y le dio un sorbo a su té mientras negaba con la cabeza.
-Tonterías, Sherlock Holmes merece ser recordado –exclamo serenándose – y tu presencia me ayuda a ello. Era un desastre, siempre haciendo ruidos y gritando, sus experimento destrozaban mi cocina, y oh la pared, que paredes me dejaba. –exclamo con nostalgia pero con energía – Pero era…
-Él también la quería –le interrumpió Mycroft inclinándose en el sofá para alcanzar una de sus manos.
La señora Hudson le devolvió el apretón de manos y ahogando un sollozo sonrió. Mycroft también lo hizo sabiendo que era una sonrisa verdadera, quizás la primera en una semana.
Reichenbach sigue doliendo -awwwwwwwwwwww- espero que os haya gustado ;)
