REENCUENTRO CON MI VIDA
Capitulo 1
Italia Veneciano colgó el teléfono con un gesto de cansancio en su rostro. Acababa de recibir una llamada de su superior, le había dicho que tenía que ir a su oficina al medio día, así que algo resignado a tener que cancelar sus planes con Alemania la nación fue a su habitación para arreglarse.
-Ve~ es domingo y tengo que trabajar, no es justo a mi hermano no lo han llamado también- se quejaba mientras terminaba de arreglar la corbata de su traje, dio un suspiro ya que de verdad tenía mucha pereza de ir hasta la oficina de su jefe y hablar de trabajo ¿Qué era tan importante para que tuviera que interrumpir su día de asueto?
Aun con todas sus quejas llamó a Alemania disculpándose por cancelar su tarde de futbol, aunque el alemán solo le dijo que sus deberes como nación eran más importantes que una tarde de soccer.
Italia llegó a la oficina de su jefe con quince minutos de retraso.
-buenas tardes- saludó el castaño con su radiante sonrisa
-buenas tardes Italia. Por favor toma asiento- le pidió su superior; el país pudo notar el gesto serio de su jefe, de hecho parecía más serio de lo normal, pero restándole importancia hizo caso y se sentó.
El presidente fijó sus ojos en los del castaño y rápidamente los desvió, se removió en su asiento y entrelazó sus manos y luego las separó para terminar tomando una pluma dándole vueltas entre sus dedos, golpeando el escritorio con ella y entre otras cosas que delataban su ansiedad,
-¿Está bien?- preguntó Italia dándose cuenta de lo nervioso que estaba el hombre que dio un respingo en su silla
-claro- dijo de manera exagerada, sin embargo segundos después inhaló profundo, dejó salir el aire por segunda vez clavó la mirada en Italia, esta vez la sostuvo –No Italia, no estoy bien… hay algo muy importante que debo decirte-
La nación ladeó la cabeza esperando las palabras del político que intentó mantenerse firme.
-verás Italia… este tema se ha tratado por varios años, incluso antes de que yo fuera presidente, aunque no hemos podido llegar a una conclusión por eso hemos decidido hacerte saber de este asunto en especial para que seas tú quien decida- comenzó a decir su jefe confundiendo un poco a la nación que no dijo nada así que el otro hombre prosiguió tras aclararse la garganta como si estuviera buscando las palabras correctas.
-desde el momento en que Italia se convirtió en un solo país, es decir, tras la Unificación Italiana… muchos gobernantes han cotizado la idea de que solo hay necesidad de una representación humana de nuestra nación… es decir que solo puede haber un Italia con forma humana- el presidente hizo una pausa examinando el semblante del castaño, que como raras veces, abrió los ojos los cuales en ese momento parecían aterrados. Su presidente no estaba hablando en serio ¿verdad?
-Aun ahora hay muchos que piensan que es inútil e incluso peligroso el hecho de que haya dos de ustedes…-
-Entonces ¿Por qué no está Romano aquí? ¿Porqué me llamaron solo a mi?- preguntó Italia interrumpiendo a sus superior que bajó la mirada temiendo enfrentar al país
-eso se debe a que… pues… pensamos que Romano es el más apto para seguir siendo una nación- declaró finalmente el presidente.
De pronto todo alrededor de Italia se ensordeció, en cuestión de segundos el aire abandonó sus pulmones, un vacio se formo en sus entrañas y subió hasta su garganta devorando su voz; literalmente se había quedado sin habla, abrió la boca pero ningún sonido escapó, lo intentó de nuevo pero antes de de emitir algún ruido sintió las lagrimas que se habían formado sin darse cuenta ya empezaban a escurrir por sus mejillas y labios, percibió el sabor salado de las gotitas, el pecho le dolía como si estuvieran poniendo una gran presión sobre él, como si en cualquier momento fuera a ser aplastado por esa fuerza invisible que se posaba sobre su cuerpo. De un momento a otro todo le parecía un sueño, pero el dolor que estaba sintiendo le decía a gritos que no lo era… era real.
-Eso… eso quieres decir… ¿Qué voy a morir?- su voz se había escuchado terriblemente forzada, parecía que le había exigido a su cuerpo la capacidad de hablar y esto le había costado tanto que el solo hecho de formular la pregunta lo hizo encorvarse exhausto… asustado…
-¡Claro que no!- dijo su jefe alterado negando con sus manos. Se levantó de su gigantesca silla de cuero y caminó hasta el castaño, le puso una mano en el hombro queriendo parecer paternal y le regaló la mirada más dulce que su hipócrita rostro podía poner –si dejas de ser una nación tendrás la oportunidad de convertirte en un humano común y corriente, aunque eso implica que envejecerás más rápido y morirás algún día, pero podrás llevar una vida normal- le explicó haciendo sonar aquello como la mejor de sus opciones, casi se había escuchado convincente
-Normal- repitió Italia en un hilo de voz analizando cada sílaba, letra y significado de aquella palabra.
Llevar una vida normal, se escuchaba tan raro, siempre pensó que su vida como nación había sido común sin embargo ahora se daba cuenta de que no era así, la vida de una nación no era normal en ningún sentido.
A diferencia de los humanos los países crecían y se desarrollaban con lentitud, sentían en carne viva guerras, invasiones, epidemias y crisis. Dependían de sus superiores y de su pueblo, veían el paso de los siglos y las generaciones como si fuera la rutina de todos los días...y ahora le decían que podía renunciar a la carga de ser un país, de tener que ver por sus habitantes en todo momento; si se convertía en una persona normal podría disfrutar tranquilamente sin miedo a ser invadido o pertenecer a alguna otra nación, ya no temería ser herido y sin derecho a morir, podría enamorarse como la gente que lo rodeaba ya que como país un amor cien por ciento honesto no existía, siempre había intereses o rencillas políticas de por medio.
Entonces… si tenía todos esos beneficios puestos en una bandeja de plata ¿Por qué se negaba a ellos? ¡Las guerras daban miedo, ver morir a varias personas a lo largo de los años era doloroso y el trabajo de mantenerse firme por tu pueblo era agotador! Aun con eso, con toda esa pesada labor confiada a él ¡no quería renunciar!
Italia soltó un sollozo al pensar en ello y las lágrimas cayeron con más fuerza a medida que sus quejidos se hacían más sonoros
-Espera Italia… como te había dicho hace un momento, te digo esto porque eres tú quien va a tomar la decisión- dijo el presidente intentando tranquilizarlo pero antes de que Italia pudiera decirle a gritos que no quería dejar de ser un país el hombre se le adelantó tomándole ambas manos entre las suyas
-solo ten en cuenta que esto es por el bien de tu casa… mejor dicho, de todos los italianos. Si haces esto ten por seguro que estarás haciéndole un bien mayor a todas las personas que están a tu cuidado- le dijo con ojos suplicantes y apretando sus manos como si con ello quisiera contagiarle las necesidades de los habitantes.
Italia guardó silencio y asintió con la cabeza, se levantó y casi arrastrando los pies caminó hasta la puerta, se despidió en un susurro y emprendió el camino.
Sin darse cuenta llegó a su casa, abrió la puerta con desgana y en la sala vio a Romano que recostado en el sillón veía la televisión. El estomago de Italia se revolvió al recordar la conversación con su jefe y sin saber por qué sintió unas terribles ganas de abrazar a su gemelo pero se reprimió sabiendo que este se enfadaría.
-¿Qué haces ahí parado?- le preguntó de mala gana el mayor sin siquiera mirarlo
-na… nada…- respondió Italia dejando su saco en el perchero y sentándose en el sofá que estaba frente al otro donde Romano seguía viendo algún aburrido documental.
Italia se sacó los zapatos y subió los pies al sillón abrazando sus piernas, recargó su barbilla en sus rodillas y clavó sus ojos en su hermano.
Ah… como le gustaría poder llevar una relación más estrecha con él. Romano era muy frío, apenas si le hablaba y cuando lo hacía era para regañarlo o insultarlo, a veces Italia tenía la sospecha de que su mellizo lo odiaba… tal vez si se convertía en un humano su hermano estaría más tranquilo y sería más feliz.
-oye idiota, si sigues mirándome con esos ojos de borrego moribundo te voy a golpear- le dijo de pronto el mayor que lo veía con el seño fruncido.
-perdóname- se disculpó el menor con una sonrisa apenada limpiándose unas microscópicas lágrimas que habían comenzado a salir de sus ojos, pero al hacerlo más lágrimas empezaron a escaparse, tantas que no podía limpiarlas todas pues salían unas tras otras.
-¿Y ahora por qué lloras? Pareces una niñita lloriqueando por todo- le recriminó de nuevo la parte Sur sin moverse de su lugar.
-lo siento- se disculpó de nuevo Italia respirando profundo para tranquilizarse.
Tras haber detenido su llanto y limpiado bien su cara se atrevió a hablar.
-hermanito…- llamó a lo que Romano aun con el seño fruncido volteó a verlo -¿A ti te gusta ser una nación?- preguntó Veneciano mirando a todos lados menos a su consanguíneo el cual arqueó una ceja.
-no hagas preguntas estúpidas- le contestó Romano retomando la atención a la televisión.
-no es una pregunta estúpida- dijo con firmeza el menor haciendo que su hermano volviera a verlo al parecer enfadado ya que Veneciano nunca lo contradecía –Hoy nuestro jefe me llamó y me dijo que no necesitan dos Italia, así que me dio la oportunidad de renunciar a ser una nación y convertirme en humano, uno normal… ¿Te imaginas? Ya no tendría que ir a esas aburridas reuniones, podría ser un artista, un pintor tal vez, me podría conseguir una linda novia y casarme… aunque sería extraño porque todos me llamarían Feliciano no Italia, incluso tú dejarías de decirme Veneciano- su voz comenzaba a quebrarse a medida que seguía hablando y sus labios que se forzaban a sonreír temblaban a causa del nudo en su garganta –se sentiría tan raro que todos dejaran de decirme Italia…- las lagrimas estaban a punto de salir de nuevo pero de pronto sintió como unas manos lo tomaban de los brazos con mucha fuerza, Veneciano alzó la mirada encontrándose con los ojos chocolate de Romano que parecían muy asustados
-no- eso fue lo único que Romano dijo a la vez que ponía más fuerza en su agarre al punto en que comenzó a lastimar a su mellizo el cual ignoró el dolor.
-pero…- iba a replicar Veneciano
-¡No! ¡no! ¡no! ¡yo no puedo solo!- le gritó alzando demasiado la voz y sin soltarlo
-eso no es cierto, yo sé que aunque no lo parece eres muy responsable, por eso…-
-¡ya te dije que no!- volvió a gritarle Romano
-Es lo mejor para nuestro pueblo, eso dijo nuestro jefe- se excusó Italia rogando mentalmente para que su hermano no pusiera esa cara adolorida.
-¡Me importa una mierda lo que diga ese anciano! ¡No te vas a convertir en un humano inútil, no ahora que ya estamos juntos!- gritó finalmente.
Italia se paralizó a la vez que sentía como las manos del mayor temblaban y unas lágrimas rebeldes escapaban de los ojos de Romano.
-¡Después de tanto tiempo separados por fin estamos juntos y ahora te quieres largar para vivir como un jodido mortal!- volvió a alzar la voz zarandeando a su gemelo que no creía lo que escuchaba y veía pero su ensoñación fue interrumpida por un repentino jalón.
Romano lo acercó de manera brusca clavándole sus llorosos ojos marrón que ahora tenían una mirada asesina en ellos.
-si te atreves a renunciar a ser una nación nunca te lo voy a perdonar ¿Me escuchas? Ni aunque pasen cien años, ni aunque te mueras, no te perdonaré- le amenazó soltándolo mientras que con su brazo se limpiaba la cara –y si le cuentas a alguien de esto te voy a golpear tan duro que vas a quedar irreconocible- con esto dicho subió las escaleras y se encerró en su cuarto.
Mientras tanto Italia se quedó en su mismo sitio, más confundido que antes y sobre todo con mucho miedo.
Lo que restó de la tarde se la pasó en el mismo sitio sentado en el sillón mirando a la nada, Romano no había salido de su habitación en todo ese rato.
-por el bien de mi pueblo- se dijo a sí mismo Italia recordando las palabras de su superior. Se puso las manos frente a sus ojos – el único propósito de una nación es proteger a su gente, esa es la razón de nuestra existencia- seguía diciéndose a pesar de que en ese momento lo único que quería era refutar ese argumento. Escondió su rostro entre sus rodillas abrazándose a si mismo comenzando a empapar sus rodillas con las lagrimas que salían otra vez ¿Qué debía hacer? ¿Por qué nadie se lo decía? Aunque tal vez la respuesta estaba frente a sus ojos y solo se estaba negando a verla.
Con esto la noche llegó, sin darse cuenta cayó rendido ante el sueño aun en el sillón pero ni aun en medio de sus sueños las preguntas desaparecían.
Era una nación y como tal tenía que hacer sacrificios; un país no tenía derecho a pensar en si mismo solo en su gente, en su casa; la personificación de una patria no podía darse el lujo de considerar sus sentimientos y deseos solo vivía por el bien de su pueblo, así de fácil, sencillo y cruel.
La mañana siguiente llegó, Romano no le dirigió la palabra a Veneciano aunque Veneciano tampoco hizo algún esfuerzo para llamar la atención del mayor, quería que Romano comenzara a acostumbrarse a su ausencia… la decisión estaba tomada.
Al medio día la parte Sur volvió a encerrarse en su cuarto, otra vez sin decir nada. Veneciano estaba en su melancólico estado de ánimo caminando de un lado a otro de la casa tratando de grabarse cada detalle del que había llamado "hogar" todo ese tiempo. En eso estaba cuando el teléfono lo sacó de su ensimismamiento, arrastrando los pies y sin ánimos de hablar contestó el teléfono.
-¿Diga?- apenas si su voz fue audible
-¿Italia eres tú?- preguntó Alemania desde el otro lado e Italia sintió el impulso de colgar en el acto, lo que menos quería era enfrentarse a Alemania ¿Qué le diría él con respecto a su recién tomada decisión?
-s… si, soy yo, que raro que me llames a casa- dijo Italia luchando contra sí mismo para no derrumbarse ahí
-lamento molestarte y espero Romano no se enoje, solo llamo para… eh… pues- de un momento a otro el alemán sonaba nervioso –como ayer no pudimos vernos… me preguntaba si podríamos encontrarnos la siguiente semana ¡también le avisé a Japón! Así que no seremos solo nosotros dos- dijo de manera atropellada, seguro que en ese momento su cara estaba roja.
Pasaron unos segundos sin que Italia contestara
-¿Aun estás ahí?- preguntó Alemania algo extrañado de no recibir una de las eufóricas respuestas del otro.
-si… aun estoy aquí- respondió el italiano queriéndose convencer de esas palabras, sabiendo que dentro de poco dejaría de existir en el mismo mundo que sus seres más queridos
-¿te sientes mal? Te escuchas algo desanimado. Preguntó el ojiazul a lo que el castaño tan solo apretó el cable del teléfono forzándose a no soltarse en llanto
-lo que pasa es que anoche tuve una horrible pesadilla y siento como si aun no hubiera despertado- mintió la parte norte recargando la espalda en la pared y dejándose caer en el piso hasta quedar sentado
-no te preocupes, solo fue un sueño- trató de consolarte Alemania.
-es verdad, supongo que tienes razón- ojalá todo fuera así de fácil.
-Entonces ¿nos veremos la siguiente semana?- preguntó de nuevo el germano a lo que Italia sonrió de manera nostálgica
-me encantaría- y claro que le encantaría hacerlo… lástima que no podría.
-está bien, hasta luego y descansa- dijo el alemán
-Ciao Alemania- se despidió de más de una manera el italiano esperando a que el otro colgara.
Al otro lado del teléfono solo se escuchaba un "biip biip" indicando que Alemania ya había colgado, Italia dejó que el teléfono resbalara en sus manos y cayera al piso, aun sentado en el suelo repitió
-Ciao Germania… ciao fratello-
Dos días después todas las naciones fueron informadas: A partir de ese momento solo existiría una Italia.
Todos se quedaron helados, sin habla, buscaron con la mirada a Romano que no se encontraba ahí. Los superiores de Italia prohibieron hacer preguntas acerca del paradero de la parte Norte, solo se limitarón a decir que ahora era una persona o humano normal, sin ninguna relación con ellos y por lo tanto se abstuvieran de saber más.
El silencio perduro por horas, solo se escuchaban las respiraciones de todos que tenían un lío en sus cabezas, aquello parecía tan irreal.
Cuando se dio por terminada la junta Alemania, Japón, España y Francia fueron directo a casa de Romano, literalmente tuvieron que patear la puerta para entrar, subieron a la habitación de los hermanos encontrando al sureño tirado en la cama, recostado de lado con uno de sus brazos colgando en la cama, sus ojos entreabiertos miraban a la nada.
-¡Romano! ¿¡Qué diablos significa eso de que Italia ya no es una nación!- España le exigió una respuesta pero Romano ni se inmutó, parecía que no lo había escuchado o siquiera percatado de su presencia.
-¡contesta!- le ordenó jalándolo del brazo con tanta fuerza que lo levantó de la cama pero una vez más el italiano no cambió su expresión ausente
-¿Qué le pasó a Italia?- fue el turno de Alemania que con la voz quebrada tomó por el cuello de la camisa a Romano que dejó que el germano sostuviera todo su peso.
-mi cuerpo se siente pesado- dijo Romano ignorando por completo las preguntas de los otros dos -¿Así se siente ser una nación completa?- dijo con la mirada perdida y la voz apagada lo que hizo que España y Alemania explotaran en cólera.
-¿¡porque permitiste eso! ¡¿Qué acaso no es tú hermano? ¡¿De verdad lo odias tanto como para dejarlo hacer eso?- le espetaba Alemania fuera de sí
-Alemania-san tranquilícese- trató de calmarlo Japón pero solo fue alejado de un empujón por el germano.
-Romano, yo pensaba que a pesar de tu actitud te preocupabas por Italia pero…-
-¡Oigan ustedes dos!- les llamó Francia –dejen de decir tonterías, no son los únicos que se sienten mal- y con la mirada señaló los puños de Romano que estaban cerrados con tanta fuerza que las palmas de sus manos estaban sangrando a pesar de que su rostro no expresaba nada.
Y con ello diez dolorosos años comenzaron a pasar…
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Ufff… primer capítulo, con dedicatoria especial a: Selene Tonks Tapia y Sakura Haruhi Otonashi por haberme apoyado desde antes de publicar este fic (Cuando se tienen complejos de inferioridad el anime sirve muchísimo XD)
Espero les haya gustado y que hayan terminado con una caja de pañuelos desechables a su lado, por lo triste del capítulo no porque haya estado horroroso ja ja ja
