Hola a todos y a todas! Éste es el primer fanfic que hago sobre Barson, y debo admitirlo, estoy algo nerviosa. No he visto por aquí muchos fanfics en español, y mucho menos sobre ésta pareja, así que me decidí por escribir para que los BarsonFans salieran de su escondite. No sé a dónde estoy yendo con la historia, pero este capítulo me gustó mucho, y no sé si Rafael está OOC, pero debo admitirlo, es algo difícil de interpretar. Desde que vi "Manhattan Transfer" (el capítulo en el cual ésta historia está basada) supe que Barba podría sentir algo hacia Olivia, ¡y en verdad espero que sea así! Bien, sin más preámbulos, espero y lo disfruten. Nos vemos al final!
Disclaimer: Nada aquí está en mi poder por desgracia, ya que si ese fuera el caso, estos dos ya hasta se habrían casado!
PD: Cada capítulo de ésta historia será nombrado según los lyrics de una canción llamada "Comes And Goes (In Waves)" de Greg Laswell. Es una muy linda canción, ¡se las recomiendo!
-StormerHere
Capítulo 1 – The Lonely.
—Tú y yo hemos terminado de hablar—al momento de que sus palabras salieron de su boca, un sentimiento de arrepentimiento lo bañó por completo, al igual que la duda y la culpa de haber dicho algo que en realidad había escupido sólo por la ira que estaba sintiendo. Se preguntó si era dolor aquél que los ojos de la Teniente reflejaban. De pronto, tuvo el impulso de detenerla mientras la veía tomar su elegante saco y retirarse por aquella puerta por la cual había entrado y salido miles de veces antes. Se quedó de pie en el mismo lugar por varios minutos, el coraje seguía presente, su decepción crecía y algo extraño surgía dentro de él y le revolvía el estómago. No sabía exactamente qué era, pero se sentía incómodo y un poco alterado. Su suposición de que Tucker y Olivia estuvieran relacionados de alguna forma lo hizo sentirse algo enfermo, pero la pregunta que hizo para obtener la afirmación y su silencio como respuesta lo habían dejado todo muy claro. Habían sido amigos por años; habían logrado cosas juntos que jamás había podido imaginar que llegaría a poder lograr por su cuenta, porque así eran ellos. Necios, testarudos, determinados, apasionados. Se entendían tan bien el uno al otro que incluso algunas veces no eran necesarias las palabras para transmitir lo que pensaban. Una mirada, una sonrisa, era lo único que bastaba para llegar a una conclusión y realmente creía que ambos tenían una buena química no sólo en el trabajo, sino como seres humanos.
Se sentía con el derecho de saber todo sobre Olivia, pero no se podía dar el lujo de tener esa clase de mentalidad que era algo estúpida de tener. Ella compartiría cualquier cosa que ella tuviera que compartir. Pero, ¡por dios! La relación de Tucker y Olivia pudo haber dañado y afectado el caso en un mayor rango, y las acusaciones a Ed hubieran sido aún más creíbles si los demás se hubieran enterado del secreto romance que la Teniente y el Capitán tenían en secreto. Cerró sus ojos y pasó sus manos por su rostro, tratando inútilmente de disipar por completo la sensación extraña que lo seguía atormentando. Maldecía a su mente por haberse dado la estúpida tarea de formar una imagen en su cabeza que no sería fácil eliminar, y por esa razón, había hecho la segunda pregunta que definitivamente pudo haber sido formulada de una mejor manera, de una forma mucho más respetuosa y menos salvaje y directa. Su voz inclusive se había vuelto ruda y un poco temblorosa.
"Te estoy informando que un capitán de Asuntos Internos podría estar involucrado en una red de tráfico, ¿y tú no mencionas que están durmiendo juntos?"
Definitivamente no había escogido sus palabras con cuidado. Era un abogado; su obligación era saber con precisión que sería lo que diría con un minucioso pre estudio que inclusive podía quitarle horas de su preciado tiempo. No quedaba con su perfil el hecho de decir cualquier cosa que se le viniera a la mente sin siquiera considerar qué repercusiones podrían tener esas palabras. Guiado por la culpa y el más mínimo temor, Rafael Barba se dirigió a su silla, tomando asiento y recargando plenamente su cabeza en el respaldo. Cerró sus ojos y se dio cuenta de que por más que quisiera, le sería imposible disipar el recuerdo de la discusión que acababa de tener con una persona que él consideraba como alguien muy especial en su vida. Quería regresar de una manera el tiempo y tratar de cambiar la forma en la cual se expresó.
Se inclinó hacia adelante y abrió uno de los cajones inferiores de su escritorio. Escondido entre papeleo inútil, Barba tomó la pequeña botella de whiskey que guardaba para ocasiones especiales. No podía asegurar que lo que acababa de ocurrir fuera una ocasión especial, pero se vio en la increíble y espontánea necesidad de querer tomar un trago. Agarró entre sus dedos el pequeño y ancho vaso de vidrio guardado en el mismo cajón y lo colocó en la mesa. Abrió su botella de whiskey y vació el líquido con manos ligeramente temblorosas. Una vez el vaso casi lleno, escondió una vez más su botella y sujetó su bebida con un firme agarre, dirigiéndola de forma casi inmediata a su boca y bebiendo un gran trago. La sensación logró tranquilizarlo un poco, pero el recuerdo de las palabras seguía insistiendo, su voz reproduciéndose una y otra vez en su mente, las palabras sonando en su cabeza, tercas y necias como él.
Y como ella.
¿Cómo pudo no haberlo visto antes? Por dios, era un abogado. Sabía leer a las personas, sabía estudiarlas, analizarlas. ¿Qué había ocurrido entonces? Ella tenía la culpa, porque si unos meses atrás le hubiera sugerido la idea de ella y Tucker juntos, se hubiera reído en su cara, diciéndole qué tan bastardo era Ed y cómo había hecho sufrir a todo el escuadrón UVE desde sus inicios. ¿Qué había cambiado su forma de pensar? ¿Cómo repentinamente te puede gustar alguien que has odiado desde hace años atrás? No tenía sentido, pero si ella se lo encontraba, desconocía a la auténtica Olivia Benson. De pronto, la sensación extraña volvió a recorrer su cuerpo. El sentimiento era ciertamente insistente, de eso no había duda alguna.
Volvió a tomar de su whiskey, mirando con detenimiento los papeles esparcidos frente a él. Respiró hondo mientras miles de dudas e incógnitas se generaban en su mente y gritaban y se quejaban por no ser aclaradas ni respondidas. Vio su teléfono celular en la esquina de su escritorio y tuvo el impulso de llamarla y disculparse. Se inclinó hacia adelante y tomó el celular. Lo pasó entre sus dedos, considerando sus opciones. Desbloqueó el teléfono y con rapidez encontró su nombre en la larga lista de contactos que tenía. Quería llamarla, hacer las paces, tal vez ir a tomar algo o salir a comer a su habitual restaurante, relajarse y asegurarse mutuamente que todo saldría bien y que darían con los verdaderos responsables de todo ese caos. Su dedo estaba a centímetros de tocar la pantalla, pero un pensamiento lo hizo retractarse de tan siquiera haber pensado en llamarle.
¿Qué tal si ella ahora estaba con Ed?
No iba a interrumpir el encuentro, por supuesto que no. Él no era así. Y a pesar de haber hecho cosas que jamás se creyó capaz de hacer ese mismo día, no iba a hacer algo como eso. Aún conservaba algo de dignidad, tenía que mantenerla consigo. ¿Qué tal si en ese momento ambos se estaban abrazando, asegurándose que todo iba a salir bien y consolándose mutuamente? No quería ser la persona que interrumpiera el momento, pero una voz maliciosa dentro de él le gritaba que lo hiciera, que arruinara su pequeño momento de felicidad. Entonces, cuando esa voz maliciosa se volvió más insistente, casi convenciéndolo de llamar, se dio cuenta de algo que hubiera preferido no haber descubierto:
No quería que Olivia estuviera saliendo con Ed Tucker.
Ese pensamiento hizo que un ceño fruncido se hiciera presente en su rostro. Meneó por costumbre su vaso de whiskey mientras trataba de averiguar el origen de esa forma de pensar. Ya lo había sentido hacía ya un tiempo, pero el pensamiento había sido vago y lo había ignorado por meses. Era cuando Cassidy estaba saliendo con Olivia. Entonces, ¿era un problema que él tenía con esos dos hombres, o era un problema que tenía con los hombres que salían con Olivia? Cerró sus ojos y tuvo el impulso de llamarla de nuevo, tratar de resolver sus dudas con el simple hecho de escuchar su voz. Eso lo asustó un poco, se sintió algo confuso y bebió el último trago que su vaso tenía.
Suspiró una vez más y se puso de pie. Quisiera o no, tenía que informar sobre el romance que la Teniente Olivia Benson tenía con el Capitán Ed Tucker. Y le hacía sentir un poco de culpa el hecho de querer informarlo cuanto antes.
Su mirada se centró en su celular, leyendo una y otra vez el texto que estaba frente a sus ojos y que amenazaba con ablandarlo y volverlo vulnerable.
¿Estamos bien?
Era de Olivia. Su mensaje era corto, sencillo incluso. Pero eso no significaba que no hubiera tenido un gran impacto en él, y la Teniente había tenido la idea de mandarle el mensaje justo minutos después de que él le había informado a sus autoridades sobre la situación que se había presentado entre ella y Tucker. No sabía qué responder, no sabía qué pensar, no sabía qué sentir. Una mezcla de culpa y arrepentimiento le oprimieron el corazón, además de que la duda insistía de igual forma en perturbarle su estabilidad. Delineó con su pulgar el globo del mensaje, su mirada era fría, pero tenía enormes ganas de responderle, diciéndole que había sido un tonto y que se había dejado llevar por el calor del momento. Pero era demasiado tarde ya, y en cuanto Olivia recibiera una llamada o un aviso de parte de la Central pidiendo una junta inmediata, sabría que Rafael no se había quedado con su boca cerrada, y las acusaciones y preguntas vendrían al día siguiente.
Llegó a su departamento a las dos de la mañana. El papeleo nunca forjó una buena amistad con él. Se dirigió directo a la cama, aflojando su corbata, seguido de retirarse el saco café oscuro que había usado a lo largo del día. Elevó sus brazos para deshacerse del chaleco y rápidamente se retiró el resto de la ropa, abandonándola en un rincón de su cuarto y quedando sólo con su ropa interior. Se recostó y cerró sus ojos, el cansancio haciéndose presente al momento de sentir la suave superficie hacer contacto con su cuerpo. Trató de quedarse dormido, pero el mensaje de Olivia horas atrás seguía rondando por su mente. Abrió nuevamente sus verdes ojos y giró su rostro a la izquierda, encontrándose con su mesa de noche. Sobre ella estaba un reloj digital, una lámpara, unos documentos esparcidos sin orden alguno y su celular. Quiso tomarlo, llamarla y disculparse. En serio quiso hacerlo. Pero su orgullo detenía sus acciones y lo ataba al egoísmo.
Después de dar vueltas por toda la cama, finalmente el sueño lo invadió.
A la mañana siguiente, después de haber salido de su departamento y apresurándose a comprar un café que despertara sus sentidos, comenzó a caminar a su oficina con maletín y bebida en mano. La persona que salió de pronto frente a él hizo que se le revolviera el estómago. Era Olivia, y justo como lo había predicho, las acusaciones y preguntas comenzaron a surgir. Se puso nervioso, no sabía qué contestarle a Liv, además que no podía hablar con ella sobre el caso. Se lo dijo una vez, pero Olivia seguía insistiendo. ¿No podía entender que proporcionarle información a ella era algo que iba contra las reglas? Tomando toda la voluntad y fortaleza en él, Rafael tragó fuerte y su mirada se tornó fría y dura.
—No puedo hablar contigo —y en cuanto sus palabras salieron de su boca, comenzó a caminar lejos de ella, sintiendo su mirada centrarse en él tras escuchar un ligero ¿qué?
Desgraciadamente, él tampoco sabía cómo responder eso.
¿En qué clase de tortura se estaba metiendo? Su profesionalismo se había vuelto escaso, dándose cuenta de que involuntariamente, todo eso se estaba volviendo algo personal, lo cual era injusto y estúpido. Injusto para ella, estúpido de su parte. Y no pudo evitar odiarse a sí mismo por haberla ignorado y evadido el resto del día.
La extrañaba. Se había acostumbrado a verla al menos una hora al día, y para él, eso era más que suficiente, pero veinticuatro horas enteras se habían vuelto un tormento, sin saber todo por lo que la Teniente estaba pasando. Había recibido un mensaje de Carisi, preguntándole por qué demonios Olivia había sido temporalmente quitada de su puesto, y a pesar de saber por qué, era un cobarde y le respondió con un sencillo: no lo sé que sabía que no era suficiente y poco creíble, pero no pudo decir algo más.
Se sentía extraño. Como fuera de lugar. Como si estuviera lejos de su hogar y de la comodidad de tener una familia. Se sentía desconectado del mundo que lo rodeaba, y quería que esa pesadilla se terminara. Era estúpida la forma en la que la revelación de que Olivia y Tucker estuvieran saliendo lo había afectado, pero no podía por alguna extraña razón retener sus sentimientos. Después de unas horas, vio el aviso que el Monseñor estaba dando a través de la televisión, ensuciando la imagen de la policía, de los abogados, del sistema. Se sintió lleno de ira y coraje, y dejándose llevar por la costumbre, involuntariamente quiso llamar a Liv y preguntarle si lo que estaba viendo era cierto, y de paso hacer un comentario sarcástico sobre la religión y la iglesia para reírse juntos y suavizar un poco la gravedad de la acusación. Pero cerró sus ojos al darse cuenta de que aún no podía hacer eso. Ya no sabía si continuaba siguiendo las reglas o simplemente no estaba listo para confrontarla.
Unas horas después, Carisi le llamó. Contestó y lo que escuchó lo hizo sentir algo de alivio. El Padre Eugene había dicho absolutamente todo. Ahora, era tiempo de que él entrara en acción. Escuchó junto al jurado las declaraciones de los detectives Russo y Jefferson, las declaraciones de las chicas y las declaraciones de las monjas mientras les lanzaba preguntas bien elaboradas y que requerían ser contestadas de una forma detallada y explícita, preguntas que fueron respondidas con la verdad y nada más que la verdad. Después, era el trabajo de los detectives. Arrestaron al Monseñor y al Padre Akinola, haciendo justicia por las chicas. La imagen de la iglesia tardaría un poco en recuperar su prestigio, pero era lo correcto y lo justo. Los malos merecen sólo cosas malas. Había sido un buen día, de eso no había duda alguna, pero Barba seguía sintiéndose un poco incómodo e inseguro. Gracias a un mensaje de Rollins, se dio cuenta de que la Teniente había vuelto a tomar el mando del escuadrón, y suspiró aliviado. Ahora que el caso había terminado y todo volvía a la normalidad, significaba que podía hablar con ella... ¿verdad?
—Basta de excusas, Rafael —se dijo a sí mismo, su voz resonando en las cuatro paredes de su oficina. Lleno de determinación, Barba tomó su celular y antes de que pudiera parpadear, ya estaba marcando a Liv. Se colocó con nerviosismo el teléfono sobre su oreja, y esperó paciente, rogando mentalmente para que Olivia contestara y no hiciera que Rafael se arrepintiera de haber intentado hablarle. Después de tres timbres, Liv contestó.
—Benson —al parecer no había visto el identificador de llamadas, por lo tanto, no sabía que la persona que estaba al otro lado de la línea era él. Por su voz, Rafael pudo deducir que estaba sumamente cansada, pero satisfecha con su trabajo.
—Teniente —Barba dijo, no sabiendo qué decir. Hubo un momento de silencio entre los dos.
—Abogado —Olivia respondió de regreso, su tono severo y duro —. ¿A qué se debe su llamada?
Le estaba hablando de usted, y le impresionó cuánto eso le afectó. Aflojó su corbata y se recargó plenamente en el respaldo de su silla negra. Tuvo otra vez ese impulso de beber un poco de whiskey. Le molestaba el hecho de que su mente no pudiera formar un enunciado inteligente; si eso le pasara cada vez que estuviera frente a un jurado, definitivamente ya habría perdido su trabajo. Sintió su garganta seca y tragó con fuerza. Estaba actuando como un estúpido adolescente inseguro. Ese no era él.
—¿Barba? —Olivia preguntó, despertando al abogado de sus pensamientos. El agarre en el celular se volvió firme, y suspiró.
—¿Recuerdas que me mandaste ese mensaje, preguntándome si estábamos bien? —Rafael cuestionó, acomodándose en su silla.
—Sí —ella respondió en voz baja después de unos segundos de silencio.
—Estamos mejor que nunca, Liv —Barba dijo de pronto, sorprendiéndose a sí mismo por lo que dijo, pero una vez analizó lo que había dicho, pareció que era lo mejor y lo más correcto. Olivia soltó una suave risa, convirtiendo a Rafael en un abogado más seguro de lo que estaba diciendo. Barba se dejó llevar y también rió ligeramente. Y después de unos segundos de simplemente apreciar la compañía del otro a través de la línea del teléfono, Rafael habló de nuevo —. Lo siento, Olivia.
La escuchó suspirar, probablemente cerrando sus ojos y tratando de escoger las palabras correctas. El nerviosismo volvió a generarse dentro de él mientras esperaba que la mujer en la otra línea dijera algo sobre su disculpa.
—Está bien, Barba. Si me doy la tarea de molestarme contigo, ¿quién me hará reír con esos comentarios sarcásticos? —ambos compartieron una risa y se limitaron a disfrutar de ese pequeño momento que tranquilizaba en gran medida la conciencia de Rafael. Ya no sintió el impulso de querer tomar un trago de whiskey.
—¿Quieres ir a comer algo mañana? —Rafael preguntó, sonriendo ampliamente, subiendo ambas piernas sobre el escritorio.
—Por supuesto, encárgate de llegar en un momento donde no tenga papeles frente a mí —ella advirtió, soltando una suave risa.
—Hasta mañana entonces. Buenas noches, Liv.
—Buenas noches, Barba.
Definitivamente el día siguiente sería uno bueno.
Llegó a su departamento a la una y media de la mañana, el cansancio haciéndose notar por primera vez en el día. Lo primero que hizo fue dirigirse a su habitación, quitarse su ropa y recostarse plenamente en la comodidad de su cama. Cerró sus ojos listo para dormir cuando una imagen lo hizo volver a abrirlos, sintiéndose extrañado. La imagen había sido muy clara, y lo hizo arrugar su frente con un claro disgusto. Pensaba que los eventos del día iban a favorecerle a la hora de conciliar el sueño, pero aparentemente estaba equivocado, pues el hecho de que Olivia lo hubiera perdonado tal vez había aclarado su conciencia, pero no había calmado su imaginación.
La imagen que un día atrás se había proyectado en su mente volvía a hacerse presente. Dicha imagen no era más que una estupidez que su cerebro había creado inconscientemente, y en esa insistente imagen podía visualizar a Olivia y a Ed, juntos, besándose.
Al momento de ver cómo eso le afectaba, de ver cómo luchaba inútilmente por borrarla de su cabeza, de ver que dejó de sentirse a gusto, de ver cómo una ira inexplicable se formaba dentro de él y una ansiedad para nada cómoda se hacía presente en la boca de su estómago, supo qué estaba pasando.
Rafael Barba, un abogado lleno de profesionalismo y seriedad, estaba celoso.
Satisfecho con su conclusión pero aún así un tanto impactado por la revelación, Rafael pudo conciliar el sueño con más facilidad, sonriendo ligeramente al ver que su mente se había decidido por proyectar una imagen de ella para que él pudiera apreciarla en su totalidad por el resto de la noche.
Y bueno, ¿qué les ha parecido? ¿Les gustó? ¿No? ¿Un poco? Díganme qué piensan! Así yo podré continuar ésta historia! Espero y les haya gustado y que no haya ningún problema con el manejo de personajes, les agradezco por haber leído y nos vemos en el posible siguiente capítulo! Bye, bye!
