Disclaimer: Nada me pertenece, todo de Takao Aoki.
Advertencias: UA, semi... medio, algo... shounen-ai (¿creíble?), lenguaje soez, casi lime...
Cuatro tiempos: acecharte, acorralarte, atraparte y… O es todo, o es nada. Dejemos que esta música nos guíe, sólo tú sabes el final.
Sinfonía negra
1. Planeación
Ya estamos juntos, ¿qué quieres hacer?
El taxi los recogió en el aeropuerto, eran casi las siete de la tarde y había mucho movimiento aún por doquier. La pareja compartía el vehículo, pero sus deseos eran siempre distintos; ella quería sólo llegar y hundirse un rato en el spa para recargar energías, a él le daba igual hacer lo que fuera.
El trayecto duró casi una hora, pero fue nada para ellos después de las casi treinta y seis horas de vuelo, conexiones y espera en aeropuertos. El vehículo se estacionó delante de las puertas del suntuoso hotel, un chico con portaequipajes esperaba por ellos y apenas se detuvo el taxi, comenzó a colocar todas las maletas que el taxista le ayudaba a descargar.
Cuando todo estuvo fuera del auto, ella bajó y se quedó esperando por él; sin embargo él no bajó, sino que cerró la puerta, dando nuevas instrucciones al taxista. Al ver esto, ella sonrió y siguió caminando, típico de él, lo último que quería era estar más tiempo con ella.
Él y el taxista emprendieron de nuevo el camino, ahora con rumbo al extremo oeste de la ciudad; siguiendo las instrucciones que le habían sido dadas llegaron al conservatorio de la ciudad, pidió dar primero un rodeo a la enorme manzana donde se ubicaba la construcción, lo único que le animó del lugar fue la incitante estructura de su arquitectura, por lo demás, no halló nada de emocionante en su nuevo lugar de trabajo.
No estaba de muy buen humor, viendo los alrededores y el tiempo que le tomaría llegar por el constante tráfico, supo que pasaría demasiado tiempo yendo a ese nuevo centro de su universo, se hizo una nota mental de conseguir un vehículo con buen equipo de sonido y video. —¿Hay algún buen bar por aquí?
-Un lugar con buena música por la avenida 54, otro con las meseras más… uno con… —el taxista hizo gala de su conocimiento, pero no ofreció nada concreto mas que vagas descripciones de los lugares que frecuentaba.
Cansado de ese rodeo del hombre, le pidió que lo dejara en una esquina sabiendo que él mismo tendría que encontrar lo que buscaba. Caminó no más de tres cuadras, cuando escuchó el típico ambiente de un bar, se acercó al origen del ruido para saber si era como le gustaban: sin música ruidosa, sin apariencia de lugar de mala muerte, sin la degradante fila de acceso controlado… se veía bien.
Miró el nombre y no le dijo nada 'Los cinco cuartos', ingresó y se sintió satisfecho con la apariencia del sitio. No era muy grande, había un pequeño escenario para músicos improvisados, no tenía karaoke, había sólo una solitaria pantalla de televisión en una esquina, pequeñas mesas desperdigadas a distancia suficiente para no sentirse abochornado por el vecino, y la típica barra para el bebedor solitario.
Se sentó y pidió un vodka solo, lo engulló en sólo dos tragos para dar comienzo; no era su idea emborracharse en su primer día en la ciudad, pero la insistente frustración de haber tenido que elegir entre ese trabajo y el que quería, lo tenía de mal humor. Pidió una segunda y tercer ronda, la mayoría de los comensales iban y venían, sólo él y otros pocos permanecían ocupando sus asientos.
-¿Mala tarde? —el cantinero preguntó acercándole la botella.
-Ni siquiera la primera. —Dijo ya un poco más tranquilo.
-Debería cuidar su consumo, apenas es miércoles, hay que trabajar mañana.
-Precisamente por eso es que lo necesito. —Sonrió mientras acercaba el vaso para un cuarto tanto.
El reloj anunció las nueve de la noche, se incorporó y pagó su consumo; se dirigía a la puerta con un agradable calor en el cuerpo, había conseguido su objetivo porque se sentía de mejor humor. Sin querer giró la cabeza a su izquierda y se encontró con una cabeza familiar, se detuvo y afinó su oído para distinguir la voz que creía conocer, no queriéndolo creer se contuvo de dar los quince pasos que le llevarían a comprobar visualmente que era quien creía, pues ya la voz decía todo.
-Mierda, ¿acaso está siguiéndome otra vez?. —Se dijo molesto.
Se giró esperando que el sujeto que recién acaba de reconocer no se percatara de él, caminó lo más rápido y silencioso que pudo, pero como solía ocurrir en su vida; lo que más se empecinaba en evitar, era lo primero que ocurría.
-¿Kai? ¿¡qué estás haciendo aquí! —exclamó el susodicho, levantándose de su mesa y acercando los quince pasos que Kai no había querido dar.
El otro no pudo hacer nada por ocultar el gesto de desencanto al ser descubierto y viendo al otro acercarse, no le quedó de otra que hablarle, —Yuriy, no sabía que estabas en esta ciudad. —trató de sonar lo más espontáneo que pudo, y se agregó 'De haber sabido no hubiese aceptado el trabajo'.
-Siempre tan alegre como siempre, ¿vienes a…? —Yuriy se detuvo un momento y miró a su izquierda tratando de recordar. —¡Claro! ¿eres acaso la joyita de la que hablaba el director esta mañana?
-¿Joyita? —Kai no pudo evitar repetir esa confusa palabra.
-Sí, ése debe ser tú. Ven, ven, te presentaré a unos cuantos colegas, los conocerás tarde o temprano.
Yuriy tomó a Kai del brazo y tiró de él hasta la mesa que había ocupado previamente, —Muchachos, ¿recuerdan la joyita de la que nos habló el director esta mañana?
-Lleva con eso casi tres semanas Ivanov, sólo que has estado demasiado distraído como para poner atención. —Rió un hombre de barba y lentes.
-Como sea, él es Kai Hiwatari, nuestro nuevo director de orquesta. Kai, saluda a Sergio, Johan, Olaf, Olinka, Verónica y Miles.
Todos saludaron, Kai sólo alzó un poco la mano mostrando su completa falta de motivación, notó las miradas despectivas de al menos tres de ellos. Y no le sorprendió; después de todo, su cambio de lugar de trabajo fue apresurado y ya que la oferta económica fue jugosa, no le costaba adivinar que el dinero debió haber salido de algunos departamentos que vieron reducidos sus presupuestos. No le interesaba hacer amigos ahí, pero en un mundo tan competitivo como aquél donde se desenvolvía lo mejor era evitar zanjarse tantas enemistades como se pudiera.
-Sin duda, tiene toda la apariencia de una joyita, —dijo Olinka mirándolo con poco pudor, —pero no creo que sea él a quien el director se refería, sino a su acompañante. Eres el esposo de Brynja Smari, ¿verdad?
El concepto de 'esposa' 'esposo' y 'matrimonio' eran demasiado ambiguos para Kai, así que se limitó a asentir. Sólo Yuriy parecía perdido en la conversación, lo cual no le sorprendía a Kai; ese conocido suyo era un genio sólo en un reducido campo de la vasta actividad humana, en el resto apenas pasaba como persona pensante y funcional.
-Una contralto de raro tono; pero claro, eso no te interesa, quizá cuando la veas le prestes más atención. —Rió Olaf, y Kai no pudo evitar recordar la fama de casanova del pelirrojo.
-Si, si como sea. Así que estamos trabajando juntos otra vez, ¿eh? —Yuriy se acercó a Kai.
-Eso parece, —dijo cansado de ese nuevo descubrimiento, —tengo que irme, recién llegué y mañana hay que comenzar.
-Siempre tan comprometido con el trabajo, ¿tienes alguna idea de qué proyecto es el que van a montar ahora? Las propuestas monumentales no han cuajado, y quiero lucirme pronto en el escenario.
-No, no sé nada, sólo recibí una buena oferta y tenía que cambiar de aires. Coincidieron bien.
-De acuerdo, dejemos la rememoración de los buenos tiempos para mañana.
Kai rió sardónicamente y le dio una mirada burlona, —Yo le quitaría el buenos, pero sí, mañana estaremos ahí.
El pelirrojo despidió al menor que pidió de inmediato un taxi, éste lo llevó a su hotel y sin perder tiempo, subió a su habitación; al estar ahí no le sorprendió que su esposa no estuviera ahí. Quizá estaría en el spa, quizá en el bar o tirándose a algún otro huésped bien parecido; no le importaba nada, sólo tener un descanso lo suficientemente largo para reparar energías mínimas para poder enfrentarse a la tormenta del día siguiente: su primer día de trabajo.
Al día siguiente, Kai y Brynja no llegaron juntos al conservatorio, las horas de su recepción eran distintas y la de él ocurría a las ocho de la mañana. Kai no iba con la ingenua idea de que sería un trabajo ideal, iba bastante consciente de que lo que parecería un sueño se tornaría pronto en un infierno en la tierra. Así que sólo iba con toda la buena voluntad de la que era capaz, sabiendo que era lo único que le aseguraría no querer salir huyendo desde su primer par de horas.
Los directivos y directores de área le dieron la bienvenida, no le hicieron fiesta porque los dineros habían estado muy castigados ese año y el ambicioso proyecto que había llevado a la contratación de Kai obligaba austeridad máxima. Sólo una reunión de café, galletas y un escueto resumen impreso de las disposiciones generales de la institución.
-Sea usted bienvenido, estamos muy agradecidos de que haya aceptado nuestra oferta, verá que no se arrepentirá. —Escuchó al director repetir por tercera vez en los cuarenta minutos que llevaban ahí.
-Sí, será interesante unirme a su institución. —Kai respondió eligiendo un adecuado conjunto de palabras para dar un mensaje nada comprometido.
Después de otro intercambio de cortesías, quedó fuera de la sala de reuniones y perdido en un amasijo de pasillos, salones y áreas abiertas con una pésima señalética de la que no podía diferenciar dónde se hallaba el sanitario de hombres del aula de grabaciones.
Caminó unos minutos viendo a su alrededor en busca de la persona ideal para pedir instrucciones, pero de entre los alumnos que le esquivaban la mirada, los instrumentistas que lo veían con novedad o aquellos dos del grupo que conoció la noche anterior y no habían cambiado la mirada despectiva, no encontró a nadie posible para que le fuera de ayuda.
Sin saber cómo, llegó a la segunda sala de conciertos; la recorrió y se detuvo un momento cerrando los ojos. La acústica de los pocos sonidos que se producían con sus pasos le hicieron sonreír al comprobar que era tan buena como le habían dicho, se alegró que no todo parecía decadente en ese sitio.
Dejó la sala y regresó a la búsqueda del aula en la que se suponía debía haberse presentado ante los músicos quince minutos atrás, pero bendita suerte, sólo terminó de nuevo delante de la sala de juntas, justo ahí Brynja, su esposa, estaba llegando.
-¿Kai? ¿qué haces aquí? Pensé que estarías ya reuniéndote con tu equipo de trabajo.
Él meneó un poco la cabeza ante lo inútil de cualquier explicación, —Sí, debería. Tengo que irme.
Brynja sonrió igual de desentendida que siempre, —Buen día, te veré en el hotel.
Kai dio un largo suspiró y volvió a las andadas para tratar de encontrar ese endemoniado salón. Se preguntó en dónde es que estaría ese inútil pelirrojo, al menos podría usar a su favor su conocimiento del sitio, estaba seguro que sería capaz de orientarlo aunque fuera sólo capaz de recordar dónde se encontraban las salas de concierto, los sanitarios y los cubículos.
La hora que le habían asignado para el trabajo con los músicos terminó y él seguía perdido, sin verse muy preocupado y aprovechando que había ubicado una pequeña isla donde vendían café, decidió tomar uno ya que sabía perdida la sesión. Mientras lo pedía y esperaba que se lo preparan un tono conocido alcanzó sus oídos, aguzándolos identificó la vivacidad de las notas y el inconfundible acompañamiento con los pies.
No supo si alegrarse de saber que había encontrado a alguien conocido, o lamentarse por haberse encontrado a ese conocido. Recibió su bebida, la pagó y se acercó como quien no quiere la cosa. Vaya frustración, no sólo era quien imaginaba que era, sino que estaba igual que como lo recordaba y eso jamás había sido un buen descubrimiento.
Rodeado por un grupo de personas y tocando animadamente un clarinete, Boris Kuznetsov hacía sus dedos casi bailar sobre la alargada superficie del instrumento de viento, cual encantador de serpientes, su público se embelesaba escuchándolo. Aunque su descuidado aspecto desentonaba por completo al de los refinados intérpretes con los que solía participar, su habilidad era única.
Kai suspiró molesto, no había cambiado en nada.
Trató (aún sabiendo que era en vano) retirarse sin ser notado, pero antes de haber dado cinco pasos alejándose, la melodía se detuvo y la voz reconocida sobrepasó el cuchicheo y los aplausos, —¿Hiwatari?
Derrotado, se giró y enfrentó los ojos pálidos del otro, —Boris.
-¿En verdad que estás aquí?
'Tan suspicaz como siempre' pensó Kai, —No, soy el vago recuerdo que inventas.
Boris se puso de pie y se acercó al otro, —Igual de agradable y simpático que siempre, dime, —se acercó y le rodeó con un brazo, haciendo al otro reaccionar de inmediato dándole un codazo y obligándole a retirar dicha extremidad alrededor de su cuello y guardar una distancia segura.
-¿Qué quieres?
-Un poco de ayuda, estoy perdido, acabo de ser transferido y no tengo ni una puta idea de dónde carajos está mi pinche cubículo.
Kai hizo un gesto ante el lenguaje del otro, —Estoy igual, es mi primer día.
Los dos ya empezaban a caminar juntos pero en cuanto Boris escuchó eso, se detuvo en seco y se giró delante de él. —¿¡No es genial! Podemos perdernos juntos. —Susurró el mayor cerca de la oreja del otro.
Ante la emanación de aliento tras el siseo, la piel de Kai se erizó y retiró al otro con una agresiva mirada, —Vete al demonio, puedo perderme solo, gracias.
Boris movió la cabeza, —Sí, sí como digas. Dejemos la diversión para otro día, primero tenemos que asegurar nuestra plaza de trabajo, ¿verdad?
Kai rió entre dientes, —Yo la tengo segura; tú, por otro lado, aún debes aplicar para un lugar en la orquesta.
La sonrisa de Boris se esfumó, pero sólo tardó unos momentos en recuperarla; al igual que Kai, Boris sabía muy bien que era casi imposible que lo dejaran fuera, su talento era único y por alguna razón había sido solicitado (seguramente en persona) por los directivos del conservatorio.
Resignado a que no iba a poder deshacerse de él, decidió tomar ventaja de la desinhibición de Boris para obtener la información que necesitaba; porque de seguir así, la casi misantropía de Kai iba a tenerlo dando vueltas sin fin por el recinto. Reiniciaron el paso hasta llegar de nuevo (por tercera vez para Kai) a la sala de reuniones; ahí, las otras dos personas que Kai conocía platicaban y realizaban un descarado flirteo, afortunadamente mantenían las manos a la vista (aunque poco faltaba para tenerlas entre la ropa del otro): Yuriy y Brynja.
-¡Kai! ¿dónde has estado? El director recién me preguntó por ti, dice que no te presentaste a la presentación con los músicos; no vas a decirme que decidiste que no te gustaba el lugar ¿o sí?. —Brynja exclamó conociendo bien la volatilidad de su esposo.
Kai le dio un gesto cansado, —No, aún no.
-¿Quién es ese Kai? —Preguntaron Boris y Yuriy al mismo tiempo mientras se veían entre sí, casi lanzándose dagas con los ojos.
-¿Cómo? —la única mujer exclamó, —¿no se conocen? ¿y los dos conocen a mi Kai?
Ante el mi Kai, los dos hombres más altos miraron ahora a Brynja con el mismo desprecio reprimido. Aunque no se conocían esos dos, fue claro que coincidían en cierto desdén hacia la mujer, aquella chica había conseguido convencer a Kai de casarse. Los dos sabían que la mujer lo había hecho como un ardid publicitario para impulsar su carrera, no sabían exactamente cómo fue que Kai aceptó, pero la idea de un matrimonio casi soñado entre una cantante de ópera tan prometedora y un joven director de orquesta con gran fama, fue el negocio perfecto.
Aunque ninguno lo recibió de buena gana, les quedaba el consuelo que no había amor entre esos dos, la fama de la islandesa Brynja Smari en los altos circuitos operísticos y en los oscuros submundos de las relaciones de cama, era casi idéntica. Aún así, Kai había sido herrado con una sortija de matrimonio que lo colocaba lejos de cualquier alcance público, aunque nada era imposible en la clandestinidad de las intimidades secretas.
De pronto, como una especie de revelación divina, Boris y Yuriy intercambiaron una mirada inmediata al leerse mutuamente el desprecio hacia la islandesa e identificar las intenciones compartidas hacia el parco esposo de Brynja.
-Boris Kuznetsov, ejecutante de clarinete y percusiones; —Kai dijo señalando desinteresadamente al más alto, —y Yuriy Ivanov, ejecutante de contrabajo y piano.
El aire se enfrió por alguna razón, los dos se miraron nuevamente, esta vez con más fuerza y ninguno fue capaz de extender una mano como señal de cortesía y buena voluntad al recién conocido. Las miradas se endurecieron y enderezaron las espaldas, arqueando el cuello y mostrando la postura más altanera que tenían, como queriendo mostrar alguna clase de superioridad y definir quién era quien.
Kai miró esto, rodó los ojos después de arquear una ceja. Diciéndose a sí mismo que no necesitaba nada de eso, se dio media vuelta y dejó al trío atrás; Brynja encantada con esa batalla de voluntades, y Yuriy y Boris peleando en silencio por alguna clase de potestad sobre aquél que ya llevaba más de veinte metros de distancia de ellos.
Ok, esto es casi inesperado, no tengo una verdadera razón para subir esto, aunque sí para hacerlo: reto y apuesta. Sé que he proclamado por doquier que no me gusta casi el género, pero jamás he negado que tiene potencial (sólo reniego abiertamente del MPREG y cosas así). Aunque no será yaoi, quise rondar un poco el shounen-ai. Y que mejor modo que iniciar con los UA (descontando el que llevo en inglés), no se me ocurrió de otro modo.
Como sea, no soy conocedora del mundo de la música, tengo nociones básicas y espero no hacer alguna sandez con el manejo de conceptos para este fic. En efecto, se supone que Yuriy y Boris no se conocen (la magia de los UA), que Kai está casado y que hay... tensión, ¿de quién con quién? habrá que ver, historia corta sin pretensiones y con fines experimentales para saber que tal me sale ésta (si la cuenta no me falla) tercer historia del género.
Gracias por la lectura, slaudos y nos leemos!
