AGRADECIMIENTOS:
Principalmente a Kami―sama por la inspiración. A mi shensual e increíble Beta Reader Cecil Pierce por su fantástica ayuda.
DEDICATORIAS:
Este es mi primer fanfic, sí, eso lo aclaré un montón de veces en las actualizaciones de su primera versión; sin embargo, aparte de ustedes, queridísimos lectores/as (No se pongan celositos/as) este fanfic va dedicado a mi principal autora favorita, por quien inicie en FF: Breen Martinez. Y en segunda, a las integrantes del Gazziero―Gumi. Y a todos, espero que lo disfruten.
DISCLAIMER:
Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko―sensei. Historia creada sin ánimos de lucro.
PALABRAS DE LA AUTORA:
Muy bien… ok, no tengo palabras mayores… ni menores… ni pan.
¡Admiren la nueva versión de "Retorno de la Oscuridad"! Aspiro a que vean esto como yo: "Una historia nueva", tiene la misma esencia, va por el mismo rumbo; solo intenté mejorarlo. Espero que la disfruten mucho, mucho, mucho.
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Summary: ―Tal vez regrese temprano. Concluyó ella. Él la tomo de la mano, pero ella seguía evitándolo. ―No me vestiré de Santa Claus como para que llegues tarde. ―Tranquilo, regresaré. Sonrió, cerrando la puerta. Y ese había sido el error más grande que Sesshomaru Taisho pudo haber cometido en toda su existencia: Dejarla ir en noche buena, sin exigirle una explicación.
CAPITULO UNO.
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MORIR POR TI.
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Nadie en sus cinco sentidos caminaría por esas calles, no en soledad, no en penumbra, no sabiendo que la muerte rondaba demasiado cerca. Pero no, ella no, tal vez no en sus cinco sentidos... un sexto sentido la hacía mantenerse alerta, tal vez por eso era diferente y se aventuraba... debía hacerlo.
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― ¿Vas a salir? ―preguntó el ambarino desde el pórtico, cruzado de brazos en claro desacuerdo.
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Nadie caminaría por esas calles... no sabiendo que la muerte tomaba la forma de tres espectros, con exactas 24 extremidades y quién sabe, un lindo y sarcástico trato antes de matar…nadie llegaría a atreverse a pensar siquiera en guiarlos hasta su propia posición, pero ella esta vez no se aventuraba, la terquedad que la caracterizaba, la fuerza de su voluntad y el amor por él, le permitían seguir adelante.
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Se detuvo en seco ―No le veo nada de malo ―respondió, contrariándolo.― ¿Por qué no podría salir en noche buena? ―y bajando aún más su rostro, llevó sus manos tras la espalda, meciéndose sobre sus pies―Será solo un ratito… espero…―susurró.
Por alguna razón, él comenzaba a molestarse… ¿o era preocupación? Bajó sus manos y acortó la distancia entre sus cuerpos, deslizando su mano por el brazo de la joven, acariciándolo, estudiando y memorando nuevamente sus reacciones; sabía que ella estaba atenta pero por alguna razón, ahora no enfrentaba su mirada.
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El correr por las sombras de aquellos espectros la puso aún más alerta, más no por ello detuvo su andar y no dudó un segundo en templar su arco luego de sacar una de sus flechas, por supuesto, sin delicadeza alguna, no que merecieran esos bastardos.
Oscuridad, frio, soledad... todo eso emanaba de aquel callejón, de aquella noche... estos sentimientos que intentaban ofuscarla sin lograrlo, ya que el amor, la fidelidad, la sinceridad y la pureza que de ella emanaba lo impedía...
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…Era definitivo…
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Encontró la mano de la joven sacerdotisa y la alzó hasta su rostro, depositando un beso sobre ella, justo sobre el anillo para luego entrelazarla con la suya.
Sin embargo, al querer alzar su rostro para advertir sobre cualquier cosa que la preocupara, ella fue más hábil… atrapando sus labios y no tuvo más opción que entregarse a ello.
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…El mundo debía deshacerse de ella.
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―Tendrás un tiempo límite ―confirmo él, con toda confianza. No aceptaría un no por respuesta.
― ¿Cuánto? ―suspiró ella con fingida molestia…anhelaba que fuera suficiente para que su amado jamás se diera por enterado.
―Te vas sin avisar, sin descubrirme el lugar a donde te diriges, ¿y piensas que voy a revelarte algo tan mínimo como eso? ―continuó queriendo ver su rostro de nuevo… pero ella aun no le veía.
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Se detuvo en un punto fijo, no por duda, no por miedo... es que ya era hora.
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―Mou, que eres malo ―chilló ella, golpeando levemente el pecho del ambarino.
―Te casaste conmigo ―contraatacó él.
―Grr ―fingió molestia―. No me lo recuerdes ―y cruzándose de brazos, le dio la espalda, haciendo pucheros.
Fue entonces cuando Kagome pudo escuchar una de esas escasas risas. Todo valdría la pena y ella lo sabía.
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Aquí es, pensó. Y sin más, mantuvo su posición de ataque aun con su arco y flechas.
Se dejó llevar por los recuerdos; sabía que eso los atraería hacia ella…
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La imagen de su hermano mayor, sus ojos tan iguales a los suyos, sonriéndole.
La imagen de su pantera Yōkai junto a ella en las mañanas.
Recordó esos hermosos ojos ambarinos, su porte y seriedad... El rostro de su amado observando el horizonte.
…
Solo así, fue como todos sus sentimientos llegaron a flor de piel y dejo escapar sus lágrimas.
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Cielos, como amaba a ese hombre; volteándose de nuevo, escondió su mirada en el pecho de Sesshōmaru, abrazándolo fuertemente.
―Neh, Sesshōmaru, si se acabará el tiempo ¿qué tan rápido irías a buscarme? ―cuestionó esperanzada, no es que fuera pesimista… pero ser inmensamente optimistas en un momento como aquel, era esperar demasiado.
Entonces, ambos cuerpos se tensaron: uno, esperando la respuesta. El otro… procesando la pregunta.
Ella rogaba internamente a gritos por una respuesta. Sesshōmaru iría a buscarla ¿verdad?
―Tan rápido que… ni siquiera notarias mi ausencia ―fue su seca respuesta.
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Todo venía siendo por él, solo por él. Por su amado, por sus besos, su sonrisa y sus caricias, por sus respuestas en monosílabos que solo ella entendía, por el amor que le profesaba con una sola mirada.
Fue entonces cuando algo la empujó a la pared y solo de ella pudo emerger un grito desgarrador, tanto como para hacer eco en todo el diámetro que se podía hallar. Pero lo suficiente para satisfacer el ego del espectro.
Y el dolor también fue suficiente, tanto como para ella reconocer que ese maldito Yōkai espectral había insertado en su cuerpo cinco de sus extremidades...
Reconoció como en ese cuerpo no habían una, sino tres bocas más: dos en el lugar donde suponía estaban los ojos, la nariz y la boca, la otra donde cualquiera creería que se había encontrado la frente, y el líquido espeso y negro que emanaba de ellas, supuso que era su repugnante saliva.
―P...por...que... n-no lo en-ti-tiendo...―murmuró ella con dolor y angustia, mas no dejaría de lado la decisión de dar su vida por la de él.
―Porque...―dijo la primera de las bocas.
―...Hay cosas que...―expresó la segunda.
―...No están destinadas a ser...―culminó la tercera.
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Y toda ella se llenó de llanto y perturbación.
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Kagome en realidad sabía lo que aquello significaba…
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¿Que no estaba destinado a ser? ¿Nada de lo que habían pasado juntos, valía la pena como para que el destino lo aceptara?
Y su llanto se incrementó, lágrimas que fluían aquella mirada color chocolate; mas, eran lagrimas que no quebrantaban la decisión de dar su vida.
¿Su amor no podía ser? ¿Porque?, sollozaba en su mente.
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Sesshōmaru siempre estaría allí para ella, y aunque hubiese distancia… él se encargaría de que esta pasase totalmente desapercibida.
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El asunto no era sencillo, Kagome no podía simplemente matarlo e irse, ese Yōkai espectral pertenecía a uno de los altos mandos del inframundo, exactamente, a aquellos mandos que gobiernan sobre las almas de los Yōkai que habitan el mundo de los humanos, que clasifican las almas de los hanyou. Y este en especial, quería el alma del amado de esta chica, quería el alma del poderoso Lord del Oeste, al el gran Inu―Yōkai... el alma de Sesshōmaru.
Este Yōkai espectral tenía en sus manos el destino de este poderoso ser y si ella lo mataba, este al partir al inframundo, inevitablemente, Sesshōmaru también partiría... sin un seguro boleto de regreso. La única forma era una vida de mayor valor y que mejor que una miko con tan gran poder, una ex-portadora de la Shikon no Tama (en su tiempo) y aun mayor... los mejores sentimientos creados, hechos toda una mujer... ella, la gran miko Kagome, Higurashi Kagome.
Ella no había dicho nada, su amado prefería morir a que ella misma lo hiciera, pero ya creía que era hora de protegerlo a él. La única forma de vivir y de que él viviera, era que aquel Yōkai la matara y ella pudiera volver a revivir... pero aun sería tarde. Nadie, ni aun Sesshōmaru, llegaría a tiempo como para resucitarla con Colmillo Sagrado. Para ese entonces, el Yōkai―espectro la estaría confinando en lo más recóndito del infierno.
―Estás...
―...Lista...
―...ya...―afirmaron las tres bocas.
A decir verdad, nunca fueron tres Yōkai diferentes, solo eran tres almas demoniacas en un solo cuerpo… y uno nada lindo a decir verdad.
―..¿V-vi-v-vi...ra? ―Preguntó aun incrédula.
―Si...
―...Así...
―...Será―contestaron.
Ella sonrió y asintió con lágrimas mientras toda su vida, sus aventuras, sus amigos, su familia... su... amor por él e incluso él mismo... pasaron por su ojos con una rapidez muy distinguible...
―Muy bien ―escuchó decir al unísono y apretó el arco blanco que, curiosamente, él le había regalado.
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―En ese caso… ―se separó de él, fijando su vista en la puerta. Si fallaba en evitar la mirada del ambarino, seguro que se enteraría de sus pensamientos, de lo que haría.
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Un rugido.
Un objeto estrellando algo contra la pared.
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―Tal vez regrese temprano ―concluyó ella.
Él la tomó de la mano, pero ella seguía evitándolo.
―No me vestiré de Santa Claus como para que llegues tarde ―confirmó molesto.
―Sí, si ―respondió ella, en una suave risa.
Y soltándose de su agarre, intentó cruzar la puerta… entonces, por alguna razón, Sesshōmaru comenzó a extrañarla inmensamente, la tomó nuevamente del brazo. Iba a hablar cuando…
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Un imperceptible gemido de dolor.
Y un te amo, como sus últimas palabras…
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―Tranquilo, regresaré ―sonrió al tiempo en el que ladeaba su cabeza hacia él, cerrando la puerta.
Aún no sé por qué demoré tanto en traerla de vuelta.
¿Qué si existían yōkais en el país? Si, si existían.
Pero en la imaginación humana, en el corazón de un ser similar no cabría el sentimiento de apuro que cubría la brisa inexplicable y la extremadamente rápida sombra que recorría los parques a esas horas de la noche.
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― ¿Alguien ha visto a Rin? ―exclamó InuYasha ― ¡Rin, ayúdame con el postre! ―pero no obtuvo respuesta, nadie la había visto desde hacía algunas horas.
Sesshōmaru comenzaba a hastiarse, ella aun no regresaba y casi sería la una.
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¡¿Cómo no había ido por ella temprano, a la hora?!
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Si, había caído ante un nada común baile erótico de su pareja, la cual, no perdiendo la oportunidad lo hizo prometer llevar el traje de Santa Claus y actuar como tal en la noche de navidad. Pero ella no estaba y eso le molestaba.
Ahora "festejaban" tradicionalmente, como ella lo había planeado con anterioridad.
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...A su rapidez, se apreciaban aquellos botines negros de seda, un hakama blanco contra el que, de vez en cuando chocaban pequeñas hojas e incluso parte de arbustos, muy rápidamente. Por aparte de estas dos prendas, en la parte superior solo llevaba su estola y un ligero kosode blanco... su cabello blanco platinado se extendía hacia atrás por causa del viento, cabello que naturalmente le llegaba incluso hasta más encima de sus rodillas pero que iba bien recogido en una coleta alta; sus ojos como de oro fundido intentaban demostrar su frialdad para resguardar dentro de sí y para sí mismo, la preocupación y el desespero que lo embargaba.
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―Aparentas diecinueve años y pareces un perrón por sacrificar ―se burló InuYasha.
―Iré por ella ―murmuró Sesshōmaru enojado, tomó su espada y saltó al primer piso.
― ¿Q-que quieres decir? ―preguntó Rin, angustiada.
― ¡Al fin apareces! ¡Ayúdame con el postre! ―exclamó InuYasha contento, aun no comprendiendo la situación, pero al ver la renuencia de Sesshōmaru ante la pregunta de su hermana y, a su hermana misma… reaccionó.
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Pero ahora era esto lo que le importaba, el cómo iba a toda prisa, a todo y mucho más que daban sus piernas.
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― ¡¿Cómo que Kagome aún no llega?! ―grito Rin al borde del llanto.
Sesshōmaru, abriendo los ojos de par en par, salió rápidamente en su búsqueda.
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Iba por ella.
Se detuvo en seco, era un gran playón solitario, oscuro y vacío. Llevó su mano derecha hasta el mango de su espada, aun con el porte tan aristocrático que lo distinguía a kilómetros, aun con esa frialdad que lo caracterizaba.
Una mujer de cabellos plateados, largos hasta sus rodillas, con una extraña joya adherida a su frente, vestida de un kimono totalmente azul oscuro y una serpiente blanca que rodeaba su cuello, para luego alzarse en su hombro,... era quien ahora obstaculizaba su paso.
―Tsubaki―mencionó el taiyōkai, mordazmente.
Ella enseguida captó la indirecta, con solo mencionar su nombre entendía la orden de quitarse de su camino e incluso la amenaza adjunta de morir si no lo hacía.
―No lograras nada, mi Lord―respondió ella con sencillez, aunque intentaba que fuese imperceptible su preocupación por aquel asunto.
El Taiyōkai solo entre cerró el ojo molesto y dispuesto a atacar...
―Sin mí, no va a saber que fue de ella―comentó de nuevo la sacerdotisa oscura.
Y él detuvo sus movimientos enseguida.
―No tienes derecho a dejarme en una absurda intriga―espetó él, muy molesto. Aunque su rostro aún se viera apacible―. No veo las intenciones de tus palabras ―dijo de nuevo, lo que menos quería era más gente involucrada, y no porque temiera por la seguridad de alguien, es solo que no los creía dignos de su situación, estando de más decir que no confiaba en nadie.
―Lo sabe... ―habló ella, acariciando la cabeza de su serpiente y secando una lagrima que anteriormente había resbalado por su mejilla, sorprendiéndolo. Aunque este no lo demostró―...Sígame―concluyó la mujer, mientras esperaba a que él llegara hasta donde ella misma estaba y comenzaban a caminar.
Tsubaki lo sabía muy bien: no era digna de ordenar o pedir y luego darle la espalda al gran yōkai.
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―Ella vino a mí, juntas enfrentamos hace varios días a un Yōkai guardián de los altos mandos del inframundo, venia por usted y era inevitable su partida ―relató con voz suave.
Él solo estaba atento a su relato.
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Cruzaron tantas avenidas que solitarias estaban, no solo por las altas horas de la noche, sino que también, los instintos de todos y cada uno de los humanos que presagiaban mejor la protección momentánea de sus hogares. Si no estaba por demás decir que reciente comenzaba a nevar.
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―Él le explicó que si moría, mi Lord también partiría sin remedio, entonces solo pidió un alma a cambio, pero la importunó diciéndole que, su alma por desprender tanta energía buena estorbaba, así que a cambio, aceptaría la suya por... por tu alma ―sollozó.
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Los copos de nieve bajaban tan lento como en una reciente noche de navidad, solo que esta no lo era, no para él, no si ella no estaba a su lado.
Y pensó en el deseo que su amada le había revelado hacia tan solo unas semanas, cuando al fin parecía que habían logrado algo de paz:
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"Vuelve por mí..."
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Admiró los copos de nieve que caían y continúo con su relato: ―El yōkai desapareció entonces y quedamos solas, la tomé de las manos y le dije que hallaría la forma, pero entonces me prohibió palabras por decir y recuerdos por memorar... y solo me dijo que disfrutaría el tiempo necesario―y bajó su mirada.
Se detuvieron a la esquina del callejón, de aquella maldita y oscura calle que estaba impregnada de su olor, del olor de su sangre, deteniéndolo en seco, esta vez su rostro no pudo ocultar la sensación de la sorpresa, al ver como los enfoques de traslucidos demonios del tamaño de un duende, salían de allí decepcionados para desaparecer al instante... y por un momento deseo no amarla tanto, no amarla con tanto fervor... aunque se arrepintió al instante.
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―Ella... vino a enfrentarlo, a darle al yōkai espectro lo que le había pedido, y se lo entregó con toda decisión y devoción ―concluyó Tsubaki, bajando su mirada triste mientras llegaban a la esquina del callejón.
Tsubaki apreció su sorpresa y no evitó que sus propias lágrimas surcaran su rostro, la serpiente el abrazo aún más. También apreció la ilusión de aquellos pequeños yōkai a quienes conocía como esbirros del infierno, los que se llevaban el alma de los humanos al otro mundo... no habían podido encontrar el alma de ella, y sonrió, camuflando nuevamente su rostro.
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Dobló aquella esquina y el olor de la sangre lo inundó, vio al fondo la gran figura estática de un horrible yōkai, ¿veinte extremidades? tal vez más... reconocieron por primera vez que alguien pudo tener el control sobre su vida, su alma demoniaca y en un segundo estuvo frente a ese demonio, que ahora era estatua, destruyéndolo con furia.
― ¿Porque no mencionó nada? ¿Tan poco se creía? ―continuó él, mientras terminaba de hacer polvo lo que restaba de la estatua.
―Porque se creía lo suficiente es porque cedió su vida, mi Lord ―contestó Tsubaki tras él.
Ella no se atedia a entrar demás, sabía lo que había pasado y a pesar de todo le dolía, le dolía mucho no tener a su adorada prima, a la chica que la salvó de ser una miko oscura, y aunque aún tratara con esa clase de poder, la trataba como a su igual y la amaba, por eso la extrañaba... ahora todo dependía de él...
El taiyoukai solo giró sobre sus talones hasta la pared y notó una enorme mancha de sangre desde la parte superior que aun escurría hasta el piso, la sangre aun derramada no había cesado de bajar, la muerte no era reciente pero si lo suficiente para dejar el estrago bien hecho. Pasó uno de sus dedos por el sitio, luego su mano entera embadurnándola de la sangre, de su sangre, para luego dirigir la mirada al suelo, junto al manchón que se extendía por el frio pavimento, un objeto que ahora cubría la nieve... el arco, SU arco, el arco que él mismo se había tomado la molestia de fabricar para ella, roto a la mitad y también sucio de sangre...
Una lágrima que solo la nieve pudo ver, resbaló por su mejilla.
―Cedió... su vida... ―dijo aun incrédulo.
―Así es...―tragó fuerte ella, aunque una pregunta con un tono que jamás creyó escuchar la interrumpió.
― ¿...Por... mi...? ―sí, su tono estaba a punto de quebrarse, aunque su orgullo no lo permitía, comenzaba a perder ante el dolor de haberla perdido.
―...Si...―continuó ella pausadamente.
Pero el siguió en el recuerdo de cuando ella le pedía su deseo, el deseo que supuso cumplir esa maldita noche de navidad...
...No permitas que me vaya.
―Por mí...―susurró al viento―. Concederé tu deseo...―dijo, aunque Tsubaki no sabía a lo que se refería, tuvo una leve esperanza a lo que alguna vez acordó con su adorada prima.
...Mi amada, Kagome...
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Entonces, hasta encontrarla, ella se habría convertido en una mentirosa. Por afirmar que regresaría, cuando, tal vez, no regresaría nunca.
Continuará...
Oh, bueno... es que no resistí al estreno. Con un día de anticipación, puedo asegurarles con entera confianza que este fic será actualizado a dos días por medio. Aja, soy malísima. Ceci es testigo, digo, es mi Beta... pero ella no puede entregar spoilers... (Se ríe) Ella tampoco sabe que fue lo que le sucedió a Rin... y aún no sabe que pasara al final. Que puedo decir, aunque revise mis historias, creo que es por la forma en la que escribo. No me gusta dejar predecir nada.
Muy bien, espero que les haya gustado muchisisisisisisimo; por otro lado, aunque no tengan cuenta en FanFiction, pueden dejar reviews, y los que tienen cuenta ¡También! Los esperare con ansias; Total, si quieren respuestas mas "personalizadas" en mi Profile tienen el link de mi facebook.
ADVERTENCIA: los One―shots, el Fanfic de "Ángel, corazón de tormenta" y la adaptación "Climax Deseado" serán estrenados este lunes 31 de Marzo.
Les quiere Mucho:
Sery Taisho de Tetsuya
