Disclaimer: Los personajes y la historia de The Lost Canvas pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi. Fic sin fines de lucro.
Costas de Campania. Italia.
-¡No me dejes! -Gritó mientras sujetaba fuertemente su brazo, impidiendo que su cuerpo cayera hacia la profunda grieta que se había abierto en la base del volcán.
Una vez más trato de tirar de su cuerpo para ponerlo a salvo en la superficie, y una vez más le faltaron las fuerzas. El suelo se cimbro violentamente mientras que por el cráter del volcán se escapaba una enorme fumarola. Cayó de golpe sobre su pecho, pero continúo aferrándose al brazo de la persona que yacía inconsciente al borde del precipicio. Nuevamente el suelo volvió a estremecerse más violentamente que la vez anterior, provocando que la roca donde se sujetaba se ladeara, inclinándose peligrosamente sobre el abismo. Pero ni aun así dejo de sostener su brazo. A lo lejos pudo oír una voz que le llamaba, reuniendo toda la fuerza que pudo gritó para indicarle a esa voz donde se hallaban. Poco después llegaron varias personas a auxiliarlos, Una vez que se hubieron hallado lo más lejos posible del despeñadero, se inclinó sobre quien yacía inconsciente intentando por todos los medios despertarlo.
-Tenemos que darnos prisa -Susurró una voz a su lado intentando levantarla.
Los ojos azules se abrieron poco a poco.
-…a -Intento llamar a la joven que se encontraba mirándolo, antes de que un hilillo de sangre resbalara por sus labios.
-Shhh… Tranquilo, tranquilo. Aquí estoy. -Acuno su cabeza entre sus brazos, mientras con cuidado acariciaba la pálida mejilla.
-P-perdóname por no poder c-continuar a tu lado. -Logró articular con marcada dificultad.
-No me digas eso, no lo digas. –Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos, mezclándose con la sangre y la tierra.
-Q-quiero que vivas, por favor, vive y sé feliz…
-Sí, seremos felices juntos. Viviremos juntos y felices por muchos años más.
-Te juro que no hay nada que desee más en el mundo, pero al menos en esta vida no podrá ser posible. Por favor, continua tu camino, incluso si no estoy a tu lado, sigue adelante hasta el día en que nuevamente nos volvamos a encontrar… -Lentamente cerró sus ojos sumiéndose en la profunda oscuridad.
-¡No! ¡Por favor! ¡No me dejes!, ¡Quédate a mi lado! ¡Quédate conmigo! ¡No me dejes! -Gritó la joven tratando de hacerlo reaccionar.
Un temblor mucho más fuerte que los anteriores sacudió todo el volcán. El suelo bajo sus pies crujió violentamente al tiempo que una enorme grieta se abría justo donde ellos se encontraban. Ella trató de aferrarse al cuerpo inerte que tenía entre sus brazos, sin embargo, fue arrancada bruscamente de él al sentirse tomada de la cintura y posteriormente lanzada al extremo opuesto de la roca donde se hallaban. Cuando se logró incorporar, vio como el suelo donde segundos antes había estado parada se iba sumiendo. Corrió hacia el borde y le tendió la mano al joven que se encontraba en el hundimiento.
-No tiene caso, yo ya no tengo salvación. -Le dijo al tiempo que se quitaba la capa mostrando una extraña marca negruzca que abarcaba casi todo su hombro izquierdo.
-No me hagas esto, por favor. No me abandones tú también. -Imploró con lágrimas en los ojos, mientras unas manos le tomaban de los hombros.
-Nosotros nos quedaremos y desde aquí velaremos por tu bienestar. Siempre te protegeremos. Ahora, por favor, salgan de aquí.
-¡No! ¡No me dejen! ¡Por favor! -Gritaba mientras era sacada de ese lugar.
Instantes después de que hubiesen bajado la colina, un nuevo terremoto estremeció la tierra mientras que por el cráter del volcán surgía una enorme masa de lava. Toda la ladera era sepultada por la lava ardiente que descendía de aquel coloso.
-Aunque la vida se empeñe en separarnos, nunca lo logrará. Nuestros corazones estarán unidos eternamente. Te amaré hasta el final de mi existencia...
Capítulo I: El día en que todo comenzó.
Santuario de Athena. Grecia.
Cuatro años después de la Guerra Santa.
La luna iluminaba con su luz plateada la oscuridad de la noche, a lo lejos se podían distinguir las tenues luces de las villas cercanas. Todo aparentaba una inquietante calma que no hacía sino incrementar sus nervios. El antaño representante de Aries miraba inquieto el cielo estrellado. Desde hace algunas noches las estrellas habían cambiado, sin embargo, aún no lograba descifrar el motivo. Cansado se frotó las sienes y procedió el descenso de Star Hill, aún tenía que preparar los detalles para la ceremonia de mañana y debía de recibir a los visitantes.
Una vez en sus aposentos tomo la lista que tenía y repaso nuevamente los nombres para cerciorarse de que nadie faltara: su amiga Yuzuriha que venía desde Jamir junto con Yato, el señor Unity gobernante de Blue Graad, Gioca una jovencita de Venecia, la señorita Conner desde Finlandia (quien era descendiente directa del dios Lugh) y su guardiana Fallinis, Chris Walden (la heredera de una poderosa familia de Inglaterra), una joven y renombrada escritora de Francia llamada Flouritte, y este año también los acompañaría una joven de la remota Nueva España llamada Calvera (quien al parecer era el huésped de una deidad de aquel panteón), a todos ellos debía de ofrecerles hospedaje. Afortunadamente contaba con el apoyo de Agasha (quien en estos años se había vuelto una valiosa ayuda para él), además de que Celinsa había llegado la semana pasada para ayudarlos.
Nuevamente se masajeo las sienes mientras se dejaba caer en el sillón que estaba frente a su escritorio.
-Primero me ocupare de los preparativos de mañana, y después puedo investigar el cambio en las estrellas. -Se dijo para sí mismo mientras se marchaba a llamar a los guardias para comenzar a organizarlos.
Se encontraba en lo más alto del Santuario, en la cámara de Athena, bajo la gran estatua de la diosa, desde donde podía observar a la perfección los doce templos. A su alrededor se encontraban las doce armaduras doradas, que comenzaron a resonar con fuerza. Un magnifico milano de cuerpo blanco y alas negras se posó sobre la efigie de Athena y un magnánimo cosmos inundo todo el recinto.
-Guerrero de Neit, heme aquí. Soy la Diosa Madre, señora de todos los elementos, principio primordial de los tiempos, soberana de todas las cosas espirituales, reina de los océanos, de la muerte, y también reina de los inmortales, mi gesto manda sobre las alturas resplandecientes del cielo, la saludable agua del mar y los secretos lloros del infierno…
Aries se desarmo en el momento y vistió su cuerpo. Llevaba años sin sentir la energía de la armadura… de su armadura.
También vio a las otras armaduras responder al cosmos y desarmarse para vestir a sus dueños, los cuales comenzaron a aparecer entre haces de luz.
Pudo ver a su amigo Dohko (quien se suponía debía de estar vigilando la torre de Hades desde los lejanos Cinco Picos) y a sus antiguos camaradas que habían perecido en la Guerra Santa. Sorprendido camino hacia el arconte de Piscis para corroborar que en verdad era él. Grande fue su desconcierto al ver esos ojos cobalto que se habían cerrado frente suyo hace cuatro años.
…
Se despertó de golpe, miró el pequeño reloj que descansaba en el buró junto a su cama. La seis en punto, era hora de comenzar el día. Se dirigió al pequeño cuarto de baño y se introdujo en la bañera cerrando los ojos. En su cabeza aún estaba fija la mirada que en su sueño le había dedicado Albafica…
Era idéntica a la forma en que lo miro ese día. Cuando, tras la batalla con Minos de Griffo, el caballero de la doceava casa miraba los pétalos que caían a su alrededor.
Sabiendo que la única forma en que podía derrotar al Juez del Inframundo sería sacrificando su propia vida, le pidió al ariano que no permitiera que nadie a excepción de su enemigo se acercara. Él había comprendido a la perfección lo que Albafica quiso decir, que protegiera a la joven que se encontraba a su lado. Posteriormente, tras la derrota del espectro, nuevamente le reitero que no permitiera que Agasha se acercara a él. Mientras hablaba sobre los pétalos que el viento había traído de regreso, le dedicó una mirada especial.
-Mira, los pétalos que habían volado, ahora están de regreso, carecen de su fragancia. Sabes, siempre estuve rodeado de estas rosas envenenadas. Pero por primera vez en mi vida, las encuentro… Hermosas.
Él sabía perfectamente que en esos momentos no solo hablaba sobre sus rosas venenosas, sino que también se refería a la pequeña de mirada aceitunada que se encontraba llorando.
-Shion, por favor… cuídala. -le dijo por medio de su cosmos antes de desvanecerse.
Por eso, en estos cuatro años había estado al tanto de la castaña, cuidándola en todo momento y alejándole los malos pretendientes que intentaban acercarse a la joven.
Y es que esa dulce y linda niña se había transformado en una bellísima jovencita, por lo que la gran mayoría de los jóvenes de Rodorio y de las aldeas cercanas intentaban acercarse a ella, sin embargo, Agasha rechazaba dulcemente todas las proposiciones. Y en ciertos casos algunos chicos no estaban dispuestos a aceptar un no por respuesta, por lo que Shion tendría que intervenir para evitar que molestaran a su amiga, cómo cierto incidente que ocurrió hace un año, el cual, gracias a la benevolencia de los dioses, se resolvió sin mayores problemas. Sin embargo, algo que aún no podía controlar era el hecho de que algunas féminas, celosas por la admiración que la florista despertaba, hicieron circular el rumor de que existía una relación entre el Patriarca del Santuario y ella.
Mientras pensaba en esto, salió de la cámara del Patriarca y se dirigió, escaleras abajo, hacia el cementerio donde se encontraban enterrados la gran mayoría de los caídos durante la Guerra Santa y se dirigió hacia la lápida que tenía grabado el nombre de Albafica. Deposito un pequeño ramo de rosas que había recogido del jardín de Piscis.
-Hola amigo, perdona por no poder venir antes, pero los deberes de Patriarca consumen casi todo mi tiempo. -Dijo mientras se sentaba al lado del sepulcro. -Durante todo este tiempo he cumplido con la promesa que te hice ese día, he cuidado de Agasha, aunque en estos últimos años ha sido aún más difícil. Se ha vuelto una joven muy bella, por lo que velar por ella resulta ser ahora un tanto problemático. Ese es un pequeño inconveniente. -Se interrumpió al tiempo que sentía una presencia muy familiar ingresar al Santuario. -También es muy inteligente, ya que no sólo se conformó con a aprender a leer y escribir, si no que ahora devora con gran interés todo libro que se le pase por enfrente. Seguramente Degel se sentiría orgulloso de ver el gran progreso de su pequeña pupila. Y decir que en toda Grecia sus arreglos florales son famosos, no es exagerar. Con decirte que desde Atenas los mandan a pedir. Realmente los dioses le han dado mucho talento para eso. Pero a pesar de todo esto, todos los días continúa viniendo a dejarle flores a la diosa Athena, y a ti también. ¿Recuerdas la flor que le regalaste y que llevaba prendida en su vestido ese día?, pues ella la sembró y hoy en día es un enorme y bello rosal que cuida con mucho celo y esmero. De ahí corta las flores que te trae diariamente, además de que cada año también las incluye en un hermoso arreglo para el homenaje. Sé que estarías muy orgulloso de ella, tanto o quizá más de lo que yo lo estoy. Le he tomado mucho cariño, ella es para mí como una hermanita, y para ella soy como un hermano mayor. ¿Te das cuenta? Tú y yo seríamos ahora algo así como… Bueno es mejor que no continúe, te dejo, tengo que terminar de preparar los detalles de la ceremonia. -Dijo levantándose para marcharse, pero se detuvo abruptamente recordando su sueño. -No tienes nada de qué preocuparte amigo, yo la protegeré.
Continúo caminando hasta toparse con una delgada silueta que venía cargando muchas cestas llenas de bellas rosas de varios colores.
-Déjame ayudarte. -Le dijo al tiempo que tomaba la cesta que le tapaba la cara. Unos alegres ojos verdes le miraron.
-Muchas gracias señor Shion. Él joven Teneo, y la señorita Celinsa me están ayudando a terminar de descargar la carreta. -Le respondió Agasha mientras le daba a Shion las demás cestas a excepción de un enorme ramo de rosas rojas.
-No te preocupes pequeña, ve a hacer lo que tienes que hacer, yo llevare estas arriba y ayudaré a los demás. -Le dijo al ver que dudaba al tomar el ramo.
La castaña solo atino a asentir con la cabeza mientras un intenso rubor se apoderaba de sus mejillas y las lágrimas se asomaban a sus ojos.
- No te apresures, tómate tu tiempo.
-Iré solo un momento a dejar estas rosas, no me demoraré. -Le respondió la joven.
Shion sonrió al ver el largo vestido lila de la castaña ondear con el viento al tiempo en que ella corría rumbo a la casa de Piscis.
-Es igual que ese día. -Dijo al evocar el recuerdo de la joven llevando un atuendo similar cuatro años atrás.
Una vez que Agasha hubo llegado a la doceava casa, entró con cuidado. Nunca había estado en el recinto mientras su guardián vivía, sin embargo, tras la Guerra Santa, el ahora Patriarca le había permitido la entrada para que depositase las rosas que diariamente traía. Pero cada día era igual, podía sentir la presencia del caballero y esperaba en cualquier momento verlo parado al lado de un pilar, para después regañarla por entrar sin su permiso.
Su cosmos en la casa era tan fuerte que siempre cuando llegaba al salón principal tenía los ojos inundados en lágrimas, pero en esta ocasión sentía su presencia más fuerte aún. Era como si verdaderamente estuviese ahí.
-Señor Albafica, perdón por haberme demorado tanto, pero tuve que pedirle a la señorita Leila que le ayudase a mi papá. Le he traído estas rosas rojas, no son tan hermosas como las que usted tenía, pero he hecho mi mejor esfuerzo. A la señorita Leila siempre le han gustado. En varias ocasiones me ha insistido para que le venda las flores, pero yo le digo lo mismo, "estas flores son del caballero de Piscis". Y ella se marcha muy triste. - Decía al tiempo que colocaba las flores frente a la caja de Pandora. -Pero ellas son exclusivamente para usted. Ni a la diosa Athena le traigo flores de ese rosal… esas son solo para usted. -Dijo antes de romper en llanto.
Se dejó caer al lado de la caja dorada y la abrazó mientras desgarraba su corazón en llanto.
-Señor Albafica, lo extraño tanto. Me hace tanta falta. Extraño su sonrisa, su mirada, su voz. Este año ha sido muy difícil. Intento ser fuerte, sé que se lo prometí, pero cada día es tan duele tanto despertar y saber que ya no lo veré nunca más. Lo necesito tanto. Lo único que me mantiene firme es aquello que me dijo ese día, usted me pidió que yo viviera honrando su memoria, y créame que me he esforzado al máximo por hacerlo. Pero, señor Albafica, yo no soy para nada valiente, ni siquiera tuve el valor de confesarle todo lo que mi corazón siente. ¿Sabe? Cada día me despierto arrepintiéndome de no haber tenido el valor suficiente.
El llanto le había cerrado la garganta, de modo que solamente dejo fluir sus lágrimas. Su corazón necesitaba este desahogo, ya que por mucho que intentara ser fuerte, el dolor la superaba.
-A veces quisiera poder huir lejos, muy lejos de todo este temor y tristeza. Pero no puedo hacerlo, hay personas que se esfuerzan por mí, y yo me puedo abandonarlas. Yo soy tan débil y pequeña ante todo esto, pero su recuerdo me da fuerzas para soportarlo. Tal y cómo se lo prometí, lucho cada día para salir adelante. Es que lo amo tanto señor Albafica, tanto que no sé qué hacer con todo esto.
Estuvo unos minutos abrazada a la caja de Pandora llorando amargamente. Posteriormente se levantó del suelo y enjugo sus lágrimas.
-Perdóneme señor Albafica, le prometí que sería fuerte y así será. Ahora debo marcharme para ayudar al señor Shion. Mañana volveré.
Se despidió y salió del recinto para dirigirse a la cámara del Patriarca. Al llegar se encontró con Shion, Teneo, Celinsa y los demás guardias. Durante casi todo el día estuvieron ocupados terminando los preparativos para la ceremonia. Alrededor de medio día los visitantes comenzaron a llegar. Primeramente, llegó la comitiva de Blue Graad seguido por el carruaje donde llegó Clavera acompañada de Gioca, Yuzuriha y Yato. Una hora más tarde se divisaron los coches de las familias Lugh y Walden.
Una vez que los invitados se instalaron en sus respectivas habitaciones, todos se presentaron en la sala del Patriarca donde se había instalado un comedor. Durante más de una hora compartieron las vivencias que tuvieron durante el transcurso del año. Al finalizar la comida todos se retiraron hacia diferentes destinos para realizar sus actividades. Los organizadores se reunieron para continuar con su trabajo.
Una vez terminaron los preparativos se retiraron para alistarse para la ceremonia. Shion se vistió con sus ropas de Patriarca, Teneo con su traje de aprendiz, Celinsa y Agasha solo se quitaron los delantales.
Alrededor de la medianoche todos se encontraban reunidos en la cámara de Athena y frente a la gran estatua de la diosa habían colocado una gran pira, alrededor de la cual estaban las doce armaduras doradas. Todo el patio estaba iluminado con la fulgurante luz de las antorchas.
-Amigos, el día de hoy conmemoramos la finalización de la Guerra Santa. Como cada año nos encontramos reunidos para rendir homenaje. Remembramos el sacrificio de la diosa Athena, quien, tras encarnar en un ser humano, renuncio a su existencia terrenal para detener la maldad del Rey del inframundo, el dios Hades; a Tenma, que más allá de su deber como caballero de bronce, dio su vida para proteger no solo a la diosa Athena, sino a la joven Sasha; al joven pintor Alone, quien acepto ser contenedor del dios Hades y luchó para contener su poder sacrificando su vida para ayudar a su amigo y hermana; al Patriarca Sage y su hermano el gran maestro Hakurei quienes se sacrificaron para sellar a los dioses gemelos Hypnos y Thanatos; a los caballeros que perecieron luchando para detener a los espectros, de la orden de bronce: Tenma caballero de Pegaso… -Shion comenzó a leer la lista de caballeros caídos. Nuevamente el recuerdo del sueño que tuvo le provocó un estremecimiento, y un mal presentimiento comenzó a rondarle por la cabeza.
Mientras se daba el pase de lista, todos guardaron silencio, conteniendo las lágrimas.
-… de la orden de oro: Asgard Caballero Dorado de Tauro, Aspros Caballero Dorado de Géminis, Deuteros Caballero Dorado de Géminis, Manigoldo Caballero Dorado de Cáncer, Regulus Caballero Dorado de Leo, Asmita Caballero Dorado de Virgo, Kardia Caballero Dorado de Escorpio, Sísifo Caballero Dorado de Sagitario, El Cid Caballero Dorado de Capricornio, Degel Cabalero Dorado de Acuario y Albafica Caballero Dorado de Piscis. -Al comenzar a nombrar a sus camaradas Shion no pudo contener las lágrimas de manera que para cuando hubo terminado la mención estaba llorando al igual que los presentes.
Tras tomarse unos minutos para calmarse, el Patriarca prosiguió con la ceremonia.
-Teneo, Yato por favor, pasen a encender la pira. -Los aludidos tomaron las teas que se hallaban en las esquinas y encendieron la gran pila de madera, la cual se consumió en vivaces llamaradas rojizas. Una lluvia de ceniza los cubrió durante unos minutos.
-Ahora, Agasha por favor trae la ofrenda. -La indicada, ayudada por los soldados, llevó frente a la estatua de la diosa la carreta. Una vez colocado en su sitio, le quitaron la sábana blanca que lo cubría, dejando a la vista unas bellísimas rosas de todos los colores que formaban un majestuoso arreglo floral. Al instante, los pétalos comenzaron a desprenderse de las flores y volaban con el viento creando una conmovedora escena.
-¿Pero qué…? -Exclamó impactado Shion al ver, al igual que en su sueño, un majestuoso milano sobrevolando la estatua de Athena. -No… no es posible.
Todos estaban maravillados con el vuelo del ave, sin embargo, cuando Agasha vio el semblante pálido del Patriarca, tuvo una extraña visión. Fugaces escenas de una terrible destrucción vinieron a su mente, provocándole un sobrecogimiento.
En el mismo instante en que el ave se posó delicadamente sobre la cabeza de la efigie de la diosa, un relámpago ilumino todo el cielo nocturno. Un abrumador silencio reino entre todos, hasta que fue interrumpido por Yato, quien sorprendido gritó.
-¡Miren! Las estrellas…
Varios pares de ojos se fijaron en el cielo, mirando asombrados como algunas estrellas brillaban intensamente.
-Esto no está nada bien. -Murmuró Calvera al tiempo que Conner asentía fuertemente y miraban al Patriarca, quien cada vez parecía más aturdido. La esencia divina de ambas les había permitido sentir una leve alteración de la energía, que fue también sentida por Shion.
-Es mejor que demos por concluida la ceremonia. Por favor, todos sean tan amables de retirarse a sus habitaciones. La luna está ya muy alta y no es bueno para las damas que se desvelen tanto. Han tenido un largo viaje y es mejor descansar. Mañana los espero temprano en el salón para un desayuno. -Dijo Shion haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma y ocultar su desconcierto.
Tras un breve murmullo general todos comenzaron a retirarse de la cámara. Antes de marcharse, Fallinis, Celinsa y Chris miraron tensamente al antiguo caballero de Aries, ella también habían sentido una variación en el ambiente, aunque no podían distinguir el origen.
Agasha se quedó en el mismo sitio sin moverse. Shion a poco se fue acercando a ella y logró sostenerla en el momento justo en que ella se desvaneció.
-Agasha, ¿Qué te ocurre? ¿Te sientes mal? -Le preguntó alarmado.
-No se preocupe señor Shion, solo me sentí un poco mareada, quizá sea por el cansancio. -Le respondió débilmente.
-Está bien, tranquila. Será mejor que descanses un poco. Hoy fue un día muy pesado. Vamos, te escoltare a tu habitación. -Contestó al tiempo en que la encaminaba hacia una de las habitaciones en el templo principal. Ella solo asintió mientas caminaba. Ambos ignoraban que unos ojos azules los observaban desde una de las columnas.
Aún dormía profundamente cuando un guardia ingresó en el salón gritando alarmado.
-¡Patriarca!, ¡Patriarca, es urgente! ¡La han encontrado en la entrada!
Shion abrió los ojos extrañado por el escándalo y la repentina falta de modales del guardia. Tras vestirse rápidamente salió a atender al hombre que aún respiraba agitado por su carrera.
-Bien, ahora explícame qué asunto tan urgente es ese que amerita el que hallas entrado de esa manera al salón. -Interrogó seriamente el rubio.
-Pe… perdóneme Patriarca, pero es que no sabíamos que hacer, además de que después de lo que ocurrió anoche pues estamos algo impresionados, así que… -Dijo el guardia bastante apenado.
-Un momento, no te he entendido absolutamente nada. Por favor comienza desde el principio y explícate bien.
-Disculpe usted Patriarca. Verá, hoy en la mañana después de hacer el relevo de la guardia nocturna, mis compañeros y yo estábamos en los límites del Santuario patrullando, cuando vimos una silueta encapuchada a lo lejos. Pensamos que era un civil ebrio así que fui a pedirle que se alejara, pero pareció no escucharme y continuó caminando con dirección a la entrada. Mis compañeros y yo nos pusimos alerta y le reiteramos la orden de que se marchara, entonces esa figura gritó molesta en un idioma que no conocemos. Después encendió su cosmos, fue solo un débil chispazo, pero aun así logro lanzarnos un ataque. Lo esquivamos fácilmente y cuando íbamos a responder a su agresión, el atacante cayó inconsciente en el suelo. Tras cerciorarme de que no era una trampa, me acerque cuidadosamente, le quite la capa y la vi. ¡Señor Shion, es idéntica a la señorita Sasha! Tiene el pelo oscuro como el ébano, pero son tan parecidas. -Narró conmocionado el soldado.
-¿Dónde la llevaron? -Interrogó un confundido Shion.
-Sigue aún en la entrada, mis compañeros se quedaron custodiándola.
-Muy bien, vayamos entonces.
Antes de que el Patriarca y el guardia se dirigieran a la entrada, Agasha entro en el salón.
-¿Sucede algo malo señor Shion? -Preguntó la joven.
-Aun no lo sé Agasha, pero espero que no. Ven con nosotros, acompáñanos. -La castaña asintió y los tres se teletransportaron a la entrada. Una vez allí se reunieron con los demás guardias alrededor de la joven que continuaba inconsciente.
Segundos después la mujer abría los ojos y se incorporaba ante la mirada atenta de todos los reunidos. Tal y como el guardia había dicho, los rasgos faciales de la joven eran muy parecidos a los de Sasha, sin embargo, su piel era de un tono cobrizo, su largo y ensortijado pelo que le caía hasta la cintura era de un negro casi irreal que contrastaban con sus expresivos ojos ámbares. Debajo de la grisácea capa se lograba ver que llevaba un largo vestido blanco y que calzaba unas curiosas sandalias doradas.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? -Pregunto desubicada.
-Tranquila señorita, no le haremos daño. ¿Se siente usted bien?, hace unos momentos se desmayó… ¿puede recordar algo? -Preguntó Shion al ver la mirada perdida de la joven.
-Yo… yo no puedo recordar nada. -Respondió afligida al tiempo que se llevaba las manos a la cabeza.
-Bueno, no se preocupe. Ahora por favor acompáñenos, la llevaremos a un lugar seguro donde podrá descansar. Agasha ayúdala. -Pidió Shion.
La aludida asintió y con cuidado se acercó a la joven.
-Vamos señorita. No tema, nosotros la ayudaremos. Vamos, eso es, vamos. -Le hablaba tranquilamente Agasha mientras tomaba de la mano a la pelinegra.
Shion los teletransportó de regreso al templo principal. La joven se aferró aterrada a Agasha.
-No se asuste, el señor Shion es una buena persona, él tiene habilidades especiales como la gran mayoría aquí.
-Así es señorita, este lugar es el Santuario de la diosa Athena, y yo soy el Patriarca, Shion, antiguo caballero dorado de Aries. Y esa linda jovencita que la acompaña es Agasha, la florista de Rodorio, la aldea que está bajando la montaña. Si me permite le explicaré a detalle dónde nos encontramos. Pero antes, ¿si recuerda su nombre, nos lo podría decir?
-Mi nombre… -Dudo un par de segundos. - Mi nombre es Isabella.
Continuará…
Heloooou… Queridos míos, lo prometido es deuda, *inserte voz de Chente Fernández* y las deudas, son deudas de honor, ¡Ajua! Okno.
Bien, como lo prometí ya hace un año en el fic anterior, este es la historia en la que he estado trabajando desde hace ya bastantito tiempo. Me tomé mi tiempo para poder darle una garrota de tigre, ya que había ciertas cositas que no me terminaban de convencer, además de que lo escribí bajo un inquietante estado de euforia que me hizo cometer demasiadas incoherencias. Pero, después de devanarme el cerebro intentando (recalco, intentando) acomodar las cosas para que tuvieran un poco de sentido. Además de que soy pésima nombrando las cosas, pero para seguir la misma línea de la historia anterior, pos elegí una canción que pertenece al OST de un dorama muy bonito.
Y pues como pueden ver acabo de introducir un nuevo OC, *¿Esponja enloqueciste?* y al igual que mi chico misterioso, tendrá un papel importante en esta historia.
Pasando a otras cosas, hace unos días se cumplió ya un añito de que publique Don´t Leave me Alone, y quiero aprovechar este momento para agradecerles todo el apoyo que le han dado a su servidora. En verdad, ni siquiera en mis sueños más locos, creí que mi locura sad gustara a tantas personitas lindas. Les aseguro que todos y cada uno de ustedes tienen ganado un pedacito de mi corazón.
Y pues ya, que me pongo sentimentalona y tengo corazón de pollo. Espero que sea de su agrado acompañarme nuevamente en esta nueva locura, y cómo ya saben, cualquier duda, aclaración, reclamo, tomatazo virtual o amenaza de muerte (arreh que soy masoquista) son bien recibidos.
Y antes de que se me olvide, un pequeño adelanto del próximo capítulo…
Capítulo II: La mirada que tanto anhele.
…La castaña sintió como su corazón se apretujaba al ver la mirada turquesa del joven encontrarse con la suya. Si no fuera sido porque Gioca la tomó del brazo, se hubiese desmayado en ese momento.
-¿Te sientes mal? -La voz de su amiga la sacó de su ensoñamiento.
-No, no. Solo me distraje un poco. -Respondió sin dejar de mirar al joven.
El joven comenzó a caminar en dirección hacia ellas. Agasha se sintió turbada y sus mejillas se enrojecieron, lo cual no pasó desapercibido para la pelinegra, que la miró pícaramente. Lo que ella ignoraba es que ahora la castaña estaba conteniendo las ganas de correr y lanzarse a los brazos de ese joven…
Y esto es todo amigos *Corre para huir de la avalancha de tomates salvajes*
Ezarelle fuera.
