Título: Un instante de verdad

Narrador: Lily Potter

Personajes: Lily Potter, Albus Potter, Hugo Weasley, Violet, Charlotte, Elisabeth y Samuel, Scorpius Malfoy y Lorcan Scamander.

Resumen: Era una tarde como cualquier otra. Creía tener claro lo que haría. Pobre de mi. Llegaba a un punto de no retorno en mi existencia...

Notas de Autor: Los personajes son de Jotaká. Algo que se pueda reconocer, sale quizá de autobio, por lo tanto de Cyril Pedrosa. Por si acaso. Sin advertencias. Puede no entenderse: son líos de la autora.

Era una tarde como cualquier otra. En mitad del año, habituada al curso, las tensiones, los deberes, los profesores... Tenía una redacción de dos metros de Pociones que devolver el lunes a última hora, lo típico de un sábado de quinto curso en Hogwarts. Ya habíamos comido y era lo que puede llamarse la hora de la siesta. Esas dos horas después de comer en las que vas a los jardines / biblioteca / sala común a hacer los deberes.

Creía que iba a acabar el metro que me quedaba por hacer de la redacción en la biblioteca. A buscar libros y copiar información. Rutina, vamos. Pobre de mí. Yo no lo sabía pero otro sí. Cómo cuando ves un atasco en el otro lado de la carretera y dos kilómetros más tarde ves a los pobres infelices que no saben lo que les espera dos kilómetros más adelante. Exactamente igual. Al lo sabía. Y Hugo, dicho sea de paso. Como para no saberlo. Pobre de mi, repito. Iba a llegar hasta un punto de no retorno en mi existencia.

Vi a los de siempre. No sospechaba nada. Estaban Vi y Lottie, siempre juntas en la misma mesa, por un lado. Betty y Sam estaban en otra y Hugo se sentó en la misma. Volvía con un libro gordo, pesado. Él también tenía que acabar la maldita redacción, culpable de todo lo que pasó a continuación. Cómo un asesino delante del policía que lo busca y no sabe quién es. Me saludó, lo típico. Hola Lils, esas cosas que se dicen los primos, cuando se encuentran en la biblioteca del colegio a la hora de la siesta, intentando acabar un redacción de Pociones a devolver en dos días. Lo de todos los sábados. Betty también me saludó. Y Sam. Aunque estuviesen a punto de comenzar a morrearse, se veía la cara de decisión de Sam y de amor profundo de Betty.

Fue el momento. Una revelación. Algo. Lo sentí. Sentí que ocurriría. Quizás fuese el ruido de la silla al moverse, chirriando por el suelo. O quizás fuese la mirada de Al, que estaba en el fondo de la biblioteca junto con Scorpius y Lorcan. O sólo que soy vidente, aunque ahora no sé qué tátara abuela tengo yo que sea vidente. Seguramente ninguno de los Evans. El caso es que lo sentí. Supe que algo ocurriría. Hugo se levantó de la silla e hizo el ruido sospechoso. Al me miró de reojo desde el fondo y Sam y Betty respiraron en medio del beso.

Una araña bajaba del techo. Es un detalle que no olvidaré en la vida. O que todavía no he olvidado, vaya. Tenía a mi primo a un palmo de mi cara y me sobresalté. Un susto, vaya, que no esperaba tenerlo tan cerca. Oye Lily, empieza. Esto pinta mal, esto pinta mal. El primer hecho es que mi corazón debe de haber sobrepasado los límites de la rapidez. Eso de que a partir de doscientas veinte pulsaciones por minuto no distribuye sangre al cuerpo. Haber, es mi primo, vale, pero no impide que me gustase. Un poco. Como primo.

Y después, sin comerlo ni beberlo, me encuentro en una esquinita apartada; una de esas cosas ultramodernas mágicas que hay en los castillos antiguos. Lo de cambiar de sitio de repente y sin saber cómo. O quizá estaba aturdida y no me acuerdo. Y Hugo hecha el hechizo muffliato, vete tu a saber si hay alguien, que esto es privado. No por algo te traigo a una esquina alejada en un pasillo desierto. ¿Qué pasa, Hugo? Me sorprende mi tranquilidad aparente. O mi voz sin asomo de temblor.

Esto... Quería decirte algo, desde hace tiempo y bueno, he decidido hacer eso que tanto predicas de hacer lo que tienes pensado en vez de pensar "lo haré". ¿Me sigues? Yo le seguía absolutamente pegada a él. No le perdía de vista. E incluso veía a dónde iba a parar, cosa que me ponía más nerviosa aún. Por ahí no, Hugo, no me hagas esto. Y por otro lado, curiosidad, ¿y si me equivoco? Te sigo.

Y Hugo empieza a ponerse nervioso de verdad. Esto, emm... y esos monosílabos insufriblemente estresantes. Ve al grano, ve al grano. Y un atisbo de "Ya sé que somos primos" y un "pero tengo que decirlo" aunque lo peor fue el "la verdad es que te aprecio más que a cualquier amiga". Y podía haberle soltado algo en plan es porque soy tu prima, es normal, como a una hermana, somos casi gemelos; en fin, todo el rollo. Pero la verdad es que a mi me importaba un carajo eso de ser primos y el amor entre hermanos y el etcétera que podía soltarle en el momento. Me interesaba mucho más eso del concepto "más que amigos". Vaya por dios, a saber a dónde voy a parar.

El caso es que me sentí idiota. Y creo que él también. Porque acabé soltándole eso de "siento lo mismo" para morirse de diabetes de lo azucarada que se estaba volviendo la situación, descubrimientos, ¿en serios?, risas y un beso. Y entonces nos miramos. Estábamos, hacía tres segundos, seguros de la importancia de la situación. Y luego, mejillas rojas y miradas en paralelo y perpendicular. El aleteo constante de unas alas minúsculas de mosca en la ventana. ¿Qué leches hacemos aquí? Se podría llamar "esquivar un momento de incomodidad, incertidumbre y soledad".

Volvimos cada uno a lo nuestro. A las semanas en clase y los fines de semana en la biblioteca. Sólo había una pequeña diferencia que nadie notaría, porque era mi secreto. Quizá lo supiese Al. Es algo así como un detective y lo sabe todo de todos. Además, era irrelevante, nimio, intransigente y sin importancia. Mi vida era igual salvo por el detallito de que ahora estaba liada con mi primo.

Un beso furtivo, de vez en cuando, en algún pasillo...

Fin... de momento,

Gui
SdlN