Will Schuester sonreía pensativo apoyándose en la barandilla de la terraza de su habitación de hotel en Nueva York.
Había estado en esa ciudad incontables veces, y a pesar de conocerla como la palma de su mano, ese mágico lugar no dejaba de sorprenderle.
Oía las risas de los varones del Glee club en la habitación de al lado y no podía hacer más que sonreír más fuerte hasta soltar una risa sonora al recordar las cosas que había pasado desde que llegaron. A Santana y a Kurt les habían perdido las maletas y en un principio habían estado de mal humor y la chica casi se come vivo al funcionario de la compañía aérea, pero después se morían de risa viéndose vestidos de Puck o Tina. Rachel creía ver celebridades por todas partes, y cuando se acercaba a saludar a los supuestos famosos y no eran Barbra Streisand o Dolly Parton, se sorprendía y se iba dejándoles mudos de sorpresa.
Nadie podría jamás imaginar cómo adoraba a esos chavales. Desde Rachel, una chica en extremo talentosa, también a veces una pesadilla pero una maravillosa persona; Quinn, una persona fuerte y admirable; Puck, duro por fuera pero sensible y cariñoso por dentro, hasta Kurt. Quería a todos sus chicos por igual pero tenía que admitir que tenía una pequeña debilidad por Kurt. Después de todo lo que había tenido que sufrir se sentía un poco culpable por no haber hecho nada y no haber sabido reaccionar. Cuando se acordaba de aquel día en que Karofsky le quitó la figurita de bodas a su alumno, se retorcía de pena y remordimiento ante el recuerdo de la cara aterrorizada del muchacho, como temblaba y como le miraba suplicante y pidiendo ayuda.
Sacudió la cabeza intentando borrar esos malos recuerdos, al fin y al cabo ya había pasado todo, Kurt estaba muy feliz, tenía una relación con un chico de Dalton, y estaba en Nueva York disfrutando como nunca a cinco días del Concurso Nacional de Coros.
Se desabrochó el chaleco, se aflojó un poco la corbata y se tumbó en la cama matrimonial para ver algún que otro programa sobre el calentamiento global.
Empezaba a adormecerse cuando comenzó a oír gritos en la habitación de al lado. No le dio importancia ya que todos ellos, especialmente Puck y aunque no lo pareciese Artie, eran muy ruidosos.
Estaba medio dormido cuando comenzaron a golpear su puerta con rapidez. Se levantó de mala gana y fue a ver quién era el "simpático" que venía a molestarle en medio de su cabezadita. Se sorprendió al ver al adolescente larguirucho y patoso que es Finn, pero se inquietó al ver la cara descompuesta de éste y supo que algo iba mal.
Se espabiló completamente al oír la frase entrecortada que articuló el joven:
-Mr Schue… por favor…Kurt
El profesor salió disparado hacia la habitación de los chicos seguido muy de cerca por Finn.
Cuando abrió la puerta se encontró con un panorama desconcertante, pero no por ello más alentador. Estaban todos los chicos en pijama y con la cara pálida alrededor de una cama individual con cara de no saber qué hacer.
Will se acercó corriendo y vio a Kurt tumbado en la cama. Parecía estar teniendo una pesadilla. Pero algo fuera de lo normal. Estaba revolviéndose en la cama y gritando como si la vida se le fuese en ello. Estaba cubierto de sudor y lágrimas recorrían su delicado rostro. Se daba la vuelta, arañaba la almohada sin poder dejar de llorar y soltando pequeños gemidos. En ese momento dijo una frase que dejó helados a todos los presentes:
-P-por favor Dave, dé-déjame en paz
El profesor se recuperó del shock inicial y se arrodillo ante él y empezó a sacudirle con suavidad, para no hacerle daño, pero enérgicamente.
-Kurt…Despierta, es solo un mal sueño
Pero solo consiguió que el chico frunciese el ceño haciendo una mueca y gritase más fuerte y con más miedo en su voz.
-¡DÉJAME POR FAVOR!- gritaba suplicante sollozando tembloroso.
Fue entonces cuando un barreño de agua fría se vertió en el cuerpo de Kurt que se incorporó con un grito de espanto. Todos se dieron la vuelta y vieron a Puck con una mirada de miedo y el rostro blanco sosteniendo un barreño azul.
-N-no se me ocurrió otra cosa mejor Mr Schue-balbuceó
Will iba a añadir algo cuando oyó los sollozos de Kurt.
Se volvió y le vio empapado, temblando, llorando y completamente aterrorizado mirando a todos sus compañeros.
-Kurt, ¿estás bien?- le susurró el profesor cogiéndole delicadamente de los hombros
Kurt empezó a mirar nerviosamente a sus amigos que le seguían mirando desde arriba. El profesor comprendió y ayudó a Kurt a levantarse, cosa que no fue fácil ya que le temblaban las piernas como si fuesen de gelatina.
-Chicos tratar de secar este desastre mientras yo hablo a solas con Kurt
