La serpiente del árbol del bien y del mal ha tomado forma humana y ahora es la tierra que graba mis pasos y la bóveda que cubre mis miserias y mis éxtasis. Con sus manos guarda mi cuerpo y mi hacienda, con sus ojos y su verbo retorcido curte mi alma. Y cuanto más amargos mis sufrimientos, más dulce la miel de mi espíritu caerá en su boca. Y su voluntad no tiene más riendas que las mías, y mi voluntad no tiene más espuela que la suya. Me estoy acostumbrando a sus miradas, a sus ojos fijos en mí en los ratos muertos en los que sus manos están ociosas. Me observa, y yo lo observo a mi vez, y puedo ver sus pupilas asomándose al rostro hierático al que me tiene acostumbrado, y gritan hambre, o algo parecido pero mucho más horrible y oscuro. Se que ni siquiera los monstruos más antiguos que hayan pisado la tierra miraron así, como esta criatura disfrazada con piel humana lo hace. Esta criatura que es tan hermosa que da miedo, con su mal disimulado aspecto de venir de otro mundo, no necesariamente mejor que este.
