Punto de No Retorno.
1. Ella Podía Marcar Con Fecha Y Hora El Lugar En El Que Se Enamoró.
Un soldado solo puede amar los ideales que debe proteger. Su personalidad es destruida al ingresar a la academia, para ser re–hecha según las necesidades de la sociedad en la que vive. Ser soldado es no tener identidad, no tener poder, es entregar su cuerpo a una causa que cree mayor y ser capaz de sacrificarse por ella. Dar su propia vida por un montón de gente que no le importaba lo que podía ser de él, mientras su seguridad estuviese garantizada.
Nunca habría un reconocimiento genuino, un homenaje que haga justicia a lo que realmente fue. Ese devoto soldado en vida. Sólo los compañeros de armas, los amigos más cercanos, la pareja amada y los padres benditos lloraran la muerte de un amigo, un amado o un hijo. Actualmente, en la mayoría de los casos, los amigos, el ser amado y, a veces los padres, son soldados como él. Porque el soldado encuentra cobijo de sus miedos en sus iguales, al ver que sus esfuerzos no son reconocidos por aquellos a los que juró proteger en un primer lugar.
Irónicamente, el soldado termina amando a otros, a pesar de que no puede o no debería hacerlo.
Petra inconscientemente, lo sabía. Sabía que a pesar de lo... "sugerido", podía amar a otros que no fueran ese ideal que juró proteger. Por eso, amaba a sus padres, amaba a sus amigos, amaba a los niños y, sobretodo, amaba a su superior, Levi.
Se mantenía pendiente de él. Lo admiraba, también. Era un prodigio entre todos los demás miembros del ejército.
Si bien al principio, ella había sufrido una desilusión por conocer aquel hombre al que tanto admiraba y que éste resultara ser un gran dolor de cabeza por las actitudes de él, el modo de exigirle un mejor rendimiento de sus habilidades como soldado, la manía por la limpieza, las actitudes hoscas y aquel rostro siempre contraído en una mueca de indiferencia, ahora, no podía negar que tenía sentimientos por él. Sentimientos que no podían ignorarse, sentimientos que, fácilmente, podía marcar con fecha y hora el lugar exacto donde comenzó a enamorarse.
Ella había entrado porque uno de sus compañeros de los tiempos que estuvo en la academia, Erd Gin, le recomendó al Capitán verla en pleno despliegue de habilidades, al igual que le recomendó ver a otros de sus compañeros que parecían ser competentes para ocupar un lugar dentro del escuadrón. Ella no supo de ello hasta después de haber obtenido aquel puesto. Levi observó, analizó y la eligió a ella. Petra recordaba aquél día con alegría y emoción, sintiéndose orgullosa de ser así de buena y competente.
No obstante, tras su transferencia, comenzó a ver quién era Levi, más allá de la imagen que conocía de él y se sintió desdichada.
–Ah, no es lo que esperabas, ¿verdad? – le preguntó Erd con una sonrisa amistosa. La muchacha suspiró y se dejó caer a su lado.
–No lo entiendo... sé que las cosas no suelen ser como uno las imagina, pero...–suspiró ella. Erd sonrió y colocó una mano sobre la cabeza de ella, con intenciones amistosas.
– ya pasará, ya pasará– le dijo calmadamente–. Una vez que lo conozcas más, te darás cuenta que es un poco mejor de lo que piensas ahora.
Petra suspiró, ¿Cómo se supone que eso la animaría?
La respuesta la conoció varias semanas después, en el campo de entrenamiento hecho para poder entrenar con el equipo de movimiento tridimensional. Cargado el gas, el escuadrón de Levi iba a comenzar con su entrenamiento. Petra se preparó y salió.
Al principio, era una rutina sencilla, para entrar en calor, luego, Levi o Erd propondrían varios ejercicios. No era nada de otro mundo, nada que la muchacha no hubiese hecho antes.
Los primeros disparos del cable y el funcionamiento del tanque de gas era el normal. No obstante, al tercer disparo, el gas dejó de funcionar y Petra apenas bajó la vista. Completamente sorprendida. El tanque de gas estaba lleno cuando lo cargó, ambos estaban llenos, era imposible que se descargase tan pronto, sobretodo porque mantenía la salida de gas ajustada a un mínimo en el que permitía sacar el mayor provecho de cada tanque, sin perder velocidad.
Desesperadamente, intentó hacerlo funcionar, sin éxito alguno. EN cuestión de segundos, se estrellaría con una de las paredes a rápida velocidad y lo único que podía hacer para protegerse era llevar sus rodillas a la boca de su pecho y cubrirse el rostro con sus antebrazos para proteger sus partes vitales del impacto.
Un impacto que, en aquellos eternos segundos no llegó a aquellas extremidades del cuerpo, sino que, en cambio, lo sintió directo en su protegido estómago, haciéndola perder momentáneamente el aire y la consciencia de que estaba sucediendo a su alrededor.
Breves segundos después, lo recuperó, en el momento en el que aterrizaban en el suelo, dejándola a ella suavemente arrodillada allí. Levantó la vista y vio el rostro de Auruo. No había burla, no había fanfarronería, pero tampoco era un lienzo en blanco.
–¿Estás bien? –difícilmente, Petra pudo asentir con la cabeza, sentía como todo su cuerpo vibraba a falta de temblar. Su vista estaba clavada en el suelo y difícilmente podía enfocarla con claridad, incluso, sentía que le faltaba el aire, pero le costaba respirar a su vez–. Siento lo del golpe, pero si no me apuraba, te hubieses estampado contra la pared como un insecto.
Erd no tardó en llegar a ellos y arrodillarse junto a ella y hacerle la misma pregunta que su compañero. Petra volvió a asentir, sintiéndose incapaz de hablar.
–¿Qué ocurrió? –le preguntó, posando sus manos sobre los hombros de ella pero, al instante, soltándola por haber notado los temblores –. Auruo ¿Qué viste?
–Su equipo comenzó a fallar, creo. Posiblemente, fue algo relacionado con el gas. Simplemente, dejó de funcionar –explicó él, haciendo memoria–. Suena como si alguien no hubiese revisado su equipo en bastante tiempo.
–Yo… no… hago eso… –respondió con dificultad la muchacha, con voz vacilante, temblorosa.
–Fue la que se sacó mejor nota en Ingeniería –acotó el rubio mientras veía como llegaba Gunther, seguido de Levi.
Petra alzó su rostro avergonzado hacia el serio de Levi, éste se puso a su altura, luego de que Erd le dejara lugar. Los ojos castaños se encontraron con los oliva. El miedo se encontró con la seguridad. Y ella no podía dejar de sentirse más avergonzada por lo ocurrido.
–¿Te duele algo? –preguntó, para sorpresa de la chica. Ella negó con la cabeza –. ¿Estás segura? Ponte de pie.
–Estoy… – antes de que pudiese articular una sola palabra más, Levi la levantó consigo, tomándola de las manos, en un movimiento rápido.
Al estar tan de golpe de pie, se sintió mareada y trastabilló un poco, pero Levi no la soltó, ofreciéndole estabilidad, a pesar de la distancia mantenida.
–Estoy… bien –articuló ella. Levi la observó mejor, soltándola con suavidad. No parecía haberse lastimado ninguna de las extremidades, ni presentaba golpes en su cabeza.
–Quítate los tanques de gas –ordenó, la muchacha, algo perdida, acató la orden de su superior, tras entregárselo en mano, él continuó–. Gunther, llévala a la enfermería.
–Pero… –replicó Petra observándolo.
–Estamos a pocos días de la primera expedición como un escuadrón desde que te uniste –comentó él–. Necesito subordinados en forma y saludables. Cualquier posible herida que tengas y ocultes, puede afectar el rendimiento y causar la muerte tuya o de tus compañeros.
El hombre de cabellos oscuros se acercó a ella por un costado y la guió hacia el interior del edificio. Lo último que vio la muchacha antes de perderlo de vista, fue a Levi reuniendo a los otros dos hombres a su alrededor y comenzando a debatir.
El rápido chequeó arrojó lo que Petra sabía de sí ya, no tenía nada. Y si tenía algo, como mucho, era estrés por la situación que vivió. Le recomendó descansar, tomar una siesta y relajarse un poco.
–Es bastante usual que tu superior envíe a sus subordinados aquí –comentó la médica, mientras Petra se volvía a vestir.
–¿Sí? ¿Por qué? No parecen ser del tipo de personas que se lastiman a menudo.
–Nada de eso. Simplemente, el Capitán Levi no quiere que ninguno se encuentre herido a base de entrenamientos. Incluso si vienen heridos de alguna de las expediciones, suele seguir el progreso de curación. Es alguien que no le gusta que sus hombres queden heridos ¿sabes?
–No… no lo había pensado así –comentó ella asomándose tras las cortinas para mirar a Gunther, quien le confirmó aquellas palabras con un gesto –. Quién lo hubiese pensado…
–Uhm… es raro –comentó Petra saliendo de enfermería. Su compañero de tez ligeramente más oscura le dirigió una mirada.
–No, en absoluto. Si después de todo, no somos máquinas reemplazables –comentó–. El Capitán puede ser cualquier cosa, pero si llega a pasarnos algo, intercederá a nuestro favor.
–Vaya, pareces tenerle mucha confianza.
–Tengo fe en él. No es del tipo de persona que deja las cosas al azar.
–Uhm… es… prudente– observó Petra, Gunther sonrió.
–Más bien, maniático del orden.
Eso se ajustaba más a él, después de todo, además de tener el apodo de "El Soldado Más Fuerte de la Humanidad", entre los mismos soldados, se solía referir a él como un maniático de la limpieza.
Una vez devuelta a las barracas, ya al anoche, Petra despertaba tras haber oído un ruido de la puerta abriéndose. La puerta desvencijada, quizás con cien años o más de antigüedad, crujía cuando alguien la tocaba.
Se sentó con torpeza en la cama y se refregó los ojos con las manos, buscando despertarse y ver mejor. Notó la figura esbelta y fornida de su pequeño superior y el sueño escapó por completo de ella.
–Capitán…– murmuró ella con la intención de ponerse de pie, pero él hizo un gesto con la mano, impidiéndoselo.
–Erd hizo la cena hoy –explicó dejando un tazón de sopa con una cuchara en el escritorio.
–Oh… gracias… –Levi asintió en silencio mientras se movía en la oscuridad cual felino.
–Encontré el problema del incidente de esta mañana– anunció, llamando la atención de ella, hosco, como siempre, Levi no esperó por una respuesta, un comentario –. Los idiotas de mantenimiento no le han dado el cuidado necesario a algunos tanques de gas. Algunos, en entrenamiento o combate, han caído y se ha falseado la boquilla, provocando la perdida de gas rápida.
–Oh… pero eso ha sido….
–Una completa estupidez de su parte –completó Levi, aunque Petra no quería decir eso–. Si eso te ocurría durante una expedición, podrías haber muerto. No comprenden el peligro que es estar fuera de las paredes y piensan que no importara un golpe más, golpe menos. Imbéciles.
Por culpa de la maldita oscuridad, la muchacha no pudo ver si el rostro de su superior se encontraba de una manera distinta a la usual. Gracias a la bendita oscuridad, podía proteger su sonrojo de su vista.
–Entiendo perfectamente –expresó entonces –. Gracias por haberse preocupado, Capitán.
–Esperemos que no vuelva a ocurrir. Antes de partir a la expedición, probaremos todo el equipo, Petra – continuó él–. Mañana tendrás doble entrenamiento por lo de hoy. Descansa.
–Eh... espere... Er... Capitán Levi –llamó, provocando que los pasos que se comenzaron a escuchar, se detuviesen–. Quería agradecerle por haberse preocupado por mi.
Los pasos se reanudaron y Petra pudo ver la figura desdibujada de su superior haciendo un gesto con la cabeza antes de marcharse y, pocas horas después, Petra supo que no podía sacarse aquella conversación de su cabeza. Ni en aquel momento y, posiblemente, nunca.
Justo ahí, justo en ese momento.
Ese primer gesto de preocupación para ella valía mucho. Con el tiempo, ella fue descubriendo que las manías y su trato hosco le iba resultando a ella una manera de mostrar preocupación para exigir lo mejor de ellos. A ojos de Petra, Levi le resultó un ser completamente interesante, una de esas personas que no podían mostrar su afecto o su preocupación de las maneras convencionales pero por otro lado, pero, extrañamente, buscaba otras formas de hacerlo… menos convencionales. Más hoscas, más bruscas.
Para variar un poco, quise centrarme solo en ella.
Esta vez probé con Sargento, suena lindo pero la costumbre, es dificil quitarla.
