El Principio : Terrence Grandchester
En la mesa de aquel elegante restaurant se encontraba un caballero tomando con suma elegancia una taza de té mientras que su hijo trataba de imitarle sin mucho éxito.
- Esto sabe horrible - se quejó el pequeño limpiándose la boca con la servilleta.
- Terrence debes de comportarte, guarda silencio y toma el té - apuntó el hombre sin mucha paciencia.
- ¡No me gusta! - dijo la criatura levantando la voz y cruzando sus brazos en el pecho.
- Beberás y te callarás la boca, no he gastado tanto dinero en tu educación como para que tú te sigas comportando como un salvaje- retó el adulto mirando a su hijo con fastidio.
- No tomaré su horrible té, lo odio como odio todo lo que me recuerda al castillo y a su esposa- escupió furioso el niño.
- Observa ahí viene mi amigo con su familia, así que desde ya te advierto que si te atreves a dejarme en vergüenza te azotaré - amenazó seriamente ignorando lo anteriormente dicho por su hijo.
- ¡El gran duque de Grandchester y su heredero! - saludó el recién llegado.
- ¡Amigo mio que gusto verte junto a tu bella esposa! querida Antonella te conservas aún más joven de lo que recuerdo, déjame presentarte a Terrence, el futuro duque.
- ¿Heredaras el ducado al bastardo americano? - dijo sorprendida la mujer abriendo sus enormes ojos celestes y al tiempo acabó de hablar se arrepintió pues vio el color rojo furioso de la cara del amigo de su esposo.
- Disculpa Richard, mucho me temo que la marquesa está un poco confundida - habló con pena el hombre.
- ¡No soy un bastardo, usted es una mujer asquerosa! - gritó Terry haciendo que todos en el lugar regresaran a mirar a la mesa y empezaran a murmurar.
- ¡Que dice tu hijo Richard! esto es demasiado, tienes que corregir esa conducta tan irrespetuosa - exigió la mujer abanicándose ofendida.
- Terrence espérame afuera, más tarde hablaremos seriamente - ordenó el hombre.
- Yo no hice nada, ella empezó - se quejó sin darse cuenta que al hacerlo la furia de su padre iba en aumento.
- Hoy no comerás nada jovencito, solo podrás beber té - apuntó antes de que el chico conteniendo las ganas de llorar se marchara hacia la calle acatando la orden de su padre.
Desanimado cruzó la avenida la avenida observando que había una tienda de pasteles frente a él, así que decidió comprar algunos dulces y esconderlos para sobrevivir al ayuno al que lo sometería su padre pero recordando que el dinero lo había dejado en el buró de su dormitorio se detuvo en seco en la entrada y con enojo pensó en marcharse; sin embargo se fijó en una niña de cabello rizado que lucía casi tan hambrienta como él así que decidió quedarse con ella y molestarla un poco mientras esperaba que su padre hiciera acto de presencia para llevarlo consigo y darle el castigo del que sabría no podría escapar.
