DISCLAIMER: Todito de la BBC y RTD como mandamás supremo de la resurrección de la serie. Aunque creo que habría que concederle su pedacito a todos los miembros del reparto, a nuestro compositor favorito Murray Gold (porque él lo vale xD) y a Mr Moffat, porque me chiflan sus historias y punto xD Además, creen que si me perteneciera lo más mínimo de Doctor Who no les habría llenado la casa ya de merchandising?? Creo que tendría una réplica de Dalek como tito Rusty en mi cuarto xDDD
RATING: K
PAIRINGS : Neutral o pinceladas de todo lo habido xD según se mire.
GÉNERO: POVs. Drabbles (1/¿4-5?). Drama.
SPOILERS: Para estar seguros, hasta el 4x04. Con pinceladas de Classic!Who. Gracias google xD
SUMMARY: Las grandes leyendas terminan forjadas en piedra o volcadas en tinta sobre papel en un intento de preservarlas por siempre. Colección de drabbles sobre la dinámica Doctor/Companion, con el motivo recurrente de los libros.
NOTA: Admito que la idea inicial era una especie de pseudohomenaje friki por el Día del Libro. XDDD al final empecé a delirar y divagar,como siempre, y apenas hay sutiles referencias a los libros/escritos/literatura como conectores de los minirelatos.De hecho, es que tiene taaaaaaaaan poco que ver que debería cambiar el summary, pero no se me ocurre nada ni a punta d pistola xD ya reeditaré, si surge Mis disculpas, pero tenía que sacarme esta paranoia del sistema xD Jamás volveré a intentar un experimento como éste xDDD
NOTA2: El cutre título...tmb podría ser cambiable. No es mi día y creo que últimamente escucho demasiado "Explosions in the Sky" XD
DEDICATORIA: A riesgo de parecer egocéntrica, a todos los que me han leído y dejado review alguna vez, porque constituyen mi piedra angular y lo que me anima, ya no a publicar, sino a seguir escribiendo siempre que tengo unos minutos Y a los que no han leído, pero están ahí para mí siempre que los necesito.
Y en un apartado especial, a Musguita (porque te lo debo, me apetece, y lo siento así desde el corazoncito; ojalá pudiera decir que es algo realmente bueno y digno xD pero ya vendrán tiempos mejores y musas más inspiradas), Polare (queremos más Lady! queremos más Lady! XD), Rose Tyler (por todo, mi niña!), mi abducida MissWhoever y Pili Haliwell
The Valiant Child
And I had a dream
I stood beneath an orange sky
With my sister standing by
With my sister standing by
I said Sister, here is what I know now
Here is what I know now
Goes like this…
In your love, my salvation lies
(Orange sky – Alexi Murdoch)
El Doctor está destripando los circuitos en la sala de mandos con el objetivo peliagudo de reparar la ultímisima avería que les ha escorado en la ingravidez del vórtex. Aunque ella sospecha que a la nave no le ocurre nada malo y es tan sólo una distracción que él fabrica para desconectar del rumbo y estar a solas con sus pensamientos, como el tiempo que dedica ella en ocasiones a pintar meticulosamente las uñas de los dedos de sus pies aunque siempre lleve zapatillas deportivas.
Hasta ella siente la tensión que ha estado irradiando desde que le reveló el fatídico destino de su planeta. Convertido en cenizas por su mano. Suficiente para traumatizar a cualquiera de por vida. Y, sin embargo, allí seguía. Luchando y viajando, sin rumbo fijo, y ella a su lado.
No quiere incordiarle ni preguntarle directamente acerca de temas que queman y atraviesan el alma, astillándola en recuerdos dolorosos. Lo más cerca que ha vivido ella de perder algo suyo fue la muerte de su padre, y obviamente un bebé es incapaz de darse cuenta de la ausencia en ese período de bendita ignorancia. Eso no quiere decir que no haya sufrido ni un poquito cada día de cada año de su infancia y adolescencia por no poder abrazarle o recibir su beso de buenas noches antes de cerrar los ojos. Crecer sin padre es duro, y verle morir unas cuantas veces siendo adulta no hacía la pérdida nada más llevadera.
No. Hurgar en heridas por cicatrizar tan sólo por satisfacer su curiosidad era cruel y una chiquillería. Además de manipulativo por su parte, porque tras el episodio de Adam había aprendido que era incapaz de negarle nada si se lo pedía con suficiente persuasión (esto es, insistiendo hasta que accediera tan sólo por no aguantar más la cantinela).
Pero necesita saber más, quiere saber más. Para comprender, para poder ayudarle a sonreír de nuevo, a aliviar la culpabilidad que asoma a esos ojos intensamente azules por ser verdugo y superviviente de la tragedia universal.
El martilleo de su conciencia trata en vano de refrenar su lengua cuando, entre susurros titubeantes, pide ayuda a la Tardis. El aire de la nave baja unos grados de temperatura y la atmósfera se vuelve sombría, advirtiéndole que puede que lo que encuentre al final no sea lo que ella espera, que quiebre su ilusión.
El ceño fruncido en reflexión apenas dura unos fugaces segundos, porque Rose aprieta la mandíbula y asiente con vehemencia mentalmente. Está lista. No hay nada, por desquiciante, brutal o…dalekiano que sea, detrás de puertas cerradas que le haga querer abandonar a su Doctor ahora.
La Tardis parece conmovida por su lealtad. Silba llena de entusiasmo y las luces titilan de un modo que arranca una sonrisa a la muchacha. En el fondo, tiene el mismo inoxidable afecto que su actual piloto por aquellos que pretendieron desguazarla para siempre y que a él marginaron como un bicho raro durante siglos por su incomprensible apego a la Humanidad y su rebeldía ante las antiquísimas normas que había impuesto su Raza al Universo.
Sabe lo que busca y se propone, así que la guía por corredores que no conoce y otros en los que nunca antes ha reparado. Verdaderamente aquella nave espacial es inmensa por dentro.
El juego de luces y zumbidos de ánimo, como miguitas de pan, la conducen hasta una puerta en la hay grabado un nombre de mujer. Lo sabe, porque aunque los iconos de los caracteres que componen la palabra han perdido nitidez y deberían resultar un jeroglífico inidentificable para ella, la Tardis le susurra la traducción al oído.
Susan.
La puerta se abre antes de que la punzada inquieta de los celos tengan tiempo de alejarla de allí. Es su intriga la que la azuza y empuja adentro. Lejos del desván lleno de polvo y recuerdos que esperaba, se encuentra con una habitación que le recuerda instintivamente a su propio cuarto en Powell Estate, solo que el primer día después de la limpieza de primavera, cuando todo está ordenado y sin una mota de suciedad. Tonos pastel salpican aquí y allí las paredes, flores y animales de peluche encima de la cama. Un violín mudo descansa sobre su carcasa junto al atril en un rincón, y el vestido de corte muy terrestre y muy años sesenta que cuelga del perchero. Pero lo más llamativo son las fotografías en blanco y negro de distintos lugares de la Tierra (los que reconoce) e instantáneas a todo color (tomadas en otros lugares maravillosos que escapan a su conocimiento) que se alinean paralelamente a las estanterías cargadas de libros hasta reventar. Tratados enciclopédicos sobre todas las ciencias humanas y miles con títulos que la Tardis ni siquiera se molesta en traducir para ella dejan claro que, sea quien sea y donde quiera que esté, aquella chica debe tener la misma pasión por el saber que el propio Doctor.
Antes de poderse sentir humillada por el poco interés que ha prestado toda su vida a las letras o recordar que nunca terminó los estudios secundarios, las luces en la habitación caen todas como un foco sobre el escritorio de maderas nobles. No entiende demasiado de decoración, pero sí nota que el mueble, lejos de parecer fuera de lugar en aquel macromundo de acero, cobre y titanio, encaja a la perfección en el rincón confortable y tradicional de ratón de biblioteca en que la tal Susan se había alojado durante su estancia en la Tardis.
Encima, entre tinteros, más libros amontonados y lo que parece un destornillador sónico a medio montar (o desmontar, cualquiera sabe), Rose encuentra un diario abierto justo por su última entrada y no sabe si alegrarse por ser capaz de leer y entender sin ayuda.
Cuida del abuelo, mi querida amiga. Cuida de él por mí cuando ya no esté…
Más preguntas inundan su cabeza hasta marearla, pero toma asiento en la butaca junto a la cama y se dispone a descubrir quién es esta niña que derrama lágrimas por un abuelo que ya no vive en la Tardis y la causa de su desgraciada separación. Lo que no espera es conocer el planeta del Doctor a través de la letra redondita y perfecta de aquella muchacha tan alienígena como él y capaz de escribir un inglés aún más fluido que el suyo propio. Una niña valiente muerta tiempo atrás, quizás, en la hecatombe que derrumbó la magnífica y dorada civilización de los Señores del Tiempo. Gracias a sus relatos puede ver con claridad los cielos del color de la crema de naranja tostada o sentir el vaivén de los segundos escurrírsele entre los dedos. Escuchar los solemnes himnos del viento al mecer las hojas de plata en los bosques por los que también debió (soñar) corretear el Doctor siendo niño. El esplendor, el poder, la gloria. La añoranza bajo la superficie de indiferencia por el exilio a que la han forzado. Averigua tanto sobre la autoridad, la fría ciencia, la estéril belleza (sin arte, sin emoción) y la prepotente neutralidad que la gente de aquel planeta magno había intentado, sin conseguirlo (y casi aplaudía por ello) inculcar a la joven cronista.
Puede cerrar los ojos e imaginar, recuperar el Gallifrey que se desvaneció del cosmos en hasta ser tan sólo el polvo de estrellas que apenas consigue rellenar el vacío en los corazones del Doctor.
Se enjuga las lágrimas y deja el diario tal y como lo encontró, no sin antes agradecer al espíritu de Susan que aún transpiran las paredes de su habitación su inestimable ayuda. El arrullo comprensivo de la Tardis la arropa de un modo casi maternal.
Jamás regresaría a ese tema si no era él quien lo sacara a relucir. Sabía que no era una cuestión de desconfianza hacia ella, sino más bien de…vergüenza, arrepentimiento y un dolor más poderoso del que ella jamás podría imaginar.
Hablaría cuando se sintiera preparado para ello. No sabía por qué, pero lo sabía con la certeza y convicción de una constante matemática, y entonces estaría ahí para escucharlo todo desde el principio y su mano, pequeña, frágil, humana, sirviéndole de cabo para no caer en la oscuridad.
