Disclaimer: Ni los personajes ni el FanFic me pertenecen. Solo tengo crédito por la traducción y adaptación al español.
Traducción realizada con permiso de la misma.
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La proposición
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No pasó mucho tiempo para que San Petersburgo empezara a sentirse como un hogar.
Desde el minuto en que Yuuri había llegado, todo había encajado perfectamente en su lugar. La ciudad podía ser muy diferente a Detroit, pero mudarse con Viktor se había sentido tan natural que el nipón apenas y lo notó. Ya de por sí había suficientes cosas suyas en el departamento de Viktor como para llenar una maleta entera, cosas que había dejado en varios de sus viajes a Rusia cuando aún vivían por separado, así que pasar el resto de sus cosas al departamento que ahora compartían no se había sentido extraño en lo absoluto. En realidad, el ver su ropa colgando junto a la de Viktor lo llenaba de una enorme emoción, al igual que sus fotos en las paredes. Marcando este lugar como su hogar.
Vivir juntos también se había sentido relativamente sencillo para ambos. Después de visitarse el uno al otro durante un año en cada tiempo libre que tuvieran, ambos habían caído en un fácil y sencillo ritmo casi instantáneamente. No había nada que Yuuri amara más que despertar todas las mañanas y ver a Viktor sonriendole, o irse a dormir enredados en los brazos del otros, cálidos y contentos. Pasear juntos a sus perros, patinar juntos, o tirarse juntos sobre el sofá después de un arduo día de entrenamiento para luego hundir su rostro en el cuello de Viktor, feliz de simplemente yacer allí y disfrutar de aquella sensación.
Además de Viktor, el resto de sus vidas también parecían encajar sin esfuerzo alguno, para su completa satisfacción. Inicialmente, la idea de arrancar su vida entera del lugar donde había permanecido por tanto tiempo para mudarse al otro lado del mundo había sido intimidante para Yuuri a pesar de saber que Viktor lo valía, pero resultó que las piezas de las vidas de ambos encajaron mejor de lo que pudieron haber esperado. Vicchan y Makkachin se volvieron amigos casi al instante, algo que causó que tanto Yuuri como Viktor dejaran salir un suspiro de alivio. El temor de que sus perritos no se llevaran bien había estado presente en la mente de ambos desde que el nipón había aterrizado, pero Makkachin le había dado una sola mirada a Vicchan y se hizo amigo del perrito más pequeño en el instante, eliminado exitosamente la preocupación de sus amos.
La transición de comenzar a patinar en la pista de San Petersburgo se dio relativamente fácil también ya que Yuuri comenzó a sentirse cómodo en esta en las primeras semanas, aunque todavía extrañaba a Phichit y a su viejo club de patinaje con todo el corazón. Encontrar el balance entre las nuevas tareas de Viktor como entrenador y su trabajo como competidor había sido algo que a ambos les había tomado más tiempo poder acostumbrarse, pero habían aprendido a hacerlo funcionar.
La rutina para los días de entrenamiento era simple. Debido a las tareas divididas que Viktor tenía durante la primera mitad del dia, éste entrenaba con Yakov en las mañanas mientras el nipón se mantenía prudentemente alejado, siendo todavía cauteloso ante la presencia del entrenador ruso aun después de haber escuchado sus disculpas. Yakov había dejado en claro que Yuuri era bienvenido a unirse a la sesión e entrenamiento de Viktor cuando lo deseara, pero el nipón había declinado la oferta amablemente ya que se se sentía más cómodo en su propio espacio.
Mientras Viktor entrenaba con Yakov, Yuuri normalmente trabajaba en sus ejercicios o bailaba en el estudio, dirigiéndose al hielo ocasionalmente para practicar sus rutinas. Cuando la mañana finalmente llegaba a su fin, Viktor ponía manos a la obra en su trabajo como entrenador para trabajar con las rutinas de Yuuri y dar comienzo al verdadero desafío. Viktor era un entrenador justo, pero también era estricto, especialmente con la Serie del Grand Prix acercándose cada vez más; y Yuuri siempre solía terminar el día exhausto pero contento.
Cuando ambos dejaban la pista ya tarde en la noche, se dirigían juntos a casa para luego colapsar uno sobre el otro contra el sofá tan pronto como pasaban por la puerta, demasiado cansados como para siquiera intentar hacer algo mas. Eventualmente comían para luego irse a la cama, ambos exhaustos después de un largo día de entrenamiento. Algunas veces, Viktor empezaba a dejar pequeños besos sobre de cuello del nipón o este pasaba sus dedos por la piel de la espalda del ruso, por lo que pasaban horas hasta que finalmente ambos estuvieran listos para dormir. Pero otras veces estaban tan cansados que no hacían nada más que tirarse en la cama en los brazos del otro mientras se dejaban llevar por el sueño.
Viktor solía ser el primero en quedarse dormido, su preferencia por levantarse temprano haciendo contraste con las tendencias de criatura nocturna que Yuuri poseía. Fue durante una de esas noches, mientras Viktor se encontraba profunda y pacificamente dormido, que Yuuri se deslizó suavemente fuera de la cama, tanteó suavemente dentro del guardarropa para sacar una pequeña cajita escondida entre las prendas para observar los anillos.
Habían dos en la caja, dos aros dorados contrastando con el oscuro terciopelo, escondidos en donde solo Yuuri pudiera encontrarlos. Por supuesto, Viktor no tenía idea de que los anillos se encontraban allí, ni siquiera sabía que Yuuri los había comprado. El nipón solo los sacaba cuando estaba seguro de que Viktor estaba completamente dormido y siempre dejaba todo tal y como siempre para no levantar ningún tipo de sospecha. Pero no podía evitar sacar los anillos regularmente para observarlos en la oscuridad de la noche cuando el sueño se rehusaba a llegar a él, observando la forma en que el oro brillaba a la luz de la luna.
Había comprado los anillos por impulso a solo unos días de haber llegado a Rusia, el par había llamado inexplicablemente su atención desde el escaparate de la tienda y la compra había sido concretada antes de que siquiera pudiera pensarlo apropiadamente. En su mente había tenido una vaga noción acerca de amuletos para la buena suerte, la serie del Grand Prix estaba a las puertas después de todo, y deseaba darle a Viktor un regalo antes de ello. Fue solo después de haber dejado la tienda con la caja en sus bolsillos, y con su cuenta de banco mucho más vacía de lo que había estado anteriormente, que lo golpeó la verdadera implicación que conllevaba la compra de esos dos anillos.
Yuuri nunca antes había pensado en el matrimonio. Cuando era más joven siempre había existido la vaga noción en su cabeza de que aquello sucedería algún día, pero dicha noción nunca había ido más allá. Después de los primeros años que había pasado con Viktor y de la forma en que se habían dado las cosas, jamás había permitido que aquel pensamiento cruzara por su mente, la idea había estado demasiado lejos de su alcance para siquiera permitirse fantasear sobre ello.
Pero ellos finalmente estaban juntos, y la idea se sentía tan real y posible como nunca antes.
Cuando iniciaron con su relación, ambos habían acordado en que se lo tomarían con calma, que irían desde el inicio y que harían las cosas paso a paso para asegurarse de hacerlo correctamente esta vez. Pero para el momento en que la caja con los anillos estuvo sobre su mano, sólida y real, ellos ya llevaban juntos durante casi un año. Yuuri se encontraba viviendo con Viktor en Rusia y tenía toda la intención de permanecer allí, ya que quería estar junto a Viktor para siempre. Yuuri sabía que estaba listo para dar el siguiente paso y tenía la confianza plena de que Viktor también.
Todavía parado en la calle fuera de la tienda donde había hecho su compra, Yuuri abrió la caja y observó los anillos por un largo tiempo, utilizando uno de sus dedos para acariciar las argollas ligeramente mientras imaginaba la forma en que uno de estos brillaría alrededor del dedo de Viktor. La forma en que las luces del estadio se reflejarían contra este y le otorgarían un brillo que sería imposible de ignorar, y que haría que todo el mundo supiera. La forma en la que ambos brillarían suavemente bajo la luz de la luna mientras se encontraran yaciendo juntos en la cama durante aquellos momentos reservados únicamente para ellos. La forma en que este se vería contra el dedo de Viktor cada vez que patinara, paseara a Makkachin, o preparara la cena. Y luego ver la pareja de ese anillo en su propia mano, una representación física del compromiso hecho con el otro.
Yuuri ya se había decidido por completo antes de siquiera empezar a hacerse camino a casa, pasó junto a Viktor rápidamente solo con un "hola", y luego dejó la caja en el ropero justo debajo de la pila de su ropa vieja en donde estaba seguro que Viktor jamás buscaría. Sin importar lo mucho que deseara simplemente ir y hacerle la pregunta, el nipón decidió contenerse ya que sabía que no era el momento adecuado. Al menos no todavía.
Si dependiera únicamente de él, Yuuri estaba seguro de que hubiera soltado la pregunta en el momento exacto que pasó por la puerta y vio a Viktor tirado en el suelo, intentando enseñarle a Vicchan a responder a sus comandos en ruso. El escenario difícilmente le importaba, solo le eran importantes la pregunta y la respuesta que esperaba que el ruso le diera, y nunca había sido bueno en controlar sus impulsos una vez que había tomado una decisión.
Pero esto no solo se trataba de él, sino también acerca de Viktor, y sabía lo mucho que este amaba las clásicas demostraciones de romance. Se lo había demostrado al llevarlo a elegantes cenas, saliendo a bailar juntos, o elevando a Yuuri para llevarlo entre sus brazos y cruzar por el portón de su apartamento el día en que se habían mudado, todo a pesar de las protestas entre risas del nipón y sus peticiones para que lo bajara. Yuuri sabía que el ruso amaría la propuesta de matrimonio perfecta, algo especial y memorable. Y mas que amarlo, Viktor se lo merecía, y Yuuri quería brindarle aquello. Había demasiados acontecimientos en su relación que habían estado lejos de ser perfectos, y estaba determinado a lograr que este no fuera uno de ellos.
Y esta era la razón por la cual Yuuri se encontraba regularmente sentando en la oscuridad, observando como los anillos brillaban contra la caja mientras Viktor dormía pacíficamente junto a él.
Casi se le había vuelto una costumbre, sacarlos de su escondite para mirarlos e imaginar cómo serían las cosas cuando finalmente se los enseñara a Viktor y le hiciera la pregunta que había estado atrapada dentro de sí desde el momento en que los había comprado. La Serie del Grand Prix comenzaría pronto, y ya había decidido que el momento indicado sería durante la final. Se sentía correcto proponerle matrimonio a Viktor en la final en donde, un año atrás, ambos le habían demostrado su amor al mundo entero y habían escogido estar con el otro finalmente. Hasta entonces, se había contentado con observar el brillo dorado contra el terciopelo de la caja cuando estaba seguro de que Viktor estaba dormido, una sonrisa cruzando sus labios mientras fantaseaba con el futuro que tendrían juntos.
Su rutina nocturna terminaría de la misma forma que siempre, con Yuuri volviendo a colocar la caja en la cima de su guardarropa y deslizandola entre la ropa, todo mientras Viktor dormía tranquilamente junto a él. La mayoría de las veces, Viktor lo buscaba inconscientemente, tomando el cuerpo del Yuuri para hundir su rostro contra su cuello, suspirando felizmente en sus sueños. El nipón siempre sonreía ante ello, presionando un beso contra la frente del ruso antes de acurrucarse a su lado, hundiéndose en la calidez del cuerpo de este.
Cada noche yacía allí junto a Viktor hasta hundirse en el mundo de los sueños, sus pensamientos todavía centrados en los anillos escondidos en el armario que se encontraba al otro lado de la habitación. Y cuando soñaba, lo acia acerca de destellos dorados brillando alrededor de una pálida piel y el amor que sentía por la persona que dormía pacíficamente a su lado.
Inevitablemente, nada fue de acuerdo al plan.
Todo había comenzado una tranquila mañana, o eso había creído Yuuri. Fue el día anterior a cuando se suponía que se marcharan para el Grand Prix Final y todo estaba supuestamente ya preparado. Sus trajes se encontraban empacados, sus vuelos estaban reservados, y todo lo que quedaba por hacer era empacar cosas de último momento antes de que ambos pudieran pasar el resto del día relajándose para el viaje.
Aquellos ligeros nervios que solían estar siempre presentes antes de una competencia habían comenzado a zumbar en la mente de Yuuri desde que había despertado, junto con los mucho más serios nervios por la propuesta que estaba planeando realizar para despues de que la competencia terminara, pero había tenido éxito en mantenerse relativamente calmado durante el transcurso de la mañana. Claro, hasta que abrió el guardarropa solo para encontrarse con un espacio completamente vacío.
Durante el transcurso de sus preparaciones para la final, Yuuri había mantenido los anillos escondidos, demasiado preocupado por que Viktor pudiera descubrirlo en su maleta si los sacaba de su supuestamente seguro escondite en el armario. La pila de ropa en la que estos habían estado escondidos era la suya propia, no había razón alguna para que Viktor las revisara, así que el lugar de escondite era seguro. O eso al menos era lo que Yuuri había creído.
La vista de aquel espacio vacío con sus ropas completamente fuera de la vista, puso final a su particular optimismo. Yuuri sintió su corazón saltar incómodamente en su pecho, sus ojos escanearon el lugar en busca de la ropa faltante y, por consiguiente, los anillos perdidos.
Cuando su busqueda probó ser inútil, Yuuri se giró para ver por encima de su hombro hacia donde Viktor se encontraba inocentemente doblando su ropa en la maleta, guardando sus camisas sin verse como alguien que acababa de descubrir accidentalmente el par de anillos que su novio había escondido en el guardarropa. Ante la vista, Yuuri se forzó a calmarse e intentar pensar con tranquilidad.
—Viktor —le llamó, asegurándose de que su voz se mantuviera calma y sin ápice alguno de la preocupación que se encontraba construyéndose dentro de él—. ¿Qué sucedió con mi ropa? ¿La que guardaba en la parte de arriba del armario?
Cuando Viktor se giró para verlo inocentemente, Yuuri señaló torpemente hacia el ahora vacío espacio, forzándose a sí mismo a mantener su rostro completamente neutral. No quería delatarse y arruinarlo todo si resultaba que Viktor continuaba sin saber lo que había estado escondido entre aquellas prendas. La perfecta y romántica propuesta que había estado planeando por semanas no funcionaría si escupía todo y le decía a Viktor que estaba entrando en pánico por la posible pérdida de un par de anillos.
Ante el gesto de Yuuri, la expresión de Viktor se transformó en una de entendimiento y señaló hacia la maleta a medio llenar de Yuuri que se encontraba al otro lado de la habitación.
—Está allí —explicó con una cálida sonrisa, para luego regresar a trabajar en su equipaje—. Me di cuenta que ciertas de las ropas que estaban allí son algunas de las que te gusta llevar a las competencias, así que las dejé en tu maleta para que recordaras empacarlas esta mañana.
Cuando Yuuri dirigió su mirada hacia el otro lado de la sala, se encontró con que la pila de ropa entre la que había escondido los anillos sí se encontraba sobre su maleta. Aquel había sido un lindo gesto por parte de Viktor e hizo que su corazón se acelerará ligeramente, pero no ayudó a disminuir la oleada de preocupación dentro de él. Por la forma en que Viktor actuaba, no parecía haber descubierto nada entre sus ropas, pero eso no explicaba a donde habían ido a parar los anillos. Definitivamente habían estado entre esa pila de ropa, Yuuri estaba seguro de ello. Los había sacado suficientes veces como para no saberlo.
Después de una última y rápida mirada al guardarropa para asegurarse de que los anillos en realidad ya no estaban allí, Yuuri se apresuró a dirigirse a la pila de ropa que Viktor había dejado sobre su maleta para escudriñar dentro de esta lo más calladamente posible, rezando porque Vikor no lo notara y empezara hacer preguntas. Los anillos habían estado metidos entre su capucha del club de patinaje de Detroit y aquella otra de color rosa brillante con el escrito de "Katsudamn" que Phichit había comprado para él como broma la última vez que se habían visto, pero cuando Yuuri busco entre estas, la caja no apareció por ningún lado.
Con la preocupación aumentando, Yuuri miró al piso debajo de la maleta, preguntándose si tal vez la caja había caído en algún lugar. Sin embargo, y sin importar que tan persistentemente buscaba, la pequeña caja no se hallaba en ningún sitio.
Manteniendo su postura deliberadamente relajada, Yuuri volvió dirigirse hacia el armario, escaneado el piso de la habitación frenéticamente por la esquina de su ojo sin encontrar rastro de la caja. Una búsqueda más profunda en el armario terminó sin resultados y Yuuri tuvo que suprimir el deseo de esconder su rostro entre sus manos y soltar un gruñido de frustración. No podía creerlo, después de esperar semanas para crear la propuesta de matrimonio perfecta lo había arruinado todo perdiendo los anillos. Él y Viktor volarían para la final al día siguiente, perdería la oportunidad si no los encontraba antes de eso.
—Yuuri, ¿estás bien? —preguntó Viktor, cerrando su maleta al tiempo que observaba a Yuuri con un poco de preocupación en su expresión. Claramente, Yuuri no había estado escondiendo su creciente pánico tan bien como él creía.
—Estoy bien —respondió Yuuri con el rostro todavía volteado en caso de que su expresión lo delatara. No había necesidad de alertar a Viktor aún.
Encontraría los anillos, tenía que hacerlo. No pudieron haber ido lejos después de todo, la caja probablemente se había caído de entre la pila de ropa y rodado debajo de la cama o algo parecido. Todo lo que tenía que hacer era esperar a que Viktor saliera de la habitación y entonces podría buscar apropiadamente, encontrar los anillos, y empacarlos antes de que sus sueños de brindarle a Viktor la perfecta propuesta de matrimonio se derrumbaran a su alrededor.
Los siguientes minutos fueron casi insoportables, Yuuri se sintió casi al borde durante todo el tiempo que intentó empacar con una aparente calma, observando a Viktor cada cierto tiempo y esperando que se marchara para que él pudiera realizar su búsqueda sin ser observado. Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, Viktor abandonó la habitación para dirigirse hacia la cocina, y Yuuri aprovechó la oportunidad inmediatamente. Tan pronto la puerta se cerró, el nipón se tiró al suelo para revisar debajo de la cama y escondió el sentimiento de decepción al no encontrar nada allí. Revisó arriba y debajo del armario, pero salió con las manos vacías. Los anillos se había desvanecido.
Sentándose sobre sus talones, Yuuri pasó su mirada por la habitación desesperadamente, la irracional esperanza de que la caja simplemente apareciera de la nada era lo único que le impedía simplemente hundir su rostro entre sus manos y gruñir por la frustración. La habitación tenía un diseño minimalista, si Viktor había sacado la caja de entre la pila de ropa de forma inconsciente, habían muy pocos lugares en donde esta pudo haber caído, y Yuuri ya había revisado en todos. A menos que Viktor hubiera escondido los anillos deliberadamente, lo cual le parecía poco probable, Yuuri no tenía idea de donde mas buscar.
Inesperadamente, Yuuri sintió un suave empujón contra su brazo y se giró para encontrarse con Vicchan sentado junto a él, presionando su húmeda nariz contra la manga de su camisa antes de pasar su cabeza contra su costado a modo de consuelo. Yuuri sonrió y levantó la mano para acariciar a Vicchan detrás de sus orejas, sintiéndose relajar ligeramente. Vicchan siempre había sido bueno en detectar cuando Yuuri estaba mal y necesitaba de alguien que lo animara.
Perder los anillos no era tan malo, razonó Yuuri para sí mismo, aunque todavía podía sentir la frustración hacia sí mismo quemando dentro de su ser. De seguro habrían joyerías cerca del estadio en donde el Grand Prix Final se llevaría a cabo, podría simplemente comprar otro par allí, aunque su cuenta bancaria ciertamente no se lo agradecería. O podría simplemente esperar a que volvieran a casa y buscar con la esperanza de que los anillos aparecieran en alguna parte. Había querido proponersele a Viktor en el Grand Prix Final porque sabía lo mucho que aquello significaría para el ruso, pero no sería el fin del mundo si no lo hacía. Viktor lo amaba, Yuuri sabía eso. El ruso probablemente sería feliz aun si Yuuri se le proponía con un anillo de plástico en el pasillo de su apartamento.
Vicchan dejó salir un ladrido y se pegó aún mas a su dueño, empujando su nariz contra el brazo de este. Desde el otro lado de la habitación, Makkachin soltó un resoplido desde el otro lado de la habitación para luego correr y unirseles con la cola ondeando felizmente, estando claramente en busca de apapachos.
Yuuri levantó la mano en dirección a Makkachin y este dejó salir otro resoplido, el sonido escuchandose extrañamente conocido. Por un segundo, Yuuri no fue capaz de adivinar el porqué de aquel cambio, pero a medida que Makkachin se aproximaba, el nipón noto un destello de negro entre los dientes del perrito. Un muy familiar destello negro.
— ¡Makkachin! —exclamó Yuuri, sintiendo una mezcla de molestia y alivio pasar a través de él al darse cuenta de que era lo que Makkachin sostenía entre su dentadura. Makkachin simplemente movió su cola, resoplando de nuevo alrededor de la caja que aun se encontraba atrapada entre sus dientes. Cuando Yuuri movió su brazo para intentar tomarlo, el can bajó la parte superior de su cuerpo y se meneó, observando emocionado a Yuuri de la misma forma que hacia siempre cuando quería jugar.
—Suéltalo —ordenó Yuuri lo más severamente que pudo. Se rehusaba a ser vencido por los adorables ojos de cachorro que Makkachin le estaba haciendo. En otra situación no hubiera sido capaz de resistir, pero este era un juego que se rehusaba a continuar. Makkachin claramente no tenía malas intenciones, probablemente había recogido la caja del lugar en que esta había caído, pero Yuuri tenía que quitársela de la boca y volverla a esconder antes de que…
— ¡Makkachin! —llamó Viktor desde la cocina, su voz se coló por la puerta entreabierta del dormitorio y tanto Makkachin como Yuuri giraron sus cabezas en aquella dirección al mismo tiempo. Las orejas de Makkachin se movieron ante la voz de su dueño y Yuuri pudo ver lo que este estaba a punto de hacer incluso antes de que sucediera.
— ¡Makkachin, no! —siseó Yuuri, al tiempo que estiraba el brazo para agarrar al perrito, pero fue un segundo demasiado tarde. El suave pelaje alrededor del collar de Makkachin se deslizó entre sus dedos al tiempo que este saltaba alejándose de él, yendo en dirección hacia Viktor. Yuuri saltó para atraparlo de nuevo y trató de agarrar el collar de Makkachin, pero sus dedos no sujetaron más que aire al tiempo que el perrito se marchaba.
Maldiciendo suavemente para sí mismo, Yuuri pasó por la puerta a toda velocidad para correr tras Makkachin, Vicchan siguiendo su paso a su lado. Cuando estuvo en la sala de estar, se encontró con Makkachin sentado junto a Viktor, jadeando felizmente hacia la caja que orgullosamente había dejado junto a los pies de su amo. El rostro de Viktor se llenó de confusión al tiempo que se agachaba a tomar el objeto y Yuuri sintió su corazón paralizarse en su pecho.
Se suponía que fuera una sorpresa, un momento especial, pero a penas tuvo tiempo de soltar un desperado "¡Viktor, espera!" antes de que este levantara la tapa superior de la caja y observara lo que había dentro.
Viktor se congeló. Yuuri se congeló. Makkachin se veía muy complacido consigo mismo, empujando su cabeza contra la pierna inmóvil de Viktor mientras este se mantenía observando los anillos.
Hubo un largo momento de silencio, el cual solo era llenado por el sonido de los jadeos de ambos perritos, antes de que Viktor hablara finalmente.
—Yuuri —dijo, sus ojos finalmente apartándose de la caja para dirigirse hacia el lugar donde Yuuri se hallaba todavía completamente paralizado—. ¿Que son…? ¿Que son estos?
Yuuri pudo ver el modo en que Viktor tragó al hablar, la línea de su garganta trabajando mientras intentaba mantener su voz calmada, a pesar de que Yuuri podía notar el shock en sus ojos.
—Um, —respondió Yuuri elocuentemente, antes de golpearse mentalmente. Todo lo que quería hacer en ese momento era hundirse en el suelo y desaparecer, y con suerte, que jamás lo volvieran a encontrar. No era así como se suponía que serían las cosas, con él congelado en la puerta y Viktor sosteniendo la caja que además estaba cubierta ligeramente con baba de perro. Había planeado todo para que fuera una propuesta perfectamente romántica, y se las había arreglado para arruinarlo de todos modos con la ayuda de Makkachin, el traidor.
Viktor todavía estaba observándolo, sus ojos completamente abiertos mientras esperaba por una respuesta. Yuuri tragó pesadamente antes de hablar y sus palabras salieron apresuradamente mientras trataba de explicarse.
—La final se acerca —soltó rápidamente mientras observaba sus manos y permitía que sus dedos se enredaran entre ellos. Todo le había parecido más sencillo al planearlo en su mente, pero ahora el momento estaba aquí y todos sus planes habían sido arrojados por la ventana; y repentinamente ya no tenia idea de que decir—. Los vi en una tienda y quise que tuviéramos un amuleto de la suerte para que ambos pudiéramos patinar lo mejor que pudiéramos. Además quería darte un regalo en agradecimiento por toda tu ayuda y…
Su voz se apagó, encongiendose incomodamente ante la situación y el como nada estaba sucediendo como lo deseaba. Preparándose, Yuuri levantó la mirada, observando el rostro de Viktor que se hallaba aun en completo shock y el como sostenía la caja apretadamente entre sus dedos.
—Yuuri, esto es… estos son —comenzó a decir Viktor antes de detenerse, sus ojos luciendo sospechosamente brillantes bajo las luces de la cocina—. ¿Son anillos de compromiso?
—Ah, sí —confirmó Yuuri, sus uñas se clavaron en la palma de su mano mientras mentalmente se maldecía por haber arruinado las cosas tan tremendamente. Había querido brindarle a Viktor la propuesta de matrimonio perfecta, no que encontrara los anillos accidentalmente mientras él balbuceaba incoherentemente en lugar de simplemente hacer la pregunta.
Viktor no dijo nada durante unos segundos, dedicándose a simplemente observar los anillos con los ojos muy abiertos y una completa expresión de asombro en su rostro. Luego, antes de que Yuuri tuviera tiempo de incluso pensar, Viktor cruzó el espacio que los separaba y tiró de él para atraerlo hacia un desordenado beso. El ángulo no era el correcto y sus narices se chocaron incómodamente, pero a Yuuri no le importó porque los brazos del ruso se encontraban sujetándolo firmemente y podía saborear la sonrisa de este contra sus labios y ver el brillo en sus ojos. Yuuri sintió como la tensión se desvaneció de su cuerpo ante ello y correspondió el beso, presionando todo lo que tenía que decir contra los labios de Viktor. Puede que las cosas no hubieran salido como él quería, pero en ese momento ya no le importaba.
— ¿Me estás pidiendo que me case contigo? —dijo Viktor radiantemente cuando finalmente se separaron y Yuuri asintió, sintiendo como el pulso del ruso se aceleraba bajo su piel y viendo la deslumbrante sonrisa que cruzó el rostro de este ante la confirmación.
—Sí —confirmó, y Viktor volvió a tirar de él en un abrazo, hundiendo su rostro en el cuello de Yuuri mientras los mantenía abrazados.
Yuuri permitió que sus ojos se cerraran, disfrutando del abrazo, pero después de unos segundos se forzó a separarse para poner un poco de espacio entre ellos. Nada había salido de acuerdo al plan, pero aún tenía tiempo para al menos salvar algo de este. Y sin importar lo tierno que fuera el mensajero, Viktor se merecía mucho más que una caja tirada a sus pies y una explicación apresurada. Si realmente iba a proponerse aquí y ahora, Yuuri quería intentar al menos hacer algo bien.
Viktor se encontraba todavía sosteniendo la caja, pero la dejó ir facilmente cuando Yuuri se la quitó para sacar una de las bandas de oro y colocarla en el dedo del ruso, escuchando como la respiración de este se entrecortaba ante su acción.
—Viktor —dijo, trató de mantener su voz calmada pero todavía podía escuchar una ligera duda en sus palabras. Llevaba semanas soñando con este momento y no era para nada como lo había imaginado, pero aquello no parecía importar ahora que Viktor se encontraba observándolo con reverencia en su mirar. Yuuri pudo sentir la calidez rebosar en su pecho, un amor demasiado grande como para ser contenido—. ¿Te casarías conmigo?
—Por supuesto —dijo Viktor con la voz ahogada, sonriendo a pesar de las gotas de humedad que Yuuri veía formándose en sus ojos—. Por supuesto que lo haré.
A pesar de creer estar completamente seguro de cuál sería la respuesta de Viktor, Yuuri no pudo evitar sentir alivio fluir por su cuerpo ante aquellas palabras. Abrió su boca para volver a hablar, pero Viktor lo cortó con otro beso; uno tan apasionado como el anterior, pero mucho más lento y dulce. Yuuri le correspondió, deslizando su brazo alrededor de la cintura de Viktor y tirando de esta para presionarlo contra él, saboreando la familiar sensación de los labios del ruso contra los suyos. Era algo que ya había hecho miles de veces antes y que haría mil veces mas, y aun así nunca dejaría de sentir que el corazón se le saldría del pecho por la intensidad de sus latidos.
Se tomaron más tiempo antes de separarse esta vez, ambos perdidos en le momento hasta que Yuuri finalmente se apartó.
—No era así como planeaba que esto se diera —admitió para Viktor mientras regulaba su respiracion, apartaba la mirada, y sentía sus mejillas colorearse por la vergüenza. La caja todavía tenía impresas huellas de los dientes de Makkachin, y su cocina era un escenario que estaba lejos de ser el mas romantico. Todo lo que Yuuri pudo hacer fue lamentarse por la imagen de la propuesta de matrimonio perfecta que ahora habían perdido. Era difícilmente la romántica situación que sabía que Viktor hubiera amado.
Un par de suaves manos acunaron su rostro, elevandolo, y Yuuri levantó la mirada para encontrarse con Viktor sonriendole; sus manos sintiéndose cálidas y cómodas contra las mejillas de Yuuri.
—Eso no importa, fue perfecto —le dijo sonriendo, y Yuuri pudo leer la honestidad en sus ojos y la felicidad en su voz—. Fue perfecto porque lo hiciste tú.
Hubo una pausa mientras se miraban el uno al otro, y de repente Viktor apartó su mirada al tiempo que sus hombros comenzaban a sacudirse bajo las manos de Yuuri. El nipón entró en pánico por un segundo, preguntándose salvajemente si Viktor había comenzado a llorar, pero un segundo después reconoció la risa que estaba sacudiendo la figura de su prometido.
—Viktor, ¿qué sucede? —le preguntó, escuchando la confusión en su voz al hablar en busca de una explicación.
—Esta tampoco era la forma en la que yo había planeado que se esto diera —explicó Viktor, aunque sus palabras poco ayudaron a aclarar las dudas de Yuuri. Antes de que este pudiera hablar de nuevo, sin embargo, las manos de Viktor ya habían desaparecido mientras este se dirigía apresuradamente hacia la puerta del dormitorio para luego desaparecer temporalmente. Yuuri esperó confundido durante varios segundos antes de que Viktor reapareciera con dos piezas de papel apretadas entre sus manos.
Tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca, el ruso se los ofreció a Yuuri y este los tomó dudosamente, no muy seguro de que esperar. Lo que sea que eso haya sido, no era para nada lo que veía ahora en el papel.
—¿Boletos de avión? —le preguntó confundido al tiempo que revisaba los tickets y trataba de comprender su significado—. ¿Para Barcelona?
Yuuri pudo sentir como sus ojos se abrían ampliamente conforme hablaba, la implicación completa de aquel destino finalmente golpeándolo al tiempo que terminaba de pronunciar aquellas palabras. Barcelona. El lugar en donde, hace un año, todo había cambiado para ellos en la mejor de las formas.
—No eras el único que tenía planeado proponerse —sonrió Viktor con la voz llena de afecto—. Simplemente te me adelantaste.
—Viktor —comenzó a decir Yuuri sintiendo como su garganta volvía a apretarse al tiempo que bajaba la mirada para volver a observar los boletos. La fecha puesta en estos era unos días después de la final, Viktor claramente tenía planeado llevarlo a Barcelona tan pronto la competencia hubiera terminado. Si la propuesta de Yuuri hubiera salido según el plan, de todos modos hubiera sido el primero en hacerlo. Pero el saber que Viktor había estado planeando lo mismo que Yuuri hizo que otra gran emoción se derramara dentro de él.
—Ahora es mi turno —añadió Viktor al tiempo que retiraba la caja de las manos de Yuuri para sacar el segundo anillo, tomando luego la mano de este y acariciar los nudillos suavemente con sus dedos. La suavidad en su rostro casi forzó al nipón a apartar la mirada, sintiendo la familiar picazon en sus ojos ante la vista. Habían pasado por muchas cosas juntos y de algún modo habían terminado aquí, con Viktor observandolo como si fuera la cosa más preciada en el mundo. Yuuri no creía que algún día pudiera dejar de sentirse sobrecogido por ello.
Con gran cuidado, Viktor deslizó el anillo sobre el dedo anular del nipón, el cual era la pareja perfecta del que llevaba en su propio dedo. Cuando el anillo estuvo seguramente colocado, Viktor levantó la mano de Yuuri y presionó y delicado beso sobre sus nudillos, sus calidos labios presionando contra el frío metal al mismo tiempo. Yuuri pudo sentir como su corazón se apretaba en su pecho y Viktor sonrió ante la vista, colocando otro beso sobre el anillo antes de moverse hacia los dedos del nipón. Cuando llegó a la punta de sus dedo anular, el ruso gentilmente movió giró la mano de Yuuri para besar su palma y luego la muñeca de este.
Deslizando una mano debajo del mentón de Viktor, Yuuri tiró de la cabeza de este para besar sus labios suavemente, envolviendo sus brazos alrededor del ruso en un abrazo para luego esconder su cabeza entre su cuello. Distantemente, Yuuri escuchó como Viktor suspiraba contento para luego hundir su rostro contra su piel. El momento pareció alargarse para siempre, perfecto e irrompible, rodeados de nada más que el otro.
—Deberíamos casarnos en Hasetsu —murmuró Viktor contra su hombro, sonando feliz de tener a Yuuri contra él. Yuuri hizo un sonido de aprobación, sintiendo una pequeña emoción ante la imagen mental que esas palabras habían conjurado. Hasetsu era el lugar donde la historia realmente había comenzado para él, hace tantos años, cuando había visto a Viktor patinar a través de esa vieja televisión y había comenzando a andar por el camino que lo había llevado hasta aquí. Con Viktor entre sus brazos y la promesa de un "para siempre".
—Podríamos hacerlo durante el verano —musitó Viktor al tiempo que se apartaba ligeramente, pero manteniéndose todavía cerca—. O en el invierno. Siempre me ha encantado la idea de una boca de invierno.
Ambas formas sonaban perfectas para Yuuri, cualquier cosa sonaba perfecta porque solo casarse con Viktor ya era perfecto en sí mismo. Así que, como sea que se diera, él sería feliz.
—Pero tendremos que esperar hasta que la temporada termine —añadió Viktor con una sonrisa juguetona—. Y a que yo gane el oro.
—Creo que te refieres a cuando yo gane el oro —respondió Yuuri ligeramente, permitiendo que su voz tomara el mismo tono juguetón que la del ruso. Solo porque Viktor fuera su entrenador, prometido, y el amor de su vida, no significaba que planeara dejársela fácil durante las competencias. Ambos eran muy competitivos, y Yuuri amaba el desafío que Viktor significaba y sabía que Viktor sentía lo mismo. Era el tipo de competencia amistosa en la que al final ambos sabían que no importaba quien ganara, pero molestar al otro acerca de quién ganaría la medalla se había convertido en una tradición—. Esta argolla será el único oro que ganes este año.
Mientras hablaba, Yuuri llevó su mano hasta entrelazarla con la de Viktor, pasando sus dedos suavemente por la banda de oro en la mano de este mientras el ruso reía y lo apretaba mas contra sí.
—Puedo vivir con ello —respondió Viktor con una sonrisa, y Yuuri pudo notar como la felicidad irradiaba de sus palabras, combinando perfectamente con la emoción que llenaba su propio corazón.
Hubo silencio por unos minutos antes de que Viktor volviera a hablar, su voz sonando repentinamente suave y contemplativa en medio de la silenciosa habitación.
—Estoy tan feliz de haberte conocido, Yuuri —dijo al final, al tiempo que bajaba su mirada hacia los anillos que brillaban suavemente bajo la luz y luego la volvía a subir para observar a Yuuri. Las palabras fueron inesperadas, pero Yuuri pudo escuchar el casi inentendible significado detrás de estas y leer la clara emoción en los ojos del ruso—. Estoy tan feliz de tener la oportunidad de pasar el resto de mi vida contigo.
Yuuri se acercó aún más, tomando el rostro de Viktor entre sus manos y observando como este se inclinaba contra su toque con los ojos cerrados al tiempo que suspiraba en satisfacción. Yuuri acarició la mejilla de su prometido con el dedo pulgar, disfrutando de la sensación de calidez bajo su piel, sólida y real. Viktor estaba allí con él, era suyo, tal como Yuuri era de Viktor. Habían compartido tantas cosas en el pasado, y ahora no había nada que quisieran más que compartir también el resto de sus vidas, sea cual fuera el futuro que les depare. Mientras estuvieran juntos, ellos serían felices.
—Yo también lo estoy —le respondió con una sonrisa.
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Bienvenidos de regreso al torbellino de rivals!
Como bien dice el summary, esta parte serán pequeñas historias de la vida de nuestros protas e incluso POVS de otros personajes acerca de su relación!
E iniciamos con la propuesta de matrimonio!
Que bello *-*
Después de todo lo que tuvieron que pasar, es hermoso ver que al fin pueden ser felices este par de tontos.
Espero que disfruten de este nuevo viaje conmigo!
Recuerden pasarse por el fic original a dejar sus kudos y comentarios si así lo desean, Reiya-san se los agradecerá un montón :3
Nos estamos viendo!
