Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen a mi si no Masami Kurumada, esto es sin ningún fin de lucro.
FLY By Starlight Saint Lu
Capítulo 1. Beside you
Kiki y Helen.
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La campanilla de aquella vieja tienda sonó tintineante cuando un hermoso hombre de edad joven y ojos brillantes penetró el interior al ver las luces encendidas de aquella chocolatería. Entró más que por curiosidad que por antojo a aquel sitio y sonrió ante como lucia…tal como recordaba años atrás.
La hermosa joven que atendía el interior estaba tan entretenida moviendo un par de cajas en una estantería que poco reparo en el intruso. Aquel caballero solo pudo ver una silueta delgada de sencillo vestido blanco, y cabellos suaves acomodando con recelo diminutas cajas que había traído a su llegada mientras sacudía el polvo.
Aquel hombre observo el sucio y desordenado interior del lugar y a la joven acomodando las cajas, por lo que solo se limitó a preguntar.
- ¿Aun no está abierto, señorita?
Ella, tan pronto escucho aquella varonil voz congelo sus movimientos y un enorme escalofrió le corto la respiración. No podía ser cierto, algo estaba por cambiar…
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Diez años antes.
- ¡Vuela Helen, vuela! -decía Kiki mientras veía aquel papalote rosado que había hecho para "ella "con sus propias manos elevarse por los aires mientras ambos corrían detrás de él en los campos cercanos al Santuario. - ¡Vuela lejos!
Si, él un pequeño niño ariano junto a una pequeña niña castaña de coletas a la que todos conocían por el nombre de Helen, no tenía mejor afición en sus tardes libres que compartir su tiempo con ella en ese su nuevo mundo.
Ambos compartían sus tardes en los alrededores de Rodorio desde que la soledad se había hecho la única compañía del joven lemuriano tras la muerte de su maestro y amigos del Zodiaco. Y ella quien no desconocía del todo ese tema de estar sola contra el mundo, al tenerle cerca, se abrazaba a su compañía.
Nada había quedado de lo que el pequeño pelirrojo había conocido cono Santuario y él, por su parte, trataba de no recordarlo pues las imágenes que se formaban en su mente eran dolorosas entre recuerdos. Si, aunque amara aquellos recuerdos con Mu, Shiryu, Seiya, santos dorados y demás a los que solo podía volver a ver con la imaginación, él recordar aquellas miradas y sonrisas de quienes había amado y ahora ya no estaban, le resultaba doloroso haciéndole incluso solo quedarse dormido tras noches de llanto.
Antes de conocer a Helen, sus únicas compañías se habían vuelto Marín y Shaina con las que a veces compartía a tiempo en sus ratos libres en los que no se preparaba a un para ser el portador de la armadura de Aries. La vida de Kiki se había vuelto triste, depresiva y aquella bella sonrisa y alegría que le caracterizaba parecía habérsela llevado aquella guerra con Hades.
Su mundo había cambiado, un mundo al que no estaba preparado y con la responsabilidad a cuestas de convertirse pronto en un adulto y ser un gran portador de la armadura de Aries. Era una vida muy dura para tan solo un niño.
El pequeño Kiki trataba de calmar sus recuerdos de felicidad pasada, ocupando su mente preparándose como guerrero practicando hasta que su cuerpo no soportara mas, ó estudiando hasta que los ojos le dolieran, pero en momentos odiaba para lo que se estaba preparando pues todo eso le había arrebatado la familia a la que él había amado y su felicidad. Así que frustrado, volvía al Coliseo a practicar en soledad sus habilidades, descargando su dolor ahí.
Fue entonces que mientras la lluvia violenta caía sobre el Santuario y él golpeaba de rabia un par de sacos de arena, una pequeña niña le encontró justo al cumplirse un año de la muerte de su maestro y amigos.
Kiki, cansado tras estar varios minutos golpeando aquellos sacos, se tiro al suelo apoyado de sus manos, mismas que sangraban tras los vendajes ante la fuerza ejercidos en ellas. Kiki no pudo ocultar sus lágrimas mas frustrado al recordar aquella guerra del Hades y fue que el consuelo llegó inesperadamente a su corazón.
Una preciosa personita se puso de rodillas frente a él y le hablo con la mirada preocupada:
- ¿Estas bien?
Con sus cabellos pelirrojos mojados y cubriéndole el rostro, se enfrentó a una jovencita castaña de escasos años al igual que él, con una ternura inaudita para aquel sitio. Casi de inmediato la niña se rasgó su vestido y le tomo los puños en el suelo con suavidad al ver sus heridas, cubriéndolas con delicadeza.
Las lágrimas que hasta ese momento habían sido eternas para el lemuriano, cesaron momentáneamente para el pequeño pues la mirada tierna de la joven le hizo reaccionar positivamente.
Tras aquel hecho y al ver a aquella niña que no le había importado mojarse en la lluvia por él, el pequeño santo la invito a refugiarse bajo un pequeño techo de madera donde colocaban la utilería de entrenamiento. Busco una de las sucias toallas que estaban en un estante como único recurso y se la coloco en los hombros a la niña, mientras él se colocaba una.
Ahí a oscuras, sentados en una pequeña banca mientras veían el cielo gris y la lluvia torrencial caer por el Coliseo, tiritante y con el cuerpo húmedo, ella le pregunto la razón del llanto al lemuriano. Kiki no estaba preparado para contestar, pero sentía cierta confianza con ella, sobre todo tras el gesto de curarle las manos.
-Todo lo que amo me hace llorar, todo lo que hace morir…-decía serio el pequeño pelirrojo, aunque su mirada no pudiera ocultar su melancolía. -No tengo a nadie, estoy solo…estoy perdido-un pequeño nudo en la garganta se empezaba a formar en el pequeño Kiki, naturalmente pues solo era un niño.
La niña se conmovió ante sus palabras y poso una mano en el hombro de Kiki con delicadeza.
-Yo también lo estoy.
- ¿De qué hablas? -el niño presto atención.
-Vine aquí a este lugar a buscar a alguien que me salvo hace unos años, llamado Ikki. -la piel se erizo a un mas para el pelirrojo al oír tal nombre. -Es la única persona con la que cuento tras la muerte de mi abuelo, soy huérfana. No he recibido cartas de él ni sus visitas como acostumbraba desde hace un año y estoy preocupada. Vine hasta aquí desde mi pueblo porque una vez me hablo de este lugar, aunque me da algo de miedo. No había encontrado a nadie en mi paso por aquí, supongo que esta desierto por la lluvia, es un mal día para buscarle pero no podía esperar más, realmente estoy preocupada. –ella sonrió suavemente. - Hasta que te encontré. Y como aún no he encontrado a nadie a quien pueda preguntarle. ¿Tú lo conoces?
El futuro santito la miro y con la decepción en su rostro, le dijo.
-Lo siento, él ya está…-ni si quiera se atrevía a pronunciarlo sin que su voz temblara-…muerto.
La jovencita que le miraba expectante, le negó con la cabeza soltando su hombro para sostenerse ella misma en aquella banca de la impresión.
-No, no es cierto…-los ojos se rozaron de la jovencita de cabellos mojados. -Él, él no puede estar…
-Lo siento…-pronuncio Kiki sin poder evitar sus propias lagrimas la ver las de ella. Al final compartían el mismo dolor. La melancolía por no volver a ver a los ojos a Ikki, esos ojos azulados y alegres que solo ella había conocido de aquel guerrero que la había salvado la abordo, haciendo que apretara los suyos de profunda tristeza mientras las lágrimas rodaban.
- ¡Ikki! -sollozo dolorosamente la niña y bajo su mirada mientras sus mejillas se mojaban con lágrimas saladas. Kiki entonces no tuvo más que abrazarle por inercia, apoyando sus delgados brazos de niño sobre la espalda de ella. Podía sentir su dolor, su sentimiento descargándose como el suyo. Él también había perdido a la única persona con la que contaba, su maestro.
-Está bien, tranquila…-la jovencita se apoyó en el hombro de Kiki mientras él la abrazaba cada vez con más fuerza al escuchar su llanto profundo tratando de controlar el suyo en vano. El tan solo era un niño, ni siquiera podía entender su propia depresión, ¿Cómo podía ayudar a la pequeña niña?, se preguntó.
-Tu respiración es difícil, así que respira hondo y deja salir todo…-suspiro el pequeño- Esta bien, aun puedo consolarte.
Tras aquel día, la jovencita que ya no esperaba nada pues el único motivo de vivir en aquel lugar eran las visitas de fénix y este ya no volvería con su vuelo para ella.
La pequeña niña se quedó a pasar la noche en compañía del pequeño Kiki en el Templo de Aries tras no tener donde quedarse. Y ahí, bajo las estrellas del cielo, el niño le contó lo sucedido en aquel lugar, como era la vida, como había sido la de Ikki y lo que el mismo había sufrido.
Ambos entonces entendieron que ahora estaban solos en el mundo cruel y fue que se prometieron cuidarse el uno al otro como amigos a través de los años sin importar lo que sucediera. Kiki desde entonces volvió a sonreír por ella, haciendo que una nueva motivación naciera en su vivir, "proteger a Helen."
Helen al día siguiente encontró un hogar en la pequeña tienda de chocolates de Rodorio donde una pareja de viejitos que con gusto recibieron a la niña al no tener hijos ni nietos y, mismos que conocían a Kiki de años en sus visitas atrás con Mu y que ya no le habían visto desde su muerte ni esa sonrisa típica que le caracterizaba.
Pero con Helen ahí, apoyándole, todo cambiaría.
Kiki ahora practicaba todas las mañanas como guerrero y luego pasaba las tardes enteras con ella, corriendo de un lado a otro por todo Rodorio, contando anécdotas y sonriendo ante las travesuras que ambos cometían de vez en cuando pues la soledad comenzaba a hacerse menos vacía cuando ella estaba a su lado.
Como en esta ocasión, con aquel papalote, haciendo de aquella amistad el inicio de algo hermoso.
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Continuara…
Este fic será triste, pero con bonito mensaje para corazones tristes.
