Prólogo
Londres, 1926
Cerró sus ojos.
Escuchó el sonido de la puerta abrirse y al instante un aire helado abrazó su cuerpo desnudo, logrando que su piel se estremeciera levemente. Oyó la madera del piso crujir mientras que unos lentos pasos comenzaban a dirigirse hacia ella.
Uno, dos, tres…
Sus manos se ciñeron a la fina sabana blanca de seda bajo su cuerpo con desesperación. Sus sentidos se encendieron de pronto en una silenciosa llamada de alerta. El olor intenso del alcohol entró en su nariz, e inmediatamente su corazón empezó a latir más rápido… mucho más rápido. Tenía frío, su cuerpo le pedía a gritos un poco de calor, pero sabía que jamás podría dárselo. Sentía sus músculos entumecidos y frígidos, al igual que sus brazos; enterró las uñas en la sabana con dolor mientras que sus labios helados formaban una fina y recta línea en su boca.
Sus párpados continuaban cerrados cuando sintió la cama hundirse a su lado, pero aún así no los abrió. No quería verlo. Sintió su presencia junto a ella, a sólo pocos centímetros de su cuerpo y al instante se tensó completamente. Ahogó un sollozo en el medio de la garganta, no podía llorar frente a él… esa era la regla principal.
El asqueroso olor del alcohol la envolvió nuevamente y su estómago se revolvió ante las nauseas que aquello le provocó. Sintió como las sabanas se movían suavemente bajo su cuerpo y como la cama se hundía otra vez, mientras que aquel cuerpo se aproximaba a ella. En ese momento sólo deseó desaparecer, deseó jamás haber nacido… deseó estar muerta. No podía soportar más aquella tortura, no otra vez. Lo único que quería era alejarse de ese lugar y jamás regresar, pero sabía que nunca podría hacerlo. No era lo suficientemente fuerte y valiente para abandonar todo eso.
Entonces, sólo se dedicaba a soñar.
Ella soñaba que no estaba allí, tendida en esa cama, sin ninguna tela que cubriera su cuerpo ultrajado. Soñaba que todo lo que estaba sucediendo sólo era una horrible pesadilla, una de la que no podía despertar. Y mientras esa persona comenzaba a profanar su dignidad, ella se sumergía en su perfecto mundo de sueños. Escapaba de la realidad y empezaba a crear un lugar en donde sólo ella podía entrar, un lugar tan único y maravilloso que jamás se vería ensuciado por su propia miseria.
Sintió su alcoholizada respiración en su cuello, sintió sus repugnantes manos pasear sobre sus caderas. De repente, el peso de su cuerpo se encontraba sobre ella, ahogándola ferozmente. Comenzó a temblar con sutileza e intentó detener esos estremecimientos, pero no pudo… su cuerpo ya no respondía. Escuchó los furiosos latidos de su corazón golpear contra su pecho, tratando desesperadamente por alejarse de allí.
Sus ojos continuaron ocultos bajo sus párpados, nunca los abrió mientras sentía como la lengua húmeda de aquella persona creaba un camino mojado desde su cuello hacia su pecho.
Volvió a sentir nauseas.
Volvió a sentir asco de sí misma.
Y cuando esos asquerosos gemidos entraron en sus oídos, no lo pudo soportar. Lágrimas comenzaron a escapar por las esquinas de sus ojos cerrados; sabía que nuevamente estaba rompiendo la regla principal, pero no podía evitarlo. Ningún sonido salió de su garganta, ningún llanto ni sollozo… sólo gruesas lágrimas que, al rodar por sus mejillas, se encargaban de quemar su piel como si se tratara de fuego. No las podía detener, ellas continuaban saliendo con lentitud, una tras otra marcando un fino y doloroso sendero.
Ella sabía lo qué vendría a continuación, por lo que se preparó para ello, mientras que buscaba en su mente la puerta hacia aquel mundo inexistente. No quería estar conciente cuando comenzara el dolor.
En ese mismo instante, una fuerte y gran mano chocó contra su mejilla izquierda, sacándole el aire por un segundo. Rápidamente comenzó a sentir un inmenso ardor en el lugar del golpe, pero de su boca no salió ninguna queja; sus labios continuaron sellados al igual que sus ojos. Dolía… dolía mucho, pero no podía hacer mucho más que sólo intentar detener las lágrimas.
Los temblores de su cuerpo comenzaron a ser mucho más fuertes al sentir como aquella persona sobre ella volvía a tocarla, volvía a besarla… volvía a humillarla. Sintió esos labios agrietados posarse sobre los suyos, besándola con lujuria e intentando que su boca se abriera para él. Ella no lo hizo.
Otro golpe resonó en la habitación.
Y luego otro, y otro…
Ya no sentía más dolor, su mente había colapsado.
No había más nada por hacer ahora, él había ganado otra vez. No era lo suficientemente fuerte para soportar su violencia. Sabía que era hora de dejarse ir de nuevo, lo supo al sentir el olor óxido de su propia sangre. Era tiempo. Él había comenzado a enterrarse en su cuerpo y ella ya no quería seguir sintiéndolo.
Sus ojos se abrieron.
Su mirada chocolate se nubló.
Pero ella ya no estaba allí, ahora estaba dentro de su propio universo. Y nada importó, no había más dolor, ni sufrimiento. Se alejó, como tantas veces lo había hecho… se alejó.
Row, row, row your boat
Gently down the stream.
Merrily, merrily, merrily, merrily,
Life is but a dream.
OOO
Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Stephenie Meyer, yo sólo juego con ellos.
Éste capítulo es completamente diferente al original, en el sentido de la narración, pero la trama continúa siendo la misma. Con los siguientes capítulos sucederá lo mismo, voy a cambiar algunas (muchas) cosas y agregar una gran cantidad de detalles. Yo siento que está quedando mejor que antes.
En fin, nos leemos.
