Hola de nuevo,
Sí, otro fic y llevo dos en emisión. Lo lamento por los que esperaban otras actualizaciones pero realmente el cumple de mi albino no podía pasar desapercibido. Tenía planeado este fic desde hace mucho, pero estaba en un reto navideño y por ello lo traigo casi una semana después.
Bueno, esta historia será realmente corta. De hecho tenía planeado que fuera un drabble, luego un oneshot y miren como va. Las ideas solo surgieron y heme aquí.
Pues básicamente se centrará en lo que ocurre en el cumpleaños improvisado de Allen, no tengo mucho que agregar si no que espero que disfruten de esta pequeña aberración. Además, les comento que en este fic no he sido tan descriptiva como acostumbro, pero supongo que mi falta de tiempo y la casa abarrotada de familiares irrumpen en mi imaginación.
Disclaimer: D gray -Man y sus personajes pertenecen a Hoshino Katsura-sensei.
Y Por Eso Odio el Alcohol
Capítulo Primero
¿Y…? —interrogó el pelirrojo en tono insistente.
—No estoy seguro —inquirió dubitativo el peliblanco llevando sus dedos a los labios. Alzó levemente los ojos del folleto turístico que examinaba y observando a su amigo prosiguió—. Además, no estamos a tiempo de hacer reservas y por la temporada sería costosísimo.
—Te he dicho que por los costos no tienes que preocuparte. Por favor tómalo como un regalo de mi parte.
¡Pero Lavi! —exclamó avergonzado—, ¡yo no puedo aceptar algo así!
—Pero quiero ir... —lloriqueó melodramáticamente— Que malo eres Moyashi-chan…
Allen frunció el ceño ante el adjetivo con el que se habían referido a él; pero por algún motivo, no podía enojarse con su amigo. Era alguien muy especial y con quién podía contar en las buenas y en las malas desde hace algunos años, muy a pesar de que se valiera de cualquier excusa para gastarle alguna broma.
—Vamos Allen—rogó el pelirrojo.
Era cierto que el último año había trabajado como esclavo para pagarse su vida de "adulto". Tuvo que hacer innumerables trabajos para reunir la matricula y gastos universitarios que recaerían muy pronto en él. Sus ahorros no eran tan bajos y había no sólo logrado si no sobrepasado el monto que se había planteado. ¿Qué podría salir mal?, no estaba demás tomarse algunos días de placer antes de volver a su agitada vida.
—Está bien—dijo en tono derrotado mientras dejaba escapar un suspiro—. ¡Pero con una condición!—exclamó alzando el dedo índice para hacer énfasis en su petición.
Lavi parpadeó unos segundos adaptándose al cambio de ambiente que extrañamente se había vuelto energético por parte del inglés y a la vez se sintió aliviado por obtener la respuesta que quería. Dejó ver una disimulada sonrisa triunfal y se dispuso a asegurarse de mantener la actitud positiva de Allen.
— ¡Lo que quieras! —expresó alegremente.
—No vuelvas a llamarme de esa manera, por lo menos esta semana déjame disfrutar de mi nombre —pidió en tono serio mientras se tiraba en el respaldo de la silla con el ceño fruncido y se cruzaba infantilmente de brazos—. Demasiado tengo con ese maldito bastardo —refunfuñó más para sí mismo que por comentarle a su compañero que al parecer había quedado en segundo plano.
Lavi sonrió divertido ante la sencilla petición y accedió. No le molestaba en lo absoluto cumplir con ella, simplemente consideraba divertido como en ese infantil rostro se dibujaba una expresión de molestia cada vez que le llamaba así. Seguramente serían unas vacaciones muy divertidas, pensó mientras ensanchaba aún más su sonrisa.
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Una semana después…
Se removió incómodo en su asiento con el gesto de molestia y estrés enmarcado sus facciones, dejó caer una mano en el brazo de su asiento mientras su dedos golpeaban insistentemente la envoltura fina de tela negra y acolchada. Indignado e incómodo, así se sentía. El ambiente era denso y el tener que limitar sus movimientos por terceros era algo que no le había molestado tanto, no hasta ese día. Rodó los ojos hacia la ventanilla perdiéndose en la forma de las nubes, intentando en vano hacerse la idea de que cierto despreciable ser no estuviera ahí, a su lado en ese momento.
— ¡Tsk!
Unas cuantas venas se asomaron por su sien hasta alcanzar su rostro que comenzaba a teñirse de colores carmesís por la ira que bombardeaba cada parte de su ser con cada palpitar. Apretó la superficie que hasta hace unos segundos golpeaba al punto de hacerse daño en los nudillos por la fuerza ejercida. Estaba molesto; no, estaba jodidamente iracundo. De todas las personas que conocen, a su querido amigo se le ha ocurrido invitar a ese sociópata con complejo de samurái. Resopló ruidosamente mientras se reacomodaba en el asiento para ignorarle por completo, no podía siempre caer en las provocaciones del otro cuando quisiera.
—No es como si estuviera contento con tu compañía, Moyashi.
—Eso lo tengo en claro, Bakanda —refutó.
—Vamos chicos —les habló Lavi desde el asiento trasero—. Tratemos de disfrutar este viaje, ¿sí?
— ¡Cállate! —exclamaron el par al unísono.
—Yo tengo asuntos que atender en América —cortó Kanda con su usual tono agrio—. No es un viaje de placer, que les quede claro.
—Te hubieras ido por tu cuenta amargado.
—No me dices qué hacer enano —espetó—. Si me los estoy aguantando es porque me ahorraba dinero con el paquete turístico.
— ¡Con una mierda, mi nombre es Allen!, ¡A-LLEN! Recuérdalo idiota.
Después de la interminable discusión sin sentido —la cual no era extraña cada vez que se encontraban—, llegaron a su destino. Las llamativas luces le enceguecían y no dejaba de asombrarse con cada parte con la que su plateada vista se topara. Los carteles gigantescos y pintorescos, los bocetos con diseños exclusivos, las personas, las calles. Absolutamente todo atraía su atención. Un edificio vestido en ventanales ahumados y grisáceos se abría paso frente a él, alzó la vista siguiendo su altura y tuvo que obligarse a arquear hacia atrás su espalda intentando alcanzar su fin. Sonrió cuando logró divisarla y se aproximó alegremente al lado de Lavi que también sonreía.
—Los alcanzaré en el hotel más tarde —Kanda interrumpió el ambiente ensoñador de los otros dos con cara de fastidio—. Más te vale que pidas habitaciones individuales.
—Déjamelo a mí, Yû-chan.
— ¡No me llames así! —Le exigió al tiempo que se alejaba a paso firme.
El albino se volvió hacia la dirección por donde se había marchado el pelinegro y por unos instantes no dijo más. Muchas dudas azotaban su cabeza, pero no era amigo de Kanda como para indagar en sus asuntos personales y preguntarle a Lavi sería una indiscreción que su educación no le permitía hacer.
—Seguramente va a visitar a su abuelo —comentó Lavi viendo en la misma dirección que Allen.
Asintió tras escuchar las palabras de su amigo y le siguió hasta el hotel donde se hospedarían sin decir nada más. Una vez allí, se dejó caer con pesadez en la cama de la habitación mientras se cubría con el dorso de su mano la boca para bostezar. Estaba algo cansado por el largo y fatídico viaje y lógicamente por las interminables discusiones que sostuvo con el asiático.
—Si quieres puedo pedirte una habitación individual —dijo el pelirrojo al notar al notar su cara de cansancio.
—No, no es necesario —contestó reincorporándose un poco sobre un codo—. Además, la habitación es lo suficientemente cómoda para ambos, ¿o prefieres estar solo?
—No es eso —negó con la cabeza mientras buscaba ropa de cambio en el closet—. Lo digo porque luces cansado.
—Sólo necesito dormir un poco para reponerme.
— ¡Bien! Entonces me cambiaré para salir a atender unas cosas —anuncio el pelirrojo—. Trata de descansar mientras estoy fuera.
—Sí, eso haré —respondió reprimiendo un bostezo—. Que te vaya bien.
—Gracias, nos vemos más tarde.
Se reacomodó deshaciendo la elegante forma en que los edredones cubrían la amplia cama dejándolos a un lado. El entumecimiento corporal le impedía esforzarse en buscar una posición más cómoda para dormitar y así, acostado de lado, sin sábanas que le cubriesen y con las ropas aún puestas, se quedó con la mirada fija hacia las paredes repasando los recuerdos de las últimas horas vividas antes de sucumbir al sueño.
Pasadas un par de horas, Allen despertó con energía renovadas y lo suficientemente animado. ¿por qué no aprovechar la oportunidad única de conocer otros lugares? Se levantó y por unos instantes las luces de la inmensa ciudad le hicieron desviar la mirada. Entreabrió los ojos y ya acostumbrado, paseó la mirada por los innumerables rasca cielos que acariciaban la oscuridad de la noche. Bajó su vista hacia la avenida la cual tanto ella como los autos y transeúntes se veían inmensamente pequeños. Sonrió y se dirigió a la ducha.
Una vez terminado su aseo, personal se vio en el espejo cuerpo completo que disponían en la habitación. Su corbata vino tinto resaltaba sobre la camisa blanca manga larga, verificó de nuevo su apariencia y alisando el dobles de su camisa roció un poco de perfume para proceder a colocarse un chaleco sin manga igual de negro que sus pantalones y zapatos pulcramente pulidos. Con su dedos abiertos acomodó su níveo cabello hacia un lado y ya sintiéndose conforme consigo mismo, salió de la habitación cerrando tras de sí la puerta.
Prontamente estuvo en el lobby del hotel. Sus pasos elegantes resonaban por todo el amplio lugar, el choque de sus suelas contra el mármol gris que descansaba bajo él emitían ligeros ecos. Dio una fugaz mirada hacia las afueras a través de los amplios ventanales a la vez que se preguntaba si debía salir o esperar a que su acompañante se desocupara de sus obligaciones.
Su cumpleaños número 18, en otro lugar del mundo. Ciertamente quería a su amigo y mucho, pero no entendía a que se debía el empeño de llevarlo hasta Las Vegas. Él era una persona agradecida y con una sencilla reunión en su hogar sería feliz, Allen no era difícil de complacer. Sin embargo, agradecía que le sacaran de la tortuosa y cansina rutina. Su cara se contrajo en un gesto de molestia develando un ceño fruncido que se acercaba más a una mueca infantil por esas facciones delicadas y andróginas que le caracterizaban. Con salir de la rutina se imaginaba no tener que aguantar por tan sólo una semana ese molesto sobrenombre con el que cierto afeminado le bautizó. No entendía por qué de todas las personas tenía que ser precisamente Yû Kanda quien les acompañara. No sólo era una persona intolerante y grosera, sino que al parecer no tenía la más mínima intención de llevarse bien, ni siquiera durante el viaje. Suspiró cansinamente.
Eso era algo que definitivamente se le escapaba de las manos, tenía mejores cosas que hacer. Había intentado en ocasiones anteriores llevarse bien con el huraño amigo de Lavi, pero nadie —ni siquiera él— podía soportar tantos desplantes. ¿Qué era lo mejor que podía hacer?, pues ignorarlo; sí, definitivamente haría eso.
—Oi Moyashi.
Un tic apareció en su ojo, mientras pensaba "Y hablando del diablo". Se viró lentamente con su rostro contrariado en enojo y le miró fijamente.
— ¡Es Allen! —se llevó su mano derecha a la sien y comenzó a masajearla circularmente con gesto derrotado y fastidiado— ¿Cuántas veces tengo que decírtelo maldito engreído?
—Las que quieras —dijo en tono despreocupado—. No porque digas eso dejarás de ser un Moyashi.
—Bastardo… —gruñó entre dientes.
—Además, no vine a socializar con un brote de habas.
—Sé directo, ¿Quieres?
—El conejo hizo una reservación en un restaurant cercano —comentó—. Y como eres idiota, vine por ti antes de que te pierdas y no cenemos.
— ¡Vaya, pero qué considerado!
— ¡Tsk! Vamos que no tengo tu tiempo.
Volvió a fruncir el entrecejo, de seguir así sumaría algunas arrugas prematuras. Relajó sus facciones y metiendo una mano en el bolsillo de su pantalón comenzó a seguir desde algunos pasos detrás al oriental que inició su andar al terminar de hablar. Caminaron en silencio hasta llegar al sitio mencionado, Lavi le abrazó efusivamente mientras se disculpaba por dejarlo solo. Se excusó explicándole que quería que su amigo tuviera una cena especial, lo cual el homenajeado agradeció con amplia sonrisa. Aún era temprano por lo que se tomaron el tiempo de degustar con calma la cena que había organizado el restaurant de categoría por petición del pelirrojo.
Lavi y Allen conversaban animadamente mientras que Kanda con su usual seriedad los ignoraba como si estuviera solo mientras sorbía una sopa de vegetales —a escases de soba—, fue lo único que consideró decente del lugar. Sí, ni siquiera en América dejaba de lado su deliciosa comida lo que hizo que su irritabilidad aumentara a niveles cósmicos. Lavi sólo pidió una ensalada mientras que el albino pidió plato tras plato de comida dejando anonadados a los presentes y a un Kanda estresado por las miradas indiscretas sobre ellos tres.
Terminada la cena, volvían animadamente los dos, ya que otra persona parecía que ni siquiera estaba incluido en el grupo.
— ¡Y esto no es todo! —exclamó Lavi deteniéndose abruptamente.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Allen con curiosidad.
—Con que tu regalo no termina aquí —contestó alzando un dedo para acentuar su anuncio—. ¡Eh…! ¿A dónde vas Yû-chan?
—Bien lejos de tu estupidez —contestó con molestia mientras se alejaba.
Y así pasaron por largo rato. El pelirrojo retenía al pelinegro por sus vestimentas hasta arrugarlas sin importarle las constantes amenazas de muerte que salían de la boca del amargado oriental. Luego de una hora aproximadamente llegaron a un casino. Allen se aproximó a ganar algo de dinero en apuestas mientras que Lavi le hacía compañía en algunos juegos y Kanda se detuvo en la barra a beber y lógicamente a desentenderse de su "grupo".
En un par de horas Allen estaba cambiando sus fichas por una gran suma de dinero mientras le sonreía abiertamente al cajero el cual no le hacía tanta gracia la suerte del albino. Con el dinero en sus bolsillos, se acercó a los otros dos y luego de discutirlo decidieron gastar parte de lo recogido esa noche en algunas bebidas. Claro que Kanda fastidiado de la compañía se rehusó vehementemente, pero tras escuchar la palabra reto de los labios del menor, no pudo evitar arder y para ahora el trío se encontraba en un bar bebiendo descontroladamente.
— ¡Con una mierda Moyashi! —bramó un furioso Kanda— Ya deja de joder, ¿no te das cuenta que no puedes más? Acéptalo.
—Claro que-¡hip!-no —dijo el otro tambaleándose—. Tienes miedo de que te gane-¡hip!
Kanda se llevó una mano a la cabeza. Tanto el enojo como el mareo se apoderaban de él, y no estaba dispuesto a dejarse intimidar por el menor. Sabía que tenía mucha más resistencia, pero el mocoso definitivamente no quería colaborar, estaba perdiendo los estribos.
—No sabía que eras tan cobarde Bakanda-¡hip!
Una gruesa y larga vena cruzó toda su sien. Si ese niñato quería guerra se la daría y si amanecía en un basurero no tomaría responsabilidades, él se lo había buscado.
—No me eches la culpa cuando amanezcas vuelto un trapo brote de habas—dijo respondiendo al desafío con un deje de malicia—. Con la resaca que tendrás no podrás levantarte.
— ¿Vamooossszzzz a seguir, o me darás un sermón? —pronunció con dificultad el inglés, divisándosele algunas gotas de saliva al intentar pronunciar correctamente las palabras—Andas muy santurrón, Bakanda —rió descaradamente, golpeando con insistencia el hombro del ahora muy molesto japonés.
Kanda le miró asqueado unos instantes, más no tardo en esbozar una pequeña, pero perceptible sonrisa maliciosa. Seguramente no amanecería en óptimas condiciones, aunque le importaba un bledo, no dejaría pasar la oportunidad de molestar al mocoso en su actual condición.
—Tú te lo buscaste enano…
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El calor de los intensos rayos del sol golpear su cara le hizo fruncir el ceño ante la incomodidad. Se llevó los antebrazos al rostro impidiendo que la claridad le cegara. Ahora con las manos a la altura de su frente y parpadeando un poco se giró hacia los ventanales revelando que el astro rey estaba lo suficientemente alto como para estar cerca o pasar de mediodía.
Nunca se había levantado tan tarde ni por muy tarde que se durmiera. ¡Un momento!, detuvo su línea de pensamientos al percatarse de algo. ¿Acostarse?, ¿Cómo llegó a la habitación? Quizás había sido Lavi quien lo había llevado. Un fuerte dolor de cabeza le hizo apretar los ojos y se obligó a permanecer así un tiempo más para aliviar la inmensa jaqueca que retumbaba fuertemente en su cabeza.
Buscó la cama contigua encontrándose con nada. ¿La habitación no era doble?, se preguntó y con el terror invadiendo su cara comenzó a recorrerla con ojo analítico comprobando lo que más temía. No estaba en su cuarto.
Notó un peso en su abdomen, uno inusual y algo pesado pero no molesto. El miedo y la ansiedad invadía cada partícula de su cuerpo hasta hacerlo temblar aunque de manera casi imperceptible. ¿Qué debería hacer?, ¿levantarse y huir? No, ese no era su estilo. Era todo un caballero y si se acostó con una chica asumiría la consecuencias de sus actos. Quizás y se trataba de una prostituta, ¡que sea una prostituta por amor a Dios!
El peso al otro lado de la cama le anunciaba que aún se encontraba acompañado y no solo eso sino que una extremidad de aquel cuerpo lo apresaba por la cintura. No estaba seguro si verle, por una razón que no entendía tenía un inmenso temor de develar la figura que durmió con él.
—Ngh… ¡¿Moyashi…?!
Se giró bruscamente y al tiempo un fuerte dolor en su espalda le hizo quejarse mientras cerraba fuertemente los ojos. Se llevó una mano a su costado develando en su rosto la molestia y el inmenso malestar que esa zona de su cuerpo presentaba. Era horrible, tanto que no terminaba de procesar lo que pasaba frente a él.
—Moyashi, ¿Qué carajos pasó?
Se volvió hacia el pelinegro que le veía con un rostro sorprendido que jamás creyó ver. ¿Cómo quería que lo supiera? Apenas se enteraba de lo que pasaba y su molestia no menguaba con nada. Justamente iba a contestar con unos cuantos insultos cuando una puerta abierta estruendosamente les hizo dirigir su atención hasta ella.
—Este es el servicio especial a los recién casados. ¡Felicidades! —dijo el personal del hotel que ingresaba con lo que parecía ser un desayuno de primera categoría, flores, una botella de champagne y copas de cristal.
— ¡¿Recién casados?!—gritaron Allen y Kanda al unísono.
¿Qué tal les pareció?
Bueno espero que esta pequeña locura haya sido de su agrado, críticas, comentarios u opiniones ya saben donde dejarlas y trataré de responder a la brevedad posible.
Hasta la próxima y felices fiestas.
