Sin vuelta atrás
Disclaimer: Personajes de J. K. Rowling.


—¿Me entendiste sangre sucia? —espetó él.

—No me llames así —dijo ella. —¡Suéltame!

—¡Te llamaré así todas las malditas veces que quiera!

—¡Suéltame!

Se hallaban en la sala de Defensa contra las Artes Oscuras. Hermione, entre la pared y él. Draco, sin querer dar paso a soltarla de sus muñecas.

—Después de todo lo que hemos hecho, las noches ocultándome por ti, el deseo, tenerte —murmuró el rubio. —Ahora vienes con el cuento de que el lobo descubrió a Caperucita en el bosque. ¿Y yo? Me interesan muy poco tus apreciados amiguitos.

—No hables así de ellos, Draco.

—Y tienes la valentía de seguir llamándome por el nombre, luego de tantas veces de habérmelo dicho mientras te hacías mía.

—Sabes que me importas mucho...

—Sólo para perder tu admirada virginidad, ¿no? —la interrumpió.

—No, Draco, no. No me importa lo que opinen Harry y Ron, si nos llegaran a descubrir no solo seríamos el hazmerreír de la escuela sino que además nos expulsarían por estar hasta después de la medianoche afuera...

—Haciendo el amor —finalizó él, exhausto, antes de agarrarla por el cuello y besarle la boca ferozmente, dándole a entender que le importaba un bledo la opinión de los demás.

Sólo son ellos dos.

Ella, sin segunda opción que tomar, correspondió el beso con el mismo sentimiento. Ya no hay nada que ocultar o perder, no hay vuelta atrás. Lentamente él la fue llevando hasta el escritorio más cercano, mientras depositaba besos por toda la anatomía desnuda que podría encontrar en el cuerpo de ella. La castaña, gimiendo y sin poder respirar, iba desabrochándole los botones de la camisa de él hasta que lo logró y lo arrojó por algún lugar del aula. Él comenzó a hacer lo mismo con ella, quitándole toda prenda que se interponía en su camino. Una vez despejadas las vestimentas, los dos se miraron con deseo, como siempre lo hacen y él se introdujo en ella. Lentamente, saboreando el placer.

Juntos.

Cuando acabaron, se sonrieron mutuamente con esa sonrisa que sólo entre ellos dos podían compartir. Hermione iba buscando sus prendas y acomodando las de Draco. Una vez vestida, le dio un corto beso en los labios a él y se dirigió a la puerta, con la excusa de que ya se hizo tarde.

Volteándose, ella dijo—: Lo siento Draco. —Y sacando su varita, murmuró—: Obliviate.

Y todos sus recuerdos, quedaron vacíos, sin alma.

Antes de que él se pregunte donde se hallaba y con quién, ella ya se había ido con lágrimas en sus ojos, esperando olvidarlo.

Esa noche, iba a ser muy larga.