Creador de inmortales – Jim Mizuhara

Personajes: Kai & Rei

Contenido: Yaoi, AU

Disclaimer: Ya saben

Consideraciones Generales: Hola, lectores y lectoras! Aquí les traigo más otro fic, un Kai/Rei para variar... y también para variar, una temática original, como siempre, jejeje! Espero que les guste, porque aqui va apenas el comienzo.


Leves golpecitos en la puerta hicieron a Rei abrir la puerta, en medio a todo aquel desabarajuste. Se restregó las manos rápidamente en los pantalones antes de girar la perilla de la puerta, y hallarse frente a un corpulento hombre, rayando probablemente los cincuenta y tantos años, vestido con un traje gris oscuro, con una incipiente calvicie en la coronilla y un alfiler de zafiros engastados en oro prendido con cuidado en su pecho. Dicho individuo apretó con firmeza la mano que Rei le ofreció, antes que el oriental se hiciera a un lado y dejara paso al hombre, el cual con cierta indecisión avanzó en la semi-penumbrosa sala, cubierta de un fino polvillo blanquecino y de sacos de arpillera apilonados al acaso, hasta alcanzar la ventana más cercana.

- .¿Y después, Rei, está lista?. – indagó el hombre, con voz firme.

- Ciertamente, señor Willersinn… de acuerdo con los plazos estipulados, en once días estaría lista – señaló el chino, con expresión complacida – apenas falta la otra mitad del dinero acordado – agregó.

- Hmmm… claro, claro, pero antes desearía verla – contestó Willersinn, meneando la cabeza como intentando hallar algo perdido - .¿Dónde está?.

- En la otra sala, aunque no puede llevársela hoy mismo, tendrá que esperar hasta mañana – explicó Rei – no está muy seca.

El ojidorado hizo ademán de apartar algunos utensilios desperdigados en el suelo para dar paso al hombre, ingresaron dentro de otra sala mejor iluminada; en dicha sala, estaba una estructura confusa que se erguía a un metro y cincuenta del suelo, envuelto en arpilleras y paños rasgados y atados con una cuerda. Con un estilete Rei despedazó las cuerdas, dejando que se escurriera la cubierta hasta dejar a la vista una estatua hecha de yeso, cuya blancura era más resaltada por la fuerte iluminación.

- Es hermosa – sentenció Willersinn, pasmado.

La perspicaz mirada del señor Willersinn recorrió la obra, fascinado con las formas que veía. Las perfectas proporciones anatómicas convertían aquella estatua en una de sus obras maestras, con la precisión milimétrica de un arquitecto y la pureza de un artista había conseguido plasmar en la pasta de yeso las primorosas formas femeninas; era un desnudo impresionante, cuyas formas tenían la incuestionable voluptuosidad que caracterizaba sus piezas y era el sello de sus creaciones, por ello tan solicitados y tan aclamados por sus coleccionadores. Los dedos del individuo fueron recorriendo con presteza por toda la superficie de la figura, iniciando del torso y dirigiéndose hacia abajo, deteniéndose en el ombligo, momento en el cual levantó la cabeza con una pequeña sonrisa y hurgó en sus bolsillos.

- Es mucho más de lo que esperaba – señaló el hombre – por ello creo que agregaré veinticinco por ciento sobre el monto combinado – certificó, sacando un abultado fajo de billetes.

Rei hizo un gesto de agradecimiento antes de ver a tres hombres ingresando a su habitación, vestidos de azul y con el monograma de una conocida empresa de transportes bordada en el bolsillo de la camisa, los cuales sujetaron la estatua nuevamente cubierta por las arpilleras y con todo el cuidado fueron bajando las escaleras, acompañados por más otro cliente satisfecho por la habilidad de Rei.

Desde algún tiempo atrás, el chino se dedicaba exclusivamente a crear modelos en tamaño natural moldeados en yeso, material fácil de trabajar y que poseía una gran maleabilidad haciendo posible correcciones y perfeccionamientos. Los pedidos a principio no se sucedían con tanta frecuencia, pero después de algunos encargos fue haciéndose conocido principalmente por el hecho de que sus clientes siempre eran personas de elevada posición social y que exhibían orgullosamente sus obras en los corredores o salas de sus residencias, tanto más si habían allí reuniones sociales. Lo que obtenía con la construcción de uno de ellos era suficiente para mantenerse durante casi todo un mes, si bien a veces no llegaba pedidos con la regularidad que él esperaba.

Tomando una escoba se puso a barrer afanosamente el aposento, retirando los fragmentos resecados de yeso que se esparcían en el suelo, deteniéndose en ocasiones cuando la fina polvareda que levantaba irritaba su nariz, provocándole estornudos. Después de la limpieza se encargó de organizar algunos de los sacos de yeso que habían llegado esos días, al tiempo que meditaba sobre el reciente modelo hecho, vaya que había sido difícil complacer aquel excéntrico cliente; tuvo que refundir el yeso tres veces antes que saliera al gusto del señor Willersinn, y en la segunda vez ya estaba dándole los retoques finales cuando él llegó y ordenó que todo volviera a hacerse del comienzo, para consternación del chino. La idea de proporcionalidad que aquel millonario poseía era bastante divergente con la que Rei tenía, que era basado en proporciones geométricas harmónicas, sin embargo el otro insistía en que debía ser de una forma un tanto raro para el oriental, de lo cual pudo suponer que en realidad estaba tratando de reproducir el modelo de alguien que aquel individuo conociera. De todas formas, habría sido infinitamente más fácil que trajiera a la mujer en cuestión a su oficina para tener certeza de su trabajo; en su vida había hecho muchas reproducciones de personas, tanto vestidas como en paños menores, lo cual no lo afectaba mínimamente, conservando siempre el ojo avizor del arte.

Luego de dejar todo ordenado, se disponía tomar su abrigo, en vista que una fina llovizna acompañada de un incómodo viento frío se hacían presentes a esa hora de la tarde, cuando la puerta sonó algunas veces. "Deberías leer la placa, tonto", pensó Rei, refiriéndose a una pequeña plaqueta metálica que estaba en el piso de abajo y que consignaba sus horarios de atención. Se sintió más fastidiado cuando los golpes tomaron más fuerza al cabo de unos segundos, no le dio tiempo de acercarse a la puerta y la impaciente persona del otro lado de la puerta insistía en ser atendida.

Rei tomó la perilla de la puerta, pero ella se abrió sola, dando paso a la persona. Sobresaltado y poniéndose a la defensiva, el ojidorado retrocedió algunos pasos para contemplar la hosca mirada del hombre, cuyos térreas orbes no pudieron menos que intimidarlo; la cabellera bicolor resplandecía en la tenue luz del corredor, repleto de gotículas provenientes de la llovizna, así también como el oscuro sobretodo que lo cubría. Las manos dejaba guardadas en el bolsillo, cosa que Rei prontamente advirtió y le parecieron estar manoseando nerviosamente algún objeto oculto en ellos, a parte de no emitir palabra. "Nada mejor que un asalto poco antes de cerrar"meditó fugazmente el chino.

- Supongo que eres Rei, cuyo nombre aparece en la plaqueta – dijo finalmente el individuo, con una voz altiva, aunque susurrante.

- Sí… .¿qué deseas?. – arriesgó a indagar Rei.

- He sabido que trabajas con modelos en yeso, y he venido a hacer pedido de uno de ellos – indicó el sujeto, sacándose las manos del bolsillo.

- Efectivamente - contestó Rei, más tranquilizado - .¿Cómo se llama?.

- Kai Hiwatari – señaló el otro – pagaré muy bien si haces el trabajo bien.

- Bien, señor Hiwatari, .¿sería tan amable de proporcionarme datos sobre…?.

- Dispense el tratamiento de señor – interrumpió Kai – sería apropiado si fueras mi empleado… aunque creo que nunca te dejaría en esa posición – agregó, sonriendo mordazmente.

- .¿Eh?. – señaló Rei, parpadeando confundido.

- Lo que quiero decir es que el modelo será mío – explicó el bicolor – quiero que hagas una reproducción en tamaño natural de mi persona, hasta los mínimos detalles…

- Por supuesto – se apresuró a decir el ojidorado – si fueras tan amable, quisiera que te pongas de pie allí para tomar unas notas y hacer un diseño aproximado de…

- No quiero que sea aproximado, quiero que sea perfecto – volvió a interrumpir Kai.

- Sí, claro, será perfecto – corrigió Rei, hablando entre dientes y con evidente enfado.

El bicolor subió entonces a un estrado de madera elevado, parándose con naturalidad, mientras el chino esbozaba unas líneas en una hoja de papel prendida a una plancha de madera. .¡Ya bastaba soportar aquel día al señor Willersinn, y justo a la hora de cerrar tenía que aguantar a otro con aires de superioridad!. La expresión nerviosa en el rostro de Rei no se disipaba, sus movimientos rápidos también lo denunciaban. Con sequedad pidió a Kai para levantar un poco los brazos.

- .¿Sabes?. Eres chistoso cuando te pones enfadado – señaló inopinadamente el ojirubí.

- No estoy enfadado, apenas concentrado – respondió Rei, con indiferencia – ahora voltéate un poco.

- Pero sería interesante verte en otra expresión que no sea esa – continuó Kai, obedeciendo la orden – dicen que los artistas hacen mejor sus creaciones cuando están más dispuestos, más atentos…

- Sí, claro, mañana a la mañana posiblemente estaré así, que será cuando comenzaré lo tuyo – dijo Rei, dando a entender que se largaría tan pronto terminara su esbozo.

- Hmmm… .¿Será que ya mencioné que tenía que ser un desnudo?. – preguntó el bicolor, cuya expresión no ocultaba cierta dosis de descaro.

- Eso no es problema – arguyó el chino, sin inmutarse ni levantar la vista del papel – bastará apenas que te tome unas medidas de la cintura, largura de las piernas y…

- Negativo – cortó Kai, con un evidente timbre de victoria en la voz – si va a ser perfecto, no puedes hacerlo através de medidas, tendrás que ver para tener certeza.

El chino paró en seco y levantó la cabeza para contemplar la extraña sonrisilla en los labios de Hiwatari; para consternación mayor del chino, el ruso levantó la mano derecha y deslizándola por el sobretodo fue desprendiendo los botones uno a uno, hasta dejarlo caer en una silla próxima. Los zapatos se sacó con prontitud, mientras que los botones de la camisa también salían de su lugar.

- .¡N-No es necesario que lo hagas!. – exclamó Rei, alarmado.

- .¿Por qué no?. Recuerda que tú eres el artista aquí y que yo pagaré muy bien si lo haces bien.

- P-Pero yo sé cómo trabajar con las medidas y proporciones…

- No me digas que te asustaría ver alguien desnudo – señaló Kai, cuya camisa también fue a parar sobre la silla y se desabrochaba el cinturón – es obvio que ya has visto miles de veces esto.

- Sí, yo sé, pero… lo que quiero decir es que no… - tartamudeaba Rei, quizás petrificado ante la visión de los bien definidos pectorales que exhibía Kai – lo que quiero decir es que es absolutamente innecesario… .¡No necesitas continuar!.

- Oh, diablos, ustedes se pasan años estudiando las peculiaridades del cuerpo humano… .¡nada de lo que verás aquí será desconocido!. – afirmó Kai con voz reanimada, mientras sus impecables pantalones sociales se deslizaban hasta el suelo y él quedaba apenas de bóxers.

- .¡Basta, con esto ya es suficiente!. – exclamó otra vez Rei, agitando las manos.

Pero el bicolor hizo caso omiso a los alaridos de Rei, y con un simples movimiento se despojó de la última pieza de ropa que lo cubría, dejando expuesto todos sus detalles anatómicos debajo de los potentes reflectores del aposento. El estupefacto ojidorado no pudo emitir palabra, tampoco volver a tomar el lápiz con el que diseñaba, aquella visión que estaba teniendo era excesivamente ideal para su cabeza, se resistía a despegar por un segundo los ojos antes de haber, al menos, memorizado todos los pormenores, especialmente ciertas zonas que personalmente lo perturbaban. El bicolor golpeó las manos para hacer salir a Rei de lo que parecía ser un estupor repentino.

- Creo que sería interesante que vuelvas a concentrarte en el diseño – señaló el ruso, sentándose en un banquillo de madera.

Curiosamente, la concentración de Rei instantes antes y después de esa exhibición no parecían ser las mismas. Ahora Kai podía apreciar unos movimientos frenéticos sobre el papel, mientras los labios fruncidos de Rei se esforzaban por ocultar algo, como si quisiera sonreír y se contuviera. El bicolor mostró una expresión complacida, observando que gracias al cuarto estar suficientemente caldeado pudo despojarse de su abrigo, aunque esto iba en segundo plano a favor de que los ávidos y curiosos ojos de Rei paseaban incontestablemente de arriba a abajo en su cuerpo. Volvió a ponerse de pie.

- .¿Podrías… ponerte un poco de costado?. – preguntó Rei con cierto dejo de timidez repentina en la voz.

- Y tú… .¿podrías acercarte?. – dijo Kai utilizando el mismo tono de voz – al final de cuentas, yo no muerdo – señaló.

El chino se rascó brevemente la cabeza y giró un poco el interruptor de luz, dejando más tenue la iluminación, sea lo que fuere que estuviera sintiendo, no iba a permitir a Kai descubrir que sus mejillas parecían estar ardiéndole. Agachó lo suficiente la cabeza y no lo levantó hasta que, con cierta reticencia, se aproximó de Kai y con dos dedos tocó una de sus piernas, para después dar un ligero pellizco, asintiendo luego. El bicolor contempló aquel acto intrigado.

- Hey, .¿qué haces?. – indagó el ruso.

- Estaba… ehm… comprobando la textura – susurró en voz baja Rei, sin levantar la mirada.

- Nunca pensé que eso importara en estatuas que naturalmente serían duras – observó Kai.

Por toda respuesta Rei se mantuvo en silencio, excusándose instantes después para retirarse quién sabe dónde y regresó con el semblante más sereno. Pidió a Kai que volviera a vestirse y el ruso actuó en consecuencia, bajándose luego del estrado.

- Mañana comenzaré este trabajo – anunció Rei, anotando unos números en uno de los bordes del papel – bueno, según mis cálculos, todo va a salir por…

- Eso no importa – mencionó despreocupadamente Kai – concéntrate en hacerlo, después hablamos del valor.

El chino asintió, encaminando luego al bicolor a la puerta, quien con un breve saludo se despidió. Tomaron caminos diferentes, pues Rei cogió su abrigo colgado cerca de la puerta, envolvió cuidadosamente su esbozo en un trozo de plástico para no mojarse en la llovizna y aseguró la puerta con la llave, deteniéndose a mirar el costoso automóvil al cual Kai había subido y arrancado, perdiéndose en la oscuridad.

Unas cuadras más adelante estaba el minúsculo departamento que Rei compartía. La definición exacta era compartir, pues el otro propietario del lugar era un minino que atendía por el nombre de Sheng, un gato escurridizo, blanco con algunas motas negras en el pecho y en medio de la cabeza triangular, de oídos atentos, orbes amarillo pálido y ronroneo condescendiente. Rei lo acarició al abrir la puerta, esbozando una sonrisa y dirigiéndose al refrigerador; sacó un trozo de pescado y depositó en el tazón del animal, mientras ponía otro plato dentro del microondas, programándolo. El tiempo que esperaba a que su cena estuviera lista utilizó sentándose en el sillón reclinable ubicado a un costado de su cocina, lugar donde el gato también quiso acomodarse, pero Rei lo tomó en manos y lo depositó en el suelo.

- Ahora no, Sheng – dijo Rei, desenvolviendo unas hojas de papel – hay mucho trabajo aún para hacer – agregó, sonriendo al ver de nuevo sus esbozos.

En otra parte de la ciudad, el potente ronquido del motor era la señal que Kai Hiwatari estaba pasando. Con las ventanillas cerradas no podía escuchar el rugido que su última adquisición hacía, e iba escuchando el equipo estereofónico de alta fidelidad instalado en el interior. Conduciendo por silenciosas y despobladas alamedas levantaba remolinos de amarillentas hojas caídas, desviándose poco después para tomar una intersección ladeada por pinares inmensos y de aspecto escabroso, exhalando su silvestre aroma. Al final del trayecto llegó a un inmenso y tranquilo lago, frente al cual se detuvo; dejó los reflectores prendidos, bajó del automóvil y se encaminó a una pasarela de troncos muy vieja, se acomodó sobre uno de los travesaños y de allí pudo contemplar las diáfanas luces de la ciudad.

Continua...


Y hasta aqui el primer capítulo. Digamos que el bicolor se sintió demasiado a gusto enfrente a Rei para estas exhibiciones, no? Es digno de compasión el neko, quien tendrá que trabajar sin distraerse demasiado por los próximos capis, eh? Jejeje! Bien, espero vuestras opiniones, y hasta la próxima!