Siglo XVIII
-¿Está todo preparado? –preguntó un hombre joven, tal vez demasiado joven como para estar a cargo de toda una multitud esperando órdenes.
-Sí, señor. Sólo esperamos su señal –contestó uno de los hombres de alto rango.
-¡Sasuke! –sonrió el joven-. ¿Sabes qué hacer?
-Claro, hermano –le sonrió de vuelta.
-Bueno, la reunión termina oficialmente. Vayan a prepararse. Los que tienen tareas, vayan y háganlas. La próxima reunión es mañana a medianoche, así que asegúrense de haberlas completado para entonces. Buenas noches, caballeros.
La enorme habitación del cuartel general, disfrazado como casa, fue vaciado en cosa de minutos. Entonces, Sasuke y su hermano Itachi se quedaron solos.
-¿Qué demonios fue eso! –gritó Itachi cuando el último hombre cerró la puerta.
-¿Qué fue QUÉ? –replicó Sasuke.
Sus humores eran tan inflamables como la pólvora.
-¡Sólo yo puedo sonreir superioramente! –declaró Itachi.
-¡Eso es estúpido! –argumentó Sasuke-. ¿Desde cuándo hay una ley que lo dice? ¿Y por qué?
-Estúpido hermano. ¿No te das cuenta de que tengo que mantener el orden? No eres nada especial aquí por ser mi hermano. Tienes que ganarte tu lugar como todos los demás.
-Entiendo eso, ¿pero qué tiene que ver con que yo te sonría?
-Es una señal de confianza entre nosotros. Qué pensaran mis hombres... –se sentó y cayó en su silla pesadamente como un saco de papas y miró a su hermano menos.
-Estás siendo paranoico.
Silencio. Itachi estama ensimismado en sus pensamientos mientras Sasuke esperaba aburrido por una respuesta.
-Tal vez tengas razón –admitió Itachi-. Es que una rebelión es lo último que necesito. ¡Imagina una rebelión en un ejército rebelde!
