Muchas veces había pensado en aquella noche, y en todas llegaba a la misma conclusión, sin excepciones: Era su culpa. Aquella fatídica noche, el había guiado a sus más cercanos amigos a una trampa mortal, aun contra las advertencias de Hermione, su mejor amiga y la persona más inteligente que el conociera. Si solo la hubiera escuchado, si tan solo hubiera manejado la situación de forma diferente… Pero era demasiado tarde para eso, su espíritu de Gryffindor había salido a la luz en el peor momento posible, y con mucha más valentía que cerebro, había liderado a los demás al Departamento de Misterios.
Si bien, tácticamente, la batalla resulto en una gran victoria para el lado de la luz (habían logrado capturar a los mejores mortifagos de los que Voldemort disponía, y desvelado su retorno al mundo mágico, restaurando en el proceso la credibilidad de Dumbledore y finalizando con el mandato de Fudge como ministro de la magia), para Harry seria siempre la noche en la que perdió la poca familia que le quedaba. La imagen de Sirius cayendo a través del velo había quedado grabada a en las retinas del joven de 15 años, atormentándolo en todo lugar y a toda hora. Incluso en ese momento, mientras dormitaba (raramente dormía, solía despertarse varias veces por noche, siempre con la seguridad de que Voldemort había encontrado alguna forma de romper la protección que lo mantenía a salvo en la casa de los Dursley y que subía las escaleras dispuesto a matarlo), no podía olvidarse de la cara de su padrino al ser alcanzado por el hechizo de Bellatrix
"Maldita sea" Susurro a la almohada mientras nuevamente se rendía en su intento de conciliar el sueño.
Era alrededor de la medianoche, una cálida noche de verano en Little Whinging, sus tíos ya se habían ido a dormir y Dudley jugaba algún juego de guerra en su computadora, Harry lo sabía porque podía escuchar los ruidos de la habitación contigua.
"Si solo supiera lo cerca que nos encontramos de una verdadera guerra" Pensó con odio.
Claro que no era su culpa, por mucho que detestara a Dudley, no podía culparlo por todos los males que había sufrido. Quizás por algunos, si, pero no por todos.
No, Harry sabía quien era el culpable: Tom Marvolo Riddle, quien hacía mucho había abandonado ese nombre. Él, él era el culpable de que viviera con sus odiables parientes, él era el culpable de la muerte de sus padres, él era, indirectamente, la razón por la que Sirius había muerto. Al enterarse hacia apenas unos días que estaba destinado desde su nacimiento a morir o convertirse en un asesino, Harry se había sentido confundido, pero ahora podía ver claramente, quizás por primera vez en su vida, y sabia lo que tenía que hacer.
Iba a matarlo. Simple como eso, ya no sería el niño que debía ser salvado por Dumbledore, si debía convertirse en un asesino para terminar con el reinado de terror de Voldemort, entonces lo haría, y si debía morir el también en el proceso pues que así fuera.
Una leve sonrisa se extendió por el rostro de Harry al imaginar un mundo sin Voldemort, pero sabía que no sería fácil. Riddle era poderoso, sin ninguna duda, quizás más poderoso que ningún otro mago vivo, y contaba con aproximadamente 50 años de experiencia sobre él. Si iba a cumplir con su destino, entonces debía prepararse adecuadamente, pues al final del día, sería el contra Voldemort.
Decidido, y aprovechando que el sueño parecía eludirlo como si fuera una snitch dorada, Harry se levanto de la cama y comenzó a leer sus libros de sexto año del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, que afortunadamente había comprado unos días antes para evitar las multitudes del callejón Diagon previas al comienzo de clases.
Claro que no podía aun practicar hechizos, pero al menos podría aprender la teoría detrás de ellos. Era 15 de Julio de 1996, y Harry Potter había encontrado por fin algo que lo distrajera, aunque sea momentáneamente, de la imagen de Sirius.

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A la mañana siguiente, como era costumbre, Vernon Dursley se despertó a las 7.30 am, se ducho y se puso su mejor traje, pues tenía hoy una importante reunión para el futuro de su compañía de taladros. Bajo las escaleras, saludo con un beso a su esposa, dedico una mirada de aprobación a Dudley mientras este devoraba su desayuno, y decidió que contaba con tiempo de sobra para gritarle a Harry antes del trabajo.
"BAJA YA MUCHACHO" Grito Vernon
"No está en la casa" Contesto Petunia Dursley, mientras estiraba al máximo su cuello para intentar escuchar la conversación que tenía en ese momento dos de sus vecinas. "Se fue a correr al parque, hace casi una hora"
"¿A correr al parque? ¿A plena vista de todo el barrio?" La cara de Vernon iba adquiriendo un color cada vez más parecido al rojo.
Justo en ese momento oyeron cerrarse la puerta, y un cansado y sudoroso Harry entro a la cocina. Sin más que una mirada a su tío, Harry se sirvió un vaso de agua y subió rápidamente a ducharse. Últimamente, la vida con los Dursley no era tan mala, Dudley ya no lo usaba como bolsa de boxeo, ya fuera por miedo a lo que Harry pudiera hacerle o por que este le había salvado la vida el verano pasado, y Petunia apenas le dirigía la palabra. Pero Vernon aun era, a falta de una mejor palabra, Vernon, y esa mañana estaba particularmente nervioso, por lo que considero una grave ofensa que el muchacho hubiera tenido el descaro de ignorarlo.
"VEN AQUÍ CHICO" Vociferó antes de que Harry pudiera llegar a las escaleras
Preparándose mentalmente para el enfrentamiento, éste entro nuevamente en la cocina, notando al instante la vena a punto de explotar en el cuello de su tío.
"¿Qué?" pregunto
"¿Qué?" Repitió Vernon "Te diré qué, tu tía y yo sacrificamos demasiado solo para alimentarte y tenerte aquí cada verano, ¡y tu nos pagas exhibiéndote ante todo el barrio! ¿Cuántas veces tenemos que decirte que en cuanto respecta a Little Whinging, tu no existes?"
"Seré más cuidadoso la próxima vez, intentare hacerme invisible. ¿Te parece?" Harry sabia que cualquier mención de magia, no importa que tan remota, ponía a su tío en un estado de pánico y furia. Sabía que no debería haber dicho eso, pero ya no le importaba.
"MIENTRAS VIVAS EN ESTA CASA, OBEDECERÁS MIS REGLAS, MALDITO FENÓMENO" Grito Vernon con toda la capacidad de su garganta, lo suficientemente fuerte como para que lo escucharan los vecinos, -a los que Petunia dirigió nerviosamente una sonrisa, como diciendo "No pasa nada, nuestra mascota se portó mal de nuevo"- "Se acabaron las salidas, de ahora en mas no tienes permiso para salir de tu cuarto. Si te veo de nuevo aquí, yo…"
"¿Tu qué?" Interrumpió Harry "Dime, ¿qué harás exactamente? Dijo, con un tono amenazante, mientras sacaba su varita del bolsillo trasero de su gastado jean. Había tomado como costumbre llevarla a todos lados, desde que Voldemort había vuelto a la vida. "Muy bien chico, alerta permanente" Sonó vagamente la voz de Moody en su cabeza.
"Yo… yo…" Tartamudeo Vernon, debatiéndose entre la ira por el descaro de Harry, que sabía perfectamente que no debía andar con esa cosa horrible por la casa, y el miedo por lo que esa cosa horrible podía llegar a hacerle. Estaba ganando la primera, y ya tenía un grito preparado cuando levanto la vista y vio los ojos de Harry. Había algo diferente en ellos, no eran los ojos del fantasma que había sido el chico en lo que iba de verano, deambulando de aquí para allá, siempre con cara de estar sufriendo. No, estos ojos eran distintos, y la diferencia era lo suficientemente grande como para que incluso Vernon Dursley pudiera notarla. En esos ojos había un propósito, un objetivo. Y supo entonces que la amenaza de Harry iba en serio. Tendría que tener mucho cuidado en los próximos segundos. "Vete ya chico, solo vete".
Ante las miradas incrédulas de Petunia y de Dudley, que esperaban con toda seguridad un final muy distinto a esa discusión, Harry dijo "Muy bien" y salió de la cocina, no sin cierta sorpresa por la reacción de su tío.
"No puedes dejar que te hable así Vernon" Dijo Petunia, una vez segura de que su sobrino se hubiera ido. "Y mucho menos puede apuntarte con esa vara asquerosa"
"Déjalo, Petunia" Respondió "Sabes que lo único que le enseñan en ese colegio al que va son monstruosidades, no podemos esperar que tenga modales ni respeto"
Con eso termino su desayuno, y el señor Dursley se fue rápidamente a su reunión. Pero nunca admitiría que esa mañana había sentido miedo de Harry, un verdadero miedo por lo que este pudiera hacerle.
En la habitación de arriba, mientras se sacaba la camiseta transpirada y buscaba otra en su baúl, Harry vio por la ventana como se alejaba el auto de su tío, pero lo que le interesaba era el individuo vestido con pantalones demasiado apretados y la remera de "Estoy junto a un estúpido", combinado con unas botas para lluvia que claramente no necesitaba. En ese momento, se hacia el distraído mirando un mapa, pero Harry sabía que no era coincidencia que estuviera en la puerta de su casa, y que lo hubiera seguido al parque esa mañana. "Tendré que hablar con la Orden" Pensó "Sus vigilantes no podrían mezclarse entre los muggles ni siquiera si su vida dependiera de ello".

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Los siguientes días tuvieron un ritmo normal en Privet Drive, desde el enfrentamiento de aquella mañana Vernon había llevado a la práctica una política muy exitosa de pretender que Harry no existía, lo cual no podría haber hecho más feliz al joven mago. Éste había continuado con sus salidas matutinas, corría cerca de una hora a la mañana, y otra hacia el final de la tarde, llevando a cabo entre medios otros ejercicios físicos como abdominales, flexiones de brazos, sentadillas y casi cualquier cosa que pudiera hacer en su cuarto sin que lo molesten sus parientes. Esta nueva pasión por ejercitarse cumplía una función doble, según lo veía, no solo mejoraba su resistencia física y velocidad, lo que sería muy útil en un duelo mágico, teniendo en cuenta que la mayoría de los magos no se interesaban en sus aptitudes físicas, y encontró en esos ejercicios una buena forma de mantener su cabeza alejada de los problemas que debería enfrentar. También le hubiera gustado poder practicar sus habilidades mágicas, pero no podría realizar ningún hechizo ni encantamiento hasta estar nuevamente en Hogwarts, o eso pensaba él.
La noche del 26 de Julio, horas antes de recibir la visita que cambiaría su vida, Harry se levantó bruscamente de la cama al escuchar unos conocidos golpes en su ventana. Ante la atenta mirada de Hedwig, Harry quito la traba que la mantenía cerrada y permitió entrar a la pequeña lechuza híperactiva que respondía al nombre de Pidwidgeon, cargando una carta atada a cada pata, seguida de una gran lechuza parda que parecía cansada y dispuesta a morder a cualquiera que se acercara.
Con mucho cuidado, pues desconfiaba de la segunda lechuza, Harry retiro las cartas y dio a cada una un caramelo para lechuzas con forma de ratón, que había comprado en "El emporio de la Lechuza" antes de que terminara el año escolar, junto con un poco de agua. A Hedwig no pareció gustarle el tener dos intrusos comiendo su comida.
Prendiendo la lámpara de su escritorio y agradeciendo el contacto con su mundo, su verdadero mundo, se dispuso a leer las cartas. Claro, recibía diariamente el diario "El Profeta", aunque no solía creer una palabra de lo que dijeran, y aun conservaba las cartas que le habían escrito sus amigos en el verano, pero cualquier noticia era bien recibida.
La primera carta que traía Pidwidgeon era de Ron, la reconoció rápidamente por la caligrafía descuidada.

Hola Harry!

Como has estado? Espero que esos parientes tuyos estén tratándote bien. Y si no, ya sabes que Fred y George se mueren por hacerles una visita y mostrarles sus nuevas invenciones. Papá dice que ni siquiera lo piensen, aunque se nota que a él también le gustaría visitarlos. Mama quiere que sepas que ella también se preocupa por ti, y está especialmente preocupada por saber si estas comiendo bien. Te lo juro, si sigue cocinando como lo hace, todos vamos a llegar a Hogwarts este año con la forma de Crabbe y Goyle.
Ginny esta tan preocupada como mamá, y me pidió que te envíe sus mejores deseos. Además, Hermione está aquí en la Madriguera por un par de días, pero ella dijo que te enviaría una carta propia. Aquí entre nosotros, creo que por fin estamos empezando a entendernos con ella, Harry… No me importaría que me ayude con mi tarea, si sabes a lo que me refiero.
Y la noticia más importante, Dumbledore pasó por aquí hoy y dio permiso para que vinieras a quedarte con nosotros por el resto del verano! Si tú quieres, claro, pero no me imagino que alguien quisiera vivir con esos odiosos parientes tuyos por otro mes. Todos aquí te esperamos y estamos ansiosos por verte compañero!

Ron Weasley

Harry tuvo que reprimir un grito de alegría para no despertar a toda la casa. Por fin algo bueno le pasaba a él, que estaba tan acostumbrado a pérdidas y dolores. Se iría a vivir con los Weasley el resto del verano, con sus mejores amigos, y no tendría que verle la cara a ningún Dursley por un año. Harry no podría estar más contento si fuera un niño en Navidad.
Sin embargo, parte de esa alegría se fue al mirar hacia la segunda carta que descansaba sobre su escritorio. Sabía que era de Hermione, esta sería la quinta letra que le enviaba este verano, y Harry aun no había podido contestar a ninguna de las anteriores. En aquella noche en la que perdió a su padrino, él también había estado cerca de perder a su mejor amiga, y nuevamente, era su culpa. La herida que había sufrido a manos de Dolohov, si bien ella contaba que ya había sanado casi completamente y solo quedaba una leve cicatriz en su espalda, había dejado una marca también en Harry.
Estuvo muy cerca de perderla, demasiado cerca. Si la herida hubiera tenido solo un centímetro más de profundidad, entonces… No podía ni pensar en ellos. Sabía que Hermione era en ocasiones lo único que le permitía levantarse de la cama en las mañanas, ella siempre había estado a su lado, mucho más que Ron, que aunque era su mejor amigo, lo había abandonado cuando más lo necesitaba, más de una vez. Pero ella siempre había estado con él, ya sean riendo en la sala común, ayudándolo con la tarea de Pociones o enfrentándose a magos tenebrosos que querían asesinarlos. Y él le había pagado esa fidelidad con una cicatriz. Había dejado que la lastimen, y no podía aceptarlo, estaba seguro que Hermione lo odiaría, y él lo hubiera entendido, pero no, su primera carta, enviada hace unas semanas, era para consolar a Harry por la muerte de Sirius. Él casi la había llevado a su muerte, y ella seguía preocupándose por él. Harry no le había contestado esa ni ninguna de las tres cartas posteriores, porque no podía hacerlo, se sentía avergonzado consigo mismo. ¿Cómo podría mirarla a los ojos después de eso?
Sin embargo, sabía que le contestaría esta quinta carta, y esperaba que lo perdonara, porque, sencillamente, no quería vivir sin ella. No podía vivir sin ella.
Decidido, abrió la carta y comenzó a leer, con mucha más facilidad, la pulcra letra de Hermione.

Harry James Potter, no he tenido noticias tuyas en todo el verano, y si no me escribes pronto me voy a ver obligada a ir hasta Privet Drive y mostrarte los nuevos maleficios que he aprendido este verano. En serio Harry, sé que te culpas por lo del Departamento de Misterios, y no puedo entender por lo que estas pasando, pero por favor, no me ignores más. Te necesito.

Hermione Granger

El también la necesitaba, claro que si, más de lo que necesitaba a nadie en ese momento. Un poco sorprendido, se dio cuenta que quería ir corriendo hasta la Madriguera y abrazarla, aunque él no era el tipo de persona que hiciera eso… Pero con Hermione era diferente.
Le contestaría, pero antes, quitándose esos pensamiento de la cabeza, inspecciono la última carta, con una idea acertada de quien la habría enviado.

Querido Harry

Espero que estés aprovechando tus vacaciones, bien sabe Merlín que te las has ganado. A insistencia de Molly y Arthur Weasley, te escribo para informarte que fuiste invitado a pasar el resto del verano en la Madriguera, aunque sospecho que el joven Ronald y la señorita Granger ya te habrán escrito con el mismo propósito. Si la oferta es de tu agrado, pasaré por ti el Sábado 29 de Julio a las 11 am, por favor utiliza esta misma lechuza para entregar tu respuesta, pues Hedwig es demasiado vistosa. Ten cuidado, no tiene muy buen carácter.
En otra nota, quisiera disculparme nuevamente por la forma en que te he tratado los últimos años. Tienes que saber que solo quería que pudieras llevar una adolescencia normal, o tan normal como puede ser en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Sin embargo, me he dado cuenta que ya no eres un niño al que deba proteger, sino un aliado en los oscuros tiempos que tenemos por delante. Y uno muy importante. Espero que puedas perdonarme, y si me lo permites, haré lo que esté en mi poder para ayudarte en tu camino.

Con mis mejores deseos,

Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore

Harry aun no estaba seguro que sentir sobre el anciano director. Sabía que debería enfrentarse a Voldemort, y la ayuda del único mago al que este ha temido era un punto a su favor, pero aun no podía perdonarlo completamente por la forma en la que le había ocultado su destino. Si solo lo hubiera preparado, desde un principio, para la tarea que debía cumplir, quizás las cosas fueran diferentes… Valoraba la intención de Dumbledore, a él también le hubiera gustado llevar una vida normal, pero no podía darse ese lujo, claro que no. Debería haber pasado los últimos 5 años de su vida entrenando y preparándose. Ese sería un tema que Harry tendría que discutir con el director la próxima vez que lo viera.
Rápidamente y cuidando de no acercar la mano demasiado a la lechuza de Dumbledore, Harry saco del baúl del colegio una pluma y pergamino, y se dispuso a contestar todas las cartas. Después de garabatear un par de palabras de agradecimiento para Ron y su familia, y asegurarles que estaba esperando con ansia verlos a todos, le aseguró a Dumbledore que aceptaba la oferta de los Weasley y que no le guardaba rencor por lo sucedido en años pasados. No sabía aun si eso era completamente cierto, pero no ganaría nada comenzando una discusión con el hombre que lo sacaría del calvario que era la casa de los Dursley.
Una vez hubo terminado ambas cartas, se concentro en escribir la tercera y más difícil de todas, dirigida a Hermione.

Hermione

Discúlpame. Si solo te hubiera escuchado, Sirius estaría vivo. No solo eso, por mi culpa tu también saliste lastimada. Sé que fui un estúpido este verano, pero no podía contestar tus cartas. ¿Cómo puedo hablarte, si yo soy la razón por la que casi mueres? No pude protegerte, ni a ti ni al resto de los que me siguieron ciegamente a esa batalla, su amistad y lealtad es mucho más de lo que merezco.
Y sin embargo, aquí estoy, porque este último mes en el que no hablamos ha sido uno de los peores de mi vida. Y créeme, hay mucha competencia en ese rubro. Estoy fuera de lugar al pedirte que me perdones, y entendería si quisieras alejarte de mí. ¿Quién no lo querría, después de todo lo que vivimos? Pero si puedes darme otra oportunidad, te prometo que nunca más dejaré que te lastimen. Tienes mi palabra.

Harry

Mentiría si dijera que no estaba preocupado al escribir la carta. No porque pensara que ella no lo iba a perdonar, sino por lo contrario. Porque sabía que lo perdonaría, y en la próxima aventura mortal que tuviera (no sirve de nada engañarse, el sabia que tendría una próxima aventura mortal), ella estaría a su lado, como siempre lo había estado. Pero esta vez, el haría lo necesario para protegerla, sin importar que fuera. No dejaría que aquellos que amaba siguieran sufriendo por su culpa.
Con ese pensamiento en mente, Harry se alejó de su escritorio, ato cuidadosamente las lechuzas a las patas de las respectivas lechuzas, y tras darle otro caramelo para lechuzas las envío a sus destinos. Después de seguir el vuelo de los animales con la mirada por unos segundos, cerro la ventana, le dio un caramelo extra a Hedwig que lo miraba con reproche ("No quiero ver otras lechuzas en mi reino") y, tras ponerse una remera más cómoda, intento dormir, al menos un par de horas.

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El día siguiente amaneció como cualquier otro, Harry se despertó a las 6 am, se vistió silenciosamente para no despertar a sus tíos ni a su primo, que roncaba en la habitación contigua, y bajo dispuesto a llevar a cabo su entrenamiento matutino, pero se topó con una criatura de escasa estatura y orejas puntiagudas esperándolo, sentado en el sillón en el que Vernon se relajaba y veía el noticiero tras un día de trabajo. Harry pudo imaginarse la cara que pondría su tío si sabía que había un duende en su casa y sentado en su sillón, y debió reprimir una sonrisa.
"Buenos días, señor Potter" Dijo el pequeño duende, incorporándose rápidamente
"Buenos días, esto… Griphook, ¿Verdad?" Contesto Harry extendiendo su mano y estrechando la de la criatura
"Así es, señor Potter. Es un honor que recuerde mi nombre. No muchos magos se molestan en ello" Dijo Griphook con la sombra de una sonrisa en su rechoncha cara "Estoy aquí por cuestiones oficiales de Gringotts. Debo pedirle que me acompañe hasta allí. Tengo entendido que aun no domina la habilidad de la aparición, solo tome mi brazo cuando esté listo y yo me encargare"
Inmediatamente empezaron a sonar alarmas en la cabeza de Harry. No desconfiaba del pequeño duende, pero no confiaba en el tanto como para seguirlo ciegamente. "Disculpe, pero se supone que no debo salir de la casa, no sin permiso del profesor Dumbledore" Mintió a medias Harry.
"Nunca está de más ser precavido, señor Potter, pero no debe preocuparse por mí. Los duendes somos imparciales en lo que respecta a conflictos de magos. Aun si quisiéramos, no podríamos participar para un lado o para el otro. No está en nuestra naturaleza"
Harry recordó que era cierto, pues ese tema había sido mencionado en Historia de la magia, y un poco más tranquilo, subió rápidamente a su habitación y cambio las ropas que utilizaba para sus ejercicios por una vestimenta más apropiada para el callejón Diagon. Dos minutos después y con su varita guardada en el bolsillo trasero del pantalón, donde podía alcanzarla rápidamente, bajo nuevamente preparado para acompañar a Griphook.
"¿Esta listo, señor Potter?" Inquirió el duende.
"Casi, se me olvido preguntarle cuales son los asuntos oficiales de Gringotts que necesitan mi presencia"
"Ciertamente, debería habérselo dicho antes" Replico Griphook "Señor Potter, ha sido declarado como un menor emancipado en el mundo mágico, tras la defunción de su padrino y guardián legal, Sirius Black, quien le ha dejado todo el patrimonio y riqueza de la familia Black a usted" Harry no pudo evitar estremecerse ante la mención de su difunto padrino pero Griphook no dio señas de notarlo "Y como tal, tiene la autoridad para declararse heredero y cabeza de las nobles y antiguas familias de Potter y Black".