PLANES

Pasaba apenas de medio día, Gilbert leía, en el sofá más cercano a la chimenea, cuando el ruso entró a la habitación y se acercó sigilosamente hasta él para hacerle un mimo en la mejilla con la propia —¿Qué lees?— preguntó tratando de dar un vistazo a las hojas en sus manos.

—Trabajo, nada importante, esperaba que llegaras— respondió el germano volteando a sonreirle mientras dejaba los papeles en la mesa frente a él con apenas un movimiento —Quiero ir a patinar al lago—. Ivan le besó la cabeza y rodeo el mueble haciéndose espacio para sentarse junto al albino quien se acomodó de espalda en su pecho y se rodeó a sí mismo con los brazos del otro.

—¿Sabes? Mientras patinamos podemos hacer planes. Estaría genial hacer una fiesta, ver a todos bebiendo y riendo para variar, además ¡Así podría lucirme haciendo una entrada espectacular!— levantaba brazos y piernas emocionado de tan solo imaginarlo —He estado practicando una coreografía con Polonia y los Bálticos, seguro que todos quedan muy sorprendidos Kezezeze~

—Uhjujuju, parece que ya no hace falta ir a ningún lado para planear algo, lo tienes todo cubierto— estrechó más a su amado e hiperactivo conejo, buscaba su rostro para besarlo cuando se escuchó el inoportuno sonido de golpes en la puerta. Gilbert se tensó de inmediato ante la proximidad de un tercero, se puso de pie ignorando el descontento de su compañero y, luego de alinear su ropa, se dirigió hasta donde llamaban y abrió luciendo su inconfundible sonrisa —¡Lituania! — saludó tan pronto vio al chico.

—Pru-Prusia, yo…— Toris se puso nervioso en cuando notó al eslavo mirándole molesto desde el sofá.

—Que oportuno Liet, ¿Sabes dónde está el equipo de patinaje? Saldremos un par de horas y ¡Siii! Sería fantástico que hubiera algo de borsch caliente luego de eso ¿Podrías hacerme ese favor? — hablaba sin parar haciendo gala de sus más expresivos ademanes para no dar tiempo a que se formara idea alguna en la cabeza del otro —Vamos, dime dónde buscar los patines— comenzó a avanzar haciéndolo girar y llevándolo consigo de regreso al corredor dando una última mirada a la nación en la habitación y dedicándole una dulce sonrisa antes de salir de su vista.

El ruso suspiró un tanto molesto al verse solo en el momento en que había deseado estar abrazando al prusiano, tratando de hacer que lo dejara besarlo. Pensó entonces en lo mucho que hacer una fiesta haría feliz a Gilbert, por mucho que para los demás no significara más que el acatar una mera orden cosa que al parecer, el albino no veía o prefería ignorar. Se acomodó a lo largo del sillón, mirando al techo, imaginando, a la espera de que su lindo conejo fuera a decirle que era muy lento y que se derretiría el hielo del lago si no se daba prisa. Sonreía tan solo de pensar en lo mucho que, desde hacía años, amaba a ese hombre, a ese, que fuera su tormento cuando niños pero cuya amistad siempre había significado tanto.