Bien, lo que es conocido como "Prefacio" en toda historia, lo decidí cambiar por algo así. Tendrá títulos al igual que su primera parte, que suplanten a los llamados Capítulos. Este es el más corto que verán de esta historia, espero les guste.
Isa
Gotas de lluvia
El inicio
Era una mañana lluviosa en California. Ese clima le recordaba el de Seattle, donde nunca dejaba de llover y donde estaban todos sus seres queridos. Ella miró el paisaje a su alrededor e hizo una mueca de asco, odiaba los tribunales. En ese lugar habían pasado los peores criminales del estado y algunos no tan malos, había visto mujeres pelear por custodias y por maltratos, en definitiva era una pequeña caja de pandora.
-Es una locura –comentó Sara monótona.
La rubia sonrió como respuesta sin apartar los ojos de la parte central de los tribunales. Había mucha gente caminando y haciendo fila para ingresar a las oficinas, la verdad era que la profesión elegida no fue fácil, ninguna lo era. Pero ser abogado era más un castigo que una profesión. Se debe aprender a mentir y a ser el más despiadado según el caso que le corresponda al abogado.
Ahora ella estaba allí, esperando por su turno al igual que otros. Toda la mañana esperando por una oportunidad, nada más y nada menso que ser representante de un caso. Era estrictamente obligatorio que los estudiantes de derecho visitaran los tribunales, al menos dos veces por mes. Para ella era la primera de la semana.
Como parte del juego, ninguno de ellos sabía quién sería el compañero del otro. Sara seguía esperanzada de tocar con Sam, pero ella sabía que su profesora tenía otros planes. De pronto, las puertas de la sala se abrieron dejando al descubierto a dos de sus compañeros. Mónica, la mejor de la clase, estaba traumatizada y su compañero que pertenecía a otro curso.
-Perfecto, es el turno de Samantha Carrigan y Natalia Leons –la rubia miró a su amiga y se disculpó con la mirada.
Sam no estaba nerviosa, solo quería salir de ese lugar tan deprimente. No malinterpreten sus acciones y reacciones. Sam amaba su carrera, pero tenía esa sensación extraña en su pecho desde hace una semana. Era una sensación molesta que no le permitía dormir, pero decidió culpar a su práctica profesional.
Ella caminó rápidamente hacia los primeros asientos, muy cerca de los abogados defensores, pero su profesora la detuvo. Le indicó que debía sentarse en el otro lado, donde estaban los abogados acusadores. A ella no le importó, después de todo, ambos lados eran excelentes prácticas para su profesión.
La sala quedó en completo silencio cuando el juez subió al presidio, cumpliendo todo el protocolo que eso conlleva. Sam buscó entre sus cosas una pequeña grabadora y esperó que el clímax iniciara.
-George Amaro se le acusa de robo, plagio y asesinato en primer grado… -informaba el juez aburrido, no había apartado la mirada de la carpeta.
-Abogados tienen la palabra –dijo el juez antes de iniciar.
El acusado fue llamado al estrado y comenzaron con las preguntas de rutina.
-Según los registros, tu condena más leve sería la de plagio y robo. ¿Está usted arrepentido de eso? –preguntó el abogado acusador.
Todo el lugar quedo en silencio cuando el sujeto comenzó a reír a carcajadas.
-¿Por qué no para con esta mierda y pregunta lo que de verdad quiere preguntar? –Sam frunció el ceño y negó con la cabeza, ese hombre era repugnante. – ¿Por qué no me pregunta cómo me goce a esa pequeña rubia y a su madre? –Sam quedó paralizada. Tenía que ser coincidencia, no podía ser verdad.
-Señor Amaro, está advertido. Responda las preguntas del abogado –el hombre sonrió antes de responder.
-No, no estoy arrepentido –dijo con arrogancia.
-Bien, el 23 de marzo del 2012 se encontraba en Seattle, ¿cierto? –preguntó el abogado ojeando su carpeta.
-Sí, yo y tres amigos más –dijo con descaro.
-¿Qué estaba haciendo ese día?
-Ajustando cuentas con la familia de un viejo amigo –respondió mordiéndose los labios, como si eso le causara placer.
Sam estaba nerviosa, no se sentía cómoda con ese caso y con ningún otro de ese tipo. Ella decidió levantarse y abandonar el lugar, no soportaría escuchar otra palabra más de ese hombre. Evadió la mirada de su profesora y comenzó a caminar hacia la salida.
-Sus hijas y su ex esposa eran nuestra recompensa, por tantos años de deuda –dijo con emoción. –Recuerdo el nombre de una de ellas…
La rubia hiperventilaba, el camino hacia la salida se hacía cada vez más lejos.
-Melanie era una de ellas… -Sam se giró en shock logrando que George ampliara más su sonrisa. –Justamente, tenemos a su contraparte presente. Sam Puckett, que buenos recuerdos traes a mí.
Natalia corrió hasta ella y la detuvo antes de caer. Sam sentía que todo su cuerpo estaba débil. Ella no recordaba todo de esa noche, ni siquiera recordaba los rostros de esos hombres. Pero que alguien vinculado con esa noche se lo eche en cara de esa manera, era más de lo que podía soportar. No quería escuchar más, no podía aunque quisiera, sabía que había personas a su alrededor y sabía muy bien quién era ese hombre.
Lo recodaba todo con tanta claridad, podía sentir como sus piernas flaqueaban y sus ojos se llenaban de lágrimas. En algún momento de su deplorable acto de desesperación, escuchó la voz de su profesora, pero no quiso prestarle atención. Ella sabía bien lo que se avecinaba, ya no sería la estudiante de Derecho presente en un juicio, ahora sería la testigo principal de un crimen. Algo que había olvidado en la parte más profunda de su cerebro.
Ahora solo sabía una cosa y eso era que estaba perdida. Ya no tenía escapatoria, ya no podía volver.
