¡Hola! :D Este es el primer fic que escribo, y espero que os guste y os haga reír mucho ya que he invertido mucho tiempo y esfuerzo en él. Y sobretodo he disfrutado mucho escribiéndolo 8D ¡Ahí va!
Capítulo 1: Hogar, dulce hogar.
- ¿Lovino? ¿Lovinoooo? ¡Lovino! -Aquellos llamamientos me despertaron de mi preciosa siesta. Mi querida madre me estaba llamando, a saber para qué. Tampoco me importaba. Le contesté un "¿¡Qué!?" con la voz más borde que pude poner. Oh, sí. Qué malvado era-. Lovino, sal de la cama, llevas todo el día... -Miré la hora. Las seis y media. ¿En serio? Sólo me estaba tomando una puta siesta. Como respuesta, volví a abrazar mi cojín con forma de tomate, dándole la espalda con el objetivo de regresar a mi hermoso sueño-. Lovino. Levántate inmediatamente. Tienes que hacerme unos recados.
¿Unos recados? Joder, cuando mi madre habla de "unos recados" se refiere a mandarme a sacar la basura, a comprar, a hacer la colada, cuidar de Feliciano... Feliciano. Se hacía raro no escucharle gritar. Se pasaba el día llorando por cualquier tontería, ya fuera pillarse el dedo con la puerta o que no quedara pasta... Bueno, ahí tenía razón, rayos. Que no quedara pasta era una emergencia grave en esta casa. Igualmente no deja de ser un inútil además de un gilipollas integral. Oh, amor familiar. No, pero es que el muy subnormal no sabe ni atarse los zapatos sólo. Aun así es el preferido de la casa, solo porque sabe dibujar, y el arte está muy valorado en nuestra familia. Estúpido. Apuesto cinco tomates a que es lo único que sabe hacer sin quemar algo, o simplemente molestarme.
Me voy de tema, (aunque en realidad no estaba hablando de nada en particular), aún no me he presentado. Vaya desconsideración por mi parte. Mi nombre es Lovino Vargas, y el tuyo no me interesa, bastardo. Tengo 19 años y vivo en Roma con el imbécil de mi hermano y mi madre. Odio esta casa y deseo irme cuanto antes. La convivencia en este antro cada día es más insufrible. Me iría, pero no tengo nada de dinero. Debería ir pensando en buscar trabajo...
- ¿Unos recados? -Contesté aún de espaldas a ella, esperando que su respuesta fuese lo suficientemente corta como para poder cumplir y seguir durmiendo. - Sí. Tienes que fregar los platos, sacar a pasear al perro y... Cuidar de Feli.
Me daba igual fregar, utilizaría el lavavajillas y listo, que para algo está. Me daba igual pasear al perro, lo prefería antes de que se cagase en casa y apestase a mierda. Pero, ¿Cuidar de mi hermano? Já, lo tenía claro mi madre si quería que cuidase de ese crío. Cada vez que tenía que cuidar de él no paraba de molestarme. Me solía hablar de sus mierdas. De toda la pasta que había comido ese día, de todas las chicas con las que había ligado... Y yo sin comerme un rosco. ¿Qué tenía ese maldito Feliciano que se las llevaba a todas de calle? Claro, el perfecto y encantador Feliciano. Cómo lo odio. Pero es mi hermano, al fin y al cabo.
- De acuerdo, de acuerdo, y no -Noté cómo me fulminaba con la mirada. Aún estando de espaldas, lo notaba. Sabía que lo estaba haciendo, pues es lo que hacía cuando me negaba a hacer algo-. Está bien... Pero si lo mato no es mi culpa -resoplé y me incorporé en la cama, frotándome los ojos.
- Si le haces algo a Feliciano estás fuera de esta casa, ¿Lo sabes? -Por supuesto, si fuese a la inversa, a él no le harían nada. Porque sí. Porque todo es culpa mía-. Y ahora me voy, que tengo cosas que hacer.
Por "cosas que hacer" se refiere a irse con sus amigas a cotillear. Porque no tiene vida. Cómo la odio.
Hice las cosas que me mandó y busqué a Feliciano para ocuparme de él, o al menos para comprobar que no había roto nada. Al abrir la puerta de su habitación me encontré con la sorpresa de que estaba sentado, relajado y pintando un cuadro. Se percató de mi presencia en cuanto cerré la puerta y se giró a ver quién era.
- Ahh... Fratello, eres tú, vee~
Ese "vee" era una especie de tic que tenía. Como lo detestaba. Vee por aquí, vee por allá... ¿Qué se creía, una puta oveja? No, las ovejas son más inteligentes que ese tarado.
- Pues claro que soy yo, anormal. ¿Qué coño haces? -Anda que yo también, vaya preguntas que hago. Pero de alguna forma tendría que romper el hielo, no me iba a quedar ahí mirando, joder.
- Vee~ Estaba pintando~
Me acerqué a ver qué hacía.
Ay.
Mi.
Madre.
- Feliciano... ¿Qué cojones es eso? ¿Por qué dibujas esas cosas? -En el lienzo no había nada más y nada menos que un cuerpo desnudo. DE UN HOMBRE. ¿Desde cuándo mi hermano era maricón? Joder, como se entere el abuelo se lía la del pulpo.
- Es un encargo, fratello~
- ¿Quién ha sido el o la depravada mental que te ha pedido tal mierda? -En cuanto dije la última palabra, me miró con cara de tristeza. Detestaba que me mirase así, me hacía sentir culpable...- Rayos, no me mires así...
- ¿No te gusta? -No estaba mal dibujado, pero... ¡Joder, que era un tío en bolas!- Me lo ha pedido un amigo de Francia, es muy simpático, vee~
Siguió dibujando su... obra, cuando vi algo que me llamó la atención y no pude reprimir gritar.
- JODER QUÉ CEJAS -me tapé la boca con la mano inmediatamente, no sé si por haber soltado un grito cuyos decibelios se consideraban contaminación acústica o por estar intentando aguantar la risa ante aquellas cejotas-. ¿En serio existe alguien así? -No pude evitar echarme a reír. Eran unas cejas enormes, y aún encima el tipo tenía un careto de cabreado... Más que un cuadro erótico, parecía uno cómico, porque no daba más que risa.
- Fratello... Vee~... -Se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Le había ofendido? Vaya, qué pena. Se puso a llorar. Esto no iba bien, no, no iba bien.
- Feliciano... No llores... -Le cogí de los hombros para calmarle-. Es... Es un cuadro muy... Bonito...
Su expresión cambió a una velocidad más que rápida y volvió a sonreír como un gilipollas.
- ¿En serio? ¿Te gusta? ¿Quieres uno? -Empezó a atosigarme con preguntas obvias. Obvias de respuesta negativa.
- NO. Guárdate tu... arte para el resto del mundo. No lo necesito.
- Hmm... Vee~ de acuerdo, fratello~ Suspiré y seguí ahí, mientras esperaba a que volviese mi madre para poder irme a tomar por culo un rato.
Tras dos horas, mi madre volvió de su marujeo, gritando mi nombre por toda la casa. La ignoré y seguí contemplando la "obra" de mi hermano. Feliciano había acabado el cuadro. Era... Era... Jodidamente horrendo. Ese tipo era feísimo, pero no iba a decirle eso. En cambio, le dije que me parecía que plasmaba la belleza natural del cuerpo humano y todo eso. Utilicé todo tipo de palabras complicadas para que no me entendiese, así no se daría cuenta del asco que me producía... eso. Escuché la puerta abrirse. Era mi madre, eufórica con un papel en la mano. Parecía un ticket... Tampoco le di mucha importancia.
- Lovino. A la puta calle -Me quedé de piedra cuando me dijo eso. ¿QUÉ? ¿A LA PUTA CALLE?
- ¿Qué demonios he hecho ahora? -Le pregunté de mala gana.
- Perdón, he sido brusca -Anda que si fue brusca. Se acercó a mí con una sonrisa en los labios, entregándome aquel papel, que resultó ser un billete de avión-. Te vas a España. Un buen amigo de allí ha conseguido un trabajo para ti. Ya estás haciendo las maletas.
Espera.
Yo.
A España.
¿¡QUÉ!?
Bueno, era trabajo, lo que más necesitaba... También necesitaba independizarme... ¡ESPERA!
- ¿¡A España!? ¿Y dónde coño viviré?
- Ah, no te preocupes. Mi amigo tiene una habitación libre en su apartamento. Sales mañana de aquí.
- ¿¡Mañana!? P-Pero... ¡No me da tiempo! ¡Joder! -Salí disparado a mi habitación, dispuesto a empaquetar todo. No sé si esto era una buena o una mala noticia. Sí, abandonaba este lugar, una suerte. Pero me iba a vivir con un tío que no conozco de nada, seguramente uno de los innumerables novios de mi madre. Y sí, resulta que mi madre es muy guapa, hay que reconocerlo, y ligaba mucho. Cada vez traía a un hombre distinto a casa. Estaba ya casi acostumbrado a escucharla con su ligue haciendo... Cosas impuras. Y bueno, que yo también soy muy guapo, algo he sacado de ella, coño. Pero no ligo tanto... ¡Porque no quiero! ¿Vale? Estoy bien así. Y hablando del viaje... ¡Joder! Podría haber avisado... Aunque no estaba del todo mal, al menos me podría desprender de mi no querida madre y sus aventuras con sus queridos pretendientes. Espero que me dé algo de dinero para vivir... Y también espero que el bastardo ese con el que me quede no sea muy tacaño. Porque como lo sea voy listo.
A saber lo que me espera. ¡España, allá voy!
