Un encuentro casual
Ino Yamanaka siempre había estado convencida de que Kiba Inuzuka sólo se había casado con ella porque estaba embarazada. Y eso quedó confirmado cuando Kiba se marchó del pueblo para perseguir el sueño de convertirse en piloto de carreras en cuanto ella perdió el niño. Ino había seguido adelante con su vida desde entonces. Se mudó a la gran ciudad y se convirtió en organizadora de bodas, ayudando a las novias a tener el gran día que ella no pudo tener. Imagina su sorpresa cuando al mirar hacia el pasillo de la iglesia durante una ceremonia se encuentra con los ojos de su marido. ¡Un hombre del que no había vuelto a saber nada en siete años!
CAPÍTULO 1
Ino Yamanaka miró su reloj. Todo iba como esperaba. Con cara de satisfacción, sonrió a la novia que esperaba, nerviosa, mientras le colocaba la falda del vestido para que cayera como debía. La cola estaba bien estirada, el encaje y los bordados brillantes bajo la luz de la lámpara.
El padre de la novia se aclaró la garganta.
-¿Qué hora es? -preguntó.
-Dentro de un momento empezarán a tocar la marcha nupcial, ese será su pie -contestó Ino. Después de cinco años dirigiendo bodas grandes y pequeñas, estaba segura de que todo iba a salir bien.
Hinata Hyuuga estaba radiante y Ino sitió que se le encogía el corazón, como le pasaba en casi todas las bodas al recordar la suya, una ceremonia celebrada a toda prisa en el Ayuntamiento de Tokio. Siempre había soñado con una boda de lujo, con un vestido hecho especialmente para ese día, media docena de damas de honor y un banquete con parientes y amigos que no terminase hasta el amanecer. No había tenido nada de eso. Por esa razón intentaba que para sus clientes fuera un día perfecto.
El organista empezó a tocar la Marcha Nupcial de Lohengren. Las conocidas notas llenaron el interior de la catedral, resonando con tal fuerza como para ser escuchadas en la calle por los turistas y los vecinos. Ino sonrió, contenta.
-Te veré aquí después de la ceremonia, Hinata -le aseguró-. Haremos las fotografías en el altar y luego iremos al banquete.
Mientras la novia avanzaba por el pasillo de la vieja catedral, Ino observaba desde la puerta. La iglesia estaba llena hasta los topes. Hiashi Hyuuga era concejal del Ayuntamiento, patrono de la Opera y uno de los hombres más ricos de Tokio. Su única hija iba a casarse con un hombre que él consideraba adecuado, de modo que había tirado la casa por la ventana.
Ino miró entonces al novio, que sólo tenía ojos para Hinata, y sonrió de nuevo. Aquello iba a ser perfecto. Luego miró a los invitados y se fijó en un hombre, situado en los bancos destinados a los parientes del novio, que era más alto que todos los demás. Cuando volvió la cabeza sus ojos se encontraron y, por un momento, a Ino se le paró el corazón.
No podía ser. Le parecía como si la iglesia diera vueltas... Era una coincidencia, alguien que se parecía a Kiba. No podía estar allí. Estaba en algún otro sitio, arriesgando su vida en su Fórmula Uno, conduciendo a velocidades de vértigo.
Estuvo a punto de acercarse a él, pero el sentido común se lo impidió. Y entonces, guiñándole un ojo, él se volvió hacia el altar.
Ino se olvidó de todos los detalles que había que controlar para que la ceremonia y el banquete fueran un éxito. Estaba sin aliento. ¿Qué podría estar haciendo allí Kiba?
Había fantaseado muchas veces con ese encuentro. En sus fantasías, a veces le daba tal bofetada que le volvía la cara. Otras veces, fingía no saber quién era y luego recordaba por fin, como si fuera alguien sin importancia. De vez en cuando, se atrevía a fantasear que volvía porque no podía vivir sin ella. Pero eso estaba tan lejos de la realidad que no solía dejarse llevar por un sueño tan tonto.
Ino volvió a la antecámara, deseando no haber visto lo que había visto. Era imposible que su marido, el hombre con el que se había casado siete años atrás, el que la había abandonado dos semanas después de la boda, hubiera vuelto de repente.
