-Llegué.

Me abrió la puerta, y me di cuenta en seguida que había estado llorando. Ella lo detectó, porque en seguida me dijo:

-No pasa nada.

Me acerqué y le acaricié la mejilla.

-Sí que pasa.

Se deshizo de mi mano y cerró la puerta tras de mí, mientras repetía:

-No ha pasado nada.

Terco, pero yo sabía que algo había pasado, y aunque ella no supiera porqué, también sabía qué ocurría.

-Te ha hecho algo. –Esa fue mi sentencia, y lo dije apuntando al retrato colgado en la pared de la sala. Éste mostraba a un hombre rubio, de tez blanca y ojos grises.

-Ha sido un mal entendido –Se excusó, y entonces vi en su brazo, un moretón. Le tomé el brazo, cansado, y le dije:

-Te ha pegado otra vez.

Él hacía eso demasiado seguido, y ella no me permitía decirle nada. Ni ella le decía nada. El miedo la inundaba cada vez que él llegaba a la casa, cada vez que se le acercaba.

-Sí, pero ya te dije que ha sido un mal entendido. –Me dijo mientras subíamos a su habitación, donde pasábamos horas siempre.

-Tienes que frenarlo. Siempre 'han sido malos entendidos' pero esos malos entendidos van a terminar por matarte. Siempre te pega Mione, y tú no haces nada.

-Yo lo quiero –Afirmó mientras se sentaba en la cama

-Si tanto lo quisieras, no lo engañarías conmigo –Sentencié quitándome la capa.

-Lo quiero, pero a ti te amo. No lo puedo dejar, soy lo único que tiene.

Parecía compadecerse de él, parecía compadecerse del hombre que desde que se habían casado hacía ya cinco años, le pegaba. Ella siempre alegaba que eran malos entendidos, pero cada vez la cosa era peor. Al principio llegué a su casa como su mejor amigo de toda la vida, como su consejero, como la persona sobre la que ella lloraba. Luego, la desesperación nos fue ganando, y terminamos acostándonos juntos, engañando ella a Draco y yo a Ginny. Todo empezó con un beso, que ninguno de los dos paró, porque las ganas de ella de sentirse amada y las mías de demostrarle que no estaba sola, que sí había alguien que estaba enamorado de ella, y que ese alguien era yo no nos permitieron parar ese momento, en el que la pasión se apoderó de nosotros. Se fue haciendo costumbre, todos los días a la misma hora, mientras Draco no estaba yo iba a su casa, y casi siempre la encontraba llorando, porque él le había pegado otra vez.

-Ya veo, eres lo único que tiene –Dije enojado -¿Y te pega? ¿Así te demuestra que le importas? ¿Pegándote?

-Solo está teniendo un mal momento, es todo.

-Hermione reacciona, hace cinco años que está teniendo un mal momento. Te quiero, y no soporto que él te haga esto, no soporto que tú lo defiendas cuando él te maltrata todo el tiempo.

Hermione no dijo nada, siempre llegaba ese momento, en el que ella se quedaba callada, y no decía nada. Ahí era cuando yo me acercaba, y le susurraba al oído que lo dejara, que ella y yo podíamos ser felices, pero me decía que no. Entonces, yo le daba un beso, y ella deslizaba sus manos hacia mi cuello, mientras yo la iba haciendo mía poco a poco, mientras yo la saciaba de placer, haciéndola casi tocar el cielo, haciéndola sentir querida. Hacíamos el amor de una forma exagerada, de una forma que solo el condimento de lo prohibido y el querer escapar de los problemas nos querían brindar. Hacía mucho tiempo que él no la hacía sentir así, hacía mucho tiempo que él no le hacía el amor, hacía tiempo que nada más tenían sexo.

Después de terminar, dormíamos un par de horas, cuando abría los ojos era hermoso verla conmigo, su figura recortada en las sábanas, dormida, parecía estar tan en paz en esos momentos, parecía olvidar el llanto, parecía olvidarlo.

-Te amo –Le decía cuando ella abría los ojos, volviéndola a besar.

-Yo también te amo –Me respondía ella.

Luego me iba, con la sensación de estarla dejando en un abismo, él volvería en una hora, o quizás dos, y ella volvería a sufrir.