¡Hola a todos los que se atrevieron a abrir este fic! Les doy la bienvenida a otro singular HaoxLyserg. Esta vez no es mi idea la que se desarrolla en el texto sino la de Ritzud Alid, a quien por cierto dedico el fic.

Esta historia está basada en el anime, sin embargo, he tomado ciertos elementos del manga para explicar ciertas acciones de los personajes. Por ejemplo, Jeanne tiene poderes curativos a través de la energía espiritual, justo como el maga. Si alguien tiene una duda, por favor pregúnteme con toda confianza n.n

Espero que esto sea del agrado de todos y por favor, dejen reviews para alentarme a continuarlo. ¡Saludos!

Capitulo 1: Suplicio

-¿Qué demonios…?- Tartamudeó Lyserg al contemplar lo maléfico del lugar. La sangre, el sudor y los cuerpos en putrefacción lo asquearon al punto de llevarlo a las nauseas. Los aun vivos lo llamaban pero hubo uno de ellos que le llamó más la atención.

::: Flash Back :::

La espada lo atravesó por la mitad y lo hizo desaparecer… o al menos eso creía Yoh, quien no reparó en buscar el cuerpo de Hao después de la batalla. Podría ser más bien por el cansancio de su cuerpo o por la seguridad de que su gemelo ya no estaba en este mundo. Los que si encontraron a un Hao moribundo fueron Jeanne y Marco, quienes a pesar de que sabían que la batalla final ya había sido interrumpida y terminada no quedaron conformes con el resultado.

Así fue como Hao fue arrastrado primeramente hacia una habitación en la guarida de los X- Laws.

-¿Qué más quieren? Ya lo he perdido todo…- murmuraba Hao por debajo, no podía sentir su cuerpo aun cuando su brazo derecho casi era dislocado de su hombro debido a que Marco se servia de él para jalarlo sin piedad.

- Muriendo y viviendo de nuevo no remediaras todo el daño que has hecho.- contestó Marco con odio.

- Restauraremos tu alma Hao, la liberaremos de la carga que implica el sufrimiento de todos los que dañaste.

-Eso… eso es una tontería…- susurro casi imperceptible.- que diminutos…

Jeanne abrió una puerta al final del pasillo. La pequeña habitación se encontraba a obscuras y la doncella de Hierro prendió el caléndelo que llevaba con ella para iluminarla y descubrir la Iron Maiden en todo su esplendor.

-No…

-Descuida Hao, esto no dolerá tanto como lo que te espera.- Marco rió gustoso mientras paraba a Hao quien luchaba inútilmente con las pocas fuerzas que le quedaban.

-Sólo será temporal.- dijo Jeanne tratando de suavizar las cosas.- No temas morir, te mantendremos con vida hasta que tu alma sea salvada.- Marco introducía el cuerpo del shaman en la cámara mientras él replicaba al sentir el dolor de las espinas.- Rezare por ti…

Y así todo quedó en completa oscuridad lo que hizo más claro el dolor que se extendía por todo su cuerpo. Ojala pudiera llegar a la muerte en ese mismo instante, sin embargo, su poder espiritual no era el suficiente para curarlo o para permitirle morir a voluntad. Dejo escapar un grito cuando trato de cambiar de postura. No le quedaba más que aceptar el dolor y esperar hasta que se diera la oportunidad de escapar de esos maniacos.

Por desgracia para Hao la Iron Maiden fue trasportada hasta otro lugar de los Estados Unidos sin que él supiera donde se encontraba. Tan sólo tuvo la noción de esto por el increíble movimiento que presenciaba dentro de la cámara de tortura lo que le hacia suponer que se estaba moviendo. Estaba rendido cuando por fin destaparon la pequeña prisión.

-Qué horrible hedor desprende esta cosa.- comentó Marco tapándose la nariz. Hao abrió los ojos para divisar que se encontraba en un lugar totalmente distinto. Las paredes inmaculadamente blancas solo se interrumpían por una pequeña ventana alta con barrotes y una puerta de metal. Las espinas que rodeaban el cuerpo de Hao se extendieron para permitir que este cayera de golpe al piso. No tenia fuerza si quiera para levantarse, sabía que había bajado de peso por la carencia de alimentos y que estaba por demás sucio y enfermo. En sus largas vidas jamás se había encontrado en una situación tan repulsiva y denigrante. Por primera vez en mucho tiempo se sintió como el humano mortal que realmente era.

-Marco…- la doncella Jeanne entró a la habitación y divisó el cuerpo de Hao.- Ese estado es el perfecto. Procura darle un baño y algo de comer. Después ya sabes que hacer.- bajo la vista hacia a Hao. – descuida, tu alma ya comienza a sanar pero aun le falta mucho camino. Las almas que dañaste o asesinaste sin piedad aun no son cobradas como se merecen.

No pudo contestarle nada, pero su mente le gritaba un sin fin de groserías en todos los lenguajes que conocía. Marco cerró la puerta de la Iron Maiden mientras Jeanne salía de la habitación. El rubio tomó a Hao en sus hombros cómo si tratara de un costal, al estar en lo alto su mirada se topó con algo peor de lo que imaginaba: la alcoba estaba repleta de instrumentos de tortura (algunos aun cubiertos de sangre), moribundos y cadáveres por igual. Algunos de los que todavía vivían lo voltearon a ver con lastima y dolor.

Marco lo llevo a una bañera perfectamente limpia y llena de agua en un rincón de la habitación. Primeramente lo dispuso en el banco de madera al lado de ésta para quitarle la ropa lentamente. Colocó todas las prendas en una cubeta de hierro y cargó de nuevo a Hao para sumergirlo en el agua caliente. En lugar de sentir alivio, Hao dejó salir un gritó de dolor al sentir como sus heridas eran tocadas por el agua. Esta vez, Marco se sentó en el banco y humedeciendo un poco el jabón, acto seguido comenzó a hacer con él una espuma que después pasaría por todo el cuerpo de Hao. Él, que no había llorando antes delante de nadie, comenzó a derramar lágrimas sin poder impedirlo: le dolía todo el cuerpo como si le hubieran clavado un fin de agujas, estaba a merced completa de sus peores enemigos y toda su dignidad había sido aplastada. Lo peor de todo es que sabía que lo peor aun no pasaba y ya no tenia fuerza para nada, ¡ojala le dejaran morir ya!

El rubio se secó las manos con una toalla una vez que considero que su victima ya se encontraba limpia. Levantó a Hao de la tina sin ninguna resistencia por parte de éste, lo colocó en el banco de madera donde lo seco con la toalla con la que antes se había limpiado él mismo. Cuando termino dejó a Hao "sentado" y se dirigió al armario de donde sacó una túnica blanca que le puso al castaño.

-Bien, ahora espérame aquí. Te traeré algo de comer.- Marco se encaminó hacia la puerta dejándola medio abierta, a pesar de ello, ninguno de los presentes hizo ningún esfuerzo para escapar. Hao contempló sus pies en el suelo, incluso estos estaban llenos de heridas, ¿Qué seria de él? El soldado X regreso con a penas un plato de avena que dio cucharada por cucharada. El cuerpo de Hao respondió de inmediato comiendo con la mayor prisa posible, sin embargo, Marco trataba de darle la comida con la mayor calma posible.

Cuando este ritual acabo, el adulto tomó de nuevo el cuerpo de Hao y lo llevó hacia una de las paredes cubierta de una enrome cantidad de grilletes. El shaman de fuego tan sólo inclinó la cabeza aceptando sin ninguna esperanza. Sus dos manos fueron sujetadas por los dos grilletes, colocándolo de frente a la pared. En ese momento entró la doncella de hierro y se acercó cautelosamente a donde Marco se encontraba.

-¿Ya esta listo, Marco?- el aludido asistió y agitó su látigo lo que hizo que Hao cerrara los ojos sabiendo lo que le esperaba.- Que bien. Ahora, Hao Asakura, sentirás el dolor en piel de todos aquellos a los que has afectado a lo largo de toda tu existencia.

-¿Comienzo ya, doncella-sama?- Jeanne asistió y una fuerte escarmiento comenzó. Los golpes del látigo y los gritos del castaño se juntaban con las oraciones que la doncella recitaba en voz alta. Por más que lo intentara, el dolor que generaba el látigo en su piel no hacia que se arrepintiera de ninguna forma, tan solo incrementaba el odio que sentía a toda la humanidad. ¡Como amaría tener su poder espiritual! Seguro que se liberaría y quemaría todo lo a su alrededor. Un nuevo golpe lo hizo olvidar lo que estaba pensando, de hecho, lo hizo olvidar todo menos el dolor.

Marco dio otro golpe antes de darse cuenta que Hao había caído inconciente. Jeanne termino santiguándose mientras el rubio enrollaba el elegante látigo gris ahora cubierto de sangre.

-Por fin pagara este desgraciado.- musitó Marco escupiendo al cuerpo inherente de Hao.

-No hables así, Marco.- reprendió la doncella mientras veía la tosca postura que había adquirido el cuerpo de su prisionero.- No estamos aquí para condenarlo sino para que rectifique todo lo que ha hecho. Sólo espero que algún día todo esto sea suficiente para pagar todo mal que cometió.

Jeanne salió de la habitación mientras Marco limpiaba el látigo. ¿Salvación de su alma? ¡Tonterias! Eso solo seria el preámbulo de su infierno, un infierno que él mismo se busco. Observo el cuerpo de Hao, sabía que no debía dejarlo así pero un día atado contra la pared no mata a nadie, ¿verdad? El soldado rió por debajo y salio del salón.

Es inútil describir las diversas torturas otorgadas a Hao: el cuarto estaba repleto de instrumentos distintos y tal parecía que la imaginación de Marco mejoraba a medida que se otorgaban los castigos. Como sea, al finalizar dos semanas de escarnios, el shaman de fuego se adapto a casi todo; los golpes, el dolor, las diferentes formas de maltrato, los indignantes baños de Marco, la escasez de comida y los rezos inútiles de Jeanne. Sólo no podía adaptarse a hedor de la habitación, que por más que era lavada siempre dejaba un rastro de muerte.

Hacia la tercera semana su cuerpo ya era inservible y tanto su alma como voluntad se hallaban doblegadas. Toda esperanza que hubiera almacenado ahora era algo ridículo e incluso su mente llego a ser algo obsoleto. ¿Qué quedaba del que alguna vez fue el increíble shaman Hao Asakura?


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