¡Hola a todos! Al fin mi alma es libre de la Universidad (?)Así que creo que puedo estar mucho más seguido por aquí uvu. Y para empezar traigo este nuevo TsukkiYama (?)

Sin más por el momento, disfrútenlo. Espero sea de su agrado. Y también espero sus reviews, pls :D

Si Haikyuu fuera de mi propiedad, todo esto sucedería de verdad. Nada me pertenece, todo es de Haruichi Furudate.

Invierno

Nieve, neblina, narices y cuerpos fríos, ah, al fin había llegado el invierno.

Un invierno muy frío, el más frio que había sucedido en el transcurso de la joven vida de Yamaguchi Tadashi. Pero el que fuera asi de frio no negaba el hecho de que esa temporada era perfecta…los paisajes de la ciudad se volvían tan lindos con el manto níveo que los cubría y el viento siempre frio acariciaba las pecas de sus mejillas, simplemente le encantaba.

Ese día era el último día de clases, las vacaciones habían llegado, lo que era siempre un sinónimo de quedarse en casa durmiendo todo el día, o lo que era aún mejor, ir a casa de Tsukishima y quedarse todo el día viendo TV y a veces leyendo con su mejor amigo alguno de esos libros sobre dinosaurios que tanto le gustaban a "Tsukki".

Su mejor y también su único amigo…era algo que siempre pensaba.

«Aunque puede que eso esté cambiando…» Pensó. Y es que Yamaguchi llevaba varios días guardándose un pequeño secreto…

Tsukishima le gustaba.

O al menos eso pensaba, jamás había sentido eso y no sabía si debía nombrar "enamoramiento" a "eso" que tanto lo aquejaba y confundía.

Lo que si era cierto era que desde hace un poco tiempo Yamaguchi había empezado a ver a Tsukishima de una forma menos "amistosa".

En las prácticas del equipo por ejemplo, había momentos en los que su atención se desviaba de todos y se la pasaba mirando a Tsukki por un largo rato…y a veces, aunque no le gustara mucho admitirlo, bajaba un poco la mirada para contemplar las piernas desnudas de su amigo, pese a que siempre regresaba la mirada totalmente avergonzado después de varios segundos de espionaje.

A veces, durante las noches, le gustaba amontonar unas cuantas almohadas y abrazarlas fuerte mientras imaginaba que era Tsukishima a quien abrazaba. Algunas otras noches iba más allá. Cerraba los ojos y besaba alguna de esas almohadas pensando que era su enamorado quien lo besaba. Unas pocas, escasas, casi nulas noches, cruzaba el límite y hacía algo que él jamás había hecho, antes de dormir le llegaba una oleada de recuerdos del día y siempre recordaba a Tsukki sudando, o a Tsukki saliendo de las duchas, o Tsukki cambiándose de ropa. Y entonces sentía los pantalones más ajustados y la temperatura del cuerpo le subía a niveles insólitos. Solo entonces procedía a hacer lo obvio, o sea, tocarse por un buen rato pensando en Tsukishima.

Asi era Yamaguchi, y asi era su enamoramiento. Bobo, tierno, muy tímido y en pocas ocasiones, algo lascivo.

Ya estaba llegando a la escuela, iba caminando solo por la acera ya que Tsukishima había enviado un mensaje muy temprano avisando que probablemente no iba a poder asistir a clases por una fiebre algo grave. Desde luego al momento de recibir tal mensaje Yamaguchi sintió dos cosas. La primera fue una enorme felicidad por el mensaje en si, y la segunda fue un desánimo porque tal vez durante todo ese día no podría admirar la belleza que él solo veía en Tsukishima. De todas maneras, aunque el día fuera aburrido sin él, al menos ya tenía la excusa perfecta para ir durante la tarde a casa del rubio. Y eso lo hacía sentir más ansioso que nada.

Al ser el último día, el aprendizaje en clases era casi nulo, casi todo eran despedidas, buenos deseos y tareas para vacaciones de parte de los profesores. Incluso la práctica del equipo se canceló.

Cuando las clases terminaron, Yamaguchi salió tranquilamente de la escuela, decidió que sería una genial idea llevarle a su enamorado varias medicinas, y algunas bolsas de esos dulces de fresa que tanto le encantaban al susodicho.

«¡De seguro le encantarán!» Pensó emocionado mientras iba caminando y tarareando rumbo a la casa de Tsukki.

Ya faltaba poco para verlo, para ver sus lindísimos ojos dorados, sus gafas gruesas, su cuerpo delgado, y también quedaba poco para escuchar esa preciosa voz que lo derretía por dentro. Al pensarlo, automáticamente aumentó la velocidad de sus pasos.

Y al cabo de unos minutos, ya se encontraba frente a la casa de Tsukishima.

Apretó el puño con el cual sostenía la bolsa de dulces y medicinas, y se acercó a tocar.

Cual fue su sorpresa al darse cuenta que el portón estaba sin candado, dudó unos segundos pero al final terminó abriendo suavemente, entrando en la casa.

Su siguiente obstáculo fue la puerta principal la cual sospechosamente también estaba sin seguros ni nada por el estilo.

«Los viernes no hay nadie en casa, es muy raro que todo esté abierto» Dijo para sus adentros mientras pensaba en que tal vez se estaba comportando como un ladrón en esos momentos.

Abrió y entró en la casa al fin, tal como lo esperaba no había nadie en casa. Todo estaba muy tranquilo y muy callado.

Pero ese silencio se turbó cuando escuchó un violento ataque de tos que venía de la planta alta de la casa. Si, había encontrado a su príncipe.

Lento pero muy emocionado, comenzó a subir las escaleras y siguió por el pasillo hasta llegar a la habitación de Tsukishima. Tocó una, dos, tres veces y el rubio no atendía, solo se escuchaban sus violentos ataques de tos. Luego de contar 4 ataques, abrió la puerta sin permiso y entró.

La escena que encontró era una mezcla de muchas emociones.

La habitación estaba tan ordenada como siempre, pero estaba más caliente, mucho más cálida que de costumbre. Solo el suelo estaba repleto de pañuelos desechados.

Lo que más captó su atención fue el bulto que ocupaba la cama de Tsukki, un enorme bulto cubierto de cobijas y edredones esponjosos.

Si tan solo aquel bulto no hubiera tosido violentamente, jamás se habría dado cuenta de que al fondo de todo ese enredo de cobijas se encontraba Tsukishima.

Se acercó a la cama y dejo la bolsa que llevaba en el suelo, el aspecto de Tsukki no podía ser mas…¿encantador?

El rubio estaba algo pálido, sus mejillas estaban todas rojas y su nariz igual, estaba dormido, pero su rostro reflejaba una rarísima tranquilidad. Se veía más atractivo que nunca.

El impulso de tomarle una foto fue incontrolable.

«No creo que tenga nada de malo, no se la mostraré a nadie de todos modos» Sonrió mientras sacaba el teléfono y tomaba la fotografía a la velocidad de la luz.

Pero hubo un fallo en el plan.

El sonido de la cámara fue más alto del que esperaba. Asustado, intentó alejarse pero en ese momento sintió una mano que le sujetó la muñeca.

«No me mates, no me mates, no me mates» Fue lo único que pudo pensar en ese instante.