A possibility for joy

DATO: en esta historia Castle y Beckett se conocieron en las mismas circunstancias que todos conocemos, pero decidieron darse una oportunidad desde el principio, por lo que toda la historia que hay detrás de este fic no tiene los mismos tiempos que en la serie. Alexis no existe.

El loft está en completo silencio y Kate duerme plácidamente. No se percata de que una personita se acerca a ella en puntillas para no hacer ruido. En los últimos pasos hasta la cama coge velocidad y se tira en ella, comenzando a saltar.

-Vamos mamá, despierta.

-Jamie, para- dice la inspectora aún adormecida y en tono de queja.

-Levanta, levanta, levanta. Hoy es el gran día- dice zarandeándola de los hombros.

Con un rápido movimiento, Kate tumba a su hijo y comienza a hacerle cosquillas. Provocando una gran carcajada en el muchacho y una sonrisa en la madre.

-No, mamá. Para, para…

-¿Ahora eres tú el que me dice que pare? ¿Y si no quiero?

-Para, por favor…me rindo, me rindo.

El llanto de su hija en la planta superior detiene a Kate.

-Hemos despertado a tu hermana- mira a su hijo, quien la mira con las manos en la boca, como si hubiera hecho una trastada.

-Voy yo- salta de la cama y sale corriendo de la habitación.

Kate se ríe ante el entusiasmo de Jamie por ir a ver a su hermana.

Nunca ha habido problemas entre ellos, de lo que Kate se siente muy afortunada. Siempre se han llevado bien, lo que no suele ser habitual entre hermanos. Desde el minuto uno en que Vera nació, Jamie se comportó como un perfecto hermano mayor. Nunca había visto a un niño de seis años darle tantas atenciones a un bebé.

Por costumbre Beckett mira a su izquierda, donde ve el sitio vacío de Castle, quien regresa hoy de una pequeña gira presentando su nuevo libro, el primero tras finalizar la serie de Nikki Heat. Espera que llegue a tiempo para el partido.

Kate sale rápida detrás de su hijo al recordar lo sucedido la última vez que el muchacho quiso coger a la pequeña de la cuna.

Tiempo después, sienta a Jamie y a Vera a la mesa frente a sus respectivos platos de cereales.

Como todas las mañanas, mientras se toma un café, Beckett inicia su ritual y observa a sus hijos, como queriendo hacer una fotografía mental del momento y guardarla para siempre en su memoria. Es en estos ratos cuando se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y lo rápido que crecen sus hijos. Le parece que fue ayer cuando pasaron la primera noche con Jamie o Vera en casa, y ya hace seis y tres años de eso.

También reflexiona sobre lo mucho que ha cambiado su vida en los últimos diez años. Conoció a Castle, se enamoró y a los tres años la noticia inesperada de que estaba embarazada. Se asustó mucho, pero los miedos desaparecieron al ver la reacción de Rick, quien al principio se sorprendió, pero luego daba saltos de alegría. Supo que con él a su lado todo sería más fácil.

Al poco tiempo Castle se le declaró, pero le rechazó argumentando que ya tendrían tiempo para casarse y que a los gastos que tendrían con el bebé no quería añadirle los de una boda. Y así seguían desde entonces.

A los dos o tres años de nacer Jamie pasaron por una profunda crisis, de la que consiguieron salir gracias a su pequeño ángel, Vera. La noticia de su llegada les hizo ver que no podían tirar la toalla al mínimo obstáculo y que tenían que luchar por su familia. Salieron del paso más fuertes que nunca y con su amor fortalecido.

El sonido de su móvil la trae de vuelta a la realidad. Acaricia el pelo de sus hijos al pasar por detrás de ellos para ir a la habitación, donde se lo ha dejado olvidado.

Justo al entrar la llamada se corta. Al mirar el listado de llamadas ve que se trataba de Castle. Le da a rellamada y espera a que conteste.

-Hola, cariño. ¿Te he despertado?

-Hola, amor. No, ya llevamos un rato levantados.

-¿Los niños también?- dice sorprendido. –Es temprano.

-Sí. Jamie ha sido el primero. Está muy emocionado con el partido de esta tarde y creo que apenas ha dormido.

Ambos se ríen y Kate oye de fondo a Mara, la ayudante de Rick e hija de su editor.

-Normal. Es su primera final.

-¿Llegarás a tiempo? Jamie espera verte.

-Sabes que no me lo perdería por nada del mundo. Solo me queda una presentación en Washington a mediodía, asique si no hay retraso en el vuelo llegaré a tiempo. ¿Me pasas con él?

De vuelta en la cocina, Kate pone el altavoz y deja el móvil sobre la mesa.

-Papá está al teléfono- informa a sus hijos. Jamie enseguida lo coge y lo sitúa más cerca de él y Vera.

-¡Hola, papá!

-Hola, campeón.

-¡Papi!

-Hola, princesa.

-¿Vendrás al partido?- pregunta Jamie.

-Hijo, es tu gran día. Nada me impedirá estar allí. Te lo prometo.

Su gran día. La final de la liga infantil de baseball de la ciudad.

Desde pequeño, Jim le había inculcado a su nieto su pasión por aquel deporte y como consecuencia el niño era tan o más aficionado que su abuelo. No paró de insistir hasta que consiguió que sus padres le apuntaran a un equipo, y allí llevaba ya un año.

-¿Y sabes qué?- seguía hablando el pequeño Castle. –En un rato va a venir el abuelo…

-¡Abu!- grita Vera, interrumpiendo a su hermano.

-Calla, Vera. Nos vamos a ir todos al parque y yo voy a practicar con él.

Beckett se mantiene apartada, pero atenta a la conversación. Se encuentra apoyada en la barra de la cocina con la taza de café entre las manos. Se ríe al ver a sus hijos interactuar.

-Eso es genial, Jamie. Te vendrá bien para el partido, y recuerda lo que te dije: relaj…

-Que me relaje y confié en mí mismo. Lo recuerdo- lo dice con tonillo.

-Bien. Dile a mamá que se ponga.

-Vale- coge el móvil y lo alza hacia su madre. –Mami.

Kate lo alcanza y le quita el altavoz antes de colocárselo en el oído.

-Hey...

-Kate, me reclaman. Tengo que colgar. Nos vemos en el campo, ¿vale?

-Sí, vale. Te esperaremos allí.

-Te quiero.

-Te quiero. Adiós.

Al terminar, Kate mete prisa a sus hijos para que terminen de desayunar y suban a cambiarse. Sube con ellos para ayudar a Vera.

Nada más terminar, Beckett recibe el aviso de su padre que les espera abajo. Pone los abrigos a los dos niños, coge el carrito para cuando Vera se canse y bajan.

Al tratarse de domingo, en el parque están otros muchos niños con sus padres, incluso algunos compañeros de equipo de Jamie.

Abuelo y nieto comienzan con los lanzamientos en una zona despejada cercana a donde se encuentra Kate con la pequeña. A pesar de sus años, Jim Beckett consigue estar a la altura del ritmo de su nieto. De vez en cuando la inspectora les anima y felicita a Alex por coger un buen lanzamiento.

En la hora de la comida, los cuatro vuelven al loft y tras un breve descanso Jim acompaña a su nieto al campo en el que tiene lugar el partido, ya que al tratarse de un jugador tiene que estar una hora antes. Kate irá más tarde, después de que Vera despierte de su siesta.

El camino hacia el partido se hace pesado por el tráfico y porque al llegar apenas hay sitio para aparcar. Una vez logrado, Beckett baja a Vera de la sillita del coche y coloca a ambas la gorra del equipo. Al rato de llegar recibe un mensaje de Castle avisándola de que ya está en la ciudad.

Las gradas ya estaban repletas de gente. Kate localiza a su padre en la parte central de las gradas y se sienta junto a él, dejando a Vera sobre sus piernas.

-¿Todo bien?- pregunta. Beckett.

-Si…bueno no. Está un poco disgustado.

-¿Por qué?

-Su equipo empieza bateando, así que él de momento tiene que quedarse en el banquillo.

-Vaya, que pena.

-¿Y Castle?

-Ya está en la ciudad. Debe estar al llegar.

El partido empieza y no hay rastro de Castle. Está tardando demasiado. Kate le llama, pero siempre salta el buzón de voz. ¿Le habrá pasado algo?, se pregunta. Cuando al equipo de Jamie le toca defender Kate vuelve a intentar ponerse en contacto con él.

-Hey, hola- Castle aparece junto a ella. Le da un beso, al igual que a su hija y saluda a Jim.

-Hola. Te llevo llamando un buen rato. ¿Dónde estabas?

-Me he entretenido en el aeropuerto. Quería llamarte, pero el móvil se ha quedado sin batería.

-¿Algo grave?

-Nada grave. Luego te cuento. ¿Qué me he perdido?

-El equipo de Jamie va ganando y ahora les toca a ellos defender. ¡Mira ahí está!- Kate estira el brazo, señalando a su hijo. A Rick se le ilumina la cara cuando le ve. –Aaww está tan guapo con su equipamiento.

-¡Vamos hijo!

El niño se gira al oír esa voz familiar y sonríe ampliamente al ver a su padre. Les saluda y se coloca en su posición.

El partido continúa, se intercambian posiciones y se vuelve más reñido, pero Jamie y sus compañeros siguen teniendo una ligera ventaja.

En el último episodio del partido, o inning, el marcador tiene una diferencia de una carrera, dándole de momento la victoria al equipo de Jamie. Jameson vuelve a defender mientras que el equipo contrario tiene a dos jugadores en base y otro dispuesto a batear. El pequeño Castle sabe que ganar ahora solo depende de él y de sus compañeros.

El bateador lanza la pelota y sale corriendo para alcanzar las bases, al igual que los otros chicos. La pelota sobrevuela el campo y va directa hacia Jamie. El muchacho retrocede para lograr atraparla pero con tan mala suerte que tropieza, cae al suelo y pierde la pelota. En el tiempo que tarda en recuperarla, pasarla a sus compañeros y estos hacerla llegar hasta el último jugador, los contrarios han completado sus carreras y han anotado dos puntos, consiguiendo así la victoria. El árbitro pita el final del partido.

Tanto el público como los niños y el entrenador del equipo vencedor lo celebran con vítores. La situación es muy diferente en el lado opuesto, donde están todos apesadumbrados.

Castle y Beckett se miran apenados al ver a su hijo, que ha tirado el guante y está en el suelo agarrado a sus piernas y con la cabeza escondida entre ellas.

-Voy a hablar con él- dice Castle.

Cuando Castle llega junto a su hijo, recoge su guante y se arrodilla frente a él.

-Hey, campeón…

-No me llames así- dice sin levantar la mirada.

-Hijo, mírame- éste obedece y se ven sus ojos llorosos. –Pase lo que pase, pierdas las veces que pierdas, tú siempre serás mi campeón. ¿Vale?

-Pero ahora soy un perdedor. Hemos perdido por mi culpa. Todos deben de odiarme- sus ojos se llenan de lágrimas.

-No Jamie, no pueden odiarte porque a ellos les podría haber pasado lo mismo. Además sois un equipo, tenéis que estar unidos en los momentos difíciles. Ellos son tus compañeros, tus amigos, seguro que te animan.

-Puede-dice en un tono muy bajo.

-Estoy seguro. Así que levántate y vamos con ellos. Creo que van a ir a merendar todos juntos.

-No quiero estar con ellos. No ahora.

Castle suspira. Creía que por un momento había conseguido animarle. Le mata ver a su hijo tan decaído.

-Vale. ¿Prefieres que vayamos a tomar un helado a tu sitio favorito?

-Sí- se seca las lágrimas con el dorso de la mano.

-Bien. Pero antes quiero una sonrisa.

-Papá…-dice con tono de queja.

-Oye, escucha. Hace algunos años tu madre me dijo una frase que me ha ayudado mucho y quiero que tú la tengas presente de ahora en adelante, ¿quieres saber cuál es?- Jamie asiente. –Incluso en los peores días es posible la alegría.

Eso llama su atención. El chico mira a su padre con más serenidad y deshace el agarre de sus brazos.

-¿Tú crees que hoy…?

-Te puedo asegurar que va a suceder algo que te alegrará mucho, o al menos eso espero.

-¿El qué?- se levanta y su risueña sonrisa hace presencia.

-No puedo decírtelo un monstruo se ha comido mi lengua ¡aaaggg!

Castle coge a su hijo por debajo de los hombros y simula que le come. Las risas del niño se hacen cada vez más fuertes y contagiosas. Kate les mira desde lejos.

-Para, papá. Bájame- Rick le hace caso y le vuelve a dejar en el suelo.

-Venga, ve con mamá.

Jamie sale corriendo hacia su madre y cuando llega, Kate se agacha para abrazarlo. "Lo has hecho muy bien, hijo. Estoy orgullosa de ti" le susurra al oído. El muchacho también se abraza con su abuelo. Los cinco salen del campo y se dirigen a tomar ese prometido, y merecido, helado.

Ya en el local, Jim entretiene a sus nietos haciendo tonterías con las diminutas cucharas que vienen con los helados. Castle y Beckett se distraen viéndolos.

-¿Vas a contarme lo que ha sucedido en el aeropuerto?

-Sí, claro. Verás, cuando hemos llegado nos hemos encontrado con Tom, el novio de Mara, y delante de todo el mundo no ha dudado en arrodillarse y pedirle que se casará con él y Mara ha aceptado encantada. Después me he entretenido felicitándoles.

-¿Solo eso? Has tardado bastante. Pensé que habría sido algo más gordo.

-Bueno…eh…también me he entretenido buscando esto.

Castle deja sobre la mesa una pequeña caja abierta con un precioso anillo en su interior. Kate se queda paralizada al ver el anillo, al igual que Jim y los niños cuando se han percatado de la pequeña caja.

-Rick…

-Espera, déjame terminar…Te lo propuse hace seis años y tenías razón cuando me dijiste que a los gastos del bebé era mejor no sumarles los de una boda. Pero ahora creo que es el momento perfecto: estamos más estables que nunca, los niños ya han crecido un poco…y Kate, te amo con locura. Eres la mujer de mi vida y por eso no puedo esperar más para hacerte esta pregunta:- coge el anillo de la caja y se arrodilla frente a ella. –¿Quieres casarte conmigo?

Beckett se seca una lágrima traicionera y se ríe al oír el "di que sí, mami" de su hijo. Acaricia la mejilla del escritor y le mira a los ojos.

-Richard, mi vida solo ha ido a mejor desde que estoy contigo. Eres el hombre más maravilloso que he conocido nunca y me has dado lo más grande que tengo- los dos miran a sus hijos. –Eres un gran padre y te puedo asegurar que estás cumpliendo con creces tu promesa de hacerme feliz todos los días de tu vida. Así que no veo ninguna objeción para decirte…sí, por supuesto que quiero casarme contigo.

Castle sonríe ampliamente y desliza el anillo por el dedo anular de Kate. Se besan, pero los aplausos de las demás personas que están en la tienda les interrumpen. Beckett se pone tímida y esconde su cara en el pecho de él.

Al caer la noche, y ya en el loft, Kate se encuentra en la habitación de Jamie.

-Papá tenía razón.

-¿En qué?

-En que incluso en los peores días es posible la alegría- Jamie muestra su sonrisa una vez más antes de meterse en la cama. Kate le arropa y deja un beso en su frente.

-Buenas noches, cariño.

-Buenas noches, mami.

Al salir deja la puerta entornada. Camina por el pasillo hasta llegar cerca de la habitación de Vera, en la que está Castle leyendo un cuento a la niña. Se apoya en la pared, cerca del marco de la puerta, y se detiene para escucharle. Es un espectáculo oírle cambiar la voz según el personaje.

Muchas mujeres se dirán lo mismo, pero en verdad Kate se siente la mujer más afortunada del mundo. Mira su anillo con amor y empieza a planear una forma, igual o más sorprendente que la propuesta de matrimonio, para comunicarle a Rick que está embarazada.

Cuando Castle sale, Kate le besa. Al separarse, Rick la mira con la expresión del más absoluto amor. No existen las palabras. Kate coge su mano y, tras acariciarla un rato, la coloca sobre su vientre, cubriéndola con las suyas propias después. Kate le mira esperando una reacción. Tras unos segundos de confusión, Castle abre la boca y los ojos al máximo, preguntando sin palabras. Beckett asiente con la sonrisa y la mirada más cálida que el momento le produce. El escritor abraza a su musa por la cintura, elevándola del suelo y besándola.

Gracias por leer :)