Supernatural no me pertenece.

Se tumbó bajo la sombra de un árbol, observando a los demás niños.

Odiaba el calor y aun más el sudor. Se limpió el rostro ligeramente enrojecido con un pañuelo, resignándose, después de todo, recién estaba por empezar el verano.

—Hola, ¿Puedo sentarme? —. Unos ojos verdosos lo escrutaron intrigado, llevando una pequeña caja en la mano, él entreabrió la boca para protestar, pero sin esperar respuesta alguna, tomó asiento al lado del otro niño. Los ojos más azules que alguna vez había visto en sus pocos años y su delicada piel pálida le causaban curiosidad.

—Soy Dean. —. Sonrió, estirándole la mano. —Soy Castiel. —. Susurró extrañado, correspondiendo el saludo.

Su rostro era pecoso, se veía alegra y algo imponente, provocándole sentirse intimidado a su lado, diminuto. Procuró no darle importancia para concentrarse en terminar su almuerzo, colocó la caja de metal sobre sus piernas pero el rubio insistía en crear conversación.

—Superman apesta. —. Dijo haciéndose el ofendido. —. Batman es mejor. —. Añadió, enseñándole su propia caja de almuerzo con el característico símbolo del súper héroe.

—No me importa—. Susurró encogiéndose de hombros.

Y así transcurrió la hora del almuerzo para ambas criaturas, en una calurosa discusión de cuál súper héroe era mejor que el otro.

Día tras día, Castiel coincidió a la misma hora para encontrarse con el extraño niño rubio.

La decepción lo embargó al notar la ausencia de su nuevo amigo, esperó toda la hora sin resultados, así la semana completa hasta darse por vencido, su amigo no estaba.

Con el pasar de los años, Dean se volvió nada más que un recuerdo borroso de la primaria.

Ahora contaba con veintiún años, trabajando en una tienda de cómics a medio tiempo, la campanilla de la puerta sonó, anunciando la llegada de algún cliente.

Despegó la mirada del libro que se encontraba leyendo para fijarse en el hombre que recién entraba, entrelazó sus manos y le dedicó una leve sonrisa. —¿En qué te puedo ayudar? —. Se veía algo desconcertado, clavándole la mirada por unos minutos, empezando a incomodarlo.

—¿Castiel? —. Susurró, mordiéndose el labio inferior.

Estaba sorprendido, las pecas habían disminuido, el cabello oscurecido y estaba bronceado, se bajó de la silla y lo envolvió con los brazos, hundiendo el rostro en su pecho. Así, los recuerdos parecían tan claros entonces.

—Batman sigue siendo mejor que Superman—. Se burló, dándole un beso en la frente.