Bien, esta es mi primera historia, la verdad es que me entiendo poco con esto... u.u Puede que parezca un poco narrativa al principio, pero todos los hechos interesantes vendrás detrás.

Nota: Los personajes de K.H.R no me pertenecen, si no a Amano Akira, a quien considero una diosa. *-* Lo único que me pertenece aquí es Marco, que es mío. Si lo quieren, pídanme derechos de autor. (?)


No sabía lo que era la soledad. Ni tampoco lo que no era tener a tu lado la cálida llama familiar, que te hacía sonreír y reír. Mucho menos ahora lo que era sentir en aquellos instantes la mano amiga, dispuesta a ayudarte ante cualquier adversidad. Todo aquello lo había podido sentir antes… Pero no ahora. Creía que me quedaría con mi familia en Italia, pero no. Todo dio un vuelco tremendo en un mismo día, en lo que parecía que todo iba a marchar de maravilla. Eran recuerdos confusos que no me apetecían recordarlos de nuevo, pero asaltaban mi mente sin previo aviso. Como me cogieron por sorpresa, colocándome algo en la boca, y al instante todo se volvió negro. Aparecí en un lugar que era todo menos mi casa, mi hogar, el sitio que me vio nacer. Sentí en mis propias carnes lo que era que te maltrataran hasta el amanecer, que no te dieran ni una miga de pan para comer. Por suerte, logré escapar de aquel lugar maldito, en días, semanas… ¿Meses tal vez? No lo sabía con exactitud.

Ahora lo único que importaba era la realidad que se me venía en frente, por estas calles por las que caminaba, sin tener ni idea de por donde iba. Escuchaba las voces ajenas, hablando en un idioma extraño al mío, que cuchicheaban y se miraban entre sí nada más verme, en vez de echarme una mano, al ver a un chico como yo tan desvalijado y sucio. Una lluvia torrencial calaba mis huesos, haciéndome tiritar a más no poder, castañeando los dientes sin poderlo evitar. Notaba la holgada ropa pegada a mi cuerpo, con el pelo también pegado a la cara, cosa que hacía que se me hiciese algo difícil ver entre tanta lluvia. Caminaba como podía, tanteando en el aire con mis manos, esperando tocar algo que me sirviera para guiarme, ya que la torrencial lluvia me impedía ver con claridad.

De repente, toqué algo blando. Lo aferré con un poco de fuerza, sintiendo que era el brazo de una persona, pero lo que no me esperaba, lo que no sabía, era lo que me iba a venir después. La bofetada resonó en el aire. Luego, vino el agudo dolor que me provocó aquel golpe. Solté el brazo de manera instintiva, y me puse una de mis manos empapadas en la zona dolorida, con un ligero gemido de dolor. Intenté vislumbrar quien era el causante de todo, por curiosidad, y por la rabia que sentía en aquel momento. Una figura esbelta, alta, de pelos oscuros, quizá negros, se erguía delante de mí, con los ojos entrecerrados, cosa que me impidió determinar su color.

Después de todo aquello, se dio la vuelta, y con un gesto de la mano, me indicó que lo siguiera. Dudé de mis pasos. Primero, no me conocía de nada, y de todas maneras, me había pegado, y ahora pretendía que lo siguiera. La rabia de aquellos momentos me hizo quedarme un momento quieto. Pero al ver que seguía andando, no tuve otro remedio que abrirme paso entre la gente, y saber adonde me quería llevar. Noté como algo se encendió en mi corazón, antes apagado. La llama de que se preocuparan por mí, aunque solamente fuera un poco, y de esa manera tan fría, no importaba. Miré al frente, y me di cuenta como el chico que antes me había pegado entraba a un recinto bastante amplio, y parpadeando, me fijé que no era nada más que un instituto.

Pensé en entrar, absorto en lo grande que era, y por poco me llegué a golpear con la puerta de frío metal, que el pelinegro había cerrado a su paso, sin importarle que estuviera yo detrás. La rabia aumentó, nublando la poca coherencia que me quedaba en ese estado. Pero me obligué a mi mismo a pensar claramente. Observé la inquebrantable muralla de piedra que lo recubría, recorriéndome todo aquello con paso lento, queriendo saber que entrada guardaba a aparte te la principal, sin importarme que la lluvia todavía no había disminuido de potencia. Al final, pude vislumbrar que en la impresionante pared de piedra, había como una brecha lo suficientemente grande como para que pasara una persona. No lo dudé por un momento, y me adentré por ahí. Me costó varios rasguños más a la colección, eso sí, pero valió la pena. Ya me encontraba dentro. Me quedé con la boca abierta. Era mejor de lo que me esperaba. Pero varias preguntas me asaltaron la cabeza. ¿Qué hacía yo allí? ¿Qué era lo que me retenía, lo que me hacía quedarme? Y por último… ¿Quién era el chico del pelo negro…? Suspiré. Ya tendría tiempo de pensarlo más tarde.


Listo, espero que les haya gustado. ^^

- Para ser el primero, está bien. -dice leyéndose la historia-

- Espera... ¿Tu, Kyoya, te la leíste?

- Como no, salía yo. Si cometes un error en el siguiente capitulo... Kamikorosu. ¬¬

- Estooo... Pues lo dicho, dicho está. Nos leemos ~