Bienvenidos al maravilloso mundo de Tolkien. Es un placer para mi compartir con ustedes este primer fanfiction dedicado a la obra del más grande escritor de la historia. Aquí se narrarán hechoa acaecidos desde la Primera Edad del Sol, con la creación del los Árboles de Valinor, pero centrada principalmente en los hechos relacionados a el libro "El Hobbit". Espero que lo disfruten.
Prólogo
Los Ainur fueron creados por el ser más supremo de Ëa, Iluvatar, que luego los elfos llamaron Eru (el único). En una sinfonía bellísima crearon en Arda, donde Eru daba las notas principales y cada Ainur sumaba su melodía, salida de lo más profundo de su corazón. Dentro de Arda se hallaba Valinor, que fue creada y habitada entonces por algunos de los Ainur, conocidos como los Valar, una tierra plagada de bellezas naturales. Yavanna era la Vala encargada de la creación de plantas y seres vivos, ella había puesto todo su empeño en crear las cosas más bellas que nadie más que ella podía concebir en su mente. En el extremo Este de Arda se encontraba también la Tierra Media, donde los primeros nacidos, los elfos despertaron. Pero a pesar de contener también innumerables bellezas, estaban sumidos en la más profunda oscuridad, apenas iluminadas por las estrellas. La beatitud de Manwë, Vala de los vientos y las aves y señor de los Valar, permitió que los elfos llegaran a Valinor, en las Tierras Imperecederas.
Pero a pesar de tanta belleza y júbilo, había cosas frágiles que debían ser protegidas, como los arboles, los ríos, los seres vivos y el equilibrio entre el bien y el mal. Este equilibrio fue quebrado por Melkor, el más poderoso de los Valar y hermano de Manwë. Fue por ese tiempo que los elfos dieron a Melkor el nombre de Morgoth (el enemigo oscuro), puesto que tenía puesto todo su empeño en que el mal triunfara sobre Arda. Pero los Valar eran muy pocos para mantener el equilibrio y a Morgoth a raya, por lo tanto, decidieron dar vida a seres inferiores a su magnificencia, pero con grandes poderes, y los pusieron a su servicio en diferentes tareas. Fueron creados desde el pensamiento de Eru y llamados Maiar.
Fue así que en una temprana mañana en Valinor los ojos de una bella Maia se abrieron por primera vez. Tarian era su nombre, pero los elfos de Valinor la llaman Auriell, que en su lengua significa "la hija de la mañana". La primera vez que la vieron, se encontraba admirando la luz de Telperion, fue la primera creación de Eru que sus ojos descubrieron en Arda y desde entonces vivió a través del brillo de sus flores. Se trataba de un bello árbol con hojas y flores de plata, creado también por Yavanna. Junto a Laurelin, que tenía hojas y frutos dorados, iluminaban Valinor con un increíble fulgor alternando sus luces para el día y la noche. Allí junto a Telperion, los elfos se encontraron con esta Maia, que apreciaba fascinada la luz de plata del árbol. Dicen los que la vieron aquella mañana que aún brilla en sus ojos el fulgor plateado que observaba en aquella mañana temprana de Arda.
En adelante, debía encargarse del cuidado de los bosques y de todo lo que en ellos habitaba. Los años pasaron y su vida transcurría entre los bosques de la Tierra Media, a la que era enviada con frecuencia, pero volvía pronto, cruzando el Belegaer sólo para asegurarse que Telperion seguía brillando. Aunque estaba al servicio de Yavanna, sentía mucho aprecio por Aulë, de quien admiraba su habilidad y su piedad.
Un día en que se encontraba recorriendo los bosques, asegurándose que todo estuviera bien, y que los pastores de arboles no tuvieran mayores problemas, supo que algo malo habría de suceder. Tomó un barco y cruzó las costas una vez más, pero esta vez, encontró lo que tanto había temido por años: la luz de los árboles de Valinor fue apagada por Morgoth y Ungoliant (terrible engendro en el cuerpo de una araña de grandes dimensiones, más grandes que los árboles) y nunca más volvería a brillar. Fue en ese momento que supo que un terrible hado se levantaba sobre ella, y la acompañaría por milenios.
Decidió entonces consagrarse, además, al servicio de Tulkas y Oromë, de quienes aprendió el arte de la guerra y la caza. Quienes la vieron en esta faena empezaron a preguntarse por qué razón una protectora de los bosques debía aprender a luchar en batalla, entre ellos, Aulë.
-No es la batalla un lugar propio para una delicada Maia como tú, que debe proteger los bosques. ¿Qué incierto destino has de forjar para ti?
-Pronto marcharé hacia la Tierra Media. -Bajó la mirada, pues sabía que muchos años la alejarían del regreso a las Tierras Imperecederas.- Aunque amo estas costas, la luz que me ataba a ellas ha muerto y mi corazón me dicta ahora seguir el camino de Morgoth.
Quería llorar pero no poseía esa habilidad de emocionar, por lo que su dolor era insoportable. No sólo por la pérdida de los árboles, sino que también podía prever una destrucción venidera de todo lo bueno que había sido creado con tanto esfuerzo y a través de miles de años. Mientras intentara apagar el fuego de destrucción del Señor oscuro, protegería los bosques de su ira.
El día de la partida, Aulë le entregó una armadura que hizo especialmente para ella, era todo lo que podía hacer para protegerla, pues su hado ya había sido impuesto. De plata y mithril, similar a la luz de los árboles era la armadura de la Guerrera Blanca. Así sería llamada en adelante. Una neblinosa mañana partió Tarian apesadumbrada de Valinor, sabiendo que pasarían muchos años antes de poder volver y que sus pesares serían profundos e interminables mientras sus días en la Tierra Media se prolongaran.
Cruzó el Belegaer, junto a grupo de elfos Teleri que la escoltaron hasta el puerto de Eglarest, donde su camino continuó en soledad, dirigiéndose en primer lugar a Doriath a pedir ayuda al rey ahora llamado Elu Thingol por su gente. Allí sólo consiguió una gran amistad con la reina Melian, a quien tuvo oportunidad de conocer en Valinor.
Los años pasaron, uno tras otro, los pesares abatieron a la Maia pero no permitieron marchitar su espíritu, que tras cada batalla se fortalecía más y más. Grandes amistades forjó por aquellas tierras alejadas del amparo de los Valar, que la asistieron en momentos de adversidad. Pero también hubo de soportar infinitas pérdidas.
Delante de sus ojos vio pasar más de dos edades y marchitarse vidas de elfos y enanos por igual. Fue espectadora del hundimiento del mundo reservado a los hombres, Númenor y como por poco evitaron su exterminio en una batalla contra los Valar, sin poder hacer nada por evitarlo. Sin embargo, soportaba la pena ver pasar delante de sus ojos porque muchas de esas batallas y pérdidas no eran suyas.
El mundo delante de sus ojos fue cambiando, la gloria y magnificencia de antaño se apagaban día a día y lo único que parecía ser perpetuo era el mal que prestamente se esparcía por toda la Tierra Media. Así fue como luego de tres edades y el cansancio de una vida longeva, Tarian decidió establecerse en un reino élfico, de los pocos que aún subsistían hasta el momento en que la batalla por el bien llamara. Y allí esperó…
