Prólogo.
- ¿Aún no has encontrado ningún sitio dónde quedarte? - Levy resopló un poco exasperada. Ella también estaba preocupada por mi situación, ¡quedaban tres días para empezar la universidad y aún no había encontrado una habitación dónde vivir!
Negué con la cabeza agachada. Ella suspiró y me puso una mano en el hombro intentando darme algo de apoyo. No necesito apoyo Levy, necesito una habitación barata que poder pagar con mi mísero sueldo.
- Todas las habitaciones que encuentro son demasiado caras o demasiado demacradas. Todas las que se ajustan a mi presupuesto parecen trasteros abandonados, húmedos, sucios y prácticamente inhabitables. - revolví por enésima vez mi café mirándolo fijamente como si el me fuera a dar una solución. Sí, esa solución que llevaba buscando desde hacia varias semanas. Resoplé moviendo mi flequillo rubio.
- Sabes que si pudiera alquilarte una habitación lo haría, pero mis padres jamás lo permitirían – Claro, ella vivía con su familia en la misma ciudad donde estaba la universidad, no tenía ningún problema.
- Lo sé Levy. - Suspiré. - Pero lo que también sé es que no puedo permitirme más noches de hotel mientras busco una habitación. A penas me queda para comer – solté una risa nerviosa y apenada. - ¡Pero no te preocupes! Ya encontraré algo – sonreí algo forzada.
- Mmm. - Murmuró mientras acababa su café y me miraba con un ápice de compasión. Miró su reloj despreocupada y de pronto hizo una mueca de horror. - ¡Mierda! ¡Llego tarde al trabajo! - se apresuró buscando algo en su pequeño bolso y sacó varios billetes a la vez que gritaba un ¡quédese con el cambio! Y me lanzaba un beso. Me hizo un símbolo con las manos indicándome que hablaríamos luego por teléfono y su pequeño y ágil cuerpo se fue de la cafetería como si de un espejismo se hubiera tratado.
Y ahí seguía yo, intentando encontrar una solución. Qué hacer.. qué hacer. Tengo clarísimo que me he recorrido por lo menos el noventa por ciento de los pisos con habitaciones de alquiler. Pero todas las habitables eran carísimas, y no se ajustaban para nada al presupuesto que me podía permitir trabajando a media jornada. Y encima ya empezaba la universidad… De nuevo se confirmaba que era un maldito imán para la mala suerte.
Suspiré sacando un periódico de mi mochila y buscando anuncios de pisos en alquiler por la ciudad. Caro…. Caro…. Carísimo… Ni a la altura de la riqueza de ese tio de las cincuenta sombras… Nada, nada para mí.
Hice una mueca mientras acababa mi café y salía de ahí por patas. Necesitaba moverme, hacer algo, eliminar la ansiedad que me carcomía de estas semanas…
Quizá no hubiera sido tan mala idea quedarme en la pequeña aldea de dónde provengo y trabajar en la frutería de mis padres en vez de estudiar en la universidad… jamás habiendo conocido la soledad que inunda las grandes ciudades rodeadas de personas. Inocente de mí que pensaba que sería tan fácil encontrar un buen trabajo y un piso, y grandes amigos y experiencias, y vivir como en cualquier película adolescente de esas cargadas de humor y felicidad y… en fin, nada parecidas a la realidad que actualmente estoy viviendo.
Seguí paseando por las calles atenta a los carteles de alquiler que me podían interesar… pero no había nada en especial. ¡Joder! ¿Algún día podría cambiar mi maldita suerte? ¡Con todos los años malos que he pasado, ya me podía pagar el karma con una buena temporada!
Seguí caminando cada vez más acelerada por el estrés y mirando el suelo ya sin esperanza de encontrar ningún cartel, y de pronto me choqué contra lo que parecía ser un jodido muro de piedra, cayéndome ya de paso de culo contra el duro asfalto.
Porque Lucy no podía caerse de otra forma un poco más respetable, claro.
- ¡Joder, podrías mirar por dónde vas, capullo! - grité levantándome del suelo y yéndome de allí sin mirar ni siquiera al jodido sujeto, que por cierto, había esparcido por lo menos cien folios por el suelo.
- ¡Qué mal hablada la maldita niña! Ha sido un accidente, ¡amargada! - gritó una voz masculina un tanto divertida por verme alejándome y quejándome con una mano en mi trasero.
Las cosas no podían ir peor. Es que no podían. Solo me faltaba tener un accidente. Tsk. Menudo cabrón.
- Aquí lo puedes ver. - el chico de pelo oscuro le pasó una factura al pelirrojo. El abrió mucho los ojos, sorprendiéndose.
- Es imposible que hayan subido tanto los impuestos, no me lo puedo creer. ¿Qué vamos a hacer? - dijo él preparando su cuerpo para lo que sabía que iba a escuchar.
- Debemos hablar con el para alquilar otra habitación. Así, podríamos ir mucho más desahogados. - dijo el pelinegro después de una larga pausa, deliberando lo que decir.
- Pero ya sabes como se va a poner… - Si, claro que lo sabía. Otro follón en casa. - Pero es la única solución que encuentro.
- Ya, pero… - dijo su compañero algo asustado.
- Voy a imprimir los carteles ya, así voy colgándolos por ahí. - Dijo el moreno levantándose del sofá en el que se encontraban los dos.
- Pero, pero, espera – le paró su amigo. - ¿No vas a decirle nada? ¿Sabes cómo se va a poner, cierto?
- Lo sé. - resopló. - Pero quizá si encuentro a alguien antes de esta noche y se lo encuentra en casa no pueda reprochar y se calle y lo acepte. - dijo mientras se marchaba.
Joder… joder… siempre igual. Ahora el tendría que tragarse junto con su amigo el jodido carácter del dueño de la casa, que vivía con ellos. Qué odioso… y qué miedo. Sentía algo de pena por el chico que iba a venir a vivir aquí, tendría que lidiar con el temible carácter de él. Suspiró mientras cerraba los ojos y se recostaba en el sofá, intentando no pensar en lo que pasaría esta misma noche.
Me desperté alterada por el sonido de mi móvil vibrando encima de mi almohada. Me quejé, medio dormida y con la boca con ese sabor asqueroso que tiene después de haber dormido, y cogí el teléfono aún con los ojos cerrados.
- ¿Quién coño es? - dije en un murmullo casi inentendible.
- Lucy, soy yo – reconocí la voz de Levy con un ápice de alegría – He encontrado el piso perfecto para tí.
- ¿Enserio? - Me incorporé rápidamente aún sentada en la cama y empecé a desear que por favor así fuera. Estaba harta de esta incómoda cama de hotel y su habitación oscura y pequeña.
- Sí, es muy barata, bonita, y ámplia. Un cliente muy habitual me lo ha dicho, el vive ahí. También es muy barata – dijo esto último con un tono algo provocador que me hizo arquear una ceja y reír divertida.
- Vale, ¿y este chollo se debe a..?
- Necesitan a una persona más para ir desahogados con las facturas – dijo nerviosamente. - Lo único es que… - Claro, algo malo debía de pasar.
- ¿Si?.. - dije un poco nerviosa.
- Tendrías que vivir con cinco tíos – dijo divertida.
Genial.
Lucy, la que no había salido del pueblo hasta los 19, la que sus padres no le dejaban entrar en casa con un amigo del sexo masculino, la que era obligada a ir a misa todos los domingos…
Empezaría a vivir con cinco tíos, que además, según el criterio de su cercana amiga, estaban como un queso.
¡Hola! :3 Espero que os haya gustado el prólogo de este fic del que tengo muchas esperanzas de ser una historia genial, espero vuestros reviews si os ha gustado y bueno... hasta pronto! /
