El agua golpeaba con fuerza las enormes cristaleras de la mansión Kaioh produciendo un ruido sordo y atemorizante que asustaba a la pequeña Michiru.

La pequeña niña de cabello aquamarino se encontraba entre las sabanas, tapada hasta arriba e intentando no asustarse de los truenos y relámpagos, deseando que sus padres no se hubieran ido a la fiesta mensual de los Volk y maldiciendo a la Señora Bunch por haberse ido a dormir temprano.

Quería bajarse de la cama, esconderse en algún lugar y alejarse de aquella horrible tormenta pero le era imposible pues sabía que si lo hacía, la Señora Bunch se lo diría a sus padres y, estos, le volverían a echar la bronca por ser tan miedica. Un trueno sonó a la lejanía y Michiru dio un bote, cogió la almohada y se tapó la cabeza. –¡Mamá!- Ahogó el grito de puro terror deseando que nadie lo hubiera escuchado y se echó a llorar.

Crack. Conocía ese sonido, era el mismo que hacía la porcelana al romperse.

Entre lágrimas Michiru se bajo de la cama, se limpió el rostro y trató de poner una hermosa sonrisa. Estaba segura de que aquel ruido lo había hecho su padre –hombre de poco aguante y que solía volver achispado tras las fiestas- y si era así no podía bajar con su rostro rojizo y ojos hinchados. Abrió la puerta y echó a andar por el pasillo, dando pequeños y tímidos pasos por si se molestaban al verla despierta.


La tormenta no amainaba y la joven rubia se impacientaba cada vez más.-Muy bien papá…la próxima vez harás tú el trabajo sucio…- Pateó el lodo mientras sentía como el agua recorría su rostro y provocaba que su cabello corto se pegara a su cráneo. El padre de la rubia no era ni más ni menos que Morton Tenoh -o más conocido como Shadow Volk- un ladrón extremadamente bueno en su oficio y mundialmente conocido por el robo a los Volk cuando estos vivían en Inglaterra, de ahí que la prensa inglesa lo llamara Volk's shadow, porque los había dejado tan mal que las consecuencias duraron varios años.

El plan era sencillo, la rubia tenía que adentrarse en la casa por uno de los conductos de ventilación, dejar la ropa mojada dentro, inspeccionar la casa, dejar un par de dispositivos que le había dado su padre y finalmente salir corriendo; él ya se encargaría de volver otro día.

Las luces de la mansión Kaioh se apagaron a las nueve en punto y la niña aprovecho para acercarse hasta el poste eléctrico más cercano a la casa y abrir la puertecilla de metal que mostraba todo el cableado. Sacó la llave y abrió la puerta, desconectó un par de cosas y se aseguró de que todo estuviera en orden. Cerró la puerta y se ajustó la capucha antes de ir por la parte trasera del edificio.


Ambas figuras se quedaron mirando en medio de la oscuridad durante un instante, Michiru y Haruka estaban aterradas, una por ver a un ladrón y la otra por haber sido descubierta. Durante ese breve instante, lo único que se podía escuchar era el repiquetear de la lluvia y la respiración agitada de ambas. Finalmente, la rubia se abalanzó sobre la aquamarino y le tapó la boca antes de que chillara.

-Por favor, no chilles- Su voz ronca temblaba de miedo y sus ojos verdosos centellaban en medio de la oscuridad rogando perdón.

-Mmhhmm- La aquamarino intentaba quejarse y zafarse de la mano a la vez que forcejeaba por decir algo.

-Prométemelo, por favor…- Cada vez estaba más asustada y le hacía más fuerza, hasta que se dio cuenta y retiró con suavidad la mano de la boca de la chica.

-¿Q-q-quien eres?- Michiru estaba al borde del llanto de nuevo pero trataba de contenerse para no parecer débil ante el intruso.-¿Q-qué quieres?- Mientras hablaba forcejeaba con Haruka quien aún continuaba sobre ella.

-Y-yo…Yo no…-

El grito de una mujer mayor llamando a Michiru alertó a ambas chicas de que no estaban solas en aquel lugar y Haruka volvió a colocar la mano sobre la boca de la aquamarino para evitar que esta contestara , con cuidado, levantó a la chica y la arrastró lejos de aquella sala, subiendo las escalareas y –sin ella saberlo- en dirección al cuarto de la niña.

-Auch- La rubia se quejó al golpearse contra el último escalón.

Ambas chicas forcejeaban pese a que cada una quería una cosa distinta, la más bajita buscaba huir a toda costa y la alta lo único que quería era dejar a la niña en un lugar seguro y volver junto a su padre. Haruka dio un bote, la niña le había mordido la mano y estaba poniendo mucha fuerza en el mordisco, las lágrimas se le amontonaban en el lacrimal y un grito de dolor se peleaba con su parte racional por salir a la luz.

-¡Basta!- Susurró con autoridad mientras zarandeaba a la chiquilla y se aproximaba a la habitación de esta.-Vas a hacerme sangre…- Michiru continuaba mordiéndole pero al notar que un fluido caliente se entremezclaba con su saliva dejo de hacerlo.

En ese momento las piernas de la aquamarino comenzaron a temblar y su ser consciente le pidió que chillara a pleno pulmón, que golpeara a su atacante y que buscara a la Señora Bunch, le había hecho daño y solo Dios sabía cómo iba a devolvérselo.

Entraron en el cuarto y Haruka lanzó a Michiru contra la cama.

Se miró la mano y se acarició la palma de la mano sangrante mientras se echaba a llorar en silencio.-Papá me va a matar…- Apenas era un leve susurro pues no pretendía que nadie le escuchara. Sabía que iba a sufrir mucho por el error que había cometido y más cuando se suponía que tenía experiencia en ese tipo de cosas.

Michiru mientras tanto se encontraba atónita ante lo que sus ojos veían. La poca luz de la luna que se filtraba a través de los cristales de su habitación bañaba la figura de un chico alto y rubio que aparentaba tener su misma edad, un niño que como ella, temía a algo y que por algún motivo se había colado en su casa.-Perdona…¿Estás bien?-

Haruka se sobresalto al recordar que la niña continuaba junto a ella y rápidamente se limpio la cara y asintió.-No deberías de haberme visto…- Su mirada iba vagando de un lado a otro mientras intentaba comprobar por donde podía huir.

La voz de la mujer mayor se volvió a escuchar y rápidamente Michiru se metió entre las sabanas; ahora que sabía que no debía de temer al intruso no quería que la mujer le echara la bronca. –Escóndete, no le diré a nadie que te he visto- Haruka sintió que le quitaban un gran peso de su espalda y corrió como alma que lleva el diablo a esconderse tras la puerta. Cuando la puerta se abrió y la mujer pasó al interior para comprobar que Michiru estuviera bien, Haruka aprovechó la oscuridad y salió con delicadeza y sigilo del cuarto, caminando con prisas en dirección a la escalera y dejando lo que su padre le había dado sin remordimiento alguno.


Una semana más tarde Volk Shadow volvió a atacar.