InuYasha & cia. no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.

Esto es algo así como una introducción, de antemano les agradezco por leer.


Hacía calor, bastante calor, aunque teóricamente estaban en invierno. Naraku había cometido lo que él consideraba un sacrilegio, solo por pasar mejor las doce horas que pasaron él y su hermana en la cárcel, cortar su cabello un poco más arriba de los hombros; los mechones desprolijos que enmarcaban su cara, mientras se posicionaba frente al jurado y la audiencia, le hacían ver un poco más sádico y malvado. Pero no excusaba el hecho de que extrañaba su melena.

Todo eso solo porque su orina estaba sobre un cadáver, como si fuera el primero, pero bueno, sí, sería el primero en usarlo a su favor. Se tenía tanta fé que pudo exhibir una sonrisa en cuanto se sentó.

La jueza no aparto ni un segundo los ojos del muchacho, aun le costaba creer todo lo que él y su hermana habían hecho. Acomodo sus papeles y tomo el mallete, dando un par de golpes y llamando la atención de la audiencia; todas las cadenas de televisión y diarios internacionales tenían a algún enviado en la sala para la exclusiva, en otra ocasión ella misma habría mantenido todo en audiencia privada, pero los acusados insistieron en que fuera pública y la fiscalía no había puesto objeción, eso le complicaba aún más su trabajo.

— ¿jura decir la verdad y nada más que la verdad? —Le pregunto un policía, captando la atención de todos en la sala, el interrogatorio iba a comenzar. Naraku carraspeo un «Si juro» y volvió su vista hacia la inmóvil criatura en la que se había convertido Kagura.

Estaba estática en su silla, mirando hacía una ventana y respirando con dificultad, Naraku tenía el presentimiento de que explotaría en unos minutos, se veía cansada, ojerosa y sobre todo aletargada, de seguro no estaba en sus cabales, o algo así, en la cárcel la habían sedado después de que causará un escándalo . Parecía rendida ante el destino y solo estaba dejándose arrastrar, cosa muy propia en ella, no tenía intención de luchar contra aquello a lo que no ganaría.

—Su nombre es Naraku Itami ¿verdad? —Pregunto el fiscal, con una descarada sonrisa.

—Solo Naraku —Corrigió con sequedad ¿Qué más podía decir? Odiaba a su padre y el tener su apellido le molestaba más que un par de esposas en sus manos.

El fiscal conocía bien el antecedente familiar del muchacho, aún seguía sorprendido por lo mucho que había descubierto de él. Su pasado justificaba de muchas formas lo que estaba haciendo ahora, pero su trabajo era que lo encarcelaran, no defenderlo, por lo que se guardó el afilado comentario que pensó en exponer. Tenía que continuar con las preguntas de rutina.

— ¿Y es ella su hermana, Kagura?

—Sí, es mi hermana.

La mirada fugaz de esta hacia Naraku hizo pensar al fiscal que todo era una mala broma. Él a penas si podía votar y ella no tenía más que dieciséis, eran hermanos, por lo que sabía no se llevaban muy bien y además sus actitudes estaban muy alejadas de lo que se esperaba de dos macabros asesinos que enterraban un cuerpo envuelto en lino bajo el árbol de un parque público. Si mucho llegaban a aparentar ser unos novios que fueron atrapados robando una tienda bajo los efectos del LCD.

Había mucho de ellos que no encajaba.

—Me podría decir entonces —dijo el fiscal, haciendo un raro ademán con su mano izquierda— ¿Conocía usted a la víctima? Y si era así ¿Cuál era su relación?

—Trabaje para él unos años atrás, era amigo de Kagura y compartíamos muchos hobbies, nada más.

La cara de satisfacción del fiscal no paso desapercibida y, antes de que cualquiera hiciese algún tipo de comentario, soltó otra pregunta de su repertorio, no dudaba de que el juicio se resolviera solo, con unas cuantas palabras del acusado, todo estaría arreglado.

—Entonces a usted no le molestará contestar la siguiente pregunta: ¿Dónde estaba usted el 20 de febrero pasado, a las 6:30 de la tarde? —Aunque era muy usual, y la mejor forma de empezar con la declaración, ver que Naraku ni se inmutaba ante la pregunta hizo pensar al fiscal que en ese juicio las cosas transcurrirían de forma inusual.

—Claro que lo recuerdo —Respondió sinceramente, clavando su fuerte mirada en la cara del fiscal—, usted también lo recuerda, ambos estábamos saliendo del museo, señor Taishō.

La prensa se abalanzo hacía el frente, con una profunda exclamación de sorpresa, tirándose unos sobre otros para captar mejor las claras palabras del acusado —que sonreía satisfecho, al descubrir que su idea de invitar a las televisoras y periódicos era muy buena—. Nadie en la sala, ni siquiera Inu no Taishō, sabía que Naraku lo conocía y menos podían imaginarse que todo había comenzado en el museo. Era una coincidencia dramática que ya contagiaba a muchos entre el público haciéndoles creer que todo era una conspiración.

—No se asombren —continuo Naraku—, él iba a ver una nueva exposición, yo salía del edificio. Lo vi a través del cristal de la puerta, pasando justo al lado de mi hermana, sin que ella se percatase. Es usted un gran admirador del arte, así que ahora debe sentirse triste porque uno de los mejores coleccionistas del país haya sido asesinado ¿no es verdad?

—Mis impresiones personales no afectan el juicio en ninguna forma —Adjudico el fiscal—. Ahora, podría relatarnos los hechos, según su versión, claro está.

La jueza suspiro hondo, el verdadero juicio iba a empezar y las hienas publicitarias tenían grabadoras, cámaras y libretas a la mano. Un par de horas después, cuando la audiencia finalizara, todo el país estaría conmocionado y exigiendo justicia y rectificación. En ese punto no sabía si hacía el acusado o hacía la víctima, pero a partir de ese día la justicia no sería vista con los mismos ojos, sobre todo al implicarse como acusada una menor de edad.

Una menor de edad asesina, no era la forma en que la jueza Naomi Higurashi quería que recordaran su ultimo juicio. Debió retirarse dos meses antes, cuando su esposo le había rogado adelantar el viaje a Italia.

Relajar un poco las manos antes de empezar es el truco, pensó Naraku, sacudiendo las esposas que llevaba. Carraspeo un poco y miro hacia abajo, como si intentara recordar las cosas, en realidad pensaba cual era la mejor forma de contarla. Seguro Kagura no le prestaría atención, era a ella a quien le dedicaría todo ese melodrama, dándole a entender a todos que solo actuó como buen hermano. Era una buena idea, nadie lo pondría en duda, solo Kagura sabía la verdad, pero no la creía tan tonta como para enfrentarlo cuando no tenía ninguna carta bajo la manga.

—Entonces, quiere relatarlo ¿o prefiere que llame a su hermana al estrado? —Estaba tomando demasiado tiempo para pensar, y el maldito fiscal sí que acosaba.

—Está bien. Confieso que la historia es impactante, no creo que las televisoras quieran transmitir esa clase de cosas a hogares con pequeños.

Actuar, el segundo talento oculto de su hermano, con esa cara de benevolencia innata y su sonrisa cautivadora —forma en que muchas veces las chicas se referían a la mueca de medio lado que lanzaba Naraku cuando se sentía superior a todas las cosas—, estaba logrando que todos los reporteros situados a su espalda enfocaran mejor y se esforzaran en ser el primero de la fila, querían la primicia, ser los primeros en anunciar al mundo la "obra de arte" que ambos habían creado.

Kagura se masajeo las cienes, ahora solo esperaba una celda solitaria para pasar el resto de su vida, sin personas que la acusasen y sin Naraku para entorpecer sus ideas y sueños. No pelearía con el sistema, esa experiencia ya la desligaba completamente de las personas, no lograba comprenderlas.

Por un momento quizo pensar en escapar rápidamente saltando entre los camarógrafos, sabía que ninguno se interpondría en su camino, ya podía escuchar lo titulares de la prensa cinco minutos luego de que ejecutara su plan: La acusada del asesinato de Bankotsu Tanoshimu huyo en medio de la audiencia pública, dejando a su hermano solo mientras empezaba su declaración. La mejor idea de su existencia, pero un par de grilletes en sus tobillos vinieron a recordarle que no podía correr, se resignaría a escuchar lo que su hermano tenía para decir.

Distraída, y casi dopada por los calmantes que le habían suministrado, el juicio hace rato que no le importaba, sabía bien que estaban condenados desde el comienzo, muy pocas cosas podían hacer para salir de allí ilesos, tampoco creía a Naraku capaz de mentir para no ir a la cárcel, él lo deseaba con más fuerza que ella. Pero, no había de otra, era preciso escuchar o morir. Lo pensó una vez más, había escuchado esa frase en algún otro lado, no recordaba en cual.

—Yo había ido al museo como en las tardes anteriores —Comenzó Naraku, apoyando levemente sus codos sobre el tablado y posando la barbilla por sobre sus manos entrelazadas, quería verse lo mejor posible para las televisoras—. La restauradora del museo Kikyō trabajaba en un par de cuadros junto a su hermana…


Nunca me sentí atraído realmente por ella ni por los cuadros que insistía en recuperar, aunque su valor económico ascendiese a nada, era una simple obsesión por el único ser que lograba vislumbrar la verdad en mí, muy a pesar de los obstáculos que yo le propinase.

Fui ese día hasta el museo para observarla otra vez, vigilando uno a uno sus movimientos. Cerca de las seis y media ya se retiraban, ella y su hermana, dejando expuestos tres cuadros recién retocados; no eran muy interesantes, por lo cual no me aventurare a detallarlos y mucho menos a pronunciar sus nombres. Yo me mantuve impávido observado una pintura del ala oeste que retrataba a una niña del siglo XVI artificiosamente ataviada, al oírlas marcharse baje despacio por las escaleras, evitando a unos cuantos conocidos que al reconocerme quisieron saludarme, decidido a no dejarme arrastrar por el tumulto que se apresuraba a subir, creo haber escuchado decir que a las 6: 45 expondrían dos nuevas obras en el gran salón del segundo piso.

Camine muy rápido para alcanzar la puerta, Byakuya me estaba siguiendo desde que lo evadí en las escaleras, pero el destino quizo que fijara la vista en el cristal de la puerta cuando iba a tirar de ella, allí estaba Kagura, caminando junto al fiscal Inu no Taishō sin que ninguno de los dos lo notase. Entró disimuladamente hacía la sala de inspección de objetos; toda nueva adquisición del museo pasa por allí.

Sin importarme que Byakuya me estuviese llamando a gritos desde atrás, solté la puerta y me encamine hacia la sala de inspección, algo me convenció de que mi hermana tramaba algo.

Ella y yo jamás nos llevamos bien, aun cuando quedamos huérfanos seguimos caminando cada uno por nuestro lado. La muerte de mi madre y su esposo no afecto a ninguno de los dos. A diferencia de otros niños, este hecho dio un beneficioso vuelco a nuestra vida y nos puso de mejor humor.

El viejo nunca estuvo convencido de que yo fuese su hijo, por lo que siempre me sentí tranquilo de no necesitar su aprobación si deseaba hacer algo.

Tenía cuatro cuando mi madre entro ofuscada a la cocina para contarme que pronto tendría un hermanito, pero su esposo no tenía intensión reconocerlo como suyo. Kagura nació en Abril y él la reconoció, se comportó con la misma falsa benevolencia de siempre. Creí que podría llevarme bien con Kagura, su continua desobediencia hacía las ordenes más simples me hizo temer que jamás la comprendería y mucho menos la querría, mis cálculos en algo fueron correctos. Años después, durante un accidente de avión, quedamos huérfanos y la única fortuna familiar abarcaba la casa en que vivimos durante toda nuestra infancia.

Desde hace tiempo sabía que quería irse de allí y fue justo eso por lo que iba a ver a Bankotsu.

Le pago una fuerte suma de dinero por unos documentos falsos, escuche que me mencionaron en varias ocasiones, sin precisar exactamente para que tema, lo único que escuche con claridad fueron las malintencionada palabras de Bankotsu. Trataba de manipular a mi hermana a cambio de los papeles, me importo muy poco como Kagura consiguió la primera parte del dinero, y porque no había podido hacerlo después para terminar de pagar la deuda, solo me molesto que intentara pasarse con ella, le estaba pidiendo pagar la deuda con sexo. Yo no lo iba a permitir.


—Espere… ¿Qué dijo? —A Naraku no le hizo gracia que interrumpieran su relato, ya hasta el mismo se estaba impresionando.

—Dije que yo no lo iba a permitir.

—Bueno, pues si mal no recuerdo y si leí con claridad el informe policial y psicológico que han venido siguiendo ustedes dos desde la muerte de sus padres, su relación mutua difiere mucho de la comprensión y el respeto que se tendrían dos hermanos.

—Precisamente —le interrumpió Naraku, balanceando un poco su torso hacía adelante, tratando de estar lo más cerca posible al fiscal—, no cree que mi hermana es demasiado sexy para que la aprecie solo por ser de mi sangre.

Si había alguien en las sala con ganas de suicidarse era Kagura, el idiota de su hermano estaba tergiversando demasiado los hechos. Para su mala suerte solo habían otros dos testigos presenciales que podían refutar lo que él decía, uno era la víctima y el otro era ella, pero su palabra contra la de Naraku no tenía validez, menos si tenía en cuenta todos los medicamentos que llevaba encima. Aunque no comprendía a donde quería llegar con todo eso, no tenía nada que ver con el juicio y mucho menos con la realidad.

Una mirada de reconocimiento a los espectadores le hizo recordar la verdad, solo estaba buscando protagonismos en las noticias.

—Señorita —la llamo la jueza, interrumpiendo las maldiciones que estaba lanzando a Naraku—, podría responder la pregunta del fiscal.

— ¿Cuál era?

—Señorita, podría ponerle atención al juicio, pareciera que no le importa que pase aquí —el fiscal estaba en lo cierto, pero Kagura no tenía humor para pelear—. Lo que hace un momento le pregunte es: ¿Que si en realidad usted mantiene una relación incestuosa con su hermano?

¿Se había distraído tanto para no escuchar las cosas que su hermano inventaba?

— ¿Qué diablos les has dicho? —Exclamo, dirigiéndose a su hermano, sin importarle los alegatos que el fiscal y su defensor se profesaban por no hablarles directamente a ellos—. Acaso has perdido la cabeza, eso no va a ayudar en nada a este juicio. Por una vez en tu vida, compórtate.

—Solo trato de explicarles esta locura a los jueces, hermanita —le contesto Naraku, completamente calmado y sin ningún signo de preocupación—. Puedes decir que sí, y ya.

La confianza que brotaba de Naraku era demasiado inusual para pasar desapercibida. Cualquiera lo podría tachar de inocente, causaba una inmediata respuesta compasiva y comprensora, se sumaba el hecho de ser guapo y no pasar desapercibido entre las féminas del jurado y la audiencia. Que más se podía esperar del diablo.

El diablo es tentador. Había leído alguna vez Kagura en La Biblia, libro que una de sus compañeras de curso cargaba consigo en todo momento, era católica-romana, su madre era japonesa y su padre Americano, pero era él quien se encargaba de su educación. El libro hablaba extendidamente de Lucifer y sus males contra la sociedad, seguido de sus sequito de demonios, a Kagura jamás encontró otra descripción fantástica que se acomodase mejor al comportamiento de su hermano. El libro era burdo y aburrido, más teniendo a Naraku como antagonista, pero daba una excelente cátedra de como deshacerse del demonio.

—Creo señor fiscal —Hablo por primera vez el defensor— que usted está interrogando primero al mayor de mis clientes. Así que las preguntas deberían ir dirigidas solo a él, por ahora.

—Es verdad —lo secundo la jueza—, haga el favor de dirigirse por ahora solo al señor Naraku.

Inu no Taishō pareció no preocuparse. Kagura lo noto por la forma paciente en le explicaba a Naraku que tenían todas las pruebas contra ellos; la descarga completa de un cartucho de balas en el cuerpo, la orina de Naraku sobre este y la tela de lino a la que se le incrustaron varios cabellos de Kagura.

La primera teoría del fiscal, basada en esas pruebas, hablaba de un asesinato sádico y por motivos de venganza, que él relaciono con la manera abrupta en que había terminado la amistad de Naraku y Bankotsu por motivos desconocidos. Sospechaba que la ayuda de Kagura en el asesinato era puramente involuntaria, ya tenía antecedentes de ese tipo de conducta sumisa para con su hermano. Empezaba a tomar muy enserio los registros psicológicos y familiares que había pedido a la oficina de infantes y al orfanato donde ambos estuvieron recluidos después de la muerte de sus padres.


Hola :3

Creo que no estaría mal que les diera una pequeña reseña a este relato, se trata específicamente de un crimen —como ya vieron—, y la trama principal se basara en descubrir como fue que sucedió todo, quien fue el autor material y cual el intelectual. Además de las contradicciones que se encontraran entre las pruebas y las declaraciones.

Deben tenerme paciencia para publicar, escribí esto hace tiempo y el original tiene muy mala calidad. Pero ya estoy terminando de arreglar detalles.

Un saludo. Nos leemos :3

P.D: Recuerden el review xD