Su cabello volaba con la ayuda del viento.

Sus lágrimas caían con la pena de su presencia.

Sus labios temblaban por la inseguridad.

Sus piernas se movían sin su permiso.

Sus pies se deslizaban por la orilla del techo.

Su alma lentamente se escapaba de su cuerpo.

Su cuerpo caía por el aire, rompiéndolo.

Lo único que pasaba por su mente, era la mirada que él le dedicaba cada que le sonreía a él y solo a él.

¿Por qué estaba recordándolo a él si solo era una persona que apenas conocía de hace un mes?

Ahora todo tenía sentido.

La forma en que preparaba su café.

Como conocía su canción favorita.

Su comida favorita.

Aquel dulce olor a fresas.

Los ojos verde aqua.

La taza negra de puntos blancos.

Su comida favorita.

Él lo sabía todo de él porque él era «ella»

Todos los recuerdos llegaban a su mente, golpeándolo con fuerza. Probablemente con más fuerza que el viento.

Sus muñecas sangraban y sus ojos lloraban.

Los recuerdos iban apoderándose de su memoria así como el frío de su cuerpo.

El arrepentimiento y la tristeza se hicieron presentes en su persona.

Una última lágrima recorrió su mejilla, sonriendo. Antes de que su cuerpo azotara contra el suelo y los gritos de los peatones se hicieran presentes.

—Relatos de un suicida—