La señora Hudson se levantó, con la bandeja en las manos. Un té para John y otro con dos de azucar para Sherlock. Dudó un poco antes de subir, poco tiempo antes les había oído discutir muy fuerte y John parecía enfadado, los gritos de ambos sonaban por todo el piso.

-¡Era un experimento, John!- le había explicado Sherlock- Por la ciencia!

-Por el amor de Dios!- se oía a John caminar por el piso.- No sé porqué sigo viviendo contigo.-

La señora Hudson, como buena casera que era, y como madre que parecía cuidar de sus hijos, le había quitado la pistola a Sherlock (ya se había hartado de tantos agujeros en su preciosa pared).

-¿Chicos, estáis bien?- había gritado de vuelta la señora Hudson.

-Sí, señora Hudson-contestaron casi al unísono

Arriba, la conversación seguía casi igual, pero sin gritos tan sonoros.

-Eso es obvio, John- se acercó al rubio, provocándole un ligero sonrojo que no se le pasó por alto.

-Algun día me acabaré yendo porqu..-

-No, que va, tu no te vas a ir- le interrumpió Sherlock, con una increíble seguridad que desconcertó a John.

-¿Y por qué no iba a hacerlo?- le retó el rubio, acercándose con los ojos puestos en los suyos.

Sherlock dejó un silencio elocuente en el aire.

-Es obvio, John-

John suspiró y se sentó en el sofá.

-Nunca voy a entender lo que dices- suspiró de nuevo.

Sherlock rodó los ojos y se giró hacia el sofá.

-Pues enseguida lo vas a entender-

El moreno abrió las piernas y se sentó encima de John, dejandole a este atónito.

-Sherlock, qu..- El otro le calló con un beso, casi tumbándose encima de él. John se sonrojó más, si era posible, pero no se apartó. Maldito él si desaprovechaba ese beso, como si no lo hubiese deseado nunca.

Pues claro que había pensado. A ver, tenía a Sherlock pegado a él prácticamente todo el día, tan poco era tan raro, además de ser Sherlock un hombre...ciertamente atractivo, John sabía apreciar esas cosas. Y más si lo tenía tan cerca. El contacto en sus labios alteró bastante el ritmo cardíaco de John, más según Sherlock le besaba con más fuerza y se apegaba mas a él. Sintió los finos labios del moreno recorrerle el cuello, mientras sus manos exploraban más allá.


La señora Hudson iba ya camino del piso de arriba, con cuidado de no tropezarse en ningún escalón. Giró el pomo de la puerta, entrando en el salón.

-Vaya...perdonadme, chicos- dijo entre risas bajas- siempre tan inoportuna...-

John, ahora sí que muerto de verguenza, estaba ya totalmente tumbado en el sofá, con las manos de Sherlock dentro de su ropa y éste, con la camiseta desabrochada, estaba encima suya, sin inmutarse ante la repentina aparición de su casera. Seguía besando a John allí donde se le antojaba, como había deseado desde hace mucho.