N/A: Dudaba mucho en escribir este fic, pero ay, ¿qué más da un poco de futanari en mi repertorio? Supongo que nada. No me odien.
Cerró la puerta de golpe, azorada y parpadeó varias veces seguidas, como para comprobar que había estado viendo bien.
No, no podía estar viendo bien: Marceline tenía un enorme falo entre las manos, por el amor de Glob.
Respiró hondo, tratando de pensar… Igual y a Marceline le iba eso de imaginar que tenía pene y se puso uno de plástico para imaginar cómo se vería. Podría ser… Excepto por el hecho de que dicho pene de plástico tenía un aspecto bastante real, y ella parecía estar disfrutando demasiado como para que sólo fuese un pedazo de plástico inerte entre sus manos.
Recargó la cabeza contra la puerta, en espera de la calma, la cual no llegó. La realidad era que desde su ruptura con Braco no había tenido "algo" desde hacía meses. Igual y ese era el problema: ahora alucinaba penes donde no los había.
— ¿Bonnie? Ya puedes pasar.
Dio un respingo… No esperaba que su compañera de cuarto le fuera a hablar después de tamaña vergüenza. Igual y nada puede superar a la vez que descubrí lo que ella es en realidad, pensó Bonnie mientras giraba el pomo de la puerta y la abría para encontrar a Marceline con una almohada sobre el regazo y un sonrojo que le hacía parecer casi humana.
—Lo siento. —se disculpó Bonnie. —No sabía que ibas a estar en tu hora especial del día.
—Y yo no sabía que ibas a venir a esta hora… ¿Qué no tenías clases?
—Sí, pero se canceló.
Bonnie caminó hacia su buró e hizo como que buscaba algo, aunque la verdad era que ya ni recordaba para qué había ido a la habitación, en primer lugar. Observó la almohada que Marceline sostenía con celosía sobre sus piernas y su persistente sonrojo y decidió preguntar.
— ¿Qué rayos hacías antes?
—No es tu asunto. —le espetó y Bonnie quedó perpleja… Marcy nunca le había contestado de esa manera.
—Es asunto mío si vas a hacerlo en el cuarto que compartimos, Marceline. —replicó y ni ella supo de dónde había venido esa respuesta. Marcy bajó la mirada y cruzó los brazos en actitud defensiva.
—Te digo que no sabía que ibas a volver de repente.
— ¿Y eso cambia algo? Quítate eso del regazo.
Señaló la almohada que ahora estrujaba entre las manos.
—No. Por favor vete ya. Según tú, viniste a buscar algo pero te veo revolver los cajones y no tomar nada, así que…
—Lo sabía… ¿Es tuyo?
— ¡Sí, Bonnie, es mío! —exclamó Marceline, resignada. Parecía estar a punto de echarse a llorar. — ¿Ahora puedes irte?
— ¿Has estado haciendo eso todo este tiempo? ¿Lo has hecho conmigo presente? —trató de que su voz trasluciera un poco de asco, pero la verdad es que sonaba excitada, más que otra cosa.
—No, claro que no. —murmuró ella.
— ¿Y por qué sigues conservando la erección, aún ahora?
— ¿Y tú cómo sabes que sigue parado?
—Porque no te has quitado la jodida almohada de encima.
Era verdad: Marceline apretaba esa almohada como si se le fuese la vida en ello.
—Dime, ¿siempre has tenido esto? —inquirió sin poder evitar que su curiosidad saliese a flote.
—Puedo hacer que salga. —se rascó la nuca. —Todo depende de la persona con la que vaya a tener sexo, o en la que esté pensando cuando… Bueno, ya sabes.
— ¿Por qué? —Bonnie se dio cuenta de lo estúpida que era su pregunta hasta que la pronunció en voz alta.
—Se supone que debo embarazar a alguna mujer humana, ¿no?
Se quedaron en silencio un momento, con Bonnie tratando de procesar lo que Marceline le dijo y esta última deseando que la tierra se abriese para tragársela.
— ¿Y no puedes hacer que desaparezca? ¡Por Glob, Marceline! Estoy aquí presente y ¿me dices que aún lo tienes parado?
—No es tan fácil hacer que se vaya. —respondió ella después de soltar un suspiro. —Sólo se va una vez que me he… Bueno, pues venido.
Bonnie tragó saliva luchando por no pensar más en lo que había visto al abrir la puerta: Marceline frotando y jadeando de placer… ¿Cuántas veces lo haría? ¿Cuánto duraría hasta terminar?
—Ah… Bueno, ya veo. Qué inconveniente.
—Sí, bastante. Por eso necesito que te vayas.
— ¿Disculpa? —preguntó Bonnie con un tono de voz afectado y llevándose una mano al pecho.
—Tengo que masturbarme, ¿no entendiste lo que te dije antes? No se irá así como así.
— ¿Y qué, no puedes hacerlo en el baño?
— ¿Estás loca? ¿Quieres que vaya al baño con una erección del tamaño de la torre Eiffel?
Pues más bien sería del tamaño de la torre de Tokyo, pensó Bonnie.
— ¿Qué?
Marceline tenía una expresión confundida e incrédula y Bonnie palideció… Mierda.
— ¿Lo escuchaste?
—Pues claro que lo escuché, si es el único pensamiento en tu cabeza en este momento. —Marceline se apretó el puente de la nariz con el índice y el pulgar, frustrada. Su cabello azabache estaba agarrado en una cola de caballo que le caía por el hombro derecho y el flequillo le tapaba la cara. —Mira, me encantaría seguir hablando de mi pene y compararlo con otras edificaciones, ¿sí? Pero tengo algo que hacer.
De pronto se puso en pie, finalmente dejando caer la almohada que había tomado como escudo y Bonnie tuvo que ahogar una exclamación; Marcy estaba caminando hacia ella con un enorme bulto entre las piernas, aunque de momento hasta parecía habérsele olvidado y al llegar a su lado le asió con fuerza la muñeca y abrió la puerta.
— ¡Oye! —Bonnie forcejeó hasta lograr soltarse. Su compañero la miró con expresión cansada y triste, pero también impaciente.
—Lo siento por eso… Pero ya te he explicado la situación y si no vas a ayudarme, pues… —señaló la puerta con gesto teatral invitándola a salir.
Por su parte, Bonnie no le estaba poniendo las cosas nada fáciles: se quedó ahí, observándola fijamente con sus cerúleos ojos de expresión soñadora que ahora mismo tenían las pupilas dilatadas.
—Bonnie, por favor…
—"Si no vas a ayudarme"… —murmuró Bonnie con la voz rasposa, pasándose la lengua por los labios y Marceline tiró un poco su camiseta hacia abajo en un vano intento de disimular el gran problema que tenía. —Entonces puedo quedarme si te ayudo, ¿cierto?
—Yo… No, era sólo una expresión pero… —Marceline rio con nerviosismo pero se calló de golpe al ver que Bonnie se le acercaba hasta quedar tan cerca que podía sentir su calor. —Oye… No creo que sea buena idea que te acerques tanto… Digo, te agradezco por reaccionar mejor a esto que cuando descubriste que soy mitad demonio y…
—Entonces me quedaré a ayudarte. —la interrumpió Bonnie con voz temblorosa. No estaba segura de qué le había picado, pero ¿qué más daba? Marceline era un demonio chupa-almas que podía invocarse un pito a voluntad, y si ella podía vivir con eso así sin más, bien podía hacer buen uso de la situación.
— ¿Qué? —preguntó Marcy en un susurro tembloroso y suspiró al sentir las manos de Bonnie desabotonar su pantalón.
Bonnibel temblaba como una hoja sacudida por el viento pero al final logró bajar un poco los pantalones de mezclilla de Marceline, lo suficiente para que su miembro pudiera salir de su prisión.
Por Glob, — ¿era correcto pensar en Glob cuando estabas a punto de echarle una mano a la hija del diablo? — pero qué grande lo tenía. Bonnie jamás había tenido obsesión o algo parecido con los penes grandes, pero ella sólo había tenido sexo con Braco y no pocas veces se había preguntado si no se estuvo perdiendo de algo todos esos años que estuvo con él… Además no es como si él fuese un dios del sexo, pero eso no quitaba que echase en falta acostarse con alguien. Era como tener hambre y comerse una cena de televisión: suficiente como para quitarse el hambre, pero no tanto como para dejar de preguntarse cómo sabría comerse un filete.
Lo tomó con firmeza y notó el tacto frío que tenía.
—Joder. —susurró Marceline apoyándose contra la puerta, estremecida. Tenía muchas ganas de preguntarle de qué iba todo eso y por qué de repente tenía interés en manosearla si ya había dejado claro que a ella no le gustaban las mujeres, pero eso podría hacerla detenerse y era lo último que querría.
—Esto es extraño. —murmuró Bonnie sin dejar de tocarla, usando su pulgar para acariciar el glande. Tal vez no había tenido sexo más que con una persona, pero no por eso le faltaba habilidad.
Marcy trataba de concentrarse en cualquier otra cosa que no fuese la cálida sensación de la mano de Bonnibel, cuando esta comenzó a llevarla a trompicones hacia la cama, haciéndola caer sentada justo en el borde. Bonnie se sentó a su lado y Marceline apretó las sábanas en un puño al sentir el aroma que despedía su cabello rubio rojizo combinado con el olor a humedad que sin duda venía de la chica que ahora la masturbaba con cara de concentración. Si acaso eso servía para excitarla aún más.
Pasaron los minutos y pronto el demonio sudaba, en parte por la intensidad de las sensaciones y en parte porque comenzaba a sentir miedo… ¿Y si se venía antes de tiempo y pasaba a la historia como el primer demonio con problemas de eyaculación precoz? Nunca podría superar una vergüenza similar, aunque la culpa la tenía la cálida mano de Bonnibel que la frotaba de abajo hacia arriba, siempre sabiendo exactamente con qué intensidad hacerlo. Estaba a punto de decir algo cuando notó que Bonnibel se detenía y ahora pasaba el pulgar sobre el glande, moviéndolo en círculos con mucha suavidad. Entonces volteó a verse… Tenía algo de líquido y Bonnibel lo distribuía de manera uniforme.
—Eso fue rápido. —señaló Bonnie acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja, dejando su cuello al descubierto y Marceline jamás se había sentido tan demonio como en ese momento, queriendo clavarle los dientes.
—Claro que no. Todavía no se termina. —se defendió e iba a agregar algo más, pero la otra chica se paró y justo cuando Marcy iba a rogarle que no se fuera, se puso de rodillas frente a ella y sin decir nada más sustituyó las manos con su boca, haciéndole tragar saliva.
Oh… por… Hunson. Cuatro meses antes esta chica la había rechazado y ahora se la estaba chupando con la misma cara de placer que ponía cada que se comía un helado. Si antes pensaba que las mujeres humanas eran extrañas esto acababa por confirmarlo.
Bonnie subía y bajaba por toda su extensión, luchando por no dar arcadas… Si bien no era la primera vez que hacía una felación, era la primera vez que le tocaba meterse algo tan grande en la boca. Tampoco es que Braco la tuviese pequeña, sino más bien era Marceline la que iba bien sobrada.
Se ayudaba con una mano y con la otra acariciaba los muslos de Marceline. Comenzaba a sentir un regusto salino en la boca y se sintió humedecerse todavía más. Se preguntó si Marceline podía percibir el olor de su humedad y la sola idea la excitó tanto que se metió la mano por debajo de la falda para tocarse. Antes de que pudiese darse cuenta estaba emitiendo pequeños sonidos de placer que quedaban ahogados porque su boca seguía ocupada. Una pálida mano se posó sobre su cabeza y Bonnie la apartó de un manotazo, molesta; esto no era una película porno y no iba a dejarse guiar.
La frustración creció en ella al no poder sentir tanto cómo le estaba provocando a Marceline… ¡Y no había nada de justo en ello! Así que hizo lo que le pareció la mejor idea: la empujó para que quedara totalmente recostada sobre la cama. Sintió una pequeña sensación de placer al ver la expresión ligeramente aterrada de Marcy, la cual casi puso los ojos en blanco cuando se colocó sobre ella a horcajadas.
—No voy a tener sexo contigo. —le aclaró una vez que estuvo encima y en –aparente –control de la situación.
—Ah… Sí, está bien. —asintió Marceline. Curiosamente ella ya lo sabía y no se sentía molesta por eso, en realidad. Además, los mendigos no podían ponerse exigentes, incluso si uno de esos mendigos es la hija del diablo, pensó.
—Bueno. —Bonnie estaba sonrojada y su respiración era pesada. Comenzó a moverse con fruición, frotándose contra el pene de Marceline, quien la sostuvo de las caderas al tiempo que gemía… El calor de Bonnibel se sentía demasiado bien contra el frío de su piel.
— ¿Bonnie?
— ¿Mmm? —Era poco probable que Bonnie prestara atención, pero aun así decidió probar.
—Ya estoy por terminar. —pronunció con dificultad.
Y entonces Bonnie, la dulce Bonnie que daba tutorías, que estaba en asociaciones de defensa a los animales y que sólo había tenido sexo con su novio de la secundaria, le puso una mano en la boca.
—Cállate. Tú no vas a venirte antes que yo, ¿verdad?
Marceline sólo pudo negar con la cabeza. Bonnie seguía moviéndose rápidamente, haciendo que la cama rechinara. Unos minutos después ella gemía y Marceline hacía lo mismo y apretaba a Bonnibel, como para impedir que se escapase. Eso había sido lo más placentero que ambas habían hecho hasta entonces.
Bonnibel tragó saliva y recuperó el aliento mientras seguía encima de Marceline.
— ¿Por qué rayos hiciste eso? —preguntó la morena con voz somnolienta.
—No he tenido sexo en un buen rato y tú puedes escuchar mis pensamientos, así que…
—Sólo puedo escuchar los más fuertes, así que… ¿Me estás diciendo que tus pensamientos más dominantes son acerca de tu vida sexual… o la falta de ella?
Bonnibel se apartó de ella con las rodillas aún temblorosas y volvió a ponerse la ropa interior… ¿Cuándo se la había quitado, para empezar?
—Han pasado seis meses, ¿sí? —respondió. —Y no me atrevo a acostarme con alguno de los tipos del campus porque entonces todos sabrían. Los hombres no pueden quedarse callados cada que se acuestan con alguien.
—Ya veo. Entiendo.
—No soy esa clase de chica.
—Nunca he pensado que lo seas.
A pesar de ser un demonio, Marceline experimentaba muchas emociones humanas y la empatía era una de ellas. Frunció la boca en una mueca de vergüenza.
—Manché tu falda. —señaló.
—Está bien. No es algo irremediable. —dejó la falda a un lado y se puso un par de pantalones limpios.
—Entonces…
—Todo está bien, Marceline. Esto ha sido cosa de una vez, ¿sí?
—Sí, supongo.
—Entonces nos vemos después. —se inclinó y aunque dudó un segundo, terminó por darle un beso en los labios, dejándole desconcertada.
Ese fue el primer encuentro sexual de Bonnibel Butler con Marceline Abadeer.
