Capitulo I

Mis Demonios Vuelven A Mí

1:59 a.m. Su cuerpo palidecía bajo los efectos de distintos fármacos. Su corazón latía lentamente al reciente ataque al miocardio, segundos atrás. Una mascarilla le brindaba oxigeno a su cuerpo y a su cerebro, sin embargo su músculo más importante estaba colapsando sin querer retornar a la vida.

2:00 a.m. Un hombre con bata blanca le aplicaba múltiples descargas eléctricas al cuerpo del pequeño niño de cabellos dorados, similares al sol. Sin embargo todo parecía ser en vano. Observaba simplemente como el niño se desvanecía, sin que ellos pudiesen hacer nada al respecto. La vida se le escapaba al joven de las manos, como oro en polvo.

2:01 a.m. la máquina que dictaba si el infante permanecía o no con vida había dado respuestas negativas hacia las esperanzas de una familia. Su corazón se había detenido inevitablemente. Su cerebro se había quedado sin sangre y sin oxigeno. Su vida se había desvanecido como el ocaso.

-Lo siento mucho Señor – sus condolencias fueron expresadas hacía la familia de su mejor amigo y colega.

Los Moto eran una familia sencilla y humilde, los cuales residían en la Ciudad de Domino, Japón. Tenían muy presente el estado en el cual había ingresado su hijo mayor al hospital de la ciudad. Sin embargo, la mujer conocía las respuestas desde un principio. No eran las mejores.

Un niñito de seis años miraba a su madre con lágrimas en sus orbes violetas. En ellos se reflejaban como en un espejo, el profundo dolor que sentía en aquellos instantes y una única pregunta se formulaba en su mente. La única que escapó de sus labios.

-¿Mi hermano ya no volverá? – la inocencia se podía percibir en su rostro, semejante al de un pequeño ángel. Igualmente sus palabras salían de sus labios con el mismo tonó suave, pero con aquella amarga pregunta adornándola –¿ Ya no volveré a ver a Yami? - miraba a sus padres esperando que ellos fueran su salvación hacía el infierno, sentimiento con el cual describía la inesperada muerte de su compañero de juegos.

Una hermosa mujer de cabellos chocolates miró al niño que se hallaba entre sus brazos y lo sentó en sus piernas, mientras acariciaba los mechones rubios de su prójimo.

-No mi amor – su voz se oía quebrada al igual que su alma en aquellos instantes – Pero él aún estará a tu lado y te estará cuidando desde arriba – las espesas gotas cristalinas bajaban por sus mejillas sonrosadas y cálidas.

El niño de cabellos de tres colores se abrazó a ella tan fuerte como pudo y dejó salir todo lo que sentía en aquellos momentos. Tristeza, angustia y… dolor.

Los ojos de la mujer se alzaron y divisaron a su padre, quien venía en compañía del médico que los había recibido cuando habían ingresado al hospital. Entre ambos conversaban algo que la mujer no podía escuchar. Tal vez era mejor así.

-Llevaremos al niño a la morgue – dijo el médico, el cual tenía sus manos dentro de los bolsillos de la bata.

-Gracias – fue lo único que pudo decir Salomón. No tenía nada más que decir. Ni siquiera sabía si podría costear los gastos del funeral de su nieto.

-Que pase buenas noches – con esas últimas palabras el hombre se retiró del lugar, dejando al hombre.

Sora se acercó a su padre con el pequeño en sus brazos. El pequeño se hallaba dormido, sin embargo sus mejillas se hallaban mojadas. Las lágrimas derramadas minutos atrás habían marcado un camino único en sus pómulos.

-Yami ya no volverá Sora – dijo el anciano. En su voz se escuchaba el pesar que sentía en su interior. No podía hacer más nada.

-Esta bien papá – fue lo único que dijo la mujer.

En un amplio laboratorio decorado con el monótono color blanco, se hallaba una capsula de cristal en la cual reposaba el cuerpo de un infante en su interior, cubierto únicamente con una manta celeste, como una toga.

El pequeño niño se hallaba atado a varios cables que colindaban con enormes máquinas que no marcaban otra cosa más que la sombra de la muerte en aquel gélido cuerpo.

Sus cabellos de color oro caían a los lados de su pálido rostro, dándole al semblante del hermoso angelito la imagen de paz y tranquilidad. Algo que aterraría a cualquiera que lo estuviese observando. El parecido de aquel nene con un muerto era irrefutable.

Un joven de no más de diez y siete años de edad entró silenciosamente a la estancia, fijando su mirada azul y penetrante sobre el cuerpo que yacía en aquella capilla de cristal. Sus pensamientos se detenían irremediablemente sobre si próximo acto. Dentro de sí, deseaba ver al pequeño saltar y correr una vez que reviviera y venciera aquello que le había arrebatado sus días.

Tal vez con aquellos lograría restablecer o más bien repara parte de las heridas que presentaba en esos momentos. Recordaba la carita de aquel niño llorando en ese hospital. Y solamente por devolverle la alegría a su niño se había esforzado día y noche.

-No sé si esto pueda hacerte mejor, campeón – miró al niño que se encontraba encerrado en aquel lugar, como un prisionero más – Pero si pudo retornar a un conejo a la vida, también puede hacerlo contigo.

Con una de sus manos presionó el botón que haría realidad una gran fantasía. Las puertas del capullo transparente que en su interior contenía el cuerpo sin vida del pequeño se abrieron, dejando escapar todo el frío que resguardaba dentro de sí.

El hombre de bata blanca se acercó a donde se encontraba el pequeño niño, lo tomó entre sus brazos y lo llevó fuera del lugar.

Sus piernas avanzaban firmemente al ascensor de aquella hermosa instalación, dedicada únicamente a hacer estudios biológicos. Algunos, o la gran mayoría de sus experimentos fuera de ética profesional.

Una vez que hubo llegado a su destino junto con aquel que aportaría su envase para convertirse en el experimento más grande de Kaiba Corp. Colocó en la camilla de metal frente de sí. Un suspiro se fugó de su garganta.

Una joven entró a la habitación en la cual se hallaba su superior. El oji azul la escuchó entrar y de inmediato posó su mirada sobre aquel joven. La misma joven que lo ayudo aquella noche de Marzo.

-¿Lista Jay? – preguntó el hombre a la mujer, un poco más mayor que él.

-Claro Seto – asintió y después de aquello se acercó a un pequeño microscopio que se hallaba sobre una mesa de madera – Injerto, por favor – pidió.

Seto le dio un pedazo de la piel del niño de mechones rubios que se hallaba tendido en la cama de metal – Es de humano – dijo antes de ponerlo en la mano de la joven con un portaobjetos.

-Así debe ser – la mujer tomó el portaobjeto y con unas pequeñas tenazas lo colocó debajo del microscopio.

Seto sacó de uno de los bolsillos de su bata un frasquito transparente, el cual contenía en su interior un líquido rojizo. Haciendo acopió de un gotero extrajo unas cuantas gotas y dejó el recipiente sobre una mesilla.

La piel humano fue rociada con aquel líquido y Jay seguía observando la reacción de ambos.

-¿Y entonces? – preguntó la joven de cabellos negros al joven. Después de haber esperado tres minutos a que hiciera efecto.

-Sigue mirando – dijo Seto – Es algo impresionante lo que puede hacerse con eso – después de ello se dedicó a mirar al niño que se hallaba inconsciente.

La joven se acercó de nuevo al microscopio y observó como dos pequeños gusanos rosados de dos cabezas comenzaban a regenerar el tejido dañado. Su boca se abrió en impresión.

Una vez que se hubo renovado el tejido los gusanos empezaron a desaparecer, hasta quedar en una cantidad menos de seis.

-¿Por qué desaparecen Seto? – preguntó la peli negra a su colega, mientras seguía observando.

-No desaparecen Jazmy – le dijo el joven a la mujer de largos cabellos negros – Disminuyen su tamaño – después de aquellas palabras el joven solamente se limitó a esperar una reacción.

-Ya veo – dijo la joven. Se levantó del lugar en el cual se había sentado y comenzó a marchar fuera del lugar.

-¿No te quedas Jay? – preguntó el científico, quien la veía alejarse por aquel sendero.

-Pienso que esto es algo personal – argumentó la muchacha en su defensa – Además no necesitarás más de mi ayuda – sonrió y continuó su camino, hasta que salió de la vista de Seto.

El joven castaño se acercó a la camilla de color plata, sobre la cual se hallaba el pequeño y lo observó de nueva cuenta. No había nada que pensar en esos momentos.

-Supongo que esta fue la vida te tocó amigo – fueron las ultimas palabras que brotaron de sus labios.

En su interior, su alma se regocijaba al poder darle vida a la persona que se había convertido en alguien importante para el. Después de un año de trabajar con su padre en aquello, le había ganado afecto al niño de cabellos de tres colores. Pero su conciencia le indicaba que aquello no era lo correcto y que las consecuencias las pagaría muy caro.

Tomó una cajeta azul de la sacó unos guantes de látex y se los colocó en las manos. Caminó a un estante de metal negro y de él tomó una botella con un contenido rojo, una jeringa y una jeringuilla. Miró de nuevo al niño que se hallaba detrás de sí y su mente le hizo volver a meditar las consecuencias. Prefería darle vida.

Aquella punta aguda y fina atravesó lentamente su suave piel, mientras la sustancia rojiza en el interior del recipiente de plástico comenzó a descender y a combinarse con el ADN del niño, quien ahora se había convertido en un experimento más.

Los parpados pálidos del niño se abrieron abruptamente. Sus pupilas se habían expandido más de lo normal en una persona de su edad. Sus ojos de color carmesí habían pasado a ser un agujero negro que parecía tragarse el mundo. Aspiró el gélido aire que embargaba la habitación y sus pupilas retornaron a su tamaño habitual, dejando ver el fascinante color de sus ojos.

En el resultado de aquel experimento se hallaba la esperanza de mucho. En especial la de él.

-Veo que hiciste lo correcto Seto – dijo una voz detrás.

-Marik – pronunció el jovencito. Aun tenía entre sus manos los utensilios que había usado segundos atrás para profanar el cuerpo del tricolor - ¿Qué es lo que quieres? – cuestionó al recién llegado.

-Deberias mostrarle este experimento a todo el mundo – le propuso el hombre de cabellos rubios blanquecinos y ojos lilas, quien se hallaba en el umbral de la puerta – Piénsalo Kaiba, te harás aun más millonario si muestras esto al mundo – sus palabras eran tan arrogantes.

-Mira Marik, a mi no me interesa que mi hermanito sea una fuente de dinero – volteó su cuerpo, mientras sus manos se apoyaban sobre la baranda de hierro de la camilla – Él es parte de mi familia y jamás le haría daño de esa forma tan vil y despiadada que estas proponiendo – las facciones del genio mostraban el disgusto que sentía al obtener semejante respuesta por parte de aquel hombre. Sucio al igual que su padrastro.

-¿Desde cuando tienes sentimientos Seto Kaiba? – preguntó sarcásticamente.

-Retírate por favor – estaba echándolo – Aun tengo que terminar de revisar a mi hermanito – la conversación había terminado.

El joven de ojos lilas dio media vuelta y marchó fuera del lugar.

El niño de ojos carmesí volvió a cerrar sus orbes ardientes, sin embargo su corazón no había dejado de latir. Uno de las decenas de cables que se hallaba conectados al cuerpo del niño indicaba que estaba vivo y que respiraba.

Seto esbozó una sonrisa en honor al buen trabajo que había realizado Jazmy y el desgraciado de su padrastro. No sabía cuanto tiempo podría sobrevivir su hermanito con aquella sustancia, sin embargo por el efecto que había creado en el niño tenía la leve sensación de que sería por mucho tiempo. ¿O tal vez su amor por el pequeño le hacía sentir aquello? Ni él mismo podía descifrar eso en aquellos momentos, sin embargo no deseaba perder las esperanzas. No en aquellos momentos.

o. .O.O.o. .OO.O. .O.

Hola a todos, después de haber estado en coma mental pues he regresado. Espero que este primer capitulo haya sido de su agrado. Lamento que sea cortito. Aun así espero que lo hayan disfrutado. Se les quiere.

Sayonara.