Rachel dejo caer el costoso abrigo que la protegía de la noche helada para dejar al descubierto el fino vestido rojo vino que se ceñía a su cuerpo como guante hecho a la medida. Un simple vistazo al espejo la hizo sonreír con satisfacción, siempre le habían dicho que era hermosa, aun sin necesidad de nada de eso pero tampoco le estorbaba unas pocas joyas o vestidos caros. Trato de dar la vuelta pero el tacón se atoro en la delicada piel de la prenda que quedo en el suelo, lo pateo cansada, provocando que se rasgara, dejándolo inservible, solo perdió un minuto para mirarlo tristemente antes de encogerse de hombros y prometerse a sí misma que después compraría uno mejor, para ella la ropa era desechable, solo se usaba una vez y este ya lo había usado 2. Inútil.

-Creí que ya no vendrías- la voz no la sorprendió, sabía que la buscaría y además la encontraría, de nada serviría esconderse si esa fuera su intención, pero no lo era- o aun peor… huirías.

-Dije que lo haría y aquí estoy- contesto fríamente, ignorando lo anterior y ni siquiera volteo a verlo, demostrando quien mandaba ahí, él la necesitaba más que ella a él.- siempre cumplo mi palabra.

-Debo admitir que dude… por tu tardanza- el dueño de la voz descansaba impaciente sobre un sillón frente a la ventana que dejaba pasar solo un poco de luminosidad proveniente de la atestada ciudad de Nueva York.

-No es la primera vez que me contratas… y sabes muy bien como trabajo, tú me entrenaste- Rachel se acerco lo suficiente como para poder verlo pero sin compartir ni un poco del espacio vital que el ocupaba- y si no me crees puedes preguntarle a él- se sentó tranquilamente y cruzo las piernas para estar mas cómoda, antes de señalar al chico de mohicano parado detrás del hombre, quien lo ignoro soberbiamente, el chico que se hacía llamar Puck en honor a su nombre completo, Noah Puckerman, no presto atención de nada, estaba ocupado mirando embelesado el corte y escote del vestido, además de las curvas ocultas por la ropa. Rachel se pasó la mano por el cabello tratando de ocultar discretamente un poco de la piel expuesta.

-Ella y yo hemos trabajado muchas veces juntos… y no puedo esperar a que vuelva a pasar- la intención detrás del comentario era obvia, ella volvió la cara molesta.

-Obligadas y nunca fueron muy agradables que digamos- aclaro con su mejor y falsa sonrisa, al mismo tiempo que se consolaba al pensar que después de la cita del jueves no volvería a hacerlo, lo único positivo de eso.

-¿Los tienes o no?- pregunto el hombre mayor cansado y molesto por esperarla tres horas en su departamento.

-Jamás fallo- estiro la mano para tomar su bolso y sacar el pequeño saquito de terciopelo negro que protegió como su vida durante las pasadas horas- las ventajas de ser bonita, además de talentosa.

-Así es- tendió la palma con avidez para recibir su tesoro, ella lo entrego con algo de resistencia, le había gustado más de lo permitido, incluso pensó en quedarse con alguna, pero no era estúpida, sacudió la bolsita para sopesarla antes de pasársela a Puck, su guardaespaldas- ¿segura que son autenticas?

-Yo misma lo comprobé y tranquilo nadie se dará cuenta de que tengo las autenticas y si lo hacen no sospecharan de mi, estas a salvo- quería pasar a lo importante, lo que a ella le interesaba, quería sacar a esos dos hombres de su hogar- en cuanto a mi pago…

-Estan transfiriendo tu dinero ahora mismo- Rachel le sonrio angelicalmente, se levanto al mismo tiempo y los acompaño hasta la salida, feliz de poder tener su privacidad de vuelta- Jesse pasara por ti a las 8 el jueves- el recuerdo la molesto y se puso seria inmediatamente- se amable con él, es tu futuro esposo y recuerda que la primera impresión siempre es la más importante.

-Lo sé- tenía ganas de gritar, golpear y decir que era su vida pero desde el momento en que ella nació su destino estaba decidido y ella estaba atada a alguien más… así que se limito a decir- como digas papa.

-Ese es mi pequeño diamante- rozo su mejilla con el dorso de la mano con la ternura que solo un padre posee y la beso en la frente, orgulloso de que ella fuera todo lo que él deseaba, de haberla formado según sus expectativas, aun en contra de la voluntad de su propia hija- el más valioso que tengo.

-No tanto como los que te entrego- susurro un momento después de que ellos se fueron.