Es obvio que los personajes de Banana Fish no me pertenecen, no obstante, los he tomado prestados para materializar mi imaginación.

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De Miradas y Refugios

[Capítulo Único]

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Eso del amor es difícil, piensa Eiji mientras intenta encontrar los viejos videos que resguardan algunos de los mejores saltos que ha dado con la pértiga.

Eiji no tiene experiencia con eso de las mariposas en el estómago y el estado ansioso que experimenta el cuerpo humano cuando el cerebro piensa en la persona que le gusta.

No debería sentir cosillas por ese rubio neoyorquino que desde el principio le ha mostrado a lo que se enfrenta día tras día. Un panorama de mafia, drogas, putas, armas, muertes y viejos repugnantes que adoran follar niños.

Eiji sabe que aquellas personas que suelen sufrir mucho no tienen suficiente habilidad para amar a los demás; la única referencia que adquieren del mundo es que se trata de algo jodido, donde abundan las personas malintencionadas y las acciones crueles.

Por eso, cuando le echa una mirada furtiva a Ash desde su posición, analiza sus ínfimas posibilidades de tener algo lindo con él.

Ash Lynx, en la mesa de la cocina, inspecciona cada arma de fuego que ha comprado el fin de semana. Su ropa informal, su cabello rubio y rebelde, la expresión concentrada junto a esos ojos de cejas bonitas que observan todo con precaución, sus manos blancas, ágiles con el trato de pistolas; esa pose desenfadada que adopta cuando está en paz.

Todas esas cosas que hacen que sea interesante, que a Eiji le atraiga.

Ash le descubre y sonríe de esa forma discreta y traviesa que solo él sabe hacer. Eiji se ruboriza en un santiamén y trata de volver a lo de los videos.

Pero ya sabe que Ash está abandonando lo de organizar y verificar el armamento para acercarse a él y ponerlo nervioso. No tuvo que haber mirado. No cuando conoce las habilidades de Ash para saber que alguien le espía en secreto.

Y ya que no puede evitarlo, Eiji alza la cabeza para observar al alto rubio que está de pie frente a él, ahora sin sonrisas discretas y traviesas, sino con esa expresión taciturna que ya se sabe de memoria.

—¿P-Pasa algo, Ash? —pregunta con el mejor tono posible.

El rubio no dice nada. Solo se le queda mirando de ese modo profundo que a Eiji le vuelve loco de vez en cuando. Solo después de un prudente silencio, emite las palabras.

—Tardas mucho en encontrar esos videos...

—Es que... e-están desorganizados y n-no se m-me hace fácil encontrarlos. Quiz-zá ni estén acá...

Ha tratado con todas sus fuerzas de no tartamudear. Pero siempre ocurre. Con Ash cerca siempre ocurre de ese modo. Y ahora que se ha agachado para estar a su nivel, sabe que la cosa empeorará.

—Si no me miraras tanto, quizá ya los hubieses encontrado.

Aquellas palabras que acarician con su aliento el rostro de Eiji, solo le incrementan su estado de nervios. Trata de evitar verlo a los ojos, pero los dedos largos y tibios de Ash le toman la mejilla para que no lo haga.

—¿Por qué me miras tanto, Okumura?

Y mientras pregunta, afianza más la caricia hacia él, llegando hasta los mechones de cabello que no le dejan tener una vista completa de esos ojazos encantadores que tiene el japonés.

Y lo que éste no se espera es ese inusitado acercamiento de Ash para robarle un beso lento que acaricia sus labios y, sin querer, le enciende las entrañas. Solo cuando Ash se aleja, Eiji sabe que ya su sistema se programa para desear otro beso como ese.

—Anda, dime —le pide Ash, en un susurro íntimo—. ¿Por qué miras? —Eiji no reacciona con la pregunta, solo intenta respirar coherentemente cuando Ash se acerca de nuevo para hablarle contra sus labios—. ¿Tengo que besarte de nuevo para que me digas?

—Y-Yo... yo no...

Y a pesar de querer una respuesta, le vuelve a besar, porque Eiji es así de apetecible con esa inocencia que nunca desaparece, con ese olor dulce que desprende y esos sentimientos que insiste en guardarse para sí mismo.

Mientras Ash saborea sin pedir permiso y prever las consecuencias, Eiji se siente en el cielo con aquellos labios que se mecen contra su boca y logran robarle el aliento y la cordura. Piensa que, para ser un muchacho roto, Ash sabe cómo ser dulce a la hora de besar.

Ash es dulce porque así debe ser. Se preocupa por el japonés, le protege, le excusa todos sus errores y, aunque suene brutal, también mataría por él, de ser necesario.

—Me gustas... Eiji Okumura… —susurra contra su cuello.

El japonés, aunque sorprendido, intenta disfrutar de los toques y besos de Ash. Se aferra a su rubio cabello mientras el americano le desabrocha un poco la camisa para besarle mejor en ese lugar tan específico que desea.

Lo más excitante es lo dócil y obediente que puede volverse Eiji con esos ataques de pasión que van a ser muy característicos de Ash de ahora en adelante, ya que se ha dejado llevar sin rechistar.

Porque ni loco va a permitir que Eiji se le escape.

—Me gustas... más de lo pensado —logra balbucir Ash al mismo tiempo en que a Eiji se le escapa un gemido.

Lo está disfrutando, sin darse cuenta que, si no le pone una advertencia a Ash, éste llegará más lejos, solo por perseguir el deseo fogoso que el propio Eiji le inspira.

—T-Te quiero, Ash...

—Créeme que yo también —Ash está sumido a todo ese sentimiento que puede demostrar contra el cuerpo de Eiji—. Yo también te quiero, lo juro...

Y casi no puede hablar por la dosis de éxtasis que tiene con su japonés.

—Tenía que haberme lanzado antes, Eiji —le dice entre besos cortos por toda esa extensión de cuello de la que se ha vuelto adicto en cuestión de segundos—. Quizá así... te hubieses lanzado también... ya sabes... a confesar lo que sentías...

Cuando Ash produce que Eiji quede encima de un sofá, se asegura de probarlo todo, desde su cuello hasta su abdomen, solo cuidando de no seguir más abajo, ahí donde el pecado puede acechar. Es que ya de por sí saborear a alguien tan puro como Eiji es un acto pecaminoso.

Pero el ser humano es así, vulnerable a lo eróticamente perfecto.

La mano tersa y temblorosa de Eiji se detiene sobre el pecho de Ash, obligándole a verle. Cuando el japonés ve esos ojos azules rebosantes de lujuria, se ruboriza y ladea la cabeza, avergonzado.

—Espera, Ash... cielos, d-discúlpame. No creo estar p-prep-parado para continuar a-así de rápido... por f-favor, no te enojes, no es...

Ash le calla con un beso casto en los labios, entendiendo a lo que se refiere, entendiéndolo demasiado bien.

—Vale —le dice, abrochándole con parsimonia los botes de su camisa, asegurándose de calmarse los deseos agresivos que tiene por poseer a Eiji de todas las maneras lujuriosas y al mismo tiempo cursis que existen—. Solo quería... descubrir el porqué de tus ojos sobre mí —sonríe ladinamente—. Y ya lo sé.

Al concluir con la camisa, acaricia la mejilla sonrojada de Eiji para que no se esconda.

—Mírame —le pide—. Estamos bien, ¿de acuerdo? —Eiji asiente—. Pero... si tienes deseo de ser mimado en extremo... solo dímelo. O mejor —se acerca a su oído para susurrarle—. Exígemelo... Eiji Okumura.

—D-De acuerdo…

—Soy obediente cuando me sugieres o pides algo... y lo sabes, ¿verdad?

Eiji traga en seco. Ash le conoce más de lo que cree.

Ambos se separan un poco, como si se dieran un espacio de tiempo para acostumbrarse a lo que ha ocurrido.

Pero Ash, muchacho resuelto, sincero y arriesgado, le deja claro a Eiji cómo están las cosas.

—De acuerdo, escúchame. Mi mundo y el tuyo son muy diferentes. El mío es peligroso y no quiero que seas infeliz. Pero... tú tienes ese arte de saber cómo volar y... necesito aliarme a ti. Tener un espacio donde liberarme. He estado desprovisto de amparo durante toda mi vida, Eiji. Necesito que seas mi refugio.

—Pero, Ash...

—Espera, déjame decir esto —pide Ash con cuidado—. Yo se que tenerte es arriesgarnos, pero... joder, Eiji, que me atrevo a arriesgarme para que estés a salvo y puedas quedarte.

—Puedo quedarme, Ash. Voy a quedarme. Todo porque puedas sentirte... ¿libre? —Eiji ríe un poco—. Aún no entiendo mucho cuando dices lo de volar, pero… soy tu respaldo, ¿de acuerdo? No se pelear ni disparar ni tengo el diez por ciento de la valentía que tú tienes, pero... si te soy útil, me quedo.

Ahora es a Ash Lynx a quien se le escapa una sonrisa.

—Ninguna de mis habilidades se compara con el doble de tú valentía. Nadie se quedaría con alguien tan corrompido como yo. Solo tú tienes las agallas. Por eso eres tan único. Por eso apuesto por ti y por nadie más —Ash le acaricia los negros cabellos—. Gracias… en serio.

—No hay de qué.

Y permanecen callados, mirándose, deleitándose el uno con el otro, pensando en lo que sucederá a partir de ahora, analizando los pros y los contras, previendo lo que podría salir mal.

No encuentran nada negativo en el asunto, a pesar de que es arriesgado.

—Ya, Ash —ríe Eiji con nerviosismo mientras se lleva una mano al rostro—. No me mires así.

—¿Qué tiene?

—Es incómodo.

Ash ríe y se recuesta a él, encontrando una calidez a la que aferrarse.

—Pues acostúmbrate. Dicen que los mejores romances comienzan con las miradas.

Y justo ahí, abrazando a Eiji y viéndole a los ojos, encuentra un verdadero refugio.

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De acuerdo. Espero que esto les haya agradado. Muchísimas gracias por leer. Sería amable que dejasen sus reviews diciendo qué les ha parecido.

Nos leemos pronto.

Ha sido un placer escribir para el fandom ;)