TOEI animation tiene los derechos de autor de SF西遊記スタージンガー "Starzinger" o "El Galáctico" y de los personajes que aquí se presentan. Por favor, no me demanden. Sólo soy una gran fanática de Balamia. Gracias por este maravilloso personaje.
Nota: Esta historia parte de los eventos del episodio 64.
Dedicado a W. ¡Gracias por tu ayuda!
Tiempos de paz
-¡Balamia, espera! Es muy peligroso ir sola -Galáctico le advierte con un alto grado de preocupación en su voz. La observa, inquieto; mientras ella está sentada en la cabina de su caza espacial, lista para marcharse, mirando su espada electromagnética con firme determinación. Galáctico empieza a sentir que se le hunde el corazón... sospecha cuáles son sus intenciones.
Balamia evitó mirarle. Temía que, al verle a los ojos, perdiera el valor. Cerró sus ojos, pero, aún así, podía sentir a Galáctico, mirándola fijamente, preocupado, como si tratara de leer sus pensamientos o hacerle cambiar de parecer.
Un día… incluso una hora me bastó. Ella se permitió pensar, pero no decir. Al fin, había aceptado lo que realmente sentía por él y hace pocos minutos, incluso en ese momento, ella podía adivinar que, tal vez, él también sentía lo mismo por ella.
No. Nosotros nunca hubiéramos… Ella negó con la cabeza. Ya era tarde. Lo que le quedaba de mujer no prevalecería ante su razón de ser, ante su deber como guerrera cibernética. La oportunidad de ayudar a restaurar la Energía Galáctica, la reconstrucción de un nuevo mundo y la anhelada redención que busca por haber servido a un vil régimen estaba frente a ella. Estaba determinada a luchar, incluso dar su vida, por tan noble ideal.
- ¡Balamia!
Ella lo escuchó; pero con dolor lo ignoró.
Cerró la cabina. Galáctico dio un paso atrás, consciente de que, una vez más, ella le echaba a un lado. La costumbre aún no lograba que esto dejara de herirle.
Ya entiendo… ¡Ella ya no desea vivir!Galáctico concluye, mientras observa la nave de Balamia dirigirse hacia el Monstruo de la Luz. Le invadió súbitamente el mismo sentimiento de tristeza que sintió el día que la creyó muerta luego de la explosión del planeta de la Reina Zarcanda. En ese día, como ahora, no quería perderla.
-¡Nave Flamígera!- Galáctico se apresuró a su nave y también se dirigió al monstruo. En pocos minutos ya estaba cerca de Balamia.
Más adelante, más allá de la atmósfera de la luna del Gran Planeta, acechaba el Monstruo de la Luz. Parecía una nube, pero en realidad, era una criatura sin masa, formada por fotones, que se transformaba en un tigre gigantesco. La criatura rugió con estruendo, como si les estuviera esperando.
-¡Balamia, espera! ¡Combatamos juntos! -La imagen de Galáctico insistía en su pantalla. Balamia no respondió, pero miró atrás para echarle una mirada por última vez. Su llamado le conmovió. Su imagen la entristeció profundamente.
Un día, tan sólo unas horas me bastaron… Fui feliz cuando estuve contigo…
Nuevamente, se permitió pensar en Galáctico en los últimos momentos de su vida. Con cierta angustia, lamentó lo que nunca habría podido ser.
Si tan sólo te hubiese conocido en tiempos de paz… Adiós, Galáctico.
La despedida le dio el empuje que necesitaba para terminar, de una vez y por todas, el destino que ella había escogido. Una batalla casi imposible con garantía de muerte honorable, digna de recordarse.
Con gran ímpetu, Balamia salió de la cabina, se quitó el casco y lo dejó ir, perdiéndose en el espacio. Gallarda, levantó su espada electromagnética.
-¡Balamia!- Galáctico le llamó con el tono más alto que su voz podía producir. "¿Qué diablos intentas hacer?" pensó alarmado, al verla salir así, temeraria.
-¡Atravesaré tu corazón!- Balamia exclamó en el momento en que estuvo más cerca del monstruóbolo. Los ojos del ser brillaron e irradiaron rayos mortales que se dirigieron directamente hacia ella. Balamia logró interceptar algunos con su espada. Afortunadamente salió ilesa de la primera ronda.
La nave de combate espacial de Balamia voló por debajo de la criatura. Galáctico aún le seguía. Por suerte, el monstruóbolo se desvaneció por un momento. Galáctico aprovechó la oportunidad para acercarse aún más a la nave de Balamia hasta que logró que la Nave Flamígera volara justo al lado de la de ella.
-¡Tengo que detenerla!
Sin titubear, Galáctico saltó de su nave y aterrizó en el ala izquierda del caza. La Nave Flamígera ya no siguió a la de Balamia, sino que quedó suspendida en el espacio.
-¡Balamia! -la llamó mientras trataba de mantener el balance en el momento en que la nave giraba.
-¿Qué…? -en su bello rostro se notó que su presencia, de momento, le tomó emocionalmente desprevenida. Sin embargo, a medida que Galáctico se le acercaba y fijaba la cariñosa mirada de sus ojos marrones en los ojos de zafiro de ella, instintivamente se tornó defensiva.
-¡No me detendrás!- le advirtió con firmeza, apuntando la punta de su espada al pecho de Galáctico, como para mantenerlo a distancia-.¡Lárgate!
Su mirada era; como siempre; impenetrable.
El intento de mantenerlo alejado fracasó. Galáctico no se sintió intimidado. Por el contrario, el acto desesperado de Balamia le motivó aún más.
-¿Recuerdas lo que me dijiste en Mandorago? Dijiste que no te pensabas morir…- la miró a los ojos con ternura y le habló con la sinceridad y tranquilidad de un buen amigo. Ella sintió que sus defensas estaban a punto de caer - … no sin antes haber luchado conmigo.
Instantáneamente, desapareció la dureza de su mirada. Una efímera expresión de sorpresa le dejó saber que, efectivamente, ella lo recordaba.
A la distancia, frente a ellos, el Monstruo de la Luz reapareció, rugiendo con mayor intensidad. Sus ojos volvieron a brillar. Un rayo pasó muy cerca de Galáctico, dañando el estabilizador vertical. El caza se estremeció abruptamente y descendió un poco, poniéndolos, por el momento, a salvo.
-¡Por favor, vete! ¡Ahora!- Balamia le gritó, más por el susto y la ansiedad de que Galáctico pudiera ser lastimado. "Por favor, no lo hagas más difícil de lo que ya es…" pensó ella, mientras se dio la vuelta para enfrentar al ser fotónico.
En ese momento, Galáctico comprendió que, si Balamia se preocupaba por él, entonces, este no era un caso perdido. La podía salvar.
-¡Siempre he sido un desobediente!- Galáctico encogió sus hombros, como un gesto pasivo de desafío y se paró detrás de ella.
Balamia le miró por encima del hombro, con el ceño fruncido.
-¿Qué diablos crees que estás haciendo? -Le preguntó ella, exasperada por la incomodidad. Apenas había suficiente espacio para los dos entre la nariz y la cabina de la nave.
-¡Estamos juntos en esto!- Galáctico insistió y armó su lanza triónica.
Balamia exhaló el aire que hacía rato aguantaba. No le quedó más remedio que rendirse.
Ambos miraron al frente. Allí estaba el monstruo de fotones, esperándoles.
-Yo tengo la espada electromagnética. Así que, ¡yo atacaré primero!-Balamia le advirtió.
-¡Las damas siempre van primero! - Galáctico se atrevió a bromear, sabiendo lo mucho que eso le molestaba a Balamia. Como esperaba, ella le miró de la misma manera que siempre lo mira cada vez que ella le reta al duelo inconcluso: con una mirada asesina.
"¡Por fin! ¡Esa eres tú!" pensó, aliviado. Era una buena señal. La Balamia que conocía parecía estar de vuelta.
A medida que se acercaban al monstruóbolo, Balamia dio unos pasos al frente y se posicionó lista para atacar.
-Esta vez, lo haré bien -Galáctico la escuchó decir, pero no tuvo tiempo de preguntarle lo que significaba. Ya estaban demasiado cerca.
-¡Arrrgh! -Balamia, con toda su fuerza y voluntad, lanzó su espada hacia la boca del monstruo. La criatura disparó de nuevo hacia ellos.
-¡Balamia, cuidado!- rápidamente, Galáctico agarró a Balamia por el brazo, la haló, la amarró a él por la cintura y saltó con ella. Antes de que Balamia se diera cuenta, ambos estaban cayendo en el espacio vacío.
Durante segundos, cayendo, Galáctico la abraza fuerte. Para su sorpresa, ella se dejó abrazar.
Balamia descanzó la cabeza sobre su hombro, sus manos sobre la anchura del pecho. Ambos se perdieron del momento en que el monstruo se tragó la espada y el caza espacial. Balamia sí escuchó la explosión y sintió cómo Galáctico la apretó más fuerte.
Aterrizaron sanos y salvos en la Nave Flamígera. Inmerso en la divina esencia de su cabellera negra, Galáctico la mantuvo atada a su cuerpo y Balamia hundió el rostro en su pecho para evadir el resplandor cegador de la explosión.
-Me alegra que estés a salvo - le dijo Galáctico cerca del oído y buscó su rostro. Balamia parecía vulnerable, vencida.
Al estar tan cerca, Balamia temió que él descubriera sus sentimientos. Dándose cuenta de su desliz, bajó la mirada, se separó de él lentamente y le dio la espalda.
Mientras el mágico momento se hacía añicos, Balamia avistó un detalle que le llamó la atención.
-Será mejor que regresemos- sugirió Galáctico en un tono tranquilo, detrás del cual escondió su decepción.
-Aún no. Galáctico, ¡mira!- Balamia negaba con la cabeza ante el asombro de ver los remanentes de la explosión -. ¡El Monstruo de la Luz aún no ha sido destruido!
-¿Cómo dices?- Galáctico miró, incrédulo, hacia la nube pulsante. La nave de Balamia aún era visible.
-Terminaré lo que empezaste -le aseguró -. Tu esfuerzo no será en vano.
Se dirigieron entonces hacia la nube. A una distancia segura, Galáctico levantó su lanza triónica. El arma brilló y se disparó. Hubo otra explosión. Esta vez, no quedó nada del monstruo.
-¡Lo lograste! -Balamia admitió con cierta admiración. Lamentó haber estado equivocada desde el principio. Jamás habría vencido al monstruóbolo de luz ella sola.
-No. Nosotros lo hicimos. Juntos - Galáctico le corrigió, a la vez posó su mano en el hombro de ella.
A Balamia se le escapó un suspiro, largo y profundo. Sus acciones y sus palabras eran, para la mujer muy dentro de ella, difíciles de resistir. Hace un momento, ella estaba firme en dejarlo ir. Ahora, después de todo lo que él ha hecho, después de todo lo que él le ha demostrado, él le ha hecho cambiar todo lo que una vez creyó cierto. Todo empezaba a verse posible.
Detrás de ella, Galáctico tiene la esperanza de que, de alguna manera, ella deje de hacerlo a un lado. Anhela poder hablar con ella para terminar con los malos entendidos. Pensó en aprovechar el momento para ambos empezar de nuevo.
- Balamia, ¿Puedes verlo? -Galáctico señaló hacia la nube que ya se desvanecía y que revelaba lo que había más allá.
- Sí… - dijo ella casi como un suspiro, conmovida tan pronto lo reconoció -…es el Gran Planeta.
Un inesperado sentido de agradecimiento por estar viva inundó su alma.
Ambos, maravillados, admiraron el extraordinario espectáculo. El Gran Planeta, el centro de la galaxia, irradiaba, a todas direcciones, haces de luz en diferentes tonos de verde.
El esplendor del Gran Planeta inspiró a Galáctico a continuar tratando de ganarse la confianza de Balamia.
- Balamia, sé que; a pesar de que estábamos en lados contrarios; ambos luchábamos por una misma causa. Ahora nuestro sueño está a punto de hacerse realidad -pausó un momento, como para pensar en las palabras correctas y continuó -. Cuando lleguemos al Gran Planeta, la energía galáctica será restaurada. Habrá paz y entonces, tal vez, tú y yo…
-¿Ah?
Aquellas palabras le impactaron directo al corazón. Ella se volteó para mirarlo, como si la hubiese tomado desprevenida.
-… ¿podríamos ser amigos? - preguntó tiernamente, con ojos llenos de expectación mientras le extendió su mano.
Si tan sólo te hubiese conocido en tiempos de paz…
Atrapada en sus propias palabras, desvió su mirada, y se tomó un momento para deliberar sobre ellas y sobre el gesto que promete exactamente lo que ella, previamente, lamentaba. No encontró argumentos para contradecirlo. También se dio cuenta de que, después de todo, aún tenía la esperanza que creía perdida.
En un nuevo mundo; en el mundo que siempre había soñado, no tendría que comportarse como una guerrera cibernética nunca más. No tendría que proyectar nada, probar nada, ni tendría que vivir simplemente para matar monstruóbolos. Podría vivir una nueva vida. Una vida en la que podría ser y sentir como era antes. Una vida en la que podría mostrar otra parte de su ser.
Balamia fijó sus ojos azules a los marrones de él, quien esperaba, pacientemente, por ella. Tenía que admitir que él siempre fue un buen amigo. De hecho, su único amigo. Por primera vez, se dio cuenta de esto. Lamentó no haberlo visto antes.
Esta vez; a diferencia de lo ocurrido en el planeta de Mandorago; no lo rechazará.
Al mirarle a los ojos, anticipó lo que será. Se le dibujó una leve sonrisa en el rostro y le prometió, en silencio, que se superaría… que trataría de dejar el enojo y el amargo dolor atrás. Que sería su amiga.
Para ella, por ahora, sería más que suficiente.
-Galáctico, tienes razón -Balamia le dijo en tono amistoso, con un nuevo brillo en sus ojos, mientras le daba un firme apretón de manos -. Seamos amigos.
