Un día extraño, una tarde agitada, Hermione corre por las escaleras para llegar al andén y tomar el siguiente tren subterráneo. Algo le dice que debe estar allí en ese instante, en ese momento. Pero el tren llega mucho antes que ella.

Las puertas se abren…

Las puertas se cierran…

Hermione tendrá que vivir las consecuencias de cruzar o no esas puertas.

Hola a todos:

He querido escribir este Nuevo fic que no pude evitar. Soy una Ronmione consumada, pero esta historia es diferente, muy diferente.

Primero es un AU y no es para nada una idea original. Es una adaptación de la película "Dos vidas en un instante", que me gusta mucho y además está descrito bajo la vista de Hermione, algo que casi nunca hago en mis relatos.

No quiero dar demasiados detalles y por eso les dejo ya el primer capítulo. Espero que les guste mucho.

Saludos

Yaem (¿Me subo o no al vagón?) Gy

P.E. AU sin magia, solo la que pongan las fuertes personalidades de los personajes.

Y hablando de personajes… los he tomado prestados de la talentosa J K Rowling.

No cobro por esto. Solo me deleito dando a Hermione dos versiones de una vida emocionantemente muggle.

En todo caso me siento pagada con el solo hecho que me dejen comentarios.

Capítulo 1: Las Puertas Cierran

Eran las tres de la tarde en la cosmopolita Londres. Este había sido un día muy agotador para la bella castaña que ahora acababa de salir de su trabajo en la recóndita librería en la que trabaja. El trato era malo y la paga peor, pero Hermione amaba los libros y le encantaba estar rodeada por ellos.

Había habido una serie de ataques terroristas a causa de los fuertes acontecimientos internacionales provocados por la agresión a las torres gemelas de 2001, y como el gobierno de Inglaterra había estado aliado con EEUU para combatir a Al Qaeda, ahora los británicos recibían las represalias.

Esa tarde había surgido el rumor del siguiente atentado.

Hermione se asustó.

A duras penas consiguió el permiso para irse a casa más temprano y tomando sus cosas se apresuró para llegar al Tren subterráneo y así poder llegar a casa con más rapidez y seguridad.

No había sido la única en tener esa idea.

La estación estaba repleta y muchos se acercaban a las ventanillas para comprar su boleto. Hermione no tuvo más remedio que esperar en una larga fila hasta que al fin consiguió su cometido. El boleto se escondía ahora en su mano.

Impacientó a sus pies para pasar por el torniquete y una vez al otro lado vio desde arriba que el tren se detenía en la estación. Se empujó con la gente que también luchaba por tomarlo y sintió que en ese momento las escaleras eran eternas y que jamás llegaría.

-tengo que llegar, tengo que llegar- se decía a si misma pisando los escalones en arriesgada maniobra. Lo único que quería era llegar a su hogar para aprovechar la tarde junto a su novio.

De improviso su corazón se arremolinó dentro y una sensación extraña le invadió. Sentía que tenía que estar en el andén en ese momento, que tenía que estar frente a ese tren. Justamente ese tren.

Corrió por el andén y quedó frente a las puertas…

Y no supo porque vaciló.

Un hombre gordo la empujó para abrirse paso y ella quedó casi pegada a la ventana que le permitió por un momento ver a los que adentro se encontraban. Y allí vio un hombre que sin proponérselo le llamó la atención.

Sus cabellos rojos resaltaban de entre la marea humana y por un breve, muy breve instante las miradas de ambos se cruzaron. Los ojos de color cielo le contemplaron y el timbre del tren sonó.

Las puertas se cerraron.

El tren se marchó a una velocidad grosera según la impresión de la castaña y una especie de vació le enfrió el corazón. No podía entender esa sensación.

Como no había entendido tampoco porque había detenido su marcha en las puertas. Como si algo le tirara de los brazos impidiéndole continuar.

El grupo de gente se apretujaba en el andén a la espera del siguiente tren. Y la chica tuvo que admitir lo extraño de la situación. Eran recién las cuatro y en un día normal ese andén estaría casi vacío.

Pero el temor de un posible atentado era generalizado y todos preferían no correr ningún riesgo.

De pronto un tintineo de timbres puso en alerta a todos los pasajeros. Y una voz les dio la mala noticia.

-Señores pasajeros. Dado el ambiente surgido a causa de los recientes avisos de bomba y ante los rumores de que el siguiente ataque sea en las líneas del tren subterráneo, nos hemos visto en la obligación de suspender el servicio. A todos los pasajeros se les reembolsará su dinero en las boleterías de la estación. Lamentamos sinceramente las molestias causadas a ustedes por esta situación ajena a nuestros propósitos-

Hermione y toda la población flotante del andén prorrumpieron en gestos y quejas por la reciente noticia. Eso era muy malo.

Uno a uno, los pasajeros fueron a las cajas y la chica otra vez tuvo que hacer una larga fila.

-este no es mi día- se quejó apretando el boleto, con unas ganas enormes de romperlo en mil pedazos.

Subió los escalones y a poco de alcanzar las puertas de salida se dio cuenta de una nueva catástrofe. Había comenzado a llover.

-Definitivamente este no es mi día- susurró mirándose a sí misma. Llevaba un vestido a la rodilla y una chaqueta corta y tacos. Perfecto para coger una pulmonía.

Aspiró el aire para alcanzar la resignación y continuo su faena de subir los ya mojados escalones. La lluvia fue cayendo por su cuerpo poco a poco y las gotitas empezaron a adornar sus cabellos enmarañados como pequeños diamantes.

Tomó su bolso y se lo puso en la cabeza y llegó a la calle para coger el primer taxi o bus que pudiera encontrar. Tenía que llegar ya a casa. De seguro él ya le esperaba.

No caminó demasiado cuando una bocina se escuchó en medio de la extraña lluvia. La chica no presto atención alguna y continuo sus pasos hasta el paradero de buses más cercano.

Pero nuevamente escuchó el claxon.

Se giró y con los ojos entrecerrados a causa del agua miró a la calle. Allí, en lenta marcha un hermoso auto la seguía. La chica se extrañó pues no conocía el vehículo y creía que jamás podría conocer a alguien que pudiera ser dueño de algo tan caro. Volvió a girarse y se concentró otra vez en alcanzar la parada, pero el claxon sonó una tercera vez. Y ahora el sonido mecánico era acompañado de una voz.

-Ey… Chica mojada… Ey Tú...-

Hermione se giró otra vez y vio que la ventanilla del auto se había bajado, y por ella asomaba una cabeza. Una rubia cabeza.

-¿Disculpe?- Fue lo único que pudo decir. De pronto se quedó pegada al suelo impresionada por el espectáculo que le brindaba el rostro que le sonreía desde el auto. El hombre tenía los cabellos rubios casi plateados, unos ojos grises profundamente hermosos y una sonrisa fresca que provocaría el desmayo de cualquier chica.

-Vi que estas quedando empapada por la lluvia y pensé que te gustaría que te diera un aventón-

-No, gracias-

-Vamos… te estás mojando hasta el alma-

-No lo conozco. Pero gracias por su ayuda- dijo ella y alejó sus pasos todo lo que pudo del automóvil. En realidad se estaba mojando demasiado y quería alcanzar ya la parada. Quería llegar a casa luego y fundirse en los brazos de su novio. Tenía frío pero a la vez una emocionante sensación. Esa misma sensación que la detuviera en el andén. La misma que volvía a pegarle los pies al suelo.

-Tienes razón. He sido muy descortés y quiero reparar el error. Mi nombre es Draco Malfoy, un gusto conocerla, señorita…-

La castaña lo miró y él se le presentó enfundado en un elegante abrigo azul marino y botas altas. En las manos un sobrio pero bonito paraguas negro.

Por un par de segundos no pudo emitir sonido alguno. La irrupción del hombre la había aturdido. Y la visión de su bello rostro sonriente y su altura no mejoraban las cosas. Y la sensación, esa extraña sensación…

-Parece que ya cogiste el catarro. Te has quedado sin voz- le sonrió otra vez el rubio poniendo su paraguas sobre la muchacha.

-Gra… Granger… Hermione Granger- fue lo único que ella musitó.

-Encantado de conocerla señorita Granger. Me encantaría poder mantener una plática con usted, pero la lluvia se ha vuelto muy molesta y supongo que conversar en un lugar seco y tibio sería mucho más cómodo-

-¿Cómo?-

-Que sería más cómodo conversar en otra parte. Si gusta le invito un café y luego la llevo a su casa-

-No… no, gracias. Tengo prisa. Mi novio me espera-

-Novio- susurró el hombre y frunció el seño- Claro, entiendo. Por lo menos permítame acercarla a su casa. Con esta lluvia le costará mucho tomar un taxi o subir a un bus-

-Gracias, pero no puedo-

-Es muy terca, ¿Verdad?-

-Quizás usted lo encuentre un defecto, pero en muchos casos es una cualidad-

-Eso podríamos analizarlo con más detenimiento si usted acepta mi ayuda. Yo también puedo ser muy terco… aunque nadie me haya dicho aún que sea parte de mis cualidades- Le dijo él moviendo sus cejas con sugerencia.

Hermione continuó su marcha y Draco se vio obligado a seguirla con el paraguas. La chica no volvió a responderle y se plantó entre la gente que aglomeraba la parada. Se veía que le sería difícil conseguir un lugar en el transporte.

Al cabo de un buen rato se dio cuenta que era imposible tomar los autobuses. Por una extraña razón estaban atrasados y eso provocaba más congestión. Ahora todos los buses venían llenos y no se detenían.

-Le dije que esto le tomaría tiempo. Si se hubiera ido conmigo ya estaría en su hogar- Le dijo el hombre sacudiendo el agua de su abrigo. Ya tenía las botas empapadas y algunos mechones de sus cabellos también.

-Señor Malfoy. No tiene que estar aquí mojándose. Gracias por su ayuda, pero tengo el transporte-

-Está bien. Me subiré a mi auto como usted quiere. Pero no muy contento. Usted tiene el vestido pegado al cuerpo a causa del agua y a dejado a la vista de todos su preciosa figura; Y esos tipos la observan con mirada lujuriosa-La chica se giró para ver el objetivo que él le indicara y vio a tres tipos que le comían con la vista.

Y empezaba a oscurecer; y hacía frío; Y los buses siempre iban llenos.

Draco Malfoy le puso el paraguas en la mano y se despidió con un suave gesto de cabeza. Luego a largos trancos se alejó de la chica y a la distancia ella vio que se subía a su carro. Una sensación de pérdida la invadió en ese instante y asustada miró en dirección a los hombres. Ellos empezaban a acercarse.

Ahora no solo el frío la hizo temblar. Uno de los tipos fue directamente hacia ella con una horrenda sonrisa y el miedo se apoderó de su cuerpo.

El claxon sonó una cuarta vez y la puerta del copiloto se abrió en el Mercedes y esta vez Hermione no lo pensó. Corrió con todas sus fuerzas y sentó su diluviada humanidad en el elegante asiento de cuero y cerró la puerta.

El Mercedes partió raudo.

-Le puedo decir que para mí, en este momento su terquedad no me parece una cualidad- sonrió el rubio mirando por el espejo retrovisor- pero me alegro que de su brazo a torcer aunque sea bajo la amenaza de tres desgraciados-

-¿En verdad me iba a dejar sola?- le dijo la chica con mirada alarmada y reprobatoria

-¿No era eso lo que usted quería?-le devolvió él

-Este… bueno…-

-No te hubiera dejado sola con ellos, Hermione. Puedo ser un terco endemoniado, pero no soy un desalmado.- Justo en ese momento se había detenido en una luz roja y Hermione se estremeció ante su profunda mirada- Pero no puedo negar sus intenciones. El vestido empapado te hace ver como una diosa- y continúo su marcha cuando la luz verde apareció.

Ahora Hermione estaba otra vez nerviosa. ¿Y si había salido del fuego para caer a las brasas?

Hermione se cubrió un poco más con la mojada chaqueta y estiró el vestido para no dejar demasiada piel expuesta. Draco sonrió mirando la calle ante él, pero por un buen rato no dijo más. Solo puso atención al camino y de vez en cuando regulaba la calefacción del vehículo y ponía la radio para escuchar las noticias.

-Tengo una chaqueta seca en el asiento de atrás. Creo que es mejor que la que llevas puesta-

La chica no sabía si aceptar, pero llevar la ropa mojada era muy incómodo. Estiró su brazo y tocó la prenda en el asiento trasero. Era una chaqueta de hombre y se notaba que era muy fina. La tela era suave y perfumada con un aroma que le revolvió por dentro.

-No puedo ponérmela. La arruinaré con mi vestido mojado. Es más, ya le mojé todo el asiento-

-Son solo una chaqueta y un asiento. Ambos se pueden secar y no enferman. En cambio tú puedes coger un resfriado terrible. Sácate esa chaqueta y ponte la mía. Así ya no estarás tan incómoda-

Hermione obedeció la suave orden y se sacó su chaqueta descubriendo los delgados brazos que el vestido no cubría. Draco miraba por el espejo los vehículos que tenía atrás y a los lados, pero de reojo la observaba.

Fue ponerse la chaqueta y sumergirse en un calor protector; y un aroma masculino la abrazó aturdiéndola.

-¿Mejor?-

-Sí, mucho mejor-

Draco conducía sin apuro por las mojadas calles de Londres. Hermione se arrebujaba en la chaqueta y se emborrachaba en el caro perfume. Aletargada solo miraba los edificios y las luces que pasaban a su vista.

-Como no decides a decirme a donde tengo que llevarte… ¿aceptarías tomar un café para entrar en calor?-

La chica sacudió la cabeza para despejarse y puso atención real al lugar en donde se encontraban. Se habían detenido al frente de un simpático cafecito en un costado de la ciudad y la luz que éste despedía parecía cálida, familiar.

-Yo…-

-Un café y luego te llevo a casa. Lo prometo- le dijo Draco con media sonrisa

No esperó respuesta esta vez. Se bajó del auto y corrió en medio de la lluvia para abrir la puerta del copiloto. Luego tomó el paraguas abriéndolo y extendió la mano para ayudar a la chica a salir. Ella decidió aceptar. Tomó la mano alba que se le ofrecía y un choque eléctrico recorrió su columna. Esa misma mano no la soltó en todo el camino a la entrada del local.

Draco la guió hasta una mesa cercana a la calefacción y, como todo un caballero, acomodó la silla para permitirle sentarse. Tanta atención abrumó a la chica que no sabía si estaba consciente en verdad. Todo había sido muy extraño. Esa tarde había sido extraña. Y más desde el momento en que quedara pegada al piso del andén.

El café humeante fue como un manjar de los dioses. La chica envolvió sus manos y saboreo el brebaje sintiendo como recorría su cuerpo. Por un rato solo se dedicó a beberlo ante la atenta mirada del rubio.

-Me parece que fue una buena idea lo del café- le dijo

-¿Por qué hace todo esto? ¿Por qué me tocó el claxon para ofrecerme su transporte?- le preguntó ella ya más repuesta.

Bueno- dijo el hombre acomodándose mejor en la silla y tomando un sorbo de café- Acababa de salir del juzgado luego de una audiencia muy molesta contra un majadero tipo que me ha dado pelea por varios meses y al conducir por las calles me di cuenta que estaban cerrando las estaciones del tren subterráneo. Al cabo de un minuto se nos vino encima el aguacero y de pronto vi ante mí una linda chica que intentaba pasar su bella figura por entre las gotas. Vi que no tenía éxito en ello y me decidí a hacer mi buena acción del día- terminó de decir para mirarla intensamente.

-¿Así de simple?-

-Se podría decir que sí. Vi a la chica un poco afligida por su precaria situación, pero al decir verdad lo que quería era mirar más de cerca sus bonitas piernas que para mi sorpresa llegaban hasta el suelo- y sonrió traviesamente.

-¿No cree que es un poco atrevido?- dijo la chica con un sorpresivo rubor en las pálidas mejillas post chapuzòn.

-A veces la sinceridad se confunde con ello. No tengo porque mentirte. Tus piernas son preciosas y me atrajeron sin piedad-

-Señor Malfoy…-

-Mi apellido suena muy bonito en tus labios, pero me pregunto si mi nombre no sonará mejor-

Era definitivo, le estaba coqueteando descaradamente. No solo era terco y atrevido, era inquietante.

-Le recuerdo que tengo novio, señor Malfoy- no le daría el gusto de pronunciar su nombre.

-¿Novio? No lo recordaba.- fingió perplejidad-

-Sí, y debe estar preocupado porque aun no he llegado a casa.- Se levantó de la mesa e hizo amago de quitarse la chaqueta.

Draco también se levantó y le tomó del brazo para impedirle el movimiento.

-No te la quites. Perderás el calor-

-Gracias, pero no es mía. Además ya tengo que irme-

-Yo te llevo. Te lo prometí-

-No recuerdo haberle permitido que me tuteara, señor Malfoy-

-Y yo no recordaba a tu novio. Creo que somos un par de olvidadizos- sonrió

Con empeño y mucha galantería desfachatada, el rubio consiguió convencer a Hermione que no se quitara la chaqueta y que la dejara llevarla a su casa. La mujer al verse tan asediada por sus atenciones e insistencia se vio de pronto de nuevo en el asiento del copiloto y dándole las instrucciones para llegar a su calle.

Las luces de su departamento estaban encendidas y cuando la chica miró su reloj abrió los ojos sorprendida. Eran las ocho y media. Había pasado más de tres horas junto al rubio y el tiempo había pasado escurriéndose de los dedos.

-Lo prometido es deuda. Señorita Granger, la dejo en la puerta de su edificio- Dijo Draco saliendo otra vez del tibio auto y abriendo la del copiloto extendiendo su mano izquierda, mientras con la derecha volvía a tomar el paraguas.

No se detuvo hasta dejarla en la puerta del elevador y así, en forma camuflada, pudo averiguar en qué piso vivía. Ella quiso otra vez devolverle la chaqueta, pero él se negó rotundamente y para que ella no insistiera hizo algo que la dejó de una pieza. Justo antes que el elevador abriera sus puertas.

Le dio un tibio beso en la mejilla.

-Gracias por permitirme ver tus piernas de cerca- le dijo guiñándole un ojo. Y se alejó jugando con el paraguas en la mano.

-¿Sube?- le preguntó una chica que ya se había subido al elevador

-¿eh?... ah, sí, si- fue lo único que pudo decir.

-¿Es su novio?- preguntó la misma chica pasado un minuto dentro del ascensor

-¿Ah? No, no. Es una especie de ángel coqueto que se me apareció y que no creo que vuelva a ver- dijo en broma, pero al mismo tiempo con un poquito de tristeza.

-Ya lo creo que es un ángel- dijo la chica- Era más que eso… era un sueño de hombre-

La puerta de su departamento se abrió dejando ante su vista a un Cormac dormido en el sillón. Hermione le miró con ternura por un momento, pero al siguiente una fuerza incontrolable la arrastró a la ventana y miró hacia la calle. Pero el elegante Mercedes ya no estaba más.

-Demoraste. Por un momento pensé que te había pasado algo- escuchó a sus espaldas.

-Tuve problemas con el bus y el metro suspendió el servicio. No encontré taxi en ningún lugar- Se excusó la chica.

-Pudiste llamar-

-Pudiste hacerlo tú si estabas tan preocupado- le contestó ella.

-No tenía como. Con esta lluvia…-

-Sí, entiendo.-Dijo ella un poco desilusionada.- Pero me hubiera gustado una llamada para saber si te importo-

-Claro que me importas. Solo que aquí no había como llamarte y afuera diluviaba. ¿Y esa chaqueta?- dijo de pronto su novio.

-Ah… si. Encontré a un amigo en medio de mi odisea y me prestó su chaqueta para escapar del frió- mintió a medias.

-Uy- dijo Cormac- Tu amigo debe ser un millonario. Esa chaqueta debió costarle un dineral. Si yo fuera él te la quito a la entrada del edificio-

-Pero no eras tú- murmuró Hermione- Y al menos pudiste esperarme en la entrada-

Se fue a su cuarto molesta. Mientras su novio se quedaba muy seco y tibio en el departamento, sin hacer esfuerzo alguno por averiguar algo de ella ni ver la manera de buscarla, un desconocido la había auxiliado y regalado su costosa chaqueta para que no se enfriara más.

-No te enojes, linda- le susurró Cormac de pronto al oído- quitemos ese vestido que esta mojado. Ven… yo te daré mi calor, es mejor que esa fea chaqueta- diciendo todo esto le fue quitando la chaqueta y el vestido y Hermione de pronto sintió un frió profundo. De seguro que era por estar con un vestido húmedo tanto tiempo, pero su inconsciente le decía que se debía a que había perdido el tacto de la abrigadora chaqueta… y el abrazo del perfume de Malfoy.