Err. Qué digo. Lo mío no son las historias largas, pero la carne es débil.
Primer año.
Capítulo i:
(&)Once upon a time when we went stars in the sky.
Me gusta el ramen.
No sé por dónde comenzar, pero definitivamente me gusta el ramen. Me gusta la comida en general. Y por principio, me gusta Haruno Sakura. Es algo instintivo y natural, nada premeditado, porque según todos y un estúpido test, si vamos al caso, soy impulsivo y no hay nada que hacer.
Así que si alguien me pide que me tranquilice, tendrá que esforzarse mucho porque no suelo escuchar. Es algo que con los años he controlado gracias a muchos golpes cortesía de Sakura Haruno y unas cuentas palizas de un montón de bastardos. Así que… ya pueden imaginarse perfectamente como era de crío. Y los mofletes, no se olviden de mis mofletes, importantísimo.
Al caso.
Recuerdo que lo vi, con ese aire de depresivo que no podía con ello pero que sin embargo, por alguna razón que todavía no entiendo, me parecía vagamente atractivo (no me culpen, era un niñito enamoradizo).
Nunca se lo dije, sólo lo miré con la boca abierta, los ojos de platos y brillantes, y un dedo entre mis dientes, intentando alcanzar a mirarlo bien, porque se encontraba al otro lado del campo, en medio de otros dos niños igual de desgarbados y flacuchentos que nosotros en esa época. Me pisaron unos chicos de grado superior y al final me rendí y sonríe enérgico cuando el abuelito pasó a dar su discurso.
"Queridos niños, bienvenidos a La Hoja. Deseo que su estadía aquí quede grabado en sus corazones y que sus mentes se fortalezcan a medida que escalan los años. Para los antiguos, no hay nada más que desearles que continúen subiendo."
En ese momento no entendí mucho. En realidad, las palabras no son lo mío. Pero lo sentí y no sé si era la escuela, la muchedumbre exultante a mí alrededor o aquel niño precioso, pero sentí como si fuegos artificiales se hubieran desplegado a través de mis venas y cuando menos me di cuenta, había saltado, gritando y sacudiendo mis puños en el aire. No cabía de la felicidad. A causa de mi showcito, se hizo un silencio sepulcral que a la final terminó callándome.
No había ni una sola nube en el cielo. Nosotros éramos así: impolutos y cálidos. Ese fue el tiempo en que no estábamos pudriéndonos de dolor y odio. Ese fue el momento en que se sentía que el mundo era un lugar muy bonito.
(&)The gorgeous but sad child.
Él fue el primero. No es sorprendente considerando ese porte que se mandaba, como si tuviera un palo en el culo. Con la barbilla ligeramente alzada y los ojos mirando a nadie, agregándole el hecho de que era precioso hasta la médula. Resaltaba mucho, algo curioso considerando que Sasuke odia la atención (aunque por dentro yo sé que le sube el ego, con lo arrogante qué es…) Quise conocerlo, más que para babearlo, quería ser su amigo.
No sé porque decidí que fuera él, supongo que tengo un don para detectar a los solitarios. Ahora me causa risa, pero en ese tiempo no. Así que me lo tomé muy en serio: ser amigo del niño precioso. Y si tenía suerte, ser su mejor amigo, porque siempre había querido uno.
Nos dividieron por grupos. De primero a séptimo. Los niños desgarbados y flacuchos éramos los de primero, evidentemente. Nada comparado con las jirafas de séptimo y sexto. Las instalaciones eran espaciosas, con techos altos y pasadizos brillantes, supongo yo que acababan de trapearlos. Siempre quise deslizarme por esos pisos, que se asemejaban más a los espejos por los limpios que estaban, así que lo hice y me llevé unos cuantos gritos de la aseadora.
Ay. Casi me perdí pero llegué al aula en medio de un montón de críos y niñas estiradas. Es raro, recordar esa época donde las niñitas inspiraban en mí lo que un coliflor en mi comida: completa indiferencia y repulsión. Bueno, quizás, asco no, pero sí algo de repudio. Y me entenderían perfectamente si conocieran a Yamanaka Ino en esa época (y en las siguientes), claro que me entenderían.
Había otros casos distintos, como Sakura. Pero de ella hablaré después porque me pongo en plan poético y termino volviendo esto como ahumn, preciosa, febjer, mfenererejrbjjwerbwbffvhdfh dhbdbbdj. O algo así, es que de verdad, las palabras se me van cada vez que intento definir a Sakura Haruno en algo que no sea musay derrame de babas mentales.
Pero yo estaba hablando del teme.
A mi la emoción se me desinfló un poco cuando vi que todos los puestos ya estaban ocupados por grupitos. No debía de serme sorpresa que algunos de ellos ya se conocían de antes, pero bueno, era un ingenuo. Y nadie quería sentarse con el alborotador. Qué tristeza. Así que no me quedó de otra que sentarme arriba, en uno de los puestos desocupados.
Oh y olvidé mencionar que al otro lado estaba el niño precioso vagamente atractivo para mí. La idea de no ser el único tonto sin amigos me reconfortó como ramen recién hecho. Esto me animó en parte, pues chico solitario más chico solitario es igual a dos chicos-solitarios-ya-no-tan-solitarios. La verdad es que la idea no era tan rebuscada.
Sin embargo él no pensaba lo mismo. Debí suponerlo, con esa cara de uva pasa que se mandaba, digo, no es bueno que un niño de once años se mande esa cara. No es saludable. Ino años después diría que eso hacía salir arrugas. Pero las sonrisas eternas también, así que Sasuke y yo íbamos a terminar igual, solo que por diferentes motivos.
—Hey, ¿tienes un bolígrafo de sobra? —pregunté como quién no quiere la cosa. Y en parte era verdad: no traía ni un puto lapicero.
Él no me respondió pero lo vi esconder más su mirada tras sus manos cruzadas. Me recordaba a Mr Burns de los Simpson. No pude quedarme callado, cómo no.
—Oye ¿seguro que tienes once años?
— ¿tengo cara de querer hablar contigo? —musitó con ligero sarcasmo. Auch. Eso me dolió, un poco. Sasuke era un bastardito y con el paso de los años su humor ácido empeoraría.
Qué deberían darme un premio nobel por aguantarme a esta clase de gente, digo yo. Pero bueno, no es cómo si yo fuera la persona más agradable para tener de compañía. O eso es lo que Sakura me ha repetido toda la vida. Yo sigo pensando que tanto libro le ha atrofiado la cabeza. Un poco.
Eh, como decía…
—Tienes cara de haberte tragado una comida dañada —fui sincero. Siempre me he jactado de eso. Si algo que me gusta de la gente es la honestidad, por más dura que sea. En mi caso, no es que desee serlo, es que no puedo evitarlo. Soy un bocazas—. Por cierto, soy Uzumaki Naruto.
—Hn, Uzumaki, lo cierto es que me importa un rábano que no tengas con qué escribir.
—Tienes unos ojos bonitos.
— ¿Qué?
Sinceramente no le prestaba atención. Si hay algo que he aprendido de mi amistad con Sasuke, es que la mitad de lo que dice es producto de su misantropía y realmente no es cómo si eso funcionara conmigo. Soy persistente hasta el hígado. Lo malo es que soy un maldito bocazas, ¿ya lo había dicho, cierto? Bueno, lo sigo repitiendo: soy un maldito bocazas. Sigo pensando que Sasuke me recordaba vagamente a una niña, con esos ojos grandes y esos rasgos ligeramente femeninos.
No es mi culpa, que siempre he sido un débil en cuestiones de belleza. Me gusta mirar cosas bellas. Es cómo un fetiche. Y de crío, bueno, era algo inevitable. Ahora al menos lo puedo disimular, porque ¿saben? No es bueno quedarse con la boca abierta mirando a alguien. Es perturbador, parafraseando a Sakura. Pero yo era un tonto enamorado y con demasiada energía como para ponerme a pensar si mis acciones eran las adecuadas. Luego de haber abierto la boca, un ligero sonrojo me cubrió las mejillas pero sin importarme cuan odioso pareciera el niño precioso, decidí sentarme a su lado.
Su cara fue de completa poesía. Puedo asegurar que estaba convencido de que lo iba a dejar en paz. Cómo si eso fuera posible. ¡Uzumaki Naruto nunca se rinde! Luego batió sus pestañas con fastidio.
—Qué idiota.
— ¡Estoy siendo agradable, cosa que usted, niñito-me-creo-de-sesenta-años no hace!
—Hn.
Para mí fue como si se hubiera rendido.
—Por cierto… ¿tienes un bolígrafo de sobra?
Sasuke gruñó fastidiado.
Sí, aquellos días fueron grandiosos.
(&)
