Disclaimer:
Algunos personajes y lugares, corresponden excelente escritora J.K. Rowling, por lo que este fanfiction se ha realizado con total respeto a su trabajo.
1. Septiembre Otra Vez
Ha pasado casi un año desde la última batalla de la guerra contra Lord Voldemort y sus seguidores. Fue tan sangrienta y cruel que todavía muchos no se recuperaban, librada en los patios y aulas del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, hacía casi un año. Pero eso, afortunadamente, ya formaba parte de un doloroso pasado que todos querían dejar en el olvido. Ahora era septiembre nuevamente y comenzaba el séptimo curso para todos los alumnos que lograron sobrevivir a esa guerra. Sin embargo, algunos aún lloraban la pérdida de sus seres queridos y guardaban luto, pero intentaban salir adelante pues la vida continuaba y porque aún existían motivos para ser feliz.
Como era tradición, tanto Harry como Hermione franqueaban los últimos días de vacaciones en «La Madriguera» junto a los Weasley a la espera del inicio de un nuevo año escolar en el ya reconstruido, «Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería».
Todos los alumnos tenían que repetir curso debido a que el año anterior, producto de la guerra, habían perdido días de clases pero, por sobre todo, aquellos que se dedicaron a buscar la forma de minar las defensas de Voldemort para finalmente derrotarlo.
Luego de la batalla, el colegio estaba destrozado por lo que no se podía retornar de inmediato. Ocuparon mucho tiempo en la restauración pero hoy, Hogwarts abría sus puertas nuevamente.
Ese día, Hermione se encontraba alegre y bastante ansiosa, pues por fin retornaría a su amado colegio, tal como lo había hecho años anteriores junto a Harry, Ron y Ginny. Pero este tenía un sabor distinto… sabor a paz.
—Este año será diferente —se decía ella misma—. Toda fuerza oscura ha desaparecido con la muerte Voldemort y con los mortífagos en Azkaban. Por lo tanto, puedo afirmar que este año nada me perturbará ni a mí, ni a mis amigos. Al fin podré estudiar tranquila después de tantos años…
En cuanto al resto de quienes participaron en la guerra, muchos continuaron con sus vidas, tratando de regresar a la normalidad. No obstante, la pérdida de Fred, Reamus Lupin y Tonks, junto a otros magos y brujas, era un dolor difícil de superar. Sobre todo para la familia Weasley quienes todavía sufrían la pérdida de uno de sus miembros.
Pero no todo era tristeza donde los Weasley, pues la alegría les llegaba a diario con el pequeño Teddy, hijo de Tonks y Reamus Lupin, de quien Arthur y Molly habían logrado obtener su custodia en los tribunales mágicos de menores, mientras su padrino, Harry Potter asumiría esa responsabilidad una vez que comenzara a trabajar, y para eso faltaban aún algunos años. Aunque Molly estaba segura que Harry ejercería su rol desde fuera. No existía mejor lugar para criar a un niño, que la casa de los Weasley.
Por su parte y, como una forma de mantener siempre vivo el recuerdo de su hermano, George con la ayuda de Angelina, su novia, intentaba sacar todo adelante, incluso a «Sortilegios Weasley», la tienda de bromas que se erigía en el Callejón Diagon. Esta había crecido bastante en base a esfuerzo y dedicación. Tanto, que existían planes de ampliación. Querían llegar a otro público y cubrir otros ámbitos del mercado. Así que trabajo no faltaba, hasta Molly prestaba ayuda, mientras que Arthur seguía en su cargo en el Ministerio de Magia.
Por otra parte Ginny, la más pequeña de los Weasley seguía de novia con Harry, cuya relación se había afianzado con el correr de los meses.
Ron y Hermione también eran novios, pero los conflictos entre ambos eran continuos. A pesar de ello, seguían juntos porque por encima de todo, se querían muchísimo. Al fin y al cabo se conocían desde los once años, aunque desde el inicio las disputas entre los dos habían sido constantes.
Estaban todos sentados en la gran mesa del comedor desayunando en forma abundante, pues sabían que les esperaba un largo viaje en el expreso para ir a Hogwarts. En tanto Molly los miraba con cariño mientras se dedicaba a servir té… ¡qué grandes estaban! Todos tenían pareja. No le extrañaría que alguno le dijera «Me caso» o «Voy a tener un hijo». La familia crecía y crecía. A pesar de todo, eran felices y ella los adoraba. Le hacía tanta falta su otro hijo, Fred, pero sabía que donde estuviera, los cuidaba.
Luego de desayunar, bajaron los equipajes desde sus habitaciones para transportarlos en los coches que el Ministerio de Magia les había proporcionado para ir a la estación King's Cross.
Una vez acomodados los equipajes y ellos en los asientos del vehículo que, por un movimiento de varita de Arthur, todos lograban sentarse sin mayor dificultad, cual si se trasladaran en limousine, iniciaron marcha hasta el centro de Londres.
Al entrar en la estación se encontraron nuevamente en su mundo, un mundo increíble y la vez aterrador. Pero que ya estaba libre del mago oscuro que tanto daño les causó. Y ahora ellos debían enfrentar otra realidad: eran «Héroes de Guerra»: Ronald, el que había destruido horrocruxes y salvado a los elfos; Ginny, la novia valiente de «El Niño que Vivió»; Hermione, la chica inteligente que apoyó en todo momento con valentía, coraje, temple y astucia a sus amigos, y Harry, «El Elegido»… el que venció a Voldemort.
Sin embargo, ellos no querían ser celebridades. Sólo deseaban volver a Hogwarts para terminar su enseñanza mágica, luego de lo cual vendrían nuevos desafíos en su vida de adultos.
Por fin este sería un año normal, en donde no tendrían que buscar piedras filosofales, entrar a cámaras secretas, huir de un proscrito de Azkaban… pelear por un cáliz vulnerable a magia oscura o andar en busca de horrocruxes o reliquias.
Quizá esta nueva etapa traería consigo desafíos, nuevas vivencias, historias de jóvenes que se enamoran y se desenamoran. Eso lo tendrían que investigar por ellos mismos…
Dejaron los cuatro baúles en el portaequipajes del expreso, luego de despedirse de Molly y Arthur. Momento en el que Ron y Hermione tuvieron que salir rumbo al compartimiento de los Prefectos, en tanto sus amigos, Luna y Neville, ingresaban donde se encontraba Ginny junto a Harry.
Al llegar, encontraron a Ernie Macmillan y Hannah Abbott, que eran los prefectos de Hufflepuff, con quienes estuvieron hablando de cómo iba todo después de lo ocurrido el año pasado, hasta que nuevamente se abrió la puerta y entraron los Prefectos de Ravenclaw. Se saludaron y sentaron junto ellos.
A los pocos minutos, hicieron su llegada los Slytherins, representados por sus más fieles exponentes: Draco Malfoy y Pansy Parkinson. El primero, con su habitual traje negro elegante y dispendioso, reluciente cabello rubio y un aroma a menta que envolvía el lugar. Ella, una esbelta joven de cabello lacio y negro, cuya piel blanca resaltaba por su suavidad.
—Seguimos con el tema de la mala calidad del ambiente… Percibo un desagradable olor a «sangre sucia» —Pansy habló dirigiéndose a Hermione, quien la miró por unos segundos, mientras todos esperaban expectantes la respuesta, la que, luego de examinarla, tranquilamente dijo:
—Creí escuchar la voz de alguien desde las mazmorras… ¿saben? Esos lugares están llenos de sucios cobardes —todos rieron, hasta Malfoy esbozó una leve sonrisa.
—¿Cobarde? ¡Ja! ¡Me protejo! Prefiero ser cobarde que una sucia… —pero no alcanzó a terminar lo que pensaba decir pues fue interrumpida.
—Mira Parkinson, cierra tu asquerosa bocota. Ya algunos conocen la fuerza de mi puño y, sinceramente, hace rato que dejé de lado el diálogo —Hermione miró de soslayo a Draco, el que de inmediato borró de su cara esa inusual sonrisa, porque la prefecto estaba haciendo alusión directa a aquella vez, en tercer año, cuando él había probado qué tan fuerte era un puño de Hermione Granger.
Para sorpresa de todos, Draco en ningún momento defendió a su compañera, solo se limitó a decir:
—Bueno, a lo que vinimos. Los saludos protocolares los dejamos para luego ¿no? —Pansy guardó silencio—. Los que somos «sangre limpia» debemos aprender a no dialogar con «otros» —esto último arrojó por tierra cualquier buena imagen que pudieran haberse creado de Malfoy.
—Veo que no has aprendido nada —Hermione, lo miró directamente a los ojos, dándose cuenta que él se había quedado observándola, recorriendo su rostro, pero no dijo nada. Luego de unos incómodos y extraños segundos, fueron interrumpidos por Ernie y Hannah quienes propusieron nuevas normas que cumplir y comenzaron nuevamente a hablar sobre las nuevas obligaciones que tendrían.
Así pasó una hora, hasta que Hermione se puso de pie, pues consideraba que ya habían dejado claro el programa del día.
—Chicos, me voy. Cuando falte poco para llegar a Hogwarts nos reuniremos otra vez, ¿sí? —todos asintieron, incluso Draco.
—¡Qué extraño que Malfoy me mire de esa manera, algo está tramando este hurón! —pensó Hermione mientras salía del lugar en compañía de Ronald Weasley, el que durante toda la reunión solo se había dedicado a bostezar y a guardar silencio. Parecía que su mente estaba en otro lado, pero Hermione ya conocía lo despistado que llegaba a ser en algunas ocasiones.
Mientras tanto en el compartimiento solo se había quedado Draco, el que sin darse cuenta aún miraba la puerta por donde hacía un par de minutos Hermione y Ron habían abandonado el lugar.
—Granger y la comadreja Weasley… ¿Serán novios? El muy estúpido anda meloso y hasta calentón… comadreja asquerosa… Ellos definitivamente no hacen pareja.
Y sin analizarlo más, optó por seguirlos. Se detuvo en la puerta y logró verlos pues solo estaban unos cuantos metros más allá, cuando Ron puso sus manos en la cintura de Hermione. Sintió una extraña punzada en el estómago y su boca se secó cuando escuchó que ella se refirió a él como «hurón oxigenado, platinado y malcriado», siendo la tercera palabra la que más le dolía y eso era culpa de su padre, él lo acostumbró a ser un «malcriado», diciéndole siempre cómo debía actuar siempre y ordenando su vida, sin darle espacio a decidir por él mismo. Afortunadamente eso ya formaba parte del pasado, lo que le dolía ahora, era que ella lo dijera… Ella, Hermione… Su nombre, no su apellido, comenzaba a dar vueltas en su cabeza y sabía que eso no era propio de él. ¿Se estaría volviendo de mente? La guerra debió afectarlo de algún modo…
Dio un fuerte respiro y salió en busca de Blaise Zabini. Tenía que contarle lo que le ocurría con Granger. No era normal que él la hubiera quedado mirando, incluso había sentido un pequeño hormigueo en su estómago al verse reflejado en esos ojos color miel, en haber sentido ese suave aroma a vainilla y haber mirado sus rosados labios, sintiendo unas ganas enormes de probarlos. Sí, definitivamente había perdido la razón.
Esperaba que Parkinson no estuviera allí, porque esa chica sinceramente lo ahogaba. No se cansaba de hostigarlo y de seguirlo. Sabía que era culpa de él, en más de una oportunidad la joven había terminado entre sus sábanas, como tantas otras, no obstante él había sido claro: lo de ellos nunca significaría nada. Era sexo, solo eso, pero para Pansy, no. Es más, Draco estaba seguro que ella se había obsesionado.
En el compartimiento de ese sector solo estaba Zabini, leyendo una revista mágica cuando Draco entró.
—¿Sabes tú si Hermio… si Granger —intentó corregirse, pero ya era tarde, su amigo se había dado cuenta—... está con Weasley? —preguntó luego de haber hablado algunos otros temas antes.
—¿Juntos? Siempre están juntos… desde primero, por si no te has dado cuenta.
—Me refiero a que al parecer son novios. Hoy los vi juntos, él la tenía abrazada…
—Siempre he creído que ella tenía algo con Potter, no con la comadreja.
—Pensaba lo mismo, pero parece que no es así.
—¿Y se puede saber qué te ocurre con la «sangre sucia»? —Blaise lo miró extrañado. Eso no era común en Malfoy.
—¿A mí? No, nada. Sólo que la encuentro… Mmm cambiada —respondió no dando importancia y girando su vista hacia la ventanilla del tren.
—Nunca antes me fijé en eso, pero ahora que lo mencionas… Sí, tienes razón. Pero no te entiendo… ¿cómo te complicas tanto la vida? Siempre has tenido a la mujer que has querido y ahora te embrollas por una más… es cosa de tomarla y llevártela a la cama y listo.
—Que diga que la encuentro diferente, no quiere decir que quiero darme un revolcón con ella… Tal vez con otras, pero Granger… bueno, ya sabes. Ella es diferente… es «mi enemiga» —sonrió mientras dibujaba en el aire un par de comillas.
—No creo que sea tan «enemiga». La guerra terminó y tú no eres mortífago. Y si te gusta, ataca. ¿Qué te detiene?
—Es cierto que la guerra terminó, pero ambos sabemos que para ella siempre seré su enemigo… cosa a que a mí, no me importa.
—¿No te importa?
—No, solo digo que la encuentro muy, muy cambiada, eso es todo —miraba por la ventana hacia los paisajes que iban dejando atrás pero en sus ojos solo había un rostro… unos ojos… unos labios…
—Tienes razón está más cambiada, no hay ni rastro de esa niña de hace unos años… ahora es toda una mujer. Yo, de casualidad, pasé por el vagón que comparte con San Potter y no pude evitar ver sus piernas, estaba sentada y se le veía…
—Ya bastante tengo con que la comadreja la bese, como para que ahora tú le andes fisgoneando las piernas como un maniático.
—Acabas de decir que no te gusta… ¿Seguro que te sientes bien, Malfoy? Además es solo un comentario. Y concuerdo contigo, está cambiada. Tienes buen gusto pero creo que esto va a ser un desafío, peor si la has tratado tan mal durante todos estos años… Pero bueno, ¡suerte! la necesitarás…
Su amigo le dio unas palmaditas en la espalda respondiendo con una fingida sonrisa y algo de desazón. Pues aún los celos que sintió cuando su amigo le miró las piernas estaban latentes… ni hablar de esa comadreja que podría estar gozando de sus labios.
Como explicar la magia que tiene su manera de enamorar, tan bella…
Me estimula su calor, su forma de caminar, sensual hacia mí.
Nota de la autora:
He regresado con este fic del año de la pera... espero les guste a quienes no lo hayan leído aún...
Ah, y comenten plisss... me encanta leerlas.
Cariños, Gin
