Disclaimer: Este fic participa para el reto especial "Primero de septiembre" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Nota de Autor:
Es primera vez que escribo algo tan corto. Me costó bastante, debo decir, hice lo mejor que pude y espero sus reviews, observaciones, latigazos y asociados.
Luna es de mis personajes favoritos, y espero que disfruten esta pequeña historia tanto como yo disfruté al escribirla.
Enjoy.
Claro de luna
Aunque no lo estuviera mirando, podía estar segura de que su padre sonrió al ver su reacción. Sus resplandecientes ojos azules se quedaron estáticos, mirando fijamente la locomotora que escupía vapor dentro del andén. Era enorme, tanto, que comenzó a preguntarse dónde terminaría, si es que le tomaría demasiado tiempo encontrar su final antes de tener que abordar.
Y le emocionó aún más la perspectiva de que eso no era más que el comienzo. Moría por descubrir qué nuevas cosas podría contemplar en Hogwarts, la cantidad de peculiaridades que podría descubrir dentro de los terrenos o lo mucho que iba a aprender una vez que cruzara esas puertas.
Agarró la mano de su padre con fuerza, tirándolo para abrirse paso en medio de la muchedumbre a su alrededor. Observaba a aquellos que estaban dentro de los vagones, los que aún parecían demasiado inseguros para despedirse y aquellos que observaban por la ventana a los seres queridos que debían dejar marchar.
Luna se frenó en seco frente a una de las tantas entradas al expreso de Hogwarts, girándose para encarar a Xenophilius.
— ¿Crees que nos lleven a recorrer Hogwarts cuando lleguemos?
—Con calma, Luna—Xenophilius acarició brevemente su cabellera rubia, en afán de tranquilizarla—. Primero debes ir al banquete de inauguración y, después, sabrás la casa a la que pertenecerás en Hogwarts.
Luna dejó fluir diversas imágenes dentro de su mente, ahogando por unos instantes el ruido de las personas bajo el eco de sus pensamientos. Le costaba tanto visualizar ese momento, como si fuese cubierto por una neblina densa y grisácea.
—El sombrero nunca se equivoca, ¿verdad?
—No—tomó la mano de su hija con firmeza—, y sé que elegirá la casa ideal para ti.
Luna sonrió, porque sabía que podía creerle a su padre. Siempre lo sabía.
Con un último abrazo y un deseo de buena suerte, traspasó la puerta y buscó algún espacio dentro de los vagones cercanos para contemplar a su padre a través de la ventana.
Una vez lista, agitó una de sus manos, despidiéndose y acomodándose con la otra los aretes de rábano.
