La luz del sol entraba suavemente por la ventana iluminando el calmado rostro de su amado.

Es curioso, nunca pensó que terminaría amandolo de esa manera tan apasionada y sincera, sin contemplaciones ni dudas, porque ellos estaban destinados a estar juntos, no había otra explicación al lazo que tenian.

Acomodó un mechon de cabello pelirrojo detras de su oreja con una sonrisa cariñosa y llena de amor, luego con suavidad tocó su rostro contando las pecas sobre sus mejillas y deleitandose con el tono bronceado de su piel al estar expuesto varias horas al sol mientras entrenaba Qudditch con su hermano, apesar que hace mucho que dejaron de jugar.

Siguió con sus caricias hasta su cuello y luego hasta su brazo, que seguía sujetandola firme y delicadamente por la cintura, para no dejarla ir, él se lo había dicho varias veces, el jamás la dejaría ir, porque su vida se iría con ella.

Ella no lo dice, pero sabe que lo mismo pasaría con ella si él decidiera alejarse de su vida.

Vuelve a subir su mano y gracias a sus caricias, él va abriendo poco a poco sus ojos. Y entonces el avellana se encuentra con el chocolate.

Y él le sonrie ampliamente, aunque sigue adormilado, y planta un suave beso en su frente, le susurra un buenos días, un te amo y su mano viaja hacia el ligeramente abultado vientre de ella.

Saluda al pequeño o pequeña, aun es muy temprano para saber que será, pero a él no le importa, a ella menos, es el fruto de su amor y eso, es lo que en verdad importa.

Se miran a los ojos y se besan delicadamente, tan suave que es mas como un roce, pero contiene más sentimientos de los que aparenta.

Ambos sonrien, ambos son felices y ambos se aman.

Y Hermione Granger, ahora Weasley, no puede estar más feliz, porque ella siempre lo será en tanto Fred este a su lado, amandola y cuidandola.

Es feliz, no hay ninguna duda.