Disclaimer: Solo la trama me pertenece.
Summary: Tabla; Porque no todo fue contado, y porque aún había muchas cosas que decir. Viñetas independientes. Inuyasha/Kagome.
Nota de autora: Umh, ¿hola? (?) Bueno, traigo una tabla (psicológica) ―que yo no inventé, la encontré en un LJ pero creo que está abandonado así que digamos que la tomé prestada sin permiso― que en cuanto la miré pensé: omg inu/kag y como que me emocioné porque escribí esto en unos cinco minutos. Serán doce viñetas sin algún tipo de relación ambientados en algún momento del anime. Y pues, creo que es todo, espero les guste. :B
Aclaración: Post InuYasha, pre Kanketsu-Hen.
Things to tell
Ambivalencia
«Conflicto motivacional que se produce cuando el sujeto es simultáneamente atraído y repelido por la misma meta o deseo».
La noche es tranquila y tu habitación está en completo silencio; la cama es cómoda, el clima es agradable, e incluso tuviste una buena cena. Hasta tomaste un «baño relajante». Pero te es imposible, ¿no, Kagome? El dormir. No puedes. Por más que lo párpados te pesen y el cansancio te consuma; simplemente no-puedes.
¿A que es por él, Kagome?
Pelearon. Siempre pelean. Siempre discuten, ¿verdad? Pero sabes que de alguna manera las confrontaciones no son enserio, a menos de que incluyan a Kikyou. Porque sientes (celos) y ese malestar en la boca del estómago cada que te levantas en la madrugada y te das cuenta de que no está velando tu sueño. Ya hasta es una costumbre, ¿a que sí? El levantarte entre las dos y las tres de la mañana solo para asegurarte que está sobre alguna rama, con los ojitos dorados cerrados y rígido ―alerta―.
Pero esa noche te despertaste y no estaba.
Así que regresaste a tu época, esperando dejar el corazón en un Japón 500 años atrás, para poder descansar. Para poder tener un poco de tranquilidad, sin aquella mirada dorada y quejidos sobre lo torpes que pueden ser los humanos, y como un hanyou es mucho más que ellos.
¿Cuántas veces has tenido ese pensamiento? ¿Cuántas veces has dicho «ya no más, hasta aquí»? ¿Cuántas veces has tomado la decisión de alejarte, dejarlo ir, y seguir adelante sin él? ¿Diez veces? ¿Treinta? ¿Cincuenta? ¿Cien? ¿Cuántas, Kagome?
―¿Kagome?
Te sobresaltas. Levantas la cara de la almohada, y lo miras, imponente y atractivo sobre el marco de la ventana. Él entra a tu cuarto, y se sienta en tu cama. Lo imitas. Sabe que estás molesta. No dices nada.
―¿Sigues molesta conmigo, Kagome?
«Sí. Estoy molesta y dolida, Inuyasha, ¿lo sabías? Me da rabia y me duele el corazón que esté siempre para ti, apoyándote, queriéndote, aceptándote con tus mañanas de malhumor y tus maldiciones, pero aun así tú estés siempre dejándome a la primera que ella aparece. Estoy molesta contigo por no poder elegir a una de las dos, y conmigo por no ser suficiente. Me duele.»
―No.
―¿Enserio? ―está sorprendido, claro, esperaba encontrarte de malhumor y a la defensiva.
―Sí, enserio ―le das una (triste) sonrisa y él hace una mueca, porque te conoce y sabe que estás fingiendo.
Sé fuerte. Aléjate. ¿Eso estabas pensando, no? Es la centésima vez que piensas en dejarlo ir. ¿Lo harás esta vez, Kagome?
―Perdón ―murmura él, haciéndote voltear el rostro rápido. ¿Escuchaste bien? ¿Está disculpándose?―. Perdóname por hacerte sentir molesta, Kagome. O triste. No me gusta verte triste, y odio saber que soy yo quien provoca eso en ti.
«Lo siento, Inuyasha. Ya tomé mi decisión. Ahora ya es demasiado tarde».
Entonces pone su mano sobre la tuya, y te aprieta los dedos de manera tierna y cálida. Te sonrojas. El corazón se te va a salir del pecho, y te avergüenza saber que él lo está escuchando.
Pero no lo está diciendo porque sí. Inuyasha te lo está diciendo de corazón. Lo sabes. Lo conoces lo suficiente como para saberlo.
―¿Me perdonas, Kagome?
Lo miras a los ojos. Son dulces. La oscuridad de la habitación no te deja ver todas sus facciones, pero el corazón se te calienta, y no puedes evitar recargarte en su hombro y entrelazar su mano con la tuya. Cierras los ojos, y susurras en silencio:
―Te perdono, Inuyasha.
Lo sabes. Sabes que aunque no puedes dejarlo. No puedes estar sin él. Porque la misma fuerza que te hace querer salir corriendo es la que te hace desear seguir a su lado.
¿Ciento uno, Kagome?
