Aún podía recordar cómo había sido, su cerebro se encargaba de reproducir el momento una y otra vez, provocado que se sintiera ligera, como en un dulce sueño.

El rostro acalorado, la respiración pausada, las piernas temblando y los escalofríos que la abrumaban en los lugares que él había acariciado.

El perfil de su rostro, su labio inferior, su cintura.

De un modo tan inocente y tan intimo que le aceleraba el corazón.

Podía recordar la textura de su camisa entre las llenas de sus dedos y cómo él se había visto en la necesidad de encorvarse para eliminar la distancia.

En su rosada habitación, después de una extraña conversación y una bochornosa confesión.

¿Cuántos han llegado a los 18 sin siquiera haber dado un beso de verdad?

Era una afirmación difícil de asimilar cuando quien te lo decía era un codiciado modelo juvenil y una de las chicas más lindas de la clase.

Pero creían en la palabra del otro, aunque fuese una mentira.

Pues ellos ya habían tenido un beso, pero no estaba en planes de ninguno mencionar que lo habían obtenido en un ataque akuma.

Era un secreto que su mejor amigo no debía conocer.

Y así terminaron en esa situación que se negaba a desaparecer de su memoria.

Con sus manos afianzadas a sus brazos, los ojos cerrados y con los pies listos para despegarse del suelo.

El ligero toque de sus suaves labios contra los propios, amoldándose con lentitud en un momento que deseaba se volviera infinito.

Un beso suave, lento y lleno de ternura.

Porque aunque él no la amaba, la quería con locura.

Y ella ya se había resignado años atrás sobre sus infantiles fantasías, aceptando la amistad más duradera que tendría jamás.

No eran para el otro, lo sabían.

Ella se lo había dejado claro cuando le confesó que no existía su príncipe azul.

Y él en el momento que le contó sobre su temor de amar en vano.

Ella ya no podía quererlo como lo hizo años atrás.

Y él era un cobarde que nunca estaría seguro de dar el primer paso.

Ya lo había hecho, terminando herido.

¿Cuántas vueltas debe dar el destino cruel antes de decidir que era suficiente?

No lo sabia.

Y ahí iba su memoria una vez más. Con su corazón latiendo con fuerza al recordar la cercanía de su primer amor; era normal que su corazón lo reconociera y latiera por él.

El hormigueo en sus labios la hizo suspirar; acarició sus labios, esperando que con tal acción se desvaneciera el embrujo.

Pero no fue así.

Un beso suave, lento y lleno de ternura.

Era todo lo que obtendría y era todo lo que estaba dispuesta a dar.

Sin caricias fuera de tono ni un contacto que tendría que hacerla gritar. No los necesitaba, ese beso le había llegado al alma.Y si para él no era suficiente... Bueno, quizás era porque se había equivocado otra vez con él.

¿Cuántas vueltas debe dar la vida antes de que las piezas de ajedrez se encuentren en el lugar idóneo?

No lo sabía.

Por ahora se dejaría llevar por el recuerdo.

El recuerdo de un beso suave, lento y lleno de ternura.


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