Autor: Usagi—Asakura
Fandom: World Series: Hetalia.
Disclaimer: Personajes a Hidekaz Himaruya.
Claim: España/México
Tabla: 30 Besos
Tema: #01 – Mira hacia acá.
Resumen: "… Tus besos son como las gotas de lluvia que refrescan mi corazón. Tus dulces besos me hacen tanto bien…"
Advertencias: Occ por parte de España (¿); Ya saben, he usado el nombre de Pedro Fernando para México, porque Pedro es Pedro y Fernando es… una cosa mona que ha hecho Berserker y me ha fascinado. Aunque, creo que mi OCC México dista mucho de lo que ella escribe. Orz. Agradecimientos a quien lea y a mi hermosa correa personal. Tal ves mundo hetalioso.
#01 – Mira hacia acá.
México llegó antes de las ocho de la noche. España se tranquilizó al verlo con el traje de corte francés que había comprado para él. Sonrió al verlo vestido de negro, con aquella corbata verde esmeralda que le había costado tanto conseguir en Madrid.
—¿Tardé mucho? —preguntó.
—Sólo una media hora más, pero no hay problema —respondió Antonio antes de cerrar la puerta de la habitación.
—Oh, vaya, me alegra —murmuró risueño.
Pedro se quitó el saco, desató la corbata con rapidez y miró al español con un toque de picardía.
—Traje una sorpresita.
—¿Qué de nuevo me vas a mostrar? —dijo el otro antes de servirle un poco de tequila.
Un capricho, quiso responderle México. Mas calló. Pedro Fernando había estado fuera toda la semana por culpa de Alfred y había soportado no poder verle, tenía tantas ganas por estar a solas con Antonio… aunque eso significara una cita clandestina.
—Había jurado que… no me tardaría tanto en deshacerme de mis deberes —dijo sentándose y se enroscó los pliegues de su camisa hasta el codo—. ¡Escapar de Alfredo es cada vez más difícil!
España rió ante la última frase del joven. Medio intrigado, buscó la sorpresa que el otro había mencionado antes.
—No es lo que imaginas —cortó de pronto el moreno. Sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño pañuelo rojo—. ¿Recuerdas? —preguntó—. ¿El juego de "Adivina qué veo"?
Antonio quedó asombrado ante el recuerdo de aquel juego que hace años habían realizado, vio cómo su pequeña ex colonia se acercaba a él y le miraba divertido.
—¿Seré quien comience? —preguntó impaciente.
—Sí. Para que usted sea el primero en recibir el premio.
El latino hizo una señal con su mano para que el español se volteara. Cuando lo tuvo como lo deseaba, le amarró el paliacate. Ahora Antonio no vería nada.
—¿Usted? —cuestionó España.
—Mira hacia acá —ordenó México.
—¿Hace cuánto tiempo que no…?
Antonio no pudo terminar la frase porque los tiernos labios del joven se lo impidieron. Con cuidado pasó sus manos por la cintura del chico, su colonia ácida inundó su nariz. El español, curioso, adentró su manos por debajo de la camisa blanca, reparó en el sonido ahogado que trataba de disimular el otro; luego, con fuerza, se dejó caer en el sofá con él. Sonriente, al ver sólo una tenue sombra, logró preguntar:
—¿Esto es parte del juego?
México rió con estruendo. Tonto, pensó. Antonio se quedó quieto, abrazado al hispano en silencio, con aquella paz inundando la estancia.
—No. La verdad es que sólo quería besarte —confesó el menor.
España se percató de que el otro parecía contento. ¿Y quién era él para negarle aquel deseo? Aunque la sola idea de poder hacerle lo mismo al otro no se quedaría en su mente. Así que, entusiasmado, se quitó el pañuelo de los ojos.
—Mira hacia acá —dijo al final Antonio, antes de tomar al joven y arrastrarlo a la habitación. Aquella sí que había sido una buena idea. Una muy buena idea.
