ハネムーン– Janemuun
La habitación estaba en penumbras, pero la luz de la luna se filtraba suave a través de ella, acariciando los rostros de los nuevos consortes, permitiéndoles ver sus ojos, ojos adornados con aquel brillo de amor pero al mismo tiempo opacados por la pasión.
Ella sobre él, en su regazo, al filo de la cama, envueltos en un tierno abrazo. Su vestido floreado ondeando lento por la brisa que se colaba dentro. Las palabras sobraban y eran sustituidas por caricias, un lenguaje de caricias.
Un beso, dos besos, tres besos, la cuenta se ha perdido al igual que su vestido, el cual ha descendido lento y tortuoso por sus hombros. Mas besos, mas caricias, mas miradas, mas amor. Las manos de él recorren, explora, conoce. Las de ella, tímidas comienzan a atreverse, a deslizarse; primero por sus tibios y anchos hombros, luego para tomar entre ellas el rostro amado.
Unos cuantos besos mas, a cada instante más exigentes, mas manos atrevidas, la ropa de él comienza a estorbar, pronto su camisa acompaña al vestido, el la ayuda a quitar lo poco que llevan encima.
Ambos desnudos, ambos expuestos, ambos amando.
Él encima de ella, recostándola suavemente en el lecho marital, ella con un dulce y encantador rubor, el con una dulce y encantadora mirada. Ella cierra los ojos abrumada de tantas emociones. Él pide que los abra, quiere ver su mirada.
El momento llega, ambos lo sienten, ambos están listos. El rompe la última barrera que los separa, ella lanza un lastimero quejido de dolor, el se detiene, lo que menos quiere es lastimarla, ella comienza la danza, se relaja, él la sigue, y el vaivén empieza. Un primitivo signo de placer es arrancado de sus gargantas, música antigua. El canto se acelera, el baile también, todo llega al final, mas rápido, están a punto de tocar la cumbre, alcanzar el cielo y tocar las estrellas y lo hacen juntos, han conocido, han aprendido la más antigua forma de amar.
Un último beso, una última mirada, y en un suave abrazo yacen por el resto de la noche eclipsados por el amor.
